lunes, 21 de agosto de 2023

Lunes de la Vigésima Semana del Tiempo Ordinario


 

Jc 2, 11-19

שופט [Shofet] “Juez”, cuyo plural es שופטים [Shoftin] “Jueces”; era una figura especial, que no era lo que hoy es un juez, no tenía que ver nada con tribunales, eran algo así como “libertadores” que sucedieron a Josué, que -a veces- era un tipo de caudillo, administrador de justicia, que actuaba con poderes gubernativos sin unificación de tribus -aun cuando algunos historiadores ven en ellos como generadores de incipientes confederaciones-, y también caudillos militares; “enviados por Dios” como socorro ante situaciones bien definidas y puntuales, que -tenían un “carisma” particular-, pero no fueron personas integras, y sus aportaciones, como reacción a un acoso, no atinaron a constituir soluciones duraderas y saludables para la comunidad israelita; son criticados por incurrir en tribalismos sectarios, en excesos de ambición y por la carencia de criterios políticos claros,. No superaban la visión estrecha de líderes locales que enfrentaban amenazas resultantes de la infidelidad al Dios Único -puesto que se habían entregado a la adoración de los Baales, de las Astartés y otras divinidades de las tierras vecinas-; y como solución a los ataques de poblaciones enemigas vecinas. Muchos de los poblados cananeos que no fueron desintegrados en la época de Josué, acosaron y golpearon a las tribus de Israel.  Los historiadores fijan su vigencia entre el 1150-1025 a.C. como “cataplasmas” momentáneos. Sin embargo, después que fallecían, la población recaía en su idolatría.

 

Nos encontramos aquí con una repetición temática: Podríamos encontrar en la historia de este periodo unos ciclos narrativos que denunciaba una שָׁחַת [shachad] “infidelidad”, “ruina”, “apostasía”; sobrevenía el peligro, la amenaza o la situación puntual -leída bíblicamente como “castigo”-, venían las suplicas al Cielo, pidiendo salvación, se daba la aparición -entonces- de una de estas figuras -un libertador heroico- “el Señor levantó jueces que los libraron de la mano de los saqueadores” (Cfr. Jc 2, 16) proporcionaban una salida o solución para desembocar en una nueva situación de infidelidad, olvido, abandono de Dios por parte de su pueblo: “Se apartaron pronto del camino en que sus padres habían andado en obediencia a los Mandamientos del Señor” (Cfr. Jc 2, 17e). Estos ciclos se repiten, a lo largo de Jueces, en número de seis.

 

Sal 106(105), 34-35. 36-37.39.40. 43ab y 44

Salmo de la Alianza. Este Salmo de alguna manera está puesto en continuidad con el Salmo anterior 105(104), donde se llama a la gratitud por la Alianza bien llevada que condujo a las victorias y a la salida de Egipto tanto como a la conquista de la Tierra Prometida, por eso los concita a cantar con gratitud; en este, en cambio, se denuncian las apostasías, las rebeldías, y se hace notar cómo las infidelidades del pueblo, en la parte que les correspondía de la Alianza, condujo al desgaste, la erosión de la fortaleza de Israel, y se atrajeron la ira de Dios.

 

Este salmo tiene 148 versos, de ellos se han tomado, prácticamente 8, para organizar la perícopa, y con ellos se han configurado 4 estrofas.

 

En la primera estrofa denuncia tres elementos disruptivos de la Alianza que permearon la Amistad con Dios, a saber, no haber exterminado las poblaciones nativas de Canaán, haberse casado con gentiles e imitar sus costumbres.

 

En la segunda, Haber incurrido en idolatría llegando al límite de sacrificar a sus propios hijos e hijas a sus demonios.

 

La tercera denuncia la perversión y su prostitución en la maldad, así que Dios desató sus celos e hizo restañar en sus espaldas el látigo de su ira.

 

En la cuarta: Vez tras vez el Señor los libraba, pero ellos se revolcaban en su ruptura de la Alianza; no obstante, Dios escuchaba su clamor y los libertaba cuando los oía gritar con angustia.

 

Mt 19, 16-22



Alguien camina pegado a la tapia, como un ciego que buscara la puerta al puro tacto. Y pregunta, al que Siempre Escucha: ¿Dónde está la Puerta que conduce a la Vida Eterna? Eso denota una elevada espiritualidad, no pregunta ¿Cómo podría hacerme al poder?, tampoco su pregunta es ¿Cómo podré enriquecerme con prontitud y mínimo esfuerzo?, no pide consejo para invertir de la manera más lucrativa, ni su afán propende por títulos y coronas, tronos y cetros; ¡no! Este que pregunta está muy adelantado y busca la entrada a las Mansiones Celestiales. Aún hay más, sabe que debe obrar el bien, y su pregunta está muy bien enfocada porque quiere saber de tantos “bienes”, cuál le granjeará la Voluntad de Dios.

 

Obsérvese que lo que esta persona “tiene”, no son simplemente sus “posesiones”, sino que tiene sus “bienes”, aquello que siente valioso, y le parece valioso porque le suena a su “espíritu” que es algo digno de ser deseado. Y ¿cómo distingue que es un “bien”, y no otra cosa?

 

Esta pregunta es una pregunta clave: nosotros muchas veces simplificamos al decir, «esta persona sabe que algo es un “bien” porque no es un mal». ¡Este es el enfoque “maniqueo”! Observemos que Jesús en ningún momento de su enseñanza opta por este enfoque. En verdad Jesús lo que yuxtapone, no es lo “malo”, sino lo “perfecto”. Él empieza dando un parámetro de referencia, ¡el Único Bueno es Dios!; luego le señala los peldaños segundos de esta escala de lo bueno: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantaras falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo”. Podría decirse que le muestra la que llamamos la Segunda Tabla, considerado que la Primera Tabla son los Mandamientos que nos relacionan y nos obligan respecto a Dios, y la Segunda Tabla, la que se refiere a nuestras relaciones con los demás. (También habrá que tomar en cuenta que no es la Segunda Tabla, tal cual solemos recitarla, es decir los Mandamientos del cuarto en adelante, hagamos la comparación).

 

¿Por qué no le habla Jesús de los Primeros Peldaños? Porque ya la pregunta -como lo insinuamos arriba-, conlleva el cumplimiento de la Primera Tabla, es decir el afán por cumplirle a Dios y el esfuerzo por buscarlo. Pero volvamos al asunto: ¿Qué es lo que Jesús yuxtapone a la Segunda Tabla? ¡Vayamos al verso 21 y observemos! Jesús no yuxtapone el “mal”, no se desvía a hacerle propaganda a los artículos que venden en la tienda del Malo; ¡todo lo contrario! Jesús lo que asocia es la “Perfección”.

 

Les rogamos atender a la pedagogía de Jesús. Para hablar del bien, no se va al maniqueísmo, sino que salta a los peldaños Altísimos de la escala de valores y apunta hacia lo superlativo, lo que está en la cúspide de la escala; y nos informa qué es lo que encontraremos cuando entremos en el Reino: τέλειος [teleios] “perfecto”; en agricultura diríamos “maduro” en ese sentido de “está listo”, “ha llegado al máximo de su realización”; perfecto no es alguna categoría abstracta, alguna especie de superhombre, no es alguna proyección lógica, no es un “sueño” de algún filosofo; no, sencillamente es llagar a ser lo que podemos llegar a ser, no algún ultra. Una ética de los máximos.

 

Pero aun llegando hasta aquí, falta un poquito de claridad, y Jesús la da cuando añade: vende-y-da. Lo que significa liberarse de las ataduras “fetichizantes”. ¿Qué es esto?  Pasar lo que le pertenece a la persona, y atribuírselo a una cosa: yo no soy el que soy, soy “mi auto”, “mi casa”, “mis lujos”, “mis obras de arte”, “mis joyas”, “mis armas”, … y para ser perfecto, necesito ¡desprenderme de todo eso! …

 

Pero, cuando se da la “fetichización”, sucede algo muy curioso, a la persona le duele separarse de alguna de esas cosas porque se han vuelto “una parte suya”, y siente como si le arrancaran una pierna. Eso le pasó a este personaje del relato, se fue -triste- con el corazón rebelde que gritaba: “No me dejaría arrancar una pierna, ¡ni loco!”

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