viernes, 19 de mayo de 2023

Viernes de la Sexta Semana de Pascua


  

Hch 18, 9-18

Para darle continuidad a la misión de Pablo en Corinto, el Señor -por medio de una visión- lo incita a persistir sin desalentarse y a permanecer allá, y la razón que tiene Dios para tal persistencia, es que de allí va a brotar una comunidad copiosa por el número de fieles que se le sumarían. Dice en los Hechos que se quedó allí año y medio.

 

Galión -nombrado procónsul de Acaya- fue la ocasión que trataron de encausar contra Pablo los judíos lugareños, pero Galión se negó a terciar en un conflicto -muy poco claro para él- para Galión, el compromiso era un asunto de palabras, de nombres y de leyes del judaísmo; y no de un delito serio o de algún crimen punible para le ley romana.

 

El que pagó el pato fue Sostenes, el jefe de la Sinagoga, que -muy seguramente- fue mal visto por su ineficacia para liderar el juicio contra Pablo, y se lo cobraron con una paliza, delante de los del Tribunal y en presencia del propio Galión.

 

Las cosas así, Pablo aún se quedó otro tiempo allí, y -junto con Áquila y Priscila- se embarcaron, más adelante, rumbo a Siria. La perícopa concluye brindándonos un detalle: por una promesa -que no se menciona cuál era- Pablo se hizo rasurar el cabello durante su estancia en Cencreas.

 

Sal 47(46), 2-3. 4-5. 6-7

Este salmo, también, es un Salmo del Reino. Conviene, aquí, entender, que, desde el punto de vista del judaísmo, el Trono sobre el cual se sentaba YHWH, era el Arca de la Alianza, que se guardaba en le recamara Real del Templo, denominada el Sancta Sanctorum, versión en latín para el קֹדֶשׁ הַקֳּדָשִׁים [Kodesh haKodashim] “el Sitio más Sagrado del Templo”. Hasta allí se lo conducía en Procesión -que partía de la Fuente de Sion, al fondo del Valle del Cedrón- para entronizarlo, como se ha venido explicando. Al Kodesh haKodashim sólo entraba el Sumo Sacerdote, una vez al año, en el Yom Kippur (Día de la expiación), en aquel Día, entraba y salía cuatro veces, que este año 2023 caerá nuestro 24 de septiembre. Es un acto de זיכרון־ [zijron] “memoria que actualiza” no es algo que se trae a la memoria -no es histórico según nuestro concepto de algo pasado de lo que se tienen registros, sino algo que se vive, como si lo sucedido, acaeciera -una vez más- frente a nuestros ojos, si somos del mismo linaje, tenemos todo el derecho a vivirlo como nuestros padres y todas las generaciones que son, no que fueron; no es una película que se vuelve a proyectar, es la vida misma que místicamente retorna.

 

En la primera estrofa de la perícopa de hoy, se llama a acompañar la revivificación con batir de palmas, lo primero que se retrotrae, gracias al zijron, es la dicha que lo acompañó entonces, y que hoy vuelve a poblar nuestra vida.

 

Nosotros, en la segunda estrofa, no somos otras personas, sino la, misma heredad que el Señor se escogió para que fuera su pueblo, por tanto, todas las bendiciones que Isaac dio a su Primogénito -aun cuando fueron recibidas por un impostor- son válidas para nosotros y nos cobijan como los que Dios quiso desde los orígenes mismos de Israel -linaje de Jacob (que debió haber sido linaje de Esaú).

 

En la Tercera estrofa, como la procesión viene del fondo del Cedrón, quiere decir que el cortejo que finge ser portador del arca, viene subiendo, a medida que suben, resuena la Teruah, son ovaciones, alaridos de jolgorio, aclamaciones de alabanza, es un pueblo en solaz que -emocionado- estalla en júbilo, y tañen sus instrumentos para mostrarle al Dios que camina-con-nosotros, la dicha de ser sus Elegidos.

 

Jn 16, 20-23a



La mujer cuando va a dar a luz se alarma, se preocupa, se asusta; ha oído que es como si se le partiera el alma. Que sentirá como que es descuartizada. Luego, la invade un λύπην [lupen] “temor”. “dolor”, “dolor emocional”, es la incógnita de no saber -especialmente la primeriza- cómo lo soportará su cuerpo. Claro, es una pesada aflicción, es temor al dolor, que se manifiesta como una angustia.

 

Pero, ya nacido el bebé, la madre, descubre asombrada, que es más fuerte de lo que pensó, y que lo pudo resistir; su atención se vuelca por entero al nuevo ser humano al que ella ha dado vida. ¡Con su parto! Entonces, toda la alarma, se convierte en jolgorio, y se convierte en alegría.

 

Así ha sido para los Discípulos, han vivido la deprimente experiencia de perder a su “Líder”, de sentirse desprotegidos, ya sin su Pastor; pero a medida que constataron la Maravilla de la Resurrección, entonces el corazón se notó estrecho para poder contener tanta alegría.

 

Esto fue una vez Resucitó, pero cuando sólo era aviso de su Partida, todo era incomprensible: ellos -como claramente lo expresaron los Dos que iban camino de Emaús, “Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel”. (Lc 24, 21a), y, ahora, “valiente libertador”, ¡les anuncia que se va!

 

Todo esto es mucho más que incomprensible. Jesús les profetizó que el día de su Partida no le iban a preguntar nada; estaban apabullados por la falta de entendimiento. No era asunto de inteligencia. Era humanamente imposible de entender, y sus cuestionamientos quedaban bloqueados ante la apabullante realidad de la “derrota” y el desmoronamiento de todas las ilusiones “victoriosas”. En ese momento, como en el de la mujer cuando va a dar a luz, todo era zozobra, incertidumbre, inquietud, y, ¡claro que las lágrimas se asomaban ante estas noticias, al borde de los párpados. 

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