domingo, 21 de enero de 2024

«PERMANECED EN MI PALABRA»

                                                                            (cf. Jn 8,31). 



Jon 3,1-5.10; Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9; 1 Cor 7, 29-31; Mc 1, 14-20

 

Ser vocacionado es renunciar a algo por Alguien mejor, es decir un no a algo, por un si a Alguien, es tener una ocasión para optar por la mejor causa: Jesús y su Evangelio.

 

Emilio Mazariegos

 

La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo.

Papa Francisco: APERUIT ILLIS

 

 

Papa Francisco nos convocó –a través de su Aperuit Illis (Carta Apostólica en forma de Motu proprio)- instituyendo en la Fiesta de San Jerónimo, durante el año 2019, la celebración del Día de la Sagrada Escritura, a llevarse a cabo en el Tercer Domingo Ordinario de cada año litúrgico, en lo sucesivo, estimulándonos a trabajar para familiarizarnos con Ella. Este año, por quinta vez, y con el lema “Permaneced en mi Palabra, tomado del evangelio según San Juan, Papa francisco nos convida a tener una experiencia de Encuentro con el Señor, cada vez más intensa cada vez más profunda, cada vez, más llena de cariño.

 

 


«Dedicar concretamente un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable. En este sentido, me vienen a la memoria las enseñanzas de san Efrén: “¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión” (Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).»[1]

 



Quisiéramos compartir, aquí, de la manera más sintética posible, algunos puntos básicos de la “Catequesis sobre la oración con las Sagradas Escrituras” de Papa Francisco, en la Audiencia General del 27 de enero de 2021.

 

·         Las palabras de la Sagrada Escritura no han sido escritas para quedarse atrapadas en el papiro, en el pergamino o en el papel, sino para ser acogidas por una persona que reza, haciéndolas brotar en su corazón.

·         Todos los días Dios pasa y lanza una semilla en el terreno de nuestra vida. No sabemos si hoy encontrará suelo árido, zarzas, o tierra buena, que hará crecer esa semilla (cf. Mc 4,3-9).

·         Citando a San Agustín: “Tengo temor del Señor cuando pasa”. ¿Por qué temor? Que yo no le escuche, que no me dé cuenta de que es el Señor.

 

·         … es necesario acercarse a la Biblia sin segundas intenciones, sin instrumentalizarla… El creyente no busca en las Sagradas Escrituras el apoyo para la propia visión filosófica o moral, sino porque espera en un encuentro…

 

·         No es un problema solo de memoria: es un problema de la memoria del corazón, la que te abre para el encuentro con el Señor.

 

·         Y la Palabra de Dios, impregnada del Espíritu Santo, cuando es acogida con un corazón abierto, no deja las cosas como antes, nunca, cambia algo. Y esta es la gracia y la fuerza de la Palabra de Dios

 

·         La Palabra... En los días “torcidos” y confusos, asegura al corazón un núcleo de confianza y de amor que lo protege de los ataques del maligno.

 

·         La vida cristiana es obra, al mismo tiempo, de obediencia y de creatividad. Un buen cristiano debe ser… creativo, porque tiene el Espíritu Santo dentro que le impulsa a practicarla, a llevarla adelante.

 

·         Las Sagradas Escrituras son un tesoro inagotable. Que el Señor nos conceda, a todos nosotros, tomar de ahí cada vez más, mediante la oración.

 



Además, allí el Papa nos hizo un resumen del método de la Lectio Divina que también querríamos compartirles:

Se trata ante todo de leer el pasaje bíblico con atención, es más, diría con “obediencia” al texto, para comprender lo que significa en sí mismo. Sucesivamente se entra en diálogo con la Escritura, de modo que esas palabras se conviertan en motivo de meditación y de oración: permaneciendo siempre adherente al texto, empiezo a preguntarme sobre qué “me dice a mí”. Es un paso delicado: no hay que resbalar en interpretaciones subjetivistas, sino entrar en el surco vivo de la Tradición, que une a cada uno de nosotros a la Sagrada Escritura. Y el último paso de la lectio divina es la contemplación. Aquí las palabras y los pensamientos dejan lugar al amor, como entre enamorados a los cuales a veces les basta con mirarse en silencio. El texto bíblico permanece, pero como un espejo, como un icono para contemplar. Y así se tiene el diálogo.

 

Pasemos, ahora sí, a reflexionar las Lecturas de este Tercer Domingo Ordinario del ciclo B.

 

A Jonás –en la Primera Lectura- se le apremia cumplir la tarea de ser profeta –valga decir- predicar el mensaje que Dios le da, prestar sus labios y sus fuerzas al anuncio. Jesús, en cambio, asume de suyo la labor y se da a proclamar. ¡A Él no hay que pedirle ni mandarle, es su Razón de Vida! Revelar el Evangelio de Dios.

 


Jonás más que ser portador de una “profecía”, viene a promulgar una “sentencia”: “Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida”. Pero sucede que todos ayunaron y se vistieron de sayal. En consecuencia, Dios “cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles”. Estamos en presencia de un indultó, Dios vio que habían de ser castigados, que se lo habían buscado y el peso de la justicia los azotaría. Y, sin embargo, revoca la sentencia; al leer entre líneas nos encontramos ante un indulto que lo alegra, se siente como que Él no quería castigarlos y que su Voluntad era, precisamente, alcanzar su “conversión”. Eso es lo que denominamos Misericordia, Él, como bien lo sabemos es “lento a la cólera y rico en Clemencia” (Sal 103(102),8).

 

Vamos –juntando nuestro clamor al del Salmista- para implorarle a Dios tres cosas: Señor enséñame tus caminos, / instrúyenos en tus sendas, / haznos caminar con lealtad.

 

Esa lealtad consiste en proclamar, en anunciar la Noticia magnífica, ¡Tu Noticia Señor! Que sin desfallecer, -por ninguna razón- desistamos de promulgar que la Noticia es que,  Tú eres la verdadera felicidad, el Feliz Término, la Paz Completa. ¡La verdadera!


 

El salmo se enfoca en una doble polaridad que teje su eje:

1.    Ser leales

2.    Pedir perdón por las deslealtades.

Es la dialéctica fidelidad-perdón.




 

Se presenta la palabra “esquema” en la Primera Carta a los Corintios, (la Segunda Lectura), y la encontramos entendida como “representación” de este mundo -refiriéndose a su “ser como lo vemos”- porque esa apariencia –dice San Pablo- ya termina. Sobrevendrá una metamorfosis: La forma provisional dará paso a la definitiva.

 

Urge, porque el tiempo que le resta a lo efímero, se acorta a marcha veloz: la forma actual de la “realidad” ha caducado apremia hacerse a odres nuevos. Se requiere, pues, cambiar el modo de vivir, vivir lo contrario de como venimos viviendo, obrar de una manera sorprendente tal que seamos al revés de lo que somos por ahora. En otras palabras, “convertirnos”.

 


Miremos, ahora, hacia el Evangelio: Si un portavoz de cierta causa es prendido, lo corriente es que se silencie la causa y que otros simpatizantes por “precaución” se escondan. ¡Esta no es la situación del Evangelio! Al contrario, el evangelio de este III Domingo Ordinario (B), según San Marcos, nos informa que Jesús, después del encarcelamiento de Juan Bautista, –en vez de amilanarse y silenciarse o esconderse- da inicio a su “práctica”. Este suceso del apresamiento de San Juan Bautista parece indicarle a Jesús que su “tiempo es llegado” y gatilla el inicio de su carrera, de su vida pública, de su entrada en la escena histórica puesto que “Se ha cumplido el plazo” Mc 1, 15b.

 

El segundo detalle que nos da San Marcos es el marco espacial para este inicio: Galilea. Tierra de pobres, de gente sencilla -podríamos clasificar este territorio tomando prestadas dos categorías de la geopolítica y la sociología wallersteiniana- y decir que, Jesús no habla desde el centro sino que inicia su labor en la periferia. «… los evangelios no ofrecen una geografía objetiva y neutra. Su geografía es ante todo teológica: cada lugar y cada desplazamiento tienen un significado teológico. En Mc, Galilea se opone a Jerusalén.

 

La Galilea de las naciones o de los paganos, como se decía entonces, había conocido muchas invasiones, y la fe no era allí tan pura a los ojos de los responsables judíos; no podía salir de allí nada bueno, y mucho menos un profeta (cf. Jn 1, 46; 7,52). Pero Isaías (8,23) había anunciado que un día Dios se manifestaría allí a los paganos; por tanto, era también símbolo de esperanza y de apertura. Fue allí donde Jesús vivió, predicó y donde las gentes lo acogieron con entusiasmo. Es una región abierta: de allí Jesús va a los paganos, a Tiro y a Sidón (7, 24.31).»[2]

 

Que delicia que allí en San Marcos se nos presenta lo que Jesús entrega como “Buena Noticia”: Ante todo, que “se ha cumplido el plazo”, no es para mañana ¡es ya! (directamente emparentado con lo que hemos visto en Primera de Corintios) que “está cerca el Reinado de Dios”, luego –en tercer lugar- nos llama a convertirnos, y para cerrar esa Buena Nueva, -el cuarto elemento- creer esa Noticia.

 

Lo que deslumbra, de salida, es la señal de partida: No lo podemos postergar, hay que asumirlo, darnos cuenta que “la hora es llegada”. El tiempo oportuno está aquí: llegó el kairos ¡El fruto está maduro!      ¡Es la hora del Reino! Es la hora de la Plenitud

 

Y que la oportunidad está dada: Esa es la Buena Nueva. La hora feliz, la ocasión de la chisga, la oportunidad muy favorable. ¿La dejaremos pasar?

 

Para beneficiarnos de ella necesitamos tener en la mirada la Luz de Cristo.

 

Volvamos al asunto del Πεπλήρωται καιρὸς “plazo cumplido”, llegada del “momento idóneo”, “ocasión perfecta”, la “plenitud de los tiempos”. ¿Tenemos conciencia de lo que esto significa? El Reino de Dios no tiene más dilación, ¡ahí está! Simple y sencillamente ¡ya llegó!


Luego, la perícopa evangélica nos presenta como una suerte de pre-requisitos: μετανοεῖτε o sea “conversión” y πιστεύετε ἐν τῷ εὐαγγελίῳ “creer en la Buena Nueva”. Mc 1, 15cd. ¿Y, quién es la Buena Nueva? ¡Jesús es el Evangelio, Él es la Buena Noticia!

 

El tema de la conversión nos lleva a una precisión. Conversión no es alguna clase de pequeño cambio, ni una sumatoria de ellos. La conversión es un cambio rotundo; un quiebre de costumbres y hábitos, una modificación sustantiva de paradigma. Descrito en términos geométricos sería algo así como un giro de 180º. Se trata de un cambio de verdad, en serio, profundo. Se trata de desacomodarnos de vicios y defectos, de pecados y agresiones, una modificación conductual que nos lleve a estar comprometidos al 100% con la construcción del Reino. «… es una comprobación incontrovertible que los cristianos normalmente son unos pesimistas nostálgicos, más dispuestos a recordar un pasado místico (tal vez fantasmal) que a comprometerse en esas anticipaciones del futuro en las que, sin embargo, decimos que creemos… “hablamos” más de la noche (que está siempre a las espaldas), para no “actuar” en el día que nos viene siempre adelante,… “convertirse” significa también, dejar un “pasado”, para aceptar activamente el “hoy” comoquiera y dondequiera se manifieste, creer que vive en nosotros hoy una posibilidad: ¡se ha quebrado el círculo mágico! ¡Se cambia algo y todo se puede hacer nuevo!»[3]

 


Vayamos a la siguiente parte de la perícopa. Se trata del llamado de los cuatro primeros discípulos: Simón, Andrés, Santiago y Juan. «El encuentro con Jesús marcó sus vidas. Les puso en movimiento, con rapidez, sin esperar a entender las cosas. Se pusieron a seguirle “ya”. Porque la llamada que Jesús les hizo en el encuentro es apremiante, es exigente, es con autoridad.»[4]

 

«… tendrían mucho que aprender de este “maestro de pesca”. Si bien sabían que para obtener buena calidad y cantidad de peces, hay que tener buenas barcas, buenas redes y buena carnada y, además, hay que conocer los vientos, las mareas y los mejores días o tiempos para la pesca, debían ahora adiestrarse en el más difícil arte: el de “pescar hombres”, y Jesús sería el instructor.

 

Esta pesca es mucho más compleja y ardua, porque al pez se lo pesca “contra su voluntad” mientras el hombre puede ser pescado “si se deja pescar”. De esto se dieron cuenta tanto Pedro como sus amigos del Sindicato.»[5]

 




«Este es el reto de la llamada. Este es el compromiso de la llamada. Dios llama al creyente para que siga realizando hoy en la historia lo que Jesús hizo hace 2000 años. Llama para que ayude al hombre a cambiar su corazón y así cambiar las estructuras de la sociedad. Llama porque la obra que inició en Jesús tiene que ser acabada con perfección. Y es el creyente quien continúa a Jesús en la historia, con la fuerza de su Espíritu.»[6]



[1] Papa Francisco. APERUIT ILLIS #2.

[2] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Estella Navarra 2004. p. 78

[3] Beck, T. Benedetti, U. Brambillasca, G. Clerici, F. Fausti, S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2009. p. 48

[4] Mazariegos, Emilio L. LAS HUELLAS DEL MAESTRO. Ed. San Pablo. 3ra ed. 2001 Bogotá D.C. –Colombia p. 20

[5] Muñoz, Héctor. CUENTOS BÍBLICOS CORTICOS. Ed. San Pablo Bs As. –Argentina. 2004 p. 56

[6] Mazariegos, Emilio L. Op. Cit. p. 42

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