viernes, 12 de julio de 2024

Viernes de la Décimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

 


Os 14, 2-10

Llegamos a nuestra lección final del Libro del profeta Oseas. El capítulo 14 podemos dividirlo en 4 enfoques:

1)    El verso que hace de apertura del capítulo es una amenaza escalofriante: “Samaria pagará la culpa / de revelarse contra su Dios;/los pasarán a cuchillo / estrellarán a las criaturas, / abrirán el vientre de las embarazadas.

 

2)    Luego viene el bloque 14, 2-4 un clamor del profeta que conviva vivamente a Israel para que vuelva a Dios.

a.    Abre y domina una expresión de conversión: שׁוּב [shub], “vuelve”.

b.    Les muestra el fallo, el error, les señala que כָּשַׁל [kashal] “tropezaron y cayeron”,

c.     Les dice que preparen unas דָּבָר [dabar] “palabras”, un “discurso”, para mostrarle a Dios su arrepentimiento, ya no se apoyaran en Asiria, ya no pondrán su confianza en los caballos que monten para el combate.

d.    Pero, aquí viene la reconvención más precisa que desenmascara su triste y lamentable idolatría “no volveremos llamar “dios” a la obra de nuestras manos”.

 

3)    Este tercer bloque está conformado por los versículos 14, 5-9 donde YHWH les responde:

a.    Dios acudirá a “sanar”, Él es un Dios “sanador”

b.    Su Amor es fiel, es inquebrantable, en su Corazón no puede anidar la cólera.

c.     Hay aquí una nueva “imagen” Dios como el rocío matutino que cubre todo el césped.

d.    El Rocío Divino hará florecer a Israel como florece el “lirio”.

 

4)    Es un añadido que puso el “editor” de la obra del profeta con un toque y un acento y sabor sapiencial:

a.    Toda la enseñanza del profeta no cabe en cualquier corazón, esto solo lo capta el que es verdaderamente “sabio”.

b.    Se requiere una inteligencia venida del Cielo.

c.     En todo lo revelado por Oseas se descubre que Dios traza caminos rectos.

d.    Pero en un camino recto, la impiedad de los “rebeldes” se vuelve tropiezo y -en consecuencia- caída.

  

Sal 51(50), 3-4. 8-9. 12-13. 14 y 17

En la Primera Lectura ya encontramos ese cambio tan rotundo que consiste en pasar del sacrificio de animales, a presentar el corazón arrepentido. Allí le dice que prepare un “discurso”, unas “palabras”; no le dice que ofrezca mucho derramamiento de sangre, no pide inmolación de novillos y le da la pauta de corrección: eso no alegra ni apacigua al Señor; en cambio, lo que el Señor no desprecia es el corazón sinceramente contrito por el pecado cometido.

 

Para poder acceder a este Salmo, se requiere bajar a beber en las fuentes de la parábola de “los dos hermanos y el padre perdonador” (Lc 15,11-32).  Sin esta referencia la puerta del salmo sólo quedará entre-abierta, y nosotros en el exterior, sin lograr ingresar.

 

Cabe recomendar la atenta lectura del salmo, observando los verbos que van marcando la procesualidad del perdón. El ruego en este salmo es un ruego “bautismal”, que Dios lo lave, ahogando en las aguas, la impiedad de su corazón.

 

No podemos dejar el salmo suspendido como un globo sin fuerzas para subir, pero feliz de seguir flotando -resignado con su estancamiento-; hay un versículo que nos recrudece el nivel de conciencia, cuando en él se expresa que Sion ha sido demolida, y Jerusalén está allí escueta, desprovista de murallas protectoras: el daño se hizo y el poder socavador del pecado corroe, y arrastra sus consecuencias sobre el pueblo escarnecido, flagelado y despojado. Esa gente que sufrirá las consecuencias del capricho lascivo de David, será el pueblo arrastrado a la idolatría y llevado en doloroso exilio a Babilonia.

 

La toxina que se introduce en la sangre social del organismo humano, no se suprime con sayal y ceniza. Bueno es reconocer la culpa, magnifico el espíritu penitencial, pero las consecuencias “temporales” del pecado mordieron -con dientes de hiena- las carnes del linaje davídico.

 

¡El propio Mesías tuvo que cargar la cruz Calvario arriba!

 

Mt 10, 16-23



“Yo los envío como ovejas entre lobos”, este enunciado define bien el riesgo de la “Misión”. El discípulo-misionero, no recibe un envío sobre seguro; por el contrario, se nos previene -como punto de partida- la complejidad y el riesgo que reviste este “envío”.

 

Precisamente por eso, hay dos cualidades que nos propone esta perícopa, debemos desarrollar, activar y manejar a lo largo de la misión: φρόνιμοι [fronimoi]” prudentes”, que en la perícopa se nos dice es una cualidad de las “serpientes”; ἀκέραιος [akeraios] “no contaminados por la ambición” y esta -según leemos allí- es un atributo propio de las palomas.

 

Hay más, no basta con ser prudentes y poner coto a nuestras ambiciones; hay que cuidarse de la gente que tiene unos rasgos generales que las identifican:

a)    Nos entregan a los tribunales

b)    Nos llevan a azotar en las sinagogas (sus lugares de reunión)

c)    Nos arrastraran a comparecer ante los tribunales y ante los gobernantes

Así lo harán, precisamente porque somos Cristóforos. Nos conducen allí para que demos testimonio ante creyentes e incrédulos.

 

Lo cierto es que no debemos angustiarnos reflexionando qué debemos decir y qué debemos callar; el santo espíritu -que os mueve- el podrá en nuestros labios los argumentos precisos. No los que nos inmunizan, sino los que en la libertad de los hijos de Dios estamos llamados a declarar para no desinflar el Mensaje encargado, sino para preservar la calidad cristológica del anuncio.

 

¿Quiénes se harán cargo de implementar la persecución?

Nuestros parientes cercadnos, nuestros propios familiares. Por causa de Jesús seremos “odiados por todos”.

 

En suma, ¿Qué nos aguarda? La perseverancia. Permanecer fieles “hasta el final” es lo que lleva a la Salvación.

 

Hay una recomendación que nos llama a trabajar por la defensa de nuestra propia vida: Si aquí nos persiguen, huyamos a otra parte. ¿Se irán agotando los lugares donde podemos continuar la labor? Sí, poco a poco escasearan, pero antes de que se agoten definitivamente, será la Parusía. Entonces, ¡perseveremos en el Señor!

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