domingo, 22 de septiembre de 2024

Lunes de la Vigésimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario


 

Pr 3, 27-34

El hombre que tiene fe ha de estar preparado, no sólo a ser mártir, sino a ser un loco.

Gilbert K. Chesterton

Ahora vamos a dedicar 11 encuentros al estudio de tres Libros Sapienciales. Serán tres sesiones dedicadas al Libro de los Proverbios -empezando hoy, y hasta el miércoles- luego tres sesiones consagradas al Libro de Qohélet; y la semana entrante, -excepto el miércoles 2 de octubre, que celebraremos la Fiesta de los Santos Ángeles Custodios, que tiene Lecturas propias- cinco encuentros consagrados al Libro de Job.

 

Los Libros Sapienciales, como lo indica esta palabra, están dedicados al estudio de cierto tipo de sabiduría. Mientras los Libros proféticos son exclusivamente referidos a una perspectiva hebrea, no pasa lo mismo con estos libros sapienciales, que van al fondo del acervo universal, sin poner fronteras a los pueblos y las culturas donde puedan ir -buscando las fuentes- a beber de diversas tradiciones. Estos “sabios” van, allende sus propias fronteras a indagar qué es sabio, cómo conducir la vida, cómo tomar las decisiones y cómo tejer los vínculos interpersonales. En esta caza de lo “sabio”, unas de las fuentes son los viajes, visitando otros pueblos y culturas, recogen principios y valores, que muchas veces se plasman como aforismos (refranes, proverbios), también recurren a amonestaciones, consejos y exhortaciones, su objetivo es “enseñar a vivir”. ¿Quién les dirige la mirada y les enfoca los sentidos para distinguir lo que es “sabio”? Es el propio Dios, quien les dice tomar esto o aquello. En la clasificación que usan los judíos en su Biblia, estos Libros se llaman simplemente los כְּתוּבִים “ketuvín”, escritos.

 

Son temas prioritarios en ella:

a)    El dominio de sí mismo

b)    El control de la lengua

c)    La humildad contrapuesta a la arrogancia

d)    La amistad sincera y fiel

e)    Rechazan la mentira y el falso testimonio

f)     Exhortan a mantener la fidelidad conyugal (y, por tanto, se combate y se impugna la prostitución)

g)    Llaman a la generosidad con sesgo preferencial por los marginados

h)    Llaman a la práctica de la Justica.

 

En los Proverbios, se tiene como origen a Salomón, pero no exclusivamente, pues se nombran como autores a otros sabios, es el caso de Agur, y Lemuel, a quienes se tiene por autores de algunos de estos. La perícopa de hoy, nos propone algunas pautas para alcanzar la Sabiduría, viene después de la introducción del Libro 1, 1-7. En un bloque llamado colección de poemas sapienciales (1,8-9,18).


 

Vamos a hacer el desgrane de su elenco.

i)      No niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano concedérselo.

ii)     No dejes para dar mañana, si ya hoy tienes para darlo

iii)   No engendres en tu mente, ni en tu corazón caminos que perjudiquen a tu prójimo

iv)   No pleitees con nadie, salvo si hay un muy buen motivo

v)    No tengas envidia de los violentos, menos vayas a imitar su conducta., ya que Dios detesta a estos perversos y, en cambio, se confía a los honrados

vi)   El Señor maldice por generaciones a los malvados

vii)  En cambio, el Señor bendice la casa del Justo

viii) El Señor se burla de los burlones y concede Gracia a los humildes.

 

Tenemos una guía segura para recorrer los senderos que llevan a los territorios de la Sabiduría, y señales de alerta para no acercarnos a los despeñaderos por donde nos podríamos desbarrancar.

 

Sal 15(14), 2-3a. 3bc-4ab. 5

Los momentos de oración durante el día me recuerdan tu existencia, pero entre medias te pierdo y ando a la deriva todo el rato.

Carlos González Vallés. s.j.

 

En el judaísmo, una de las pautas de fe y una de las practicas recomendadas, más aún “mandadas”, es la de peregrinar al templo para las fiestas que lo prescriben. Shelóshet Ha'regalim ("Los tres peregrinajes") son: a) Sucot ("Fiesta de las cabañas, de las tiendas) b) Pésaj ("Pascua"), y c) Shavuot ("Fiesta de las Semanas"). Este de hoy, es un Salmo de Peregrinación.

 

Un peregrinaje es una acción puntual, requiere un tiempo, pero no es un esfuerzo constante que comprometa la totalidad de la vida. La fe, por otra parte, nos reclama una coherencia en cada palpitar, es vivir la vida Adorando constantemente la Presencia-de-Dios-con-nosotros.

 

Nos afanamos por ir al Templo, no escatimamos esfuerzos y sacrificios para cumplir con las peregrinaciones, pero, el salmo de hoy nos confronta, -puesto en continuidad con las pautas que nos ofrece la literatura sapiencial-, lo que Dios quiere y espera de nosotros. Es hermoso ir al templo, es un acto pío, tan devoto, que alcanza la cumbre cultual, porque vamos precisamente a ponernos ante la Presencia de Dios. Pero hay que cumplir algunas condiciones que el Señor nos ha impuesto, para lograr que esta acción sea verdaderamente santa y santificante. Para que la peregrinación nos llene de Gracia, se requiere:

 

La primera estrofa nos plantea cuatro “preceptos”

1)    Ser honrado

2)    Practicar la justicia

3)    Tener intenciones leales

4)    No usar la lengua para levantar calumnias

 

La estrofa dos, trae consigo los siguientes preceptos:

1)    No hacerle mal al prójimo

2)    No difamar al vecino

3)    Tener por despreciable al impío

4)    En cambio, honrar a los que temen a Dios

 

La tercera estrofa, solo tiene dos preceptos:

1)    No ser usurero

2)    No aceptar sobornos para ir contra los inocentes.

 

Sólo cuando somos conscientes de cumplir con estos diez -que hemos llamado- preceptos; se es digno de entrar al Templo y permanecer bajo el mismo Techo que alberga la Orla del Manto del Altísimo.

 

No es cosa de ir a una peregrinación, es cuestión de esforzarnos para dignificarnos y merecer tan Gran Honor, cual es entrar a visitar la Casa de Dios. Compartir Su Mesa, comer como invitados del Magno Anfitrión, sentarnos en torno a su Altar para comer el Cordero Tres Veces Santo.

 

Lc 8, 16-18

Nosotros somos las pruebas vivientes de que Dios es el Señor. Pero, si vivimos en deslealtad con Él, nos convertimos en todo lo contrario, seremos anti-testimonio. Dios no merma un ápice con nuestra deslealtad, pero la gente que nos ve, se enfría, se aleja, se decepciona.

 


Es muy fácil reprocharle al Señor por qué tarda en imponer su reinado. Y queremos lavarnos las manos poncio-pilatescamente, de la responsabilidad que nos asiste en esa tardanza. Si fuéramos más coherentes, el Mensaje pegaría impactante en el corazón de los fríos, y su fe alcanzaría la tibieza, y quizás también llegaría a arderles el corazón cuando oyeran las Palabras del Señor convertidas en un estilo de vida: en nuestro estilo de ser comunidad. Y es que no se trata de que cada fiel sea un santo aislado en su nicho formando un gigantesco retablo, sino en estar todos mancomunados en el mismo Único-Nicho, el que sirvió de cuna a Jesús, en Belén.

 

Queremos iterar obstinadamente -hasta cansarnos- repicando que la nuestra no es una religión mistérica. No es algún tipo de secta ocultista, cuya pertenencia tenemos que callar y saber sobrellevar secretamente, no somos alguna agencia secreta cuyo atributo básico sea mantener el anonimato, operar herméticamente. Nuestra fe, es todo lo contrario. El Señor nos ha llamado para que lo anunciemos, para que lo proclamemos, para que reconozcamos abierta y públicamente nuestras creencias. Nosotros queremos hacerle -a la sociedad y el mundo- una propuesta de seguimiento, y esa propuesta la queremos proclamar diáfanamente.

 

Jesús ha venido al mundo a encender nuestros corazones con un ferviente ardor, para que ilumine a todos, para que nadie se estrelle, se choque o se enrede con algún obstáculo agazapado en las penumbras. Y, al llegar a este evangelio, tenemos que encararnos frente al espejo- y contestar si estamos cumpliendo esa función de Antorchas que el Señor nos ofrece y pide.


 

Al que no lleva en el cuenco de su mano más que una chispa, a ese se le entregará una tea; al que no haya recogido ni una mota encendida, se le exigirá devolver el manojo de paja que se le comisionó, para dárselo a alguien más, cuyo esmero en atrapar una llamita, le permita prometer que mañana mismo desatará un incendio (Está claro que no nos referimos a fuego del que quema y destruye el medio ambiente, sino al fuego que anima a las personas a trabajar por una sociedad de Justicia, a la manera de Jesucristo; se trata de un fuego que no quema bosques sino que nos arde en el pecho cuando Jesús nos explica las Escrituras. Como les pasó a los dos descorazonados que iban a esconder su desaliento en Emaús).

 

Abandonemos ya mismo, esta lectura y vayamos a divulgar, cómo lo podremos reconocer, al partir el Pan. 

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