viernes, 11 de agosto de 2023

Viernes de la Décimo Octava Semana del Tiempo Ordinario

 


Dt 4,32-40

Se llama דְּבָרִים [Devarin] en hebreo, “Estas son las palabras” así comienza este Libro. En griego se llama Δευτερονόμιον [Deuteronomion], que es el nombre que nosotros hemos heredado. Y, ¿cuál es el significado de esta voz griega? “Segunda Ley”. Esta Legislación deuteronomista confía en llevar al pueblo por el buen camino, por la ruta de la precisión legal. Así que repasa las Leyes anteriores y añade nuevas, procurando trasmitir el Amor y le Ternura Divinas, donde se inserta, por fin, ese perfil del Señor, que hasta ahora solo se había mostrado poderoso y castigador. Se alcanza a percibir que está en la tónica del Génesis, del Libro de los Salmos y del profeta Isaías.

 

Nosotros vamos a leer 4 perícopas: hoy, mañana, el lunes y el miércoles. El de hoy podría entenderse como un sumario del itinerario cumplido por Moisés conduciendo la grey del Señor. Queremos anticipar que la estructura focal de este Libro consta de tres partes: un Primer Discurso de Moisés (vendría siendo el segundo), luego la parte legislativa, y luego -como en música pasa con la estructura sonata- volvemos sobre el primer tema: “un Discurso de Moisés, donde se enfoca en los premios y castigos, en las bendiciones y maldiciones, y luego Moisés concluye con una “coda”, su despedida y última voluntad, “muerte y sepultura de Moisés”.

 

Téngase en cuenta que de esta forma concluye el Pentateuco.

 

Hoy Moisés les lleva a evaluar si la historia registra que Dios haya obrado previamente, con esta Magnanimidad hacía algún pueblo: Les hablo, y les hablo claro y directo, les hablo desde el fuego de su Amor y sobrevivieron, los eligió, y fue decorándoles el camino con milagros y prodigios, mostrando siempre su Brazo lleno de Poder.

 

Moisés les pone de presente las Maravillas obradas en Egipto, les hace ver como las plagas fueron la punta de flecha que hirió a los egipcios, obligándolos a abrirles paso, y Dios -con tantísimas Bondades pro-judías- mostró su Unicidad, y, así, les hizo entender y les reveló que sólo Él es Digno Señor y Dueño-Creador. Les reveló una Religión Monoteísta.

 

No se detuvo allí el Señor, generoso y Providente, fue quitando a otras naciones -sin detenerse en su grandeza y riqueza- las posesiones que prefirió donarlas a Su Pueblo. Mostrando que Su Poder es el Mayor, tanto arriba como aquí abajo. En síntesis, ante tanta Riqueza de Regalos, nos corresponde guardar celosamente sus Preceptos, Él los ha puesto para nuestro bien, para que pavimenten nuestros caminos de felicidad, los nuestros y los de nuestras generaciones venideras. Así, nuestros días serán duraderos y nuestro gozo permanente y heredable para trasmitirlos a nuestra descendencia.

 

Sal 77(76), 12-13. 14-15. 16 y 21

El pasado no es una materia más para el estudio, no es un venero de datos para conformar otra disciplina científica de estudio; sería poco y vana. No se trata de un amasijo de datos para atormentar la memoria y proporcionar sustancia a los arrogantes que tienen buena recordación. Esta historia que nos ocupa, la que relata el proceder de Dios con nosotros, tiene su magnífica valía, en que opera como un vaticinio que explica: si así obró en el pasado, tenemos fundamento para confiar que volverá a lucirse con su Magnánima Paternidad, y sacará la Cara por nosotros nuevamente. Este salmo de súplica ruega eso, ¡Saca, Señor, Tu Brazo Poderoso, nuevamente en nuestra defensa!

 

¡No te atrevas a dudar como el salmista que, piensa que -quizá Dios se haya cansado- de revirar a favor nuestro!

 

Si hubo proezas, si Dios obró portentos, si Él actuó hazañas, no te conformes con ser un memorista que las apunta en su cuaderno como un arqueólogo colecciona especímenes extintos.

 

Si alcanzas a comprender que no hay otros dioses, que Dios es Único, y su Grandeza es Inconmensurable; date pues cuenta -que no es un dios-muerto- y mostrará de nuevo Su Poder a los pueblos.

 

Si Él estuvo disponible para Jacob y para José, para Moisés y para Aarón, no vayas a pensar que eran hechos excepcionales que sucedían en algún mítico pasado. ¡Despierta, tontín! Su Brazo Poderoso está siempre velando por su amado Rebaño: ¡Somos sus Ovejas y Tú nuestro Pastor, Amor Eterno! 

 

Mt 16, 24-28

Releer el mesianismo no desde el trono y la corona, sino desde la cruz



Existe una manera manipuladora de hablar de Jesús mirando exclusivamente la superficie. Mirarlo como si se tratara de la mantequilla que se embadurna sobre una galleta o sobre una rebanada de pan. Reducirlo a una perspectiva aleluyática y, hacer resonar un sonajero de un lado para llamar la atención en esa única dirección para que, Jesús desaparezca del campo visual.

 

Si uno mira hacia un lado, se puede equivocar, si se conforma con mirar hacia el otro, también el error lo puede acorralar. Se requiere una mirada panorámica, una visión de conjunto, para entender que, si limito mi vida a lo material, si sólo me intereso en mí y en mis gustos y placeres, y no velo por mi alma; ¡ay de mí! Que peligros a diestra y a siniestra,

Tengo que entender y atender la globalidad, para saber que la cruz es bi-dimensional, que tengo que mirarte a Ti, pero también mirar a todos los pequeñuelos que te trasparentan.

 

Se puede intentar -con mucho estruendo- que la cruz quede descompuesta en un solo travesaño, y escamotear de alguna manera, el otro: permanezcamos vigilantes: la cruz es siempre estipe y patíbulo.

 

De otro lado, está los que hablan de los dos maderos, pero eso sí, atendiendo a una diferenciación tan extremadamente acentuada, que cada uno -tomado por separado- logre hacer olvidar el otro.

 

Por supuesto, debo tomar esa “cruz”, ese yugo liviano, y hacerme hermano. Si quiero ir en pos tuya, tendré que aprender la sinodalidad, que no asciendo solo, que si hay que mirar a la Altura del Tabor -y querer hacer Tres Cabañas- pero no para quedarme a vivir en ellas, allí vivirán Moisés y Elías, o quizá las pueble la Trinidad; pero yo, he de estar disponible y presto para bajar Contigo e ir a proclamar a las piedras tu Reinado, porque -aún de esas piedras sacará Dios, descendientes de Abrahán. Que Tu Reinado no se quede en puro ruego a ver si nos convertimos…

 

Esas piedras duras y tozudas, son los hermanos que -llevando en vez de corazón una piedra- se niegan a escucharte y a distinguir tu Santa Presencia; es a ellos a quienes estamos llamados para hacerles un trasplante y reemplazarles su duro corazón, por uno blando, de carne. Cuando no mire solo por la salvación de mi corazón -pudiera ser que virtuoso- y mire, además -por los que reclaman nuestras pericias cardio-quirúrgicas- para que lograremos salvar -de verdad- nuestra vida.

 

La Iglesia es, sí, claro que sí, el reconocimiento de San Pedro de que ¡Jesús es el Señor, el Ungido! ¡El Hijo de Dios Vivo! Pero, asumiendo que Pedro estaba viendo solo la parcialidad y que, cuando Jesús le mostró la “globalidad”, él exclamó: “¡Lejos de ti mi señor! ¡No te sucederá eso!

 

Los historiadores se han esforzado en acentuar que a los crucificados sólo se les obligaba a cargar con el patíbulo y que el estipe se encontraba ya “sembrado” en su lugar. En cambio, la iconografía siempre muestra a Jesús llevando los dos travesaños articulados. Que nos sirvan esas grafías para recordar los dos Mandamientos como nos lo mostró Jesús, formando unidad: Amar a Dios y al prójimo como a ti mismo.  

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