martes, 16 de mayo de 2023



Hch 16, 22-34

Nos habíamos quedado en Hch 16, 15; hoy damos un salto a Hch 16, 22, es decir, nos saltamos 6 versículos. Hoy se inicia la perícopa narrando como la gente se alborotó contra Pablo y Silas, y también cómo por órdenes de los magistrados los “molieron a palos”, y, acatando esas mismas ordenes, el carcelero los condujo a prisión y los sujetó con grilletes.

En el episodio que no se narra -los seis versículos que nos hemos saltado- se cuenta que había una chica con poderes de adivinación, que los identifica como enviados del Dios Altísimo y como enviados para traerles la salvación; esto día tras día hasta que Pablo le puso “tate-quieto” al espíritu inmundo que le daba tales facultades, esto fastidio enormemente a los dueños de la esclava, que ya no se podrían lucrar en los sucesivo de ese “poder”; fue eso lo que detonó la revuelta de la plebe contra ellos.

 

Podemos traer a la imaginación este cuadro: Pablo y Silas, encadenados, en una mazmorra, y orando a media noche, y de repente, anunciando una Epifanía, un violento terremoto, las puertas se destraban, los cepos se caen... Un momento después, el carcelero se despierta, ve la situación y, en seguida, se figura lo que pasará cuando sus “patrones” se den cuenta que se le han fugado los presos, ¡así que resuelve suicidarse!

 

Pablo le grita que no, que ellos siguen allí, que no se han escapado. El carcelero clama, entonces por φῶτα [fota] “luz”; uno dice, pues claro, pide una linterna para ver si es cierto que no se han escapado; sin embargo, Pablo no necesitó linterna para ver que su carcelero pretendía hacerse mal. Esta petición de “luz”, es más una jaculatoria, se tendría que traducir “Ilumíname” y forma -por así decirlo- la primera parte de una plegaria elevada al Cielo y que el carcelero pronuncia a continuación: τί με δεῖ ποιεῖν ἵνα σωθῶ [ti me dei poiein ina sotho] ¿qué tengo que hacer para salvarme? Ilumínenme, Señores, y díganme, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la Salvación?

 

Les lava las heridas, lavándoles los pies, los lleva a su casa, pide el bautismo y luego lo celebran con una Cena -un Agape-, es una fiesta familiar porque ¡Dios ha entrado de lleno en sus vidas!

 

Sal 138(137), 1bcd-2a. 2bc-3. 7c-8

אוֹדְךָ֥ “Alabaré”

Este salmo es un himno. Da un elenco de los motivos que tiene el Salmista para alabar el Señor.

 

En la primera estrofa (de la perícopa de hoy) se trasluce que el salmista es una persona de corazón agradecido. Reconoce que sus oraciones llegan a Dios, que Él las atiende; y, su manera de mostrar gratitud es acompañar su oración agradecida, con una posición muy reverencial y tocando su instrumento, en este caso, un instrumento de cuerdas.

 

En la segunda estrofa, insiste en dar gracias, y dice a Quien se las da, al Santo Nombre, reconoce que Él es un Dios Misericordiosos, Leal, cumplidor de sus Promesas, es mayor su Bondad que la Fama que lo precede. Y ratifica, Dios lo Escuchó. Esa escucha y atención que Dios concede fortalece al orante, llenándole el alma de valentía, de Parresia, para proclamar su fe fundamentada. Se implica que su gratitud no se queda en actos intimistas de Dios-y-yo; sino que el salmista infiere que estos regalos de Bondad, reclaman acciones de gratitud que expresen y hagan tangible el agradecimiento. En su saco, el salmista ofrece “exhibir” delante de la gente, el actuar Misericordiosos de Dios.

 

Como muchas personas usan la derecha para hacer las cosas, manejar las herramientas, blandir la lanza o la espada, entonces la tercera estrofa usa este antropomorfismo para referirse a Dios, dice que Dios lo salvó usando su poder, obrando con su brazo poderoso, haciendo uso de su “diestra”. Las obras de Dios, entiende el salmista, no quedan a medio camino, si el Señor obró favorablemente trayendo al suplicante hasta aquí, con total certeza puede decir, que Dios seguirá siendo su Protección de ahora en adelante, porque la חַסְדְּךָ֣ [jasdeka] -derivado de חָ֫סֶד [chessed] recordemos que este vocablo hebreo conlleva un sentido de “emanado de las entrañas”- “Misericordia de su Alianza”, durará por siempre. (En un renglón anterior, que no se incluye en la perícopa, dice que también lo favoreció con la Izquierda: “Extiendes tu Izquierda contra la ira del enemigo”, con la Izquierda se manejaba el “escudo”).

 


 

Jn 16, 5-11

Sucede que -con bastante frecuencia- cuando se mira hacia el “mañana” lo pintamos con tintes oscuros, como presagios de dolores y tristezas. Toda una mentalidad empeñada en mantenernos arrinconados en la inmovilidad del ahora: es una ideología de solo existe el minuto actual, todo lo demás no-es, son los filósofos desesperados del “ya mismo” y del “solo ahora”. Es muy cierto que no podemos contar con el trigo que se cosechará mañana, pero también es cierto que nuestra fe nos orienta con una visión capaz del “esjaton”. No podemos construir toda una filosofía del inmediatismo, porque ese pensamiento es el que nos conduce a un desesperado hedonismo del “gocemos ahora, porque del mañana no sabemos”. Es este pensamiento el que nos desalienta respecto al cumplimiento de los lineamientos que nos propone Dios. No podemos contar con los frutos del futuro -ni siquiera el más cercano-; pero si debemos saber que no somos de este “mundo” y que vamos a morir paro no para el final-final, sino para el trigo venidero. El esjatón no es una tristeza oscura y final, un entierro, y para los que se quedan, el luto subsecuente. ¡No! Es la plenitud por la que vale la pena una coherencia de vida, similar a la conciencia del agricultor que no se limita al sudor de roturar la tierra, sino que ve, con los ojos de la “promesa”, los campos ubérrimos.

 

Muchos se creen felizmente profundos con su inmediatismo, y no alcanzan a darse cuenta que nosotros somos y habitamos la seguridad de la justicia, y no la ceguera de las anteojeras, que, al caballo le son muy útiles para no distraerse ni asustarse, pero que a nosotros no solo nos son inútiles sino además perjudiciales porque no dejan ver lo evitable y acariciar lo promisorio. Si de verdad crees que hay Cielo, tienes que contestarte ¿Adónde vas?

 

En la perícopa se suprime el prólogo que Jesús le da a estos enunciados de los que nos habla hoy, nos referimos al verso 16,4b: “No les dije esto desde el principio porque yo estaba con ustedes”. Pero, claro, ahora que se va a ir, es urgente que se los diga. Jesús nos guía. Mientras al carcelero que vio la Acción de Dios en el Temblor Fuerte de Tierra, la liberación de Pablo y Silas y los otros presos, pero, la no-escapatoria; a él, se le ocurrió de su propio espontaneo preguntar: “¿Qué tengo que hacer para salvarme?”. Pero a estos Discípulos, a los que Jesús anuncia su Ascensión, no se les ocurre preguntar, entendiendo que Él solamente va por delante para liderar y, por así decirlo, “abrirnos paso”. Evidentemente, la pregunta debería ser ¿para dónde te vas?, dínoslo y hasta allí te seguiremos!

 

El salmista sabe que Dios no hace cosas a medias, que las hace perfectas, completas hasta su último detalle. Podríamos decir que después de la Ascensión, viene el tiempo de la Iglesia; pero, con toda seguridad, con la habilidad que tenemos para evadir el compromiso y las responsabilidades, nuestro “subconsciente” acomodaría la interpretación ¿quiénes serán esos? ¿los curas? ¿El Papa? ¿las monjitas? Bueno, pero ¡no es a nosotros!, eso le toca a la Iglesia, sean quienes sean “la Iglesia”. Algunos dirán, pero si les hemos dicho una y mil veces que la Iglesia somos todos los bautizados; ¡no vengan a decirnos que no saben que les está hablando a ustedes!

 

Sabemos que Jesús estaba completamente lleno del Espíritu del Padre, así que durante su “Vida terrena” gran parte de la responsabilidad estaba en Él; ahora que Él sube al Padre, se produce una trasferencia de “Poder”; por eso, Él tiene que irse para que el Consolador, en su Plenitud, venga a nosotros y nos de los tres grados del saber: en cuanto al “Juicio”, en cuanto al “pecado” y en lo que respecta a la “Justicia”.

 

No es que Jesús haya hecho la tarea incompleta, es que Él no nos arrebata nuestra libertad, queda la Ley escrita en nuestro corazón, ya no son Tablas en un Arca, ahora el Arca es nuestro propio Corazón. Por eso ya no resuena afuera, como Shofar, ahora retumba en nuestro pecho, y lo sentimos como Fuego del Espíritu ardiéndonos por dentro. 

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