lunes, 15 de mayo de 2023

Lunes de la Sexta Semana de Pascua



Hch 16, 11-15

Lo último que comentábamos era que, a raíz de una visión que tuvo Pablo, el Evangelio fue llevado a la región definitivamente europea. Pero ya hace tiempo que venimos diciendo que griego y griega, entonces a que nos referíamos, estábamos hablando de personas de habla griega, pero que residían en Asía menor, ha de entenderse que el griego se había convertido en la lingua franca, el idioma del imperio griego -especialmente para las relaciones comerciales, pero, que poco a poco se adueñó de todo el ámbito cultural- y que sólo paulatinamente se dio, especialmente en el imperio romano, su reemplazo por el latín. Esta prevalencia del idioma griego fue la que llevó a traducir la Biblia del Hebreo al griego, puesto que muchas personas, aunque convertidos al judaísmo, no entendían ni hablaban hebreo. El nombramiento de los 7 diáconos, todos del ala helenista, y el reclamo que fue el detonante que gatillo esta institución dentro de la Iglesia, tenía mucho que ver con este tema del idioma. También la repulsa que mostró el judaísmo para aceptar los textos bíblicos que no pertenecieran a su lengua. Hemos de resaltar aquí, que el Nuevo Testamento fue escrito en griego.

 

Con una pincelada rauda, el hagiógrafo describe un itinerario: Se embarcan en Troade, encaminándose a Samotracia, al día siguiente, salen para Neápolis, y pasan -inmediatamente- a Filipos, colonia romana y perteneciente al distrito macedonio. El sábado, se fueron donde creían encontrar un sitio para orar, (nótese que todavía siguen el Sabbat). Hay aquí otra suerte de ruptura -al estilo de Jesús cuando habló con la Samaritana- con los cánones del judaísmo que les tenía prohibido, a los hombres, dirigirle la palabra en público a una mujer: se trata de Lidia. Lidia, más que un nombre era un gentilicio, significaba, proveniente de la región de Lidia, de Tiatira, en el occidente del Asía Menor, península de Anatolia.

 

Lidia era una comerciante importante porque negociaba con una tintura no tan abundante y que se obtenía de un molusco, la Stramonita haemastoma, se trata de la púrpura (azul violeta), muy cotizada, que enriqueció a los fenicios que se convirtieron en sus traficantes especializados -se han encontrado restos de vestidos Davídicos y Salomónicos teñidos de este color, por tanto, era una tintura textil muy cotizada y apreciada por la nobleza. Su importancia y peso se refleja en la aceptación de toda la familia al mensaje de Pablo. Y el hecho de haberlos invitado a alojarse en su casa -poniendo como prenda de su fidelidad a la fe anunciada, su aceptación del Señor, su bautismo- lo que le valió, todo así lo parece indicar, convertirse en la sede apostólica en Filipos, la ‘domus ecclesiae’.

 

Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6a y 9b

Este Salmo, el penúltimo del Salterio, es un himno. Un himno, es, un cantico de alabanza. No se ha podido establecer con seguridad si los salmos hímnicos corresponden a alguna fase litúrgica específica. Es un canto que enaltece con gratitud las deferencias de Dios con su pueblo y las victorias obtenidas con Su Auxilio. Hay una pedagogía contenida en este Salmo, lejos de nosotros el espíritu retaliativo, inunde nuestro corazón la compasión, como Dios manda: otros podrán anidar en su pecho sentimientos vengativos, Dios nos ha enseñado el valor amoroso del Perdón.

 

Vamos a tratar de mostrar la estructura de la perícopa, señalando como a cada exhortación corresponde una acción específica, a veces doble:

1ª Estrofa

Canten →       un cántico nuevo

Resuene su alabanza →       en la בִּקְהַ֥ל חֲסִידִֽים [biq-hal Hasidim] “asamblea de los fieles”, “la congregación de sus Santos”;

Que se alegre Israel   →        por su Creador,

Que se alegren los hijos de Sion →             por su Rey.

 

2ª Estrofa

Alaben su Nombre →            con danzas

Alaben su Nombre →             con tambores y citaras;

El Señor →     Ama a su pueblo

El Señor →     Adorna con la victoria a los humildes

 

3ª Estrofa

Que los fieles (formados en filas) →             festejen su gloria

Que los fieles (formados en filas) →             canten jubilosos

Que los fieles (formados en filas) →             con vítores a Dios en la boca

Para todos sus fieles          es un honor.

 

Esta última estrofa, muestra al pueblo como un ejército en formación de batalla, y al Señor como el General que los lidera.

 

Falta recordar que este Salmo es el penúltimo del Gran Hallel Se llaman así porque todos ellos comienzan con las palabras Hallelu Yah, "Alabad al Señor". El salmo nos deja percibir la certeza de Dios como Dueño y Señor de la Historia, que nos convoca a la responsabilidad de ser sus escogidos, sus “Santos”; Él es quien enfoca y conduce todos nuestros esfuerzos por un mañana mejor, para lo cual no tenemos que constituirnos en sociólogos, sino fiarnos de su Misericordiosa voluntad que conduce al desenlace triunfal. ¡Seguir sus órdenes de batalla es muestro honor!


 

Jn 15,26-16, 4a

En el salmo anterior hay un toque de responsabilidad y de darnos cuentas. En esta perícopa de San Juan, encontramos algo parecido. No se trata de aplaudir por aplaudir, No se trata de cantar por cantar. No se trata de orar por mecanización. La historia de la salvación no es una marcha de irresponsabilidad, que ve a Dios como el encargado de hacerlo todo, y a sus discípulos como borregos “atenidos”. Tenemos que llevar en la consciencia despierta y atenta, el resonar de las advertencias de Jesús en sus discursos de despedida. La Sagrada Escritura nos ha acostumbrado a estas despedidas, muy especialmente la de Moisés, nos convocan a continuar el derrotero trazado, a perseverar, a reconocer los abrojos inevitables del Camino. Estamos -esta semana- preparándonos para la Ascensión del Señor.

 

Importantísimo captar que Jesús, en su despedida nos ofrece un “Protector”, un “Abogado Defensor”, que nos va a levantar el ánimo, y que no es -nada más ni nada menos- que el Amor que hay entre el Hijo y el Padre. Imagínense ustedes esta transferencia, se derrama todo el Amor que hay entre Ellos, a favor nuestro. No veamos el Espíritu Santo como un “remedio mágico” que ni siquiera hay que untárselo, basta con nombrarlo. Tampoco lo vemos como un “paraguas” que nos guarece de cualquier gota que nos quisiera mojar.

 

Si bien es cierto que nos podemos fiar de este Amor, también es cierto que estamos llamados a superar la conciencia ingenua-mágica y dejar de invocarlo como quien recita un “hechizo” o un “mantra”. Miremos directo a la cara la historia de la Iglesia -nunca para quedarnos como masoquistas mirando las páginas del martirologio y procurando escurrir de ellas la sangre heroica que se ha derramado y ha fecundado la fe- sino para poder descifrar dos sentencias de Jesús que San Juan Evangelista nos comunica en esta perícopa, a saber: “Nos excomulgaran de las sinagogas” y “llegará incluso una hora cuando el que les dé muerte pensará que da culto a Dios”.

 

Entonces, si el Espíritu Paráclito no nos preservará, ni será “paraguas” efectivo, ¿cuál es su sentido práctico?  Pregunta típica de nuestra sociedad publicitaría: ¡Compro todo cuanto me sea útil! ¡No desperdicio mis expensas en lo que no me ha de servir! Pues, aquí tenemos la respuesta muy exacta: “Él dará testimonio de mi” y si no fuera por Él, nosotros no seriamos capaces de “dar testimonio de Jesús”, porque nuestro testimonio depende de que el Espíritu Santo siembre en nosotros esa “convicción”.  Sólo la certeza que Él nos comunica nos preservará de “escandalizarnos”, porque a quien no ha recibido esta Gracia, todo esto lo escandaliza, le parece “terrible”, “ridículo”, “cursi”, “absurdo”. Esos son los que hacen y deshacen porque no han conocido el Padre ni al Hijo, y ¿quién nos lo da a conocer?  ¡precisamente el Espíritu Paráclito!

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