lunes, 6 de noviembre de 2023

Lunes de la Trigésima Primera Semana del Tiempo Ordinario



Rm 11, 29-36

Continúa proponiendo -San Pablo- su perspectiva acerca del “endurecimiento” que impide a los judíos acoger el mensaje cristiano: ellos han quedado allí, atollados, y no pueden entrar, como si su misión fuera “sostener la puerta entreabierta” para que todos los gentiles puedan entrar, y cuando estos, por fin hayan pasado, ellos también superarán su endurecimiento, y entrarán. ¿Cómo sucederá eso? Saldrá un “Libertador” cuya misión será “alejar” la cerrazón del pueblo elegido (Cfr. Rm 11, 26).

 

Este es un conocimiento esencial que, de no entenderlo, nos pondrá en la triste condición de desconocer un “secreto” cardinal, y al ignorarlo, creernos “sabios” acusando a los que -desde antaño- Dios tiene predestinados por su Favorable Elección (Cfr. Rm 11, 25-28). Para sostener su argumento, San Pablo apoya su pie en una categoría-estribo, que servía de “soporte” al argumento que nos presentó en la perícopa que leímos el sábado pasado (1ª Lectura del 4 de noviembre): ἀμεταμέλητα [ametameleta] que se ha traducido por “irrevocable”, y que en griego significa “algo de lo uno no se arrepiente”; irrevocable en español quiere decir “que no tiene reversa”, “que no puede volverse atrás”. En resumidas cuentas, lo que san Pablo quiere exponernos es que Dios no es “voluble”, y no llega a retirar lo que ha dado o concedido. Lo que Dios dice, dicho está.

 

Si Dios llamó, este llamado no se acaba, no se cambia; si Dios da, no lo quita -por el contrario- lo cumple. De tal manera que los “gentiles” en otro tiempo abandonaron la Voluntad Divina y, sin embargo, ahora, están retornando -por Misericordia- a su obediencia aceptando a Jesús y pasando a pertenecer a la Comunidad Cristiana de Roma, así, tanto a unos como a otros, tanto a gentiles como a judíos, el Señor los “encarceló” en la desobediencia, para -posteriormente- convocarlos de nuevo y cobijar, a unos y otros, con su Misericordia.

 

Este es el “secreto” que nos desentraña aquí Pablo, que Dios tiene Misericordia de todos. Y nos señala que este es un verdadero “abismo de riqueza, de sabiduría, de conocimiento que hay en Dios”. Estas decisiones Divinas nos resultan “insondables”, y sus Caminos, irrastreables. Nadie puede predecir lo que Dios ha decidido, tan solo sus profetas, porque a ellos se les revela.

 

Un rey puede necesitar y tener consejeros, no así Dios, cuya sabiduría no tiene fondo y a Quien nada le está oculto. ¡Sea glorificado por toda la eternidad!

 

Sal 69(68), 30-31. 33-34. 36-37

Es un Salmo de súplica, con cierto cariz profético, porque anuncia los padecimientos de Jesús en su Pasión.

 

Se ve y evalúa su situación: es una situación muy grave, está malherido. Pero ¿qué es eso para Dios? ¡Un divertimento! Aún que está reducido a su mínimo, el Señor lo puede restañar completamente. En vez de quedarse a lamentar su situación -por medio de la plenitud de la fe- pasa a una estancia posterior, de un salto, llega por medio de la Confianza, allí, en el territorio de la Confianza encuentra otro estado de cosas: la Celebración porque fue “Levantado en Victoria”, y entonces, en vez de lamentar su estado, canticos y acción de Gracia.

 

Esa Victoria les sirva a todos los pobres a todos los humildes. Apréndanse la fórmula, saltar del estado de indefensión tomando impulso en el Nombre del Señor, saltar directo al estado de Victoria. Nunca un pobre o un cautivo será desoído por el Señor.

 

Aun lo que les parezca más imposible, eso para Dios es superable. Miren como ejemplo esa situación histórica del pueblo “escogido”, llevado a la deportación, su Templo destruido, sus ciudades abandonadas, el culto perdido y olvidado. ¡Era el fin! Y, sin embargo, a la generación siguiente les restituyó la heredad, les permitió reconstruir el Templo, lavar la mancilla de su Altar que tanto los afrentaba y volver a edificar sus ciudades y a restablecer su comercio. Y eso ¿cómo fue posible? Por el Prodigioso Poder de su Brazo.

 

En el responsorio se pide lo único necesario. Que Dios desencadene su Bondad escuchando nuestra súplica.

 

Lc 14, 12-14



Puestos a la Mesa con Jesús – es el tema eje de estos relatos del capítulo 14:

-       Cura a un hidrópico (vv. 1-6). a) Tocó al enfermo, b) lo curó c) lo despidió (ojo atento a este detalle: no le incorpora a su grupo, no le cobra el beneficio encomendándola alguna tarea propagandística, no le pide que rinda declaraciones favorables a Él. Lo despacha, como quien dice “Ve y disfrútalo, es un regalo”). Sin dar tantas vueltas, la ley no puede recortar la “caridad Divina”, no hay ninguna Ley que pueda detener el “Bien” que Dios derrama a través de nosotros. La verdadera religión es la que no nos deja perder las oportunidades que Dios nos regala para hacer el bien.

 

Hay en esto algo muy interesante: Muchas veces -por razones aparentemente muy piadosas- imponemos cortapisas al Propio Dios, para que se guarde sus “milagritos” sólo para las oportunidades que favorecen nuestro “punto de vista”, en otras situaciones, ¡Cuidado Jesús! ¡No te vayas a salir del libreto! (¿Sabéis cómo se llama esta obsesión por seguir el libreto al pie de la letra? ¡Fariseísmo!)

 

-       A los invitados se les predica la humildad. (vv. 7-11). O sea que ¿a Jesús lo que le preocupa es pasar una vergüenza pública? El problema está en que ¡qué pena con la gente si me mandan sentar más abajo!

 

¿Quiénes somos para atrevernos a proponer un enfoque alterno? Con toda modestia, queremos decir lo que opinamos: El problema estaría en que Dios mismo nos bajara de su cercanía y nos dijera: ¡Mira, el puesto que te toca por un buen “rato”, está en el Purgatorio!” o, aún más fatal: “¡Por favor desaloja, tu puesto está en la “Paila Mocha”!

 

No podemos ocultar nuestra preocupación por la peligrosa tergiversación que se puede haber introducido y que de hecho se maneja en ciertos ambientes laborales: “¡Pórtate muy modesto, guarda un bajo perfil, no va y sea que descuelles por encima del “Jefe”!

 

Hay culturas que limitan el desarrollo de las potencialidades, si estas parecen amenazar a los “superiores”: guárdate pues y vive en la sombra, pero has de estar alerta a batir palmas a los líderes, y, en cuanto puedas, sé su corifeo”. Jesús no se siente amenazado por ocupar o no los puestos preferenciales, Él no está compitiendo por una “autoridad” que detenta y que el Padre Celestial le ha entregado. No quiere contener algún discípulo que se está destacando más que los otros. ¡No! Lo que quiere es alertarnos para que tu “lucimiento” sea a los ojos del Padre, y no a los ojos de los hombres.

 

Quizás otro aspecto a mirar aquí sea que, nosotros hemos venido construyendo una cultura del “primer puesto”, basada en medallas, diplomas, inclusive en “meritocracias”, y, hasta para una votación política se pide que miremos “al mejor”, aun cuando ese “mejor” sea sólo mejor para barrer debajo del tapete sus oprobios (por eso se acusa tantas veces a los electores de ser un pueblo sin memoria). ¿Te acuerdas haberles dicho alguna vez a los tuyos “Tienes que ser el mejor”?

 

-       -Hoy, vemos lo que se le enseña al anfitrión (vv. 12-14). Que sirvan banquetes a los menesterosos, no a quienes pueden retribuir.

 

¿A quién se invita tradicionalmente, aunque tengamos que endeudarnos hasta lo insoportable, hasta la coronilla? Y, sólo por mantener las apariencias “echamos la casa por la ventana”.

 

¿Qué hizo Jesús después de multiplicar los panes y darle de comer a la multitud? ¿Subió triunfal al podio, acogió las aclamaciones y con presteza aceptó la corona que le ofrecían, y Él mismo la ciñó en sus sienes? ¡No! “Se retiró de nuevo al monte, Él solo.” (Jn 6, 15 cd) ¡La única corona que ciño su frente, fue la corona de espinas!

 

Como comentario vivo de, “a quienes invita Jesús al Banquete escatológico”, tendremos la perícopa de mañana: Jesús no invita a los que pueden “comprarle” un puesto, a su lado, en la Mesa del Banquete: ¡Envía a su criado a invitar a los pobres, a los lisiados, a los ciegos, y a los cojos!

 

Nuestras invitaciones son un tipo de “inversión”. Jesús nos hace otra propuesta bastante, pero bastante diversa: Ya sabemos que en eso consiste la “metanoia”, en cambiar nuestra forma tradicional de ver las cosas, cambiarnos la cabeza, “cambiar el chip”. Con gran sorpresa y extrañeza se nos pregunta ¿cómo se les ocurre que voy a incurrir en todos esos gastos para llenar mi casa de “pecuecos”?

 

-       Cómo es el Banquete en el Reino de Dios, lo veremos mañana en la perícopa (vv. 15-24). Por medio de una parábola…

 

La perícopa de hoy cierra con una bienaventuranza: “Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagaran en la resurrección de los justos”. 

 

¡Sí, es una inversión, pero escatológica -por eso es un acto de fe- porque no veras los dividendos en esta vida, sino al entrar en la Jerusalén Celestial!

No hay comentarios:

Publicar un comentario