sábado, 6 de julio de 2024

Sábado de la Décimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario



Am 9, 11-15

Amós ha hecho arder su pasión por la justicia y su condenación de una sociedad injusta… Pero la última palabra no es la maldición: el volumen de este profeta se cierra con un cuadro luminoso, obra quizá de un redactor final del libro.

Gianfranco Ravasi

 

Este es el capítulo final del Libro del Profeta Amós. Se trata de otra visión, la quinta que tiene este profeta, sin embargo, ya no pertenece al conjunto de las visiones de la tercera parte, sino que este capítulo conforma la cuarta parte del texto. Esto es así, porque no se va a referir a profecías a corto o a mediano plazo, sino que tiene una proyección y un tinte apocalíptico, en el sentido de anunciarnos acerca de la meta final del proceso del pueblo elegido. Con esta lección, llegaremos al final de nuestro estudio sobre este Libro.

 

Los versos 1-10 enfocan la visión no sobre hechos ni sobre simbolismos, sino que ve al Señor que está junto al Altar y le habla. Se previene a los que piensan que están a salvo, simple y sencillamente porque Dios los había elegido, pero no toman en cuenta que han vivido rechazando su Amistad. El Señor les dice que para Él no hay diferencia entre ellos y los etíopes (cusitas), los filisteos y los arameos. La sentencia contra ellos es que todos los pecadores -aun los que pertenezcan al pueblo escogido- morirán a filo de espada.

 

Mientras que los versos 11-15, que forman la perícopa de hoy, se han entendido como una suerte de “epílogo” que apunta hacia la restauración futura de Israel, llamado aquí, la סֻכַּ֥ת [sukka] “choza” de David. Esta promesa mira hacia la restauración de la dinastía davídica, que volverá a ser plantada en la tierra fértil (la Tierra de Promisión), rescatados del exilio.

 

En la columna vertebral de este Libro hay un concepto que debe mantenerse claro en la consciencia del fiel, se trata de שְׁאֵרִית [she-airith] “resto”, “residuo”, “reliquia”, “sobras”, (de la comida). Quiere decir que la reconstrucción se dará partiendo de unos cuantos pobres, representantes del pueblo elegido, mirados y queridos por Dios, preservados y rescatados de las garras y las fauces del león, tal como un pastor se las gana cuando está a punto de devorarla y rescata tan solo las patas, o la punta de la oreja (Cfr. Am 3, 12)

 


El profetismo posterior se encargará de configurar con mayor precisión este concepto y alcanzarle carta de identidad dentro del contexto teológico.

 

Otro punto que Amós deja muy claro a lo largo de su Libro es, cómo se trenza una amistad con Dios, y revela que no se llega a ella por la visita de los Santuarios (Betel, Guilgal, Beer-shéva), sino por el proceso interior del “fiel”, que gana consciencia de su membrecía en el “pueblo de Dios”. Ya aquí está presente la pauta -por ahora sólo bocetada pero que cada vez será más clara- de la fraternidad emanada de la relación con YHWH, que mira a los otros también como miembros de la misma parentela.

 

Sal 85(84), 9. 11-12. 13-14

Este salmo es un oráculo. sí en la Primera Lectura nos encontramos una “profecía del destierro”, el Salmo nos entrega un anuncio del “retorno”. Todo ensamblado sobre el gran eje del destino final para el pueblo elegido. No se trata de episodios sueltos, todo responde a una estructura con su propia teleología, el esjatón del Reino. Pero lo hermoso es cómo se le da unidad al Amor y la Verdad.

 

La verdad no es un enunciado, ni un conjunto de los mismos formando un sistema: la verdad es una manera de discurrir del tiempo que mantiene siempre la tónica de la bondad, de la caridad, de la solidaridad conformando un tipo muy especial de sinodalidad que permite construir una koinonía fraterna: la mejor imagen para entender este tipo tan armónico de sinodalidad responde a la imagen del dialogo y la concordia. ¡A esto nos remite esta perícopa del Salmo!

 

Miremos la secuencia de sus componentes:

a)    La paz para los amigos de Dios.

b)    Un romance que desemboca en boda.

a.    Caminan hacia el Altar la Misericordia y la Fidelidad

b.    Pronuncian sus votos ente el “testigo”: Ya son marido y mujer, es decir, Justicia y Paz son los recién casados. Los de la tierra, que son la “Novia” aportan la Fidelidad. Y el Dios del Cielo, El Novio, traen su alianza de Justicia.

c.     ¿Qué vendrá después de tan anhelada Boda? El señor pondrá la lluvia para fertilizar el suelo. La Tierra, fructificará. La Justicia desbrozará el camino ira por delante, abriéndoles paso.

Nada de esto desmiente el paso inicial. El paso inicial define la melodía de fondo que permanece enmarcando la totalidad de la sinfonía: Es el clima de Serena Paz que Dios pone como ambiente global de toda la economía salvífica.

 

Mt 9,14-17

¿Aceptamos que Él contradiga nuestros puntos de vista y no esté de acuerdo con nosotros? ¿Estamos dispuestos a escucharlo? ¿Estamos dispuestos a construir con Él el mundo de paz-amor-verdad-justicia… que nos “pide” hacer?

Noël Quesson


 

No se vayan a imaginar que la construcción del Reino consiste en coger un manto viejo y tachonarlo de remiendos para decir que es una moda nueva de vestir. Tampoco se trata de re-encauchar los odres viejos, con la ilusión (más bien, con el engaño) de que toda ira bien y que no hay que preocuparse por nada. ¿Por qué no se podía continuar con el judaísmo, tal cual y venir a poner en cuestionamiento cosas tan bien fundamentadas como la circuncisión, la pureza ritual y el ayuno? (Muchos -aun hoy- piensan que Jesús había debido dejar las momias quietas y no molestarlas, porque no hay nada peor que un faraón enojado porque le fastidian su sarcófago).

 

Si pintamos una pared de rojo y luego, muy sutilmente empezamos a desvanecer la rojez y pasamos paulatinamente a un rosado cada vez más suave, podrá darse el paso a la pintura blanca sin que nadie advierta que en realidad se dio un rotundo cambio de color. ¡No nos engañemos, hubo un cambio y el ayuno que hoy practicamos los cristianos tiene otro enfoque!

 

¿En qué estriba el cambio? En que el ayuno hablaba de muerte, en cambio la comida habla de la vida. No en vano reconocemos que el eje cultual de nuestra fe es la invitación a un Banquete: El Banquete de Bodas del Cordero.

 

Nosotros celebramos un Banquete porque celebramos que el Señor está siempre con nosotros, el Emmanuel, y que su Presencia Triunfal, siempre nos asiste. Sería ilógico que viviéramos vestidos de luto, sabiendo -como sabemos- que el Señor ha Resucitado. La muerte no pudo retenerlo en la tumba, y ahora todos avanzamos hacia la Galilea, donde el Señor nos está aguardando (Cfr. Mt 28, 8-15).

 

No vayamos a salir con el cuentico que es la “primera noticia”. Con siglos de antelación el Señor nos había solicitado este cambio de “odres”: “Compartir el pan con el hambriento, acoger en nuestra casa al destechado, vestir al desnudo, romper las cadenas y quebrantar todo yugo, y no evadir al necesitado. (Is 58, 6-7) Para que se cumpla que la Justicia nos abra paso y la Gloria de Dios camine resguardando nuestra espalda.

 

Para acceder a la Cena de Bodas del Cordero requerimos vestirnos con traje de Bodas y abandonar nuestros harapos viejos; de otra manera seremos arrojados a las tinieblas exteriores (Cfr. Mt 22, 8-14). 

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