jueves, 30 de noviembre de 2023

SAN ANDRÉS



Rm 10, 9-18

La salvación depende de dos factores

a)    Aceptar que Jesús es mucho más que un hombre, es un hombre, pero además es El Señor.

b)    A Jesús lo mataron en la cruz, pero Dios no permitió que la muerte dijera la última palabra; Dios mismo pronuncio la Palabra Final y Decisiva: Resurrección.

 

Que uno atesore en su corazón la fe, sin dejarla salir, es como tener una oruga adentro, dormida. Esta -en esa fase- apenas “justificado”. Pero cuando se pronuncia y se exterioriza, se vuelve activa, comunicante, expande su efecto Resurreccional: se vuelve Salvación.

 

Nosotros hemos introducido aquí un punto y aparte. No lo hace así San Pablo en Romanos, sino que él, sin suspensión de la continuidad, pasa a anunciar que todo tipo de fronteras y diques de contención se revientan; ya no hay barreras discriminatorias, la que era la condición sine qua non para ser del pueblo de Dios, queda diluida, y pasa a convertirse en una generalización: No hay distinción entre judío y griego porque Uno mismo es el Señor de todos y Él es Generoso con todos los que pronuncian su Santísimo Nombre. La Salvación es una Fuente abundante que se diría inagotable.

 

¿Cuál es el problema de la “privatización” de la fe? Que la fe se queda allí, inmóvil, encarcelada en la jaula de la “individualidad”, reducida e impotente. La parábola con respecto a la metamorfosis de la mariposa se valida con mayor rigor, puesto que clausurada en la cárcel del ego, se queda infructuosa y anulada: nace con las alas atrofiadas, ¡no puede volar!

 

a)    Para creer es necesario que nos alcance la Revelación

b)    La Revelación se vehiculiza por medio de la proclamación

c)    Quien va a proclamar si no hay quien los envíe: del latín “inviare”, poner en camino.

d)    La proclamación siembra las semillas de la fe y -cuando germinan- entonces llegamos a creer

e)    Solo creyendo se puede producir la invocación (epíclesis).

 

El apóstol, en el contexto de la fe, tiene los pies más hermosos que quepa imaginar, porque son los pies del que va recorriendo todo el surco y poniendo en él las semillas.

 

Las parábolas del sembrador nos han enseñado que poner la semilla en tierra no lo es todo, que hay tierras ásperas, abrojosas, que a veces la semilla se la llevan los pájaros, y a veces las quema la intensa resolana.

 

¿Hay rincones donde la voz del apóstol no ha llegado? ¿Hay, todavía, territorios silvestres y agrestes, donde no ha resonado aún -así sea sólo entre las piedras- la voz de algún Enviado? La tarea está por completarse. No podemos desentendernos de aquellos sitios que -por la razón que sea- no conocen todavía a Jesús, no han oído pronunciar su Santo Nombre.

 

Pero allí donde se ha llegado, ¿han aceptado todos la Feliz Noticia? Hay ciegos, hay sordos, hay personas que no hablan este idioma, personas que sólo conocen la dureza o sólo aceptan la divinidad según una limitada y tradicional presentación.

 

Hay que trabajar y hacer realidad la consigna que propone el Salmo: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Que nadie pueda decir: ¡No me lo han Presentado!

 

Sal 19(18), 2-3. 4-5

Hay que anunciarles a las piedras, a las paredes, a las arenas del desierto, a los arboles de los bosques y a las olas del mar, sería inútil y un autoengaño esperar que medios mecánicos se ocuparan.  Hay algo en la voz humana que es la única capaz de hacer esta labor.

 

A veces hemos creído que podemos juntar muchedumbres para agilizar la labor misionera, llenar estadios y llegar a la vastísima teleaudiencia, para lograr la eficiencia de la “producción en serie”, y adaptarla al anuncio evangélico. Decimos que hay que usar todos los medios habidos y por haber, y no lo vamos a contradecir. Pero de cierto que -en este campo, el “tú a tú” tiene una vigencia incomprensible y una eficacia que ningún otro medio ha probado.

 

Pero, en la segunda estrofa hay otra pauta que bien vale la pena pasar a considerar: dice que, sin pronunciar palabra, sin rasgar el silencio, el pregón cumple su cometido: ¿quiere esto decir que la evangelización -que según San Juan Pablo II debe buscar ser nueva en métodos, nueva en expresión y nueva en ardor, debe buscar los canales de la acción más y mejor que los discursivos… ¡Meditémoslo muy seriamente!

 

Pero el objetivo se propone claro y contundente: “A toda la tierra alcance su pregón”.

 

Mt 4, 18-22



Este Evangelio quiere hoy cuestionar los apegos, las rutinas, y proponernos la disponibilidad. Pero también contiene un elemento de definición relacional que dice de la cercanía personal, de ese “tú a tú” que se desplaza en el pentagrama del amor.

 

Llama por parejas, el significado del “par” nos dice mucho: ya desde el Génesis tenemos aquella pauta: “No conviene que el hombre esté solo”. Pero tampoco responde a la tarea específica, los densos equipos de muchos miembros, donde unos entraban a otros en la vía y se les convierten en rémoras. Entonces el andar se hace pesado, los equipos se vuelven grupos de debate y nichos de incomprensión

 

Prioriza aquí lo que más necesita: hombres expertos en la pesca. La pesca siempre requiere paciencia, espera, resistencia a la frustración, la comprensión que no todos creerán, que habrá días en que no se recoja nada, o sólo muy poco. No sufre de inmediatismo y no puede garantizar la abundancia. (También habrá jornadas consagradas sólo a repasar el copo).


 

Nosotros decimos que Jesús es trasparencia del Padre, pues los pescadores que lo siguieron, abandonando todo lo que usualmente hacían, irán poco a poco entendiendo que, en Él, les habla el Padre. Abandonan su Padre biológico para irse detrás del Padre Espiritual.

 

Siguiendo la reflexión que iniciamos en el salmo, Jesús no les enseña con la Palabra, sino con la vida.

 

Muchas veces se llama a Pedro por su nombre en arameo, Kefas, que significa “piedra”, “cabeza”, “el que va a la cabeza”, pero también “cabezota”, “cabeza dura”: Cuántos de nosotros hemos sido así en el ejercicio del apostolado? Y, ¡cuánta paciencia nos ha mostrado Jesús!   

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