miércoles, 3 de mayo de 2023

Miércoles de la Cuarta Semana de Pascua



Nm 21, 4b-9

Esta perícopa que vamos a leer hoy viene exactamente después de la muerte de Aarón (Nm 20, 22-29). Salieron luego los israelitas, rumbo al Mar Rojo, rodeando para evitarlo, el territorio de Edom. וַתִּקְצַ֥ר  [wat tik tsar] “Muy desanimado”, “total desaliento”, “extenuado”, “carente de fuerzas”. El pueblo armaba su campamento aquí, lo recogía, lo volvía a armar acullá, se enfrentaba con los cananeos que hallaba a su paso. ¿En que resultaba todo esto? En que el pueblo se sintiera así: abatido, completamente fatigado, desesperanzado, sin una gota de aliento, algunos traductores han puesto “perdieron la paciencia”. Y ¿qué hacían? ¡Despotricaban contra Dios y contra Moisés! ¡Atención! Suele suceder que la fatiga nos quebranta, y nos lleva a dudar de la “Fidelidad Divina”; y, entonces, nuestra lengua osa atentar contra el Nombre Sagrado, levantando murmuraciones de insatisfacción.

 

Vienen entonces las הַנְּחָשִׁ֣ים הַשְּׂרָפִ֔ים serpientes “venenosas”, la palabra es “quemantes”, “ardientes”, viene de שָׂרָף [saraf] la raíz de la que también se deriva “serafín”, se suele decir que por el efecto febril que causaba su picadura y la agonía subsecuente. Es una especie de secuencia: fatiga extrema descontento murmuración y chisme culebras muerte.

 

A la serpiente se la ha atribuido tradicionalmente ser simbología de la traición, la maledicencia, la difamación, en fin, representación del “chisme”. Más extensamente se le tiene por personificación del Maligno, y al Maligno se la llama “Padre de la Mentira” (Cfr. Jn 8,44).

 

Viene -muy importante- la toma de conciencia por parte de los israelitas- que se confiesan delante de Moisés. ¡No se impone penitencia! Moisés intercede ante YHWH y, el Señor le ordena hacer una imagen en bronce de “una de esas” (ardientes) y cuando alguien fuera víctima de su picadura, su cura provendría de “mirar a la serpiente en la asta de bandera, y se salvaba.

 

Ya en el Evangelio joánico nos dicen que: “Mirarán al que traspasaron”. (Jn 19, 37) de lo que encontramos antecedente en la profecía de Zacarías: “Llenaré de espíritu de bondad y oración a los descendientes de David y a los habitantes de Jerusalén. Entonces mirarán al que traspasaron y harán duelo y llorarán por Él como por la muerte del hijo único o del primogénito” (Za 12,10).

 

Estos textos se emparentan y resultan ser vaticinio del efecto Salvífico del Salvador muerto en la Cruz -verdadera asta de bandera- donde serpentea el “INRI” (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum), estandarte de la Salvación.

 

Sal 78(77), 1-2. 34-35. 36-37. 38.

Se ha casado una Alianza. Este salmo tiene por objeto narrar la historia de la Salvación para que podamos cerciorarnos en ella de la fidelidad de la Alianza. Pasamos revista desde el Éxodo hasta el reinado de David. Es una historia salvífica cuyo curso requerimos interpretar para poderlo trasmitir a nuestra descendencia y -de esta manera- perpetuar la gratitud y el compromiso que tenemos con el Señor. La Alianza requiere memoria histórica no para rendir cuentas escolares de un aprendizaje sino para atesorar nuestra verdadera herencia: la herencia de la fe.

 

Con los versos entresacados se han organizado cuatro estrofas. En la primera hay una propuesta a recibir los “enigmas del pasado”, porque el Señor nos narra su relato dándolo un enfoque clarificador: “desenigmatizándolo”. Él es el Señor de la Historia.

 

Como buscando el suicidio, muchos tronchaban su vida estrellando su pecho contra la calamitosa roca del pecado; ahí sí, los demás, prontamente se volvían suplicantes cayendo en la cuenta que -en cambio- Dios también es Roca, pero no para matarse contra ella, sino para recibir resguardo y protección.

 

El Señor desenmascara el culto hipócrita que “adula” a Dios de dientes para afuera; pero -mientras tanto- en el corazón anida la infidelidad a la Alianza.

 

¿Venía entonces el castigo? No, sino el Corazón Compasivo, siempre fiel, siempre firme a la Alianza. Se compadece y perdona, porque Él no es un dios de destrucción, Él es Dios-Misericordia.

 

Jn 3, 13-17

¿Cómo se prolonga y se lleva adelante esta alianza en nuestro tiempo? En la perícopa del salmo se muestra la expresión de la Misericordia. “Una y otra vez reprimió su cólera, y no despertaba todo su furor”. La alianza es -verdaderamente- un Dique de contención de su Cólera. Jamás le dará rienda suelta, porque antes que enojo Él es Perdón. Tenemos que entender la verdadera dinámica que subyace a Dios que se humana y se hace “Dios-con-nosotros”. Pues, Su Presencia entre nosotros es Presencia Soteriológica.

 

Nadie ha estado -previamente a su existencia- en el Cielo, con Dios-Padre. ¡Pero Jesús sí! Él ha bajado del Cielo y escogió por destino, hacerse hombre-integro con la única salvedad del pecado. Nada que sea corruptibilidad lo alcanzó. Aceptó cargar con todos los inconvenientes y las insuficiencias de la criatura, para poder redimirnos. Ya lo estampó la teología sólo lo que es asumido es redimido; si algo no se asume, queda excluido: el pecado no fue asumido, en consecuencia, tampoco es redimido.

 

Esto significa que “el pueblo” ha obtenido la Victoria, por medio del Salvador. Esta Victoria del pueblo escogido, se alcanzó por medio de Jesús. ¿Quién es en este relato el interlocutor de Jesús? La Victoria del Pueblo: “Nicodemo”. ¡Es muy extraño que este judío, miembro del sanedrín, fariseo por su formación y su posición económica y religiosa como Rabino, tenga precisamente este nombre de raíces griegas: “Victoria del Pueblo”! La Victoria estriba en que Él ha descendido de su Morada Eterna, para que nosotros podamos ascender a Dios.

 

Juan siempre presenta la Cruz como Trono-y-Proyectil de glorificación. El “pueblo victorioso” así como Eva, nace del costado de Aquel dormido en la Cruz con profundo sueño. Esta sangre no ha sido simplemente derramada, ha sido trasfundida en los que creen, para que ellos tengan Vida Eterna. El Calvario tiene que descifrarse como tal, el lugar de la Divina Trasfusión.

 

Es esta Trasfusión la que llena nuestra “vacuidad”. Nosotros hasta el Soplo de Vida de Dios somos הֶבֶל [jabel] “nada”, “vacío”, “vanidad de vanidades”, “futilidad”, “Abel”. Nuestra identidad se alcanza si nos encontramos a nosotros mismos en la “imagen-molde”, en el “ideal de hombre”, solamente adhiriéndonos a Él se puede llenar nuestra “nada”. ¡Si somos esclavos del “engaño” no podremos ver en Él la Luz! ¡Mucho menos descubrir en Él al Pastor, Él que cumple a cabalidad ser modelo y sentido de Vida! 

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