Jc
11, 29-39a
Qué es la contumacia
Hay dos versiones sobre
el surgimiento de la autoridad política central en Israel: la primera es
contraria y hostil a la monarquía, que representa la visión democrática de las
tribus del norte que Vivian en tierras productivas. La segunda es favorable a
la monarquía y representa la visión de la tribu de Judá que vivía en tierras
menos productivas.
Ivo Storniolo –
Euclides Martins Balancin
Vamos
a referirnos hoy al octavo “Juez”: Jefté era hijo de Galaad y de una
prostituta. El verso 11, 1 lo menciona
como un “valiente guerrero”. יִפְתָּח [Yiftach] “Libera”, “abre”. Fue el encargado de lidiar con
los amonitas. Era el jefe de una banda de sicarios y ladrones. Algunos ven en
él la prefiguración de un mafioso. Esta lectura nos lleva hasta el
desconcierto: estamos tan habituados a esperar que Dios escoja a los mejores,
ponemos la barra a la “altura de la perfección”, de la santidad; y, Dios viene
y elige a uno que es un asesino y lo pone al frente, como adalid. ¡Quedamos de
una sola pieza!
La manera como es convocado y puesto al mando, es la misma
del usual contrato de un mercenario para ponerlo a cargo de un asesinato, claro
que con tintes honorables de derecho internacional.
Jefté acepta bajo la condición de que acepten su gobierno.
Y ellos, sin sopesar nada, lo nombran su caudillo. Entonces Jefté le escribió
al rey amonita preguntándole por qué se metía con ellos. Y el rey amonita le
contestó que cuando habían salido de Egipto se habían adueñado de sus tierras,
desde el Arnoc hasta el Jaboc y hasta el Jordán. El rey amonita lo emplazó a
que le devolvieran sus tierras, por las buenas.
Viene un alegato, digno de la Corte Internacional de
Justicia, argumentando que el Dios de los Hebreos les había dado las tierras y
que, así como ellos se creían dueños porque su dios se las había entregado, así
también, el pueblo de Israel, tenía los mismos derechos porque su Dios lo había
establecido, asignándoles aquella tierra como heredad.
El siguiente paso, nos lleva la perícopa de hoy, donde
Jefté le ofrece a Dios a cambio de su victoria sobre los amonitas, la vida de
la primera persona que lo reciba como vencedor a su regreso, y la “afortunada”
es su propia hija, así que el que a hierro mata a hierro se hace filicida: Esta
chica, paseó por los montes por dos meses llorando su desdi8cha y murió virgen.
En aquella cultura, era una deshonra y una calamidad que una mujer muriera sin
haber tenido descendencia.
Es uno de esos pasajes bíblicos que nos cuesta leer y, al
pasar por aquí, se nos forma un nudo indisoluble en el corazón. Es -cuanto
menos interesante casi “curioso”- que, pese a la prohibición mosaica contra los
sacrificios humanos, estos se siguieran practicando. Una prueba más que, de
todas maneras, y pasando por encima de la Ley Divina, la cabra tira p´al monte.
Así nos pasa que, se les dice: “la Palabra de Dios dice
esto”, y la respuesta inmediata, automática es: “pero nuestras costumbres dicen
lo otro”, o una muy parecida, “yo en mi cuaderno anoté otra cosa, y la palabra
no vale ni una col de Bruselas, frente a mis apuntes del cuaderno”.
Será usar la fórmula tan cara a los Jeftitas: “Cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia”.
Sal
40(39), 5. 7-8a. 8b-9, 10
Este
salmo, tal vez hace alusión a la virgen que acaba de ser sacrificada en la
Primera Lectura. Y, por su virginidad nos remite a Jesucristo, que no conoció
el pecado y su Padre lo libro de cualquier forma de corrupción. Es un caso típico
dónde un “justo” paga por los pecadores y sus muchos pecados.
Tenemos
un salmo de Acción de Gracias que es una versión particular de los salmos
hímnicos. El salmo total tiene la estructura de esta realidad que evidencia el
Libro de los Jueces. Los pobres de Yahweh que viene a sacrificar se asocian a
la acción de gracias. Hay un clamor que con dramatismo implora al Señor su
auxilio frente al gran peligro; luego, se agradece con toda el alma que Dios se
haya enterado y haya actuado, Sobreviene una nueva desgracia en esta montaña
rusa, y, se levanta un nuevo clamor, sólo cuando este pueblo toca fondo se
acuerda que existe un Dios. Esta nueva nube es otra calamidad que los sume en
la tiniebla y los envuelve.
El salmo, como está organizada la perícopa proclamada, propone cuatro pautas y cuatro momentos de este columpio:
- Bienaventuranza
para quienes se ponen confiados en manos de Dios.
- Dios es claro, no
está interesado en el sacrificio vicario de animalitos que no tiene en nada la
culpa de nuestras atrocidades
- El clamor sube del
pecho angustiado del que ha puesto su corazón y se ha entregado a la brújula de
la Ley.
- Este que ha
enriquecido su vida estudiando la enseñanza Divina, no se cierra sobre su solipsismo,
sino que comparte su conocimiento de lo que Dios le ha enseñado -por medio de
la Iglesia- a todos a todos que aquí son mencionados como “la gran קָהָל [qahal] Asamblea”, este “gran” significa
“donde hay muchos”, “donde están presentes todos los interesados”, “donde se
congregan todos los convocados”.
Si
lo repasamos encontramos que el malaventurado es el que se rodea de idolatras
que inducen a vivir en el error premunidos de engaños.
Nos
enseña la grandiosa formula de la entrega, inerme se pronuncia la donación: “Aquí
estoy”. Rehuyendo toda prevención, toda defensiva, con entera disponibilidad.
La
gran Sabiduría ha sido consignada por escrito a través de los tiempos, porque
Dios en su Misericordia nos ha dejado por escrito la pista salvífica,
eternamente disponible para quien lo ande buscado.
La
única constancia que vale la pena dejar sentada, por parte nuestra, es la
seguridad de haber proclamado su Santísimo Nombre a los cuatro vientos y que
ningún oído pueda argumentar que por nuestra culpa Lo desconoce.
Mt
22, 1-14
Son particularmente
eficaces las parábolas que, al hablar de otras cosas, fácilmente despistan. El
oyente les presta oído sin defensas excesivas, como si no se refirieran a él,
para comprender, al final que hablan de él. El relato, como un espejo, nos
permite ver lo que de otro modo nunca veríamos: ¡nuestro rostro! (Cf. Jc 1,
23-25)
Silvano Fausti
Para
el Evangelio tenemos hoy una nueva parábola del reino. “El Reino se parece”. La
cultura hebrea no habla con definiciones, no maneja el enfoque que nosotros de
“verdades”, no presenta aserciones dogmáticas. Habla -en cambio- por medio de
comparaciones. Aquí la referencia que se toma para el reino, es la de un rey
que celebra la boda de su hijo. Y, la comparación se desarrolla revelando los
distintos momentos que se implementan para hacer realidad ese matrimonio:
-Mando
a sus criados a llevar las invitaciones
-Y,
los potenciales invitados, no aceptaron
-Entonces
envió una segunda “brigada de emisarios”, esta vez anunciándoles que todos los
platos serian platos gourmet, y que había puesto todo al hilo para que fuera un
suceso máximo.
Los
convidados hicieron gala de pretextos y fabricaron excusas inverosímiles
Pero,
como si esto fuera poco, apelaron a la violencia con los criados, dejando
constancia de la infidelidad de estos invitados canallas y asesinos, porque
llegaron al colmo de matarlos.
Pasamos,
pues, a la segunda fase:
El
rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y
prendieron fuego a la ciudad. En conclusión: los convidados no se lo merecían.
Como
consecuencia:
- Envió criados a los
cruces de los caminos para que invitaran a todos los que pasaran por allí
- Reunieron a todos
los que encontraron: malos y buenos; adviértase la nula discriminación, en la
recepción no hay mecanismos filtrónicos, no se tamiza. ¡Todos son acogidos!
- La sala del
banquete, ahora sí, ¡se llenó!
- El Rey detectó que
uno de los comensales no estaba adecuadamente vestido y le preguntó ¿cómo era
posible que hubiera ingresado sin vestido de boda? (Así como ayer, el salario
para los jornaleros se pagaba con moneda de amor; hoy, el traje requerido para
la boda, es también estar engalanado de amor, con adornos de ternura,
compresión y con un corbatín de sincera fraternidad, como corresponde a los
hermanos en Jesucristo).
- Aquel, no abrió la
boca. (Se debe abrir la boca, el amor hay que declararlo, confesarlo,
proclamarlo. No hay amor si uno se queda ahí, cara de palo).
- El rey ordenó que
lo ataran de manos y pies y lo arrojaran fuera, a las tinieblas. Esta palabra,
aquí, designa el lugar de castigo, por medio de una expresión explicativa: “Allí
será el llanto y el rechinar de dientes”.
Como
epígrafe tenemos la sentencia: “Porque Πολλοὶ [poloi]
“muchos”, “una multitud” son los llamados, pero pocos los ἐκλεκτοί [eklectoi]
“elegidos”. “escogidos”, “seleccionados”.
«ἐκλεκτοί son los que optan libremente por responder a la llamada, no con palabras, sino con hechos y en verdad». (Silvano Fausti).