miércoles, 30 de agosto de 2023

Miércoles de la Vigésimo Primera Semana del Tiempo Ordinario


 

1Tes 2, 9-13

La estructura propuesta como clave exegética enumeraba como preámbulo una oración que es saludo y acción de gracia, y luego una primera parte que presenta un recuento de la formación de la comunidad, y cómo surgió; en esta parte, en la perícopa de hoy, -donde vamos- se da un relato de cómo se portó San Pablo mientras estuvo entre ellos - estimamos algo así como tres meses-. 

 

Primero que todo, dice que, no se “recostó” en nadie, que su sentido de misionero no consistía en volverse una carga para la comunidad. Cuáles son las tres características que -muy seguramente servían de derrotero a su labor y llevaba él en mente- nos da tres: ὁσίως “santamente”, δικαίως “con rectitud” ἀμέμπτως e “intachablemente”, “con irreprochabilidad”. Se nos está dando el “cómo”. Son factores importantísimos porque ya proponen un modelo y un estilo pastoral. Definen una metodología orientadora para el líder eclesial.

 

Según el propósito de su propio corazón, ¿qué era lo llamado a proponer en este kerigma? Animarlos y urgirlos a llevar una vida recta, digna de Dios. Aquí se nos señala el “qué”. (Quizás aquí todavía quedan pervivencias de una propuesta farisea “legalista”, como ajuste de la vida a la Ley. Pero no constituye una desviación, ni diluye para nada la esencia del contenido de nuestra fe: lo que pide es poner en primer término la voluntad de Dios, y eso es exacto).

 

Ahora, viene la expresión de gratitud hacia el Cielo, por la forma como fue acogido el Mensaje. No lo recibieron como ideas inventadas por él, o por ciertas personas, sino como Evangelio Divino. Y la gratitud expresada -dando gracias a Dios- es, además, porque no fue una recepción pasajera, de hoy oigo y al rato olvido; sino fue un atesoramiento en el corazón y una adopción “que permaneció operante” de estas Enseñanzas como reguladoras de la vida.

 

Sal 139(138), 7-8. 9-10. 11-12ab

Es un salmo del huésped de YHWH. Me hace pensar en los anacoretas, que se retiraban a trabar profunda e intensa amistad con Dios. Pienso también en las personas de vida consagrada, en particular en los religiosos de clausura, que buscan el deleite de estar permanentemente con el Señor. Son las personas que con más pleno rigor dan el salto a la Compañía-Preferencial con quien más aman. Personas en quienes predomina el hambre y sed de Dios. Enamorados hasta su médula del Amor-de-los-Amores. Ellos, quienes han maximizado en su existencia el relacionarse con el Señor y hacer, ya desde ahora, su vida en la tierra, como una antesala para ingresar al Sancta Sanctorum de la Plenitud.

 

Estas personas son la antítesis de quienes buscan mantenerlo a distancia, de aquellos que creen que la Divinidad está pendiente para robarles algún retazo de su mal entendida libertad. ¡Ay, si entendiéramos que nadie es tan libre como aquel quien vive bajo la Luz Esplendida de su Mirada-Amorosa!

 

Vano esfuerzo salirnos de su Amor. Él no nos abandona, silencioso y resignado a nuestra indiferencia, como el verdadero enamorado que no se desalienta ante el rechazo de la amada.

 

Podemos buscar refugio allí donde la Luz se marchita crepuscular, pero no por nuestra evasiva mengua lo más mínimo su Tierno Amor y Cuidado. Tiene los brazos abiertos porque ambos los tiene listos para socorrernos: Diestra y Siniestra para tendérnoslos Misericordiosos.

 

Pensamos -muy ingenuamente- que, si nos ocultamos en lo oscuro del pecado, huiremos de Él, no sabemos que sus Dulces Ojos son Resplandecientes, no necesita faroles adicionales, porque la Luz habita sus Muy-Amorosas-Pupilas, y, donde todo es sombra-triste-y-mancha; su Redención resplandece Victoriosa.

 

Sus Ojos de Amor lo primero que miran es nuestra יֵצֶר הַרַע‎ [yezer jará], la concupiscencia que nos tira hacia el fondo cfr. Gn 6, 5); pero Él conoce nuestra debilidad, la consecuencia del pecado como debilitamiento, como resquebrajadura,  Dios es Padre, Padre-Fiel y nos regala inteligencia y voluntad para tender al bien, a la verdad, a la solidaridad. , oh Señor, me sondeas y me conoces, no para burlarte de mi pequeñez y mi debilidad sino para regalarme poder de Victoria sobre el Mal; y fascinación por lo que es Verdaderamente Bello. ¡¡Oh Mistica-Fascinación, -Tú que eres como el Día-Más-Claro- conduceme a Ti 

 

Mt 23, 27-32



Los escribas y los fariseos, -tenemos que aclararlo insistentemente- no son los más malos, no son los perdidos, no son los enemigos. Son los más cercanos, ¿Cuántas veces no habremos incurrido en fariseísmo? ¿cuántas veces no habremos actuado como escribas? Como se suele decir “el Puerco es malo”, y nubla los ojos de los más sinceros buscadores. Al leer estas perícopas de esta semana, hay que tener cuidado, a pesar de todo, de que actuaron ignorándolo y despreciándolo, y no cayeron en la cuenta de Quien era Él; sin embargo, no nos encargó que los arrancáramos, sino que esperáramos a que Él enviara sus Ángeles con “técnicas” y “aparatos especiales” que no fueran a dañar -en el proceso de separación- también al trigo bueno.

 

Jesús hace resonar el Shofar para ver si al fin caen en la cuenta. Lo que les ha pasado es que le han puesto tanta atención a un aspecto de la fe, que han ahogado los aspectos esenciales. Pasa cuando uno, -de manera ególatra- se enamora de su propia verdad, pretendiendo que sea la “Verdadera”, ¡purrum! Ahí cae en este fariseísmo, cuando piensa que tiene a Dios agarrado a dos manos.

 

La hipocresía sobreviene cuando uno aparenta ser lo que no se es. Cuando una solo “actúa” exteriormente para dar la imagen, pero por dentro, hay otra cosa, el corazón y la mente trastean con otro contenido. Si leemos con detalle, junto a la hipocresía pone Jesús otro aspecto negativo del corazón de los escribas y fariseos, y es la crueldad. ¿En qué radica esa crueldad que está denunciando Jesús? En volverse fabricante de mártires.

 

Es una cosa especialmente delicada: convertirse en “asesino”, todo asesinato es pésimo, pero en ellos se dio la sima de este delito, se volvieron asesinos de profetas, dando paso a la existencia de una nueva raza formada por la descendencia de estos asesinos que llevaban en su corazón el germen del “asesinato de la Boca-de-Dios”, porque los verdaderos profetas no son otra cosa que los labios que nos comunican lo que Dios quiere decirnos. Matarlos a ellos nos convierte en la ralea de los crucificadores.

 

Cuando decimos que escribas y fariseos no estaban tan lejos, perseguimos hacer notar que no eran un club ajeno donde estaban afiliados los enemigos del cristianismo; ¡No! ¡Estaban adentro! ¡Eran miembros del pueblo elegido! ¡Frecuentaban el mismo Templo y ofrecían Sacrificios hombro a hombro con los creyentes! ¡Eran Caínes y Judas! ¡Se habían sentado a la misma Mesa y habían comido del mismo pan! Aún más, ¡habían mojado el Pan en la misma copa! El mismísimo Pablo cohonestó con los asesinos de San Esteban-.

 

Este Evangelio nos conduce a interrogar nuestra conciencia como si le estuviéramos preguntando a Jesús: Μήτι ἐγώ εἰμι, Ῥαββεί “acaso ¿soy yo, Maestro?” (Mt 26, 25).

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