domingo, 26 de noviembre de 2023

QUÉ IMPLICA SU REALEZA



Ez 34, 11-12.15-17; Sal 22, 1b-3.5.6; 1Cor 15,20-26.28; Mt 25, 31-46

 

Tu propio crecimiento no puede tener lugar sin el crecimiento de los demás. Eres parte de un cuerpo. Cuando cambias, el cuerpo todo cambia. Es muy importante para ti seguir profundamente conectado con la gran comunidad a la cual perteneces.

Henri Nouwen

 

…nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que tengo “prójimos” a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros.

Papa Francisco


 

El Rey no es un suntuoso gobernante con corona, sino un simple Pastor: Reconocer a Jesús como Rey, no consiste en salir a ver un desfile para apreciar lo bien vestido, la vida que se dan los reyes, su elegancia, el renombrado diseñador de la capa y el fino joyero que labró la corona. Y, aclamarlo a su paso, y aplaudir hasta reventar los capilares de las manos. Al Rey del Universo hay que acatarlo, escucharlo para obedecerle, y -ante todo- nosotros tan estudiosos de la sinodalidad, ¡seguirlo! El Cardenal Martini nos invitaba a adentrarnos en el Evangelio de este Domingo de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, «haciendo primero una oración al Señor: Te pedimos Señor, que comprendamos estas palabras, que no nos defendamos de ellas, que nos abramos a todo el cambio que exigen en nuestra vida. Te pedimos que las reconozcamos por experiencia; que no solamente las meditemos, sino que vivamos de estas palabras. Tú, Señor, que envías el Espíritu y que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.»[1] y, no encontramos un mejor pórtico para ingresar a esta celebración que concluye el Año de Gracia Litúrgico 2023, porque nos amenaza el riesgo de quedarnos en lo meramente meditativo sin que pasemos a dar carne y vida a toda la implicación sustantiva que nos comunica. Concluye sabiamente esta plegaria, invocando al Espíritu y pidiendo al Señor nos  lo envíe, ya que ese envío y la autoridad, que se requiere, nace del Rey y es Él y sólo Él quien puede ordenarlo. Será, por otra parte, el Espíritu, el Único que puede infundir esa apertura y docilidad necesaria para que podamos –no solamente oírlas- sino experimentarlas, sin rechazarlas con fría dureza de corazón, interponiéndole pretextos y sacando excusas por las muy importantes labores que nos esperan.


 

El Cardenal Martini ve en esta perícopa tomada del capítulo 25, versos 31-46 el fundamento. Y es que San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios, no veía toda la Revelación como una llanura, sino que en ella reconoce unos puntos cruciales que hay que saber jerarquizar, porque, en esas cumbres se halla el Principio y Fundamento. «”Principio”, en sentido lógico, significa la verdadera premisa de que parte una ciencia que propiamente no es deducible ni demostrable; de ella se derivan las otras verdades… es también “fundamental”, es decir, algo que se supone en toda construcción, que está en el fondo y que está implícita en el resto de la reflexión.»[2] Y, hoy, llegamos a uno de esos “Tabores”, donde detrás del rostro de Jesús se pueden descubrir las facciones de otros patriarcas y profetas; y, además, se reconoce la blancura nívea y resplandeciente de sus vestidos que se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, “tanto que ningún batanero en la tierra los puede hacer tan blancos”(Mc 9,3). Nuestro imaginario nos lleva a concebir el atuendo real como ropa de colores, pero esta blancura refulgente, se refiere aquí precisamente a la ropa de Nuestro Dios-Rey. Se hace entrega -para nosotros- de un sólido fundamento. La perícopa de este Domingo servirá de pivote a toda la escatología: «Nuestro destino eterno se juega en la capacidad de ver y amar al Señor en los últimos.»[3]

 


Volvamos con el Cardenal Martini: «En los ejercicios tenemos un hecho fundamental, primordial: fuimos creados por Dios, todo es para Él; nosotros somos para Él y tenemos que llegar a Él. Sigue una propuesta de vida, una elección: es decir, debemos hacernos indiferentes, hasta desear y buscar solamente lo que nos lleva a este fin…. ésta meditación se refiere a la actividad, a lo que hay que hacer… La página de Mateo,… se encuentra sólo en su Evangelio, no tiene comparación con los otros Sinópticos… Ciertamente es un pasaje importante de Mateo, pero también muy difícil y muy discutido. Es una página en la que Mateo acumula los títulos cristológicos: aquí se habla del Hijo del hombre, del Rey, del Pastor, del Señor, del Juez.»[4] «El texto es simple, gráfico y profundo. Jesús es presentado como el “Hijo del hombre”, uno de los títulos predilectos de Mateo. Es una imagen de Jesús glorificado, acompañado de ángeles, sentado en su trono de gloria, ejerciendo su función de juez… Es necesario recalcar que el acento no está colocado en la justicia basada en el principio de retribución (el bueno recibe cosas buenas y el malo cosas malas); sino en la misericordia, en la justicia solidaria, en el amor concretizado y vivido en los más pobres y necesitados. Es un juicio que no viene de afuera, sino de las actitudes internas más profundas. El hombre adquiere la plenitud no por los discursos…, ni por la realización de grandezas extraordinarias; sino por la praxis ordinaria donde el ser humano sea tratado como tal.»[5] Pero, los ejercicios ignacianos no nos piden hacernos indiferentes ante nuestros hermanos, sino –por el contrario- hacernos indiferentes a todo aquello que nos distraiga del otro que –como queremos afirmarlo- es precisamente la transparencia del Otro.

 


Decía el Padre Henri Nowen: “La compasión pide que vayamos donde duela, que ingresemos a los lugares del dolor, que compartamos quebranto, miedo, confusión y angustia. La compasión nos desafía a gritar con los que están en la miseria, a llorar con los que están solos, a llorar con los que lloran. La compasión requiere que seamos débiles con los débiles, vulnerables con los vulnerables e impotentes con los impotentes. Compasión significa inmersión total en la condición de ser humano”. Y el Padre Alberto Hurtado. “Hay que dar hasta que duela… No descanses mientras haya un dolor que mitigar… Yo sostengo que cada pobre, cada vago, cada mendigo es Cristo en persona que carga su cruz. Y como Cristo debemos amarlo y ampararlo. Debemos tratarlo como a un hermano, como a un ser humano, como somos nosotros” «No se necesitan títulos universitarios ni grandes riquezas o poderes. Se trata de tener un corazón solidario, abierto a compartir o a vivir nuestra dignidad de seres humanos, de hijos de Dios. Seremos juzgados no tanto por lo que creamos teórica, filosófica y teológicamente, sino por el amor, la compasión, la justicia solidaria. En saber colocar en el centro al ser humano.»[6]


 

¿Dónde hemos de ir a buscar “la condición del ser humano” que no se quede en una ideologización, en una abstracción?; ¿dónde hallaremos el modelo del hombre, su concreta tipificación? «…si Cristo es nuestro único modelo, cada hombre debe coincidir con Él y en distintas etapas del desarrollo de su historia ser un poco salvador y mesías. Como Cristo: Rey, Profeta y Sacerdote. Como un rey, tiene que tomar posesión de los bienes. Como profeta, debe descubrir la forma de utilizarlos. Y, como sacerdote, tiene que usarlos para una santificación. Es decir, para “santificar a los hombres en la unidad” y hacer de los bienes instrumentos de comunicación y de unidad. Teilhard diría “supercentrarlos” para que sean un medio de unificación y no de alienación»[7]


 

Por eso, leer la perícopa del Evangelio nos remite a poner primero el eje-vital de comprensión: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”—le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt 22, 37-39). Retomemos la idea de la jerarquización, del discernimiento: ¿Qué es lo primero y qué es lo segundo? ¿Qué es lo más importante?

 

¿Qué es entonces lo problemático y polémico de esta perícopa? Los que quieren desconectar y/o amputar uno de los dos mandamientos. Miremos de esos riesgos los que mencionaba Martini:

 

·         Uno de los abusos típicos… es el de querer derivar de esta página una especie de teología del ateísmo. Se dice: estos no han conocido a Dios, pero han hecho el bien; por tanto, no es necesario conocer a Dios, son suficientes las obras. Así se tiene una teología del ateísmo que me parece totalmente contraria al sentido de todo el Evangelio de Mateo.

·         … es una página de la que se podía abusar en el sentido de un total desprecio por el hombre, porque parecería decir: lo importante es hacer algo por Cristo, el hombre es solamente un medio para hacer algo por Cristo; por consiguiente, de esta página se podría sacar un docetismo a la inversa, es decir, lo que importa es la relación con Cristo, el prójimo es solamente un medio, una transparencia… nos saldríamos totalmente del camino, porque el Evangelio tiene un respeto fundamental por la persona humana, que no es sólo una “plataforma” para ir a Dios, sino que en sí mismo es un ser digno de ser servido y amado.

·         Si tomáramos esta página con un criterio de interpretación analítica moderna, se crearían muchas otras dificultades. Por ejemplo, una dificultad que desconcierta, sobre todo para una mentalidad acostumbrada al pensamiento paulino, es que aquí se habla sólo de obras. Parece que basta sólo hacer obras, mientras Pablo nos dice que lo que cuenta es la fe, las obras no valen nada, porque el hombre no es capaz de hacer obras buenas.

·         El trozo tampoco quiere ser un catálogo completo de todas las obras sujetas a juicio, como si fueran solamente las obras de misericordia corporales, dejando todas las otras páginas de Mateo que recomiendan la misericordia, el perdón, la oración en el silencio y en el escondimiento. Sería equivocado sacar de este trozo una especie de catálogo exclusivo de cosas por hacer para salvarse, que en fin de cuentas serían sólo los actos de misericordia corporal.[8]

 

Este trozo es fundamento y es principio porque da dos zancadas infinitas: De lo teológico llega a lo escatológico y de lo escatológico a lo ético: «La ética se basa en la escatología. El hombre es tal porque obra razonablemente, por un fin que se desea… El fin del hombre es llegar a ser como Dios. El error de Adán no es querer llegar a ser como Él (Gn 3, 5), sino el no saber quién es Él. Se llega a ser como Dios amando porque Él es amor… el juicio final, como todo el discurso escatológico, nos remite del futuro al presente.»[9] Las obras que muchas veces llamamos “buenas” no lo son en sí mismas porque se hicieron por la fama y la apariencia, o por cosechar votos, o por lograr una exención de impuestos. Las obras alcanzaran el estatus de buenas obras cuando se hagan por entera gratuidad, por acogida al hermano, porque en el otro me duele Dios. Estas obras son valiosas porque se hacen conforme al amor de Dios, a su mayor Gloria.

 


«Los poderes de este mundo han desvalorizado al ser humano. Se gastan millones en la carrera armamentista; se derrochan millones en investigaciones científicas y espaciales (que no es nada malo en sí): sin embargo, millones de niños y otros seres humanos se mueren de hambre o carecen de vestido. Los sistemas sociales, políticos y económicos son injustos: mientras unos pocos tienen casi todo, la mayoría necesita lo mínimo. Millones de seres humanos se ven sometidos y obligados a emigrar en busca de mejores niveles de vida. Situación que les acarrea persecución, marginación, desprecio y hasta muerte. Faltan muchos hospitales que puedan atender digna y humanamente a tantos enfermos; las instituciones religiosas, estatales y organizaciones no gubernamentales no alcanzan a ofrecer su generosidad frente a todos los niños desnutridos, de la calle, abandonados, discapacitados, ante tanto joven esclavo de la droga, del alcohol, de la violencia; ante tanto anciano marginado porque es viejo. No solamente falta el pan, también la oportunidad de saber, de capacitarse. No nos alcanzaría el papel para escribir cuanto falta para construir el reino.»[10]

 

«¡Cada uno de los otros es siempre el Otro! … porque el mismo Señor se hizo nuestro prójimo y está siempre con nosotros (28,20) bajo la señal del hijo del hombre (24, 30), la del crucificado que tiene el rostro de todos los pobres de la tierra. Él está siempre con nosotros, presente entre todos los crucificados, sacramento de salvación para el mundo. El amor que tenemos al otro es amor a Dios: me realizo como hijo si vivo como hermano.»[11] Entender, entonces la Realeza-Divina es como mirar las Formas Consagradas, en ellas está –ahora- Presente su Cuerpo, su alma, su Sangre y su Divinidad; en el Rey –escondido tras el rostro de uno de estos, ἐλάχιστος [elachistos] los más débiles (los mínimos)- está Presente el Rey, el Dios y Hombre Verdadero.



[1] Martini, Carlo María. EVANGELIO ECLESIAL DE SAN MATEO. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1996. p.24

[2] Martini, Carlo María. PONER ORDEN EN LA PROPIA VIDA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999. pp. 21-22

[3] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo Bogotá Colombia 2da re-imp. 2011 p. 558

[4] Martini, Carlo María. EVANGELIO ECLESIAL DE SAN MATEO. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1996. p.25-26

[5] Chigua, Milton Jordán. PINCELADAS BÍBLICAS DEL EVANGELIO. Ed. San Pablo. Bogotá – Colombia 2009. p 118.

[6] Ibid p. 119

[7] Paoli, Arturo. DIALOGO DE LA LIBERACIÓN. Ediciones Carlos Lohlé Bs.As.-Argentina 1970 p. 190

[8] Martini, Carlo María. EVANGELIO ECLESIAL DE SAN MATEO. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1996. p.27-29

[9] Fausti, Silvano. Op.Cit. p.556

[10] Chigua, Milton Jordán. Op. Cit. pp. 119-120

[11] Fausti, Silvano. Op.Cit. p.555-556

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