sábado, 4 de noviembre de 2023

Sábado de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario



Rm 11, 1-2a. 11-12. 25-29

… porque la salvación proviene de los judíos.

Jn 4,22

 

El Apóstol de los Gentiles -podríamos hacer creer y, de hecho, muchas veces se le presenta así- renunció al anuncio del cristianismo en las comunidades judías y. se especializó en los gentiles. Era consciente de que ellos habían matado a Jesús y en cambio, la gentilidad lo aceptaba y prestaba buen oído a la predicación de sus Enseñanzas. Y esto, no pasa de ser un antisemitismo mal maquillado. Como lo decíamos ayer, y queremos repetirlo: “el corazón de San Pablo latía en hebreo.

 

Hoy, vamos a descubrir cuáles son sus simpatías, cómo sentía que la raíz de su fe provenía de las raíces judías, y, lo que es aún más importante, la Fidelidad del Amor de Dios, que se escogió este pueblo para iniciar la historia salvífica con ellos, poniendo su Tienda original en medio de ellos y dándole Carne a su Hijo, tomándola de aquel pueblo.

 

En realidad, de verdad, lo que está haciendo ahora, es dirigirles a los gentiles un llamado de respeto y consideración con aquel Pueblo que Dios consagró con su elección y en cuyo subsuelo fue edificando el huerto para cosechar la Encarnación de Su Unigénito.

 

La perennidad de la Promesa del Señor no se queda en una consigna de meliflua repetición, no es un slogan para predicadores acaramelados, ¡es rotunda! El Señor restaurará a su pueblo y lo llamará a la honra y dignidad de los primeros puestos. Las dificultades que ha tenido el pueblo hebreo para reconocer al Salvador ha abierto la contrapuerta a tantos y tantos gentiles que bien podemos bendecirlos porque en su distracción -han dejado un batiente abierto- y por ahí hemos pasado tantos y tantos de las naciones que éramos de la gentilidad.

 

Que por haber tenido esta maravillosa oportunidad por la dureza del corazón judío no nos vayamos a convertir en arrogantes, desdeñándolos y orquestando una banda marcial anti sionista.  No nos vayamos a destortillar contra el propio Corazón de Dios, allí sigue arrullando lo que Él ha preferido por la Eternidad. De hecho, en el Corazón de Dios ya habitan los ancestros de nuestra Fe, salidos de la prosapia abrahamica. ¿Creen ustedes que la Memoria Divina ha olvidado las Alianzas que suscribió en el Altar con las generaciones Bíblicas?

 

Pablo nunca renunció a su linaje. Y, se mantuvo firme en el Amor de Dios por los que Él escogió para llevar su anuncio y ser portadores del Hijo de su Misericordia para con todos nosotros.

 

Aparece la categoría de misterio (Lc 11, 25) que no retoma la “mística” de las religiones mistéricas de aquellas culturas; para Pablo, este Misterio no es algo que al ser humano le esté vetado conocer, es una “verdad” que sólo podemos alcanzar porque Dios nos alza a su Altura para que alcancemos a distinguirla (Revelación); en el lenguaje paulino, es un regalo teologal. Sólo apegados a la Misericordia Divina, se nos vuelve accesible.

 

Sal 94(93), 12-13a. 14-15. 17-18

Hay un rol que como bautizados hemos recibido y que a veces dejamos abandonado, desatendido y no lo desarrollamos, no lo cultivamos, desconocemos esa parte de la misión del discípulo misionero. Consiste en denunciar la impiedad: denuncia del impío y evitación de la impiedad. En este caso, el salmo desenmascara al impío y anuncia su juicio.

 

Son 5 y ½ versos entresacados de los 23 que tiene.

 

1ª estrofa: es una especie de bienaventuranza, feliz aquel a quien Dios elije para hacer de él un profeta, recibe instrucción en la Ley y por eso detecta con agudeza allí donde la iniquidad hace su nido.

 

2ª estrofa. En la línea de lo que ha dicho San pablo, el Señor no retira su elección a quienes elige guarda, a pesar de sus desvíos y de sus desaciertos. La elección no es revocable porque el Señor es Dios-Fiel.

 

3ª estrofa. Cuando uno está a punto de desbarrancarse, el Señor acude presuroso en nuestro auxilio, la fidelidad del Señor es para Salvar no para dejar ir a la perdición.

 

En el responsorio reiteramos que Dios no revoca sus designios, pueblo que fue elegido conservará su elección porque el Amor de Dios no es como el amor de los seres humanos, que puede ser flor de un día.

 

Este salmo anida una enseñanza que ha inquietado mucho a las gentes de nuestro tiempo: ¿por qué les va mal a los buenos? Y, el salmo responde, Dios permite estas victorias infortunadas para que el piadoso logre abajarse con perfecta sinceridad. Así la virtud es aquilatada, y la integridad puesta a prueba y acrisolada en su tesón.  

 

Lc 14, 1. 7-11

… sean luchadores por el bien común, sean servidores de los pobres, sean protagonistas de la revolución de la caridad y del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo consumista y superficial.

Papa Francisco

 


La dinámica entre ser abajado, humillado o ser elevado, enaltecido, honrado, está a la base de la lógica de la perícopa de hoy. En lo sustantivo lo que dice Jesús significa que es muy preferible y deseable ir de abajo hacia arriba, pero muy envergonzante la dinámica opuesta. Mirando atentamente la vida de Jesús, encontramos que Él siempre fue a sentarse en el último puesto, en el más modesto, en el que requería la máxima dosis de kénosis: ¡Fue a nacer en un pesebre! ¡Fue a morir en una cruz!

 

Pero si nos quedamos en la mera dinámica de arriba-abajo, vamos a perder el profundo sentido de lo que Jesús está proponiendo. Notemos que, si uno se deja atrapar en esa óptica exclusiva, uno cae también en la ambición de estar arriba; y sólo se va a sentar en el Último puesto, esperando que el Dueño de Casa entre y lo haga subir. (No hay humildad, hay arribismos solapado).

 

Os vamos a formular una pregunta: Si somos discípulos de Jesús, ¿queremos tener sus mismos sentimientos? O ¿nos importa menos que un rábano lo que hizo que Jesús optara -en los dos extremos de su vida terrenal- por el abajamiento? ¿Cuál puede ser la sustancia medular de la opción por el “Último Puesto?  

 

Jesús nos está preparando para que podamos llegar al capítulo 22, al verso 27, en el Evangelio de San Lucas: Él está en medio de nosotros, como el que sirve. El último puesto nos privilegia para poder servir. A los que estamos abajo nos cuesta tanto aceptar los “servicios” arrogantes y prepotentes de los que están arriba. Se siente el desprecio mal escondido y el fastidio pesimamente disimulado de los “poderosos”.

 

A veces, somos muy culpables de esta situación porque nuestra actitud general es buscar los puestos mayores y más altos, porque la predica constante es que desde arriba se puede servir mejor y que se tienen los mejores recursos, más “palancas”, mayores influencias. Se habla a favor de estar a bajo, pero se actúa como los que están cómodamente acaballados, y usan su fusta para acaballarse mejor. Bienaventurados los humildes porque al estar abajo, no tiene que gastar energías para abajarse, ni que gastar tiempo defendiendo sus prerrogativas; ya son, de suyo, los que se han puesto la toalla atada a la cintura y traen en sus propias manos el platón y la jarra necesarios: ¡Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes! (Cfr. Jn 13, 4-17)

 

¿Por qué Pedro no quería dejarse lavar los pies de Jesús? Porque estaba mirando a Jesús de arriba para abajo, no alcanzaba a cambiar su punto de vista (metanoia) para verlo como ve el que se acuclilla para “servir”. Cuando Jesús -con sus Palabras, hace barro y se lo unta en los ojos, sanándole la visión, ahí sí, acepta, y “no sólo los pies, sino las manos e inclusive la cabeza”.

 


Así que estamos -por ahora- en una de las primeras lecciones; pero no es abajarse por abajarse, Jesús no se humanó porque estaba incomodo en el Cielo con su Padre, sino porque sólo “sirviendo” sanamos, liberamos, levantamos. (Ah, y no una vez al año, por Jueves Santo, en verdad, en verdad les digo -no en nombre propio, sino en el Santo Nombre de Jesús- ¡todos los días!

 

Aún otra nota -quizás un poco marginal- el que se abaja para servir no tiene que “posar” para complacer el gusto o la opinión de otros, no tiene que refugiarse en algún estereotipo, no puede pretender copiar la trayectoria de cierto santo que lo motiva; cada quien tiene que buscar su propio camino, cada cual tiene que hacer sus opciones, identificarse y reconocer su propia personalidad, examinar sus talentos, sus carismas, sus recursos. Sólo así encontrará su propia ruta. Lo que queremos decir lo dijo muchísimo mejor Papa Francisco, en 1919, en la Exhortación Apostólica Postsinodal CHRISTUS VIVIT #162: “… te recuerdo que no serás santo y pleno copiando a otros. Ni siquiera imitar a los santos significa copiar su forma de ser y de vivir la santidad… Tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás”. 

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