lunes, 22 de enero de 2024

Lunes de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


2S 5, 1-7.10

En la Segunda parte del capítulo Primero, tenemos el Canto del Arco que está en el Libro del Justo, que no es un Libro bíblico, llamado también el Libro de Yashar, y que presenta un relato de la Creación, el tiempo patriarcal y llega hasta Moisés). En al capítulo Segundo David es reconocido rey de la tribu de Judá, el resto era gobernado por Isbaal, hijo de Saúl, que estuvo en el trono dos años. A continuación, se narra la guerra tribal, y -a continuación- Abner promete el trono a David, que cuenta con poder convencer a los otros líderes tribales de aceptarlo; pero Joab lo embosca, lo lleva aparte y lo apuñala en el vientre, en venganza de que aquel había matado e su hermano Asael. En el capítulo cuarto se narra cómo fue asesinado Isbaal por los generales del ejército sauliano, Baamá y Recab; a quienes David condena a muerte.

 

De esta manera, limpiado el terreno de opositores y legítimos descendientes al trono, vinieron a Hebrón de Judá -que era la capital gubernativa de David-, los Ancianos de las otras tribus y –mencionando la gran autoridad que tenía David en tiempos de Saúl-, lo llaman al Trono de todo Israel. David tenía treinta años, por aquel entonces. Los ancianos lo convocaron para que “pastoreara” al pueblo “elegido”. Y, lo ungieron (es su tercera unción). Su reinado duraría cuarenta años. (Lo cual no disolvió los conflictos entre el Norte y el Sur, estos conflictos continuaron hasta conducirlos a una división permanente tras el reinado de Salomón).

 

ירושלים [Ierushalaim] “ciudad de la paz; es como una especie de ironía, que el nombre de este Santo Lugar contenga la raíz Shalom, “Paz”. Jerusalén era una ciudad Yabusea (uno de los pueblos cananeos, con una fortísima tradición pagana, su dios principal era El-Altísimo [el-Elyón], ellos fundaron esta ciudad en el 3000 a.C.), ya mencionada en las cartas de Tell-el amarna (Akenatón) -en el siglo XIV a.C. Los Yabuseos no habían aceptado ser absorbidos por los Israelitas, estaban allí enclavados a medio camino entre las tribus del norte y las del sur, dificultando las comunicaciones. Vino David con su ejército, la conquistó y como no había allí una representación de ancianos, David podía aplicar su hegemonía sin cortapisas. Y, además como allí había una extensa tradición monárquica, David encontró materia prima de cortesanos y oficiales administrativos para el reino unificado de Israel (recurso humano valiosísimo para estabilizar su reino y superar los déficits que habían corroído a Saúl).

 

Para los Jebuseos Jerusalén era Jebús, el Monte Sion, que así se llamaba aquella colina; que de ahora en adelante será la “Ciudad de David” (2S5, 6-12).

 

Sal 89(88), 20. 21-22. 25-26

Este es un Salmo real. Visualiza el enojo que Dios tiene contra el pueblo que le ha sido infiel; pero el Salmista apela a la promesa que Dios le hizo a David y quiere mediante esta recordación apaciguarlo.

 

Dios no puede derogar lo que alguna vez prometió: toda la esperanza está radicada en su Fidelidad. Su fidelidad es la de la promesa de hacerle a David una casa, valga decir, constituirlo en base de un linaje ininterrumpido que tendrá reinado perpetuo. El Salmo alude a esta entronización. El salmo encuentra su pilar maestro en la Alianza que Dios quiso tener como matrimonio con el pueblo que agradó a sus Ojos y enamoró su corazón.

 

Hace apelación a Aquel Amor, y le pregunta ¿Dónde está? Remite a ese “primer amor”. Aquel del que Él mismo dijo: “Cimentado está por siempre mi Amor”. Proclamando que duraría este romance más que la duración del Cielo (hipérbole).

 

A David se refiere como a un héroe, a un “soldado”. Luego viene a aseverar que a David lo Ungió con Óleo Sagrado, como promesa de poner Toda la Fuerza del Brazo Divino en torno a David, su Protegido”.

 

David -según esta Promesa- será escoltado por siempre haciendo que el Poder de David se acreciente. Y hace alusión luego al mapa geográfico de Jerusalén, mencionando las dos fronteras protectoras de la Ciudad Tres Veces Santa: a la izquierda, dice, el mar; y a la derecha, el Gran Rio.

 

El verso responsorial ratifica que la Compañía a David será por siempre la Fidelidad y la Misericordia Divinas.

 

Mc 3, 22-30

Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar.

Mt 18, 6


 

Nos quedamos en que algunos parientes de Jesús resultaron ser psiquiatras y emitieron su diagnóstico: “Está fuera de sí”. Es una situación curiosa, Él está en su “Casa”, con la parentela que se ha hecho: Pedro, su suegra, Santiago y Juan, los que están adentro; y, los de su otra familia, los consanguíneos, los del otro Santiago, (no el de Alfeo), que llegará a asumir una posición relevante en la dirección de la naciente Iglesia, son los que “están afuera”. ¡Este es el antecedente inmediato! Esta dualidad es de la mayor importancia reconocerla.

 

Luego, en la perícopa de hoy, tenemos dos polos:

a)  Jesús estaría endemoniado, según la afirmación de los escribas y los fariseos. Estos otros siquiatras son consultados. (vv. 22-27, seis versículos).

b)    El pecado que no será perdonado. (vv. 28-30, tres versículos). Uno pensaría que se da aquí un reconocimiento del accionar del Espíritu Santo, lo que ha llevado a pensar que estas afirmaciones se originaron después de Pentecostés, por los discípulos que las vincularon al evangelio marqueano.

Pero eso no es lo decisivo. Lo que reviste mucha importancia es la lógica de unos escribas y fariseos que habrían sido delegados para ir a ver qué era lo que estaba pasando. A estos Jesús no les da una respuesta directa, sino una elaboración parabólica.

 

Los sirios tenían una divinidad llamada Baal Zebul (el señor de la casa, o el señor del templo), aquí se denigra de esta deidad llamándola Beel Zebub, “el señor de las moscas”, y se le ubica entre los demonios, como su príncipe. Los escribas y fariseos, desde su lógica, y sólo por desvirtuar el accionar de Jesús, asocian las benevolencias de Dios con lo que obran y querrían hacer los demonios. ¡Absurdo de toda absurdez!

 

Aparece nuevamente el concepto de blasfemia, desde la perspectiva que lo ha usado el cristianismo: la negativa a reconocer la Divinidad Mesiánica de Jesús.

 

El juego lógico de la perícopa consiste en que los que están afuera (los escribas y fariseos, no logran entrar en la lógica del Poder divino y no pueden penetrar en ella, no entienden ni pio), y se quedan afuera.

 

Pero los que traen a Beel Zebú a colación, que quieren presentarlo como “hombre fuerte”, cometen la torpeza de pretender que este obra a favor de la Divinidad, es un demonio que hace lo contrario de lo que le correspondería hacer. ¡Un demonio no hace el bien!

 

A ellos no les importa lo desatinado del planteamiento, lo único que esperan es poder desprestigiar a Jesús, porque piensan que la lógica de los “pobres” discípulos, no les alcanzará para desenmascarar la contradicción de su argumento. El arrogante siempre tilda de tosco a su rival porque lo cree ignorante y él piensa que entre ignorantes se mueve más ágil que un pez en el agua. En sus prepotentes sueños, ignora que su agilidad en el agua es igual a la de una piedra. Los pobres son ricos en su capacidad de entender. Tristemente, por su pureza, son también fácilmente engañables por los prestidigitadores y fácilmente seducidos para parecerse a ellos. Los hace vulnerables la “envidia” que los induce a quererse parecer a los demonios para detentar sus poderes de mercachifles. En eso consiste la blasfemia, en engañar a los “puros”, en manipular su inocencia y con gruesas capas de pintura disfrazar su muy socarrona mentira. Con su engaño bloquean a los “justos” para que no puedan ver en Jesús, la Mano de Dios en Acción, y no puedan distinguir en Él, al Cordero de Dios.

 

¡Ay que dolor que todo poder sea tentador! La fe tiene que conducirnos a sintetizar la vacuna verdadera.

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