martes, 30 de enero de 2024

Martes de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

 


2S 18, 9-10. 14b. 24-25a. 31-19,3

¡Hijo mío, Absalón, hijo mío!

“En David se entremezclan el bastón y la honda, el arpa y la lanza, el cetro y las sandalias, el canto y el llanto, el triunfo y el desprecio, todo ello aceptado y asumido ante Dios”

José Luis Caravias sj.

 

¿Cómo se manifestó la violencia y la muerte como consecuencias de las faltas de David, recayendo sobre su propio linaje? David se vio abocado a la rebeldía de las tribus, la más importante encontró su expresión en Absalón que se hizo a la corona en Hebrón, la antigua capital, y quien alcanzó a reinar, por un momento, en Jerusalén.

 

Cuando iban a enfrentarlo se cuenta que David pretendía ir con ellos, pero sus capitanes le dijeron que sería gravísimo que él llegara a caer en el fragor del combate y el daño sería irreparable, peor que si caían sus capitanes. Los dejó ir y se quedó, pero antes de partir les recomendó que velaran por la vida del rebelde Absalón.

 

Ya sabemos que Absalón -quien iba cabalgando un mulo- se le enredó el cabello y en esta trabazón de cabello y ramaje encontró Absalón, agazapada, la asesina muerte.

 

Según la usanza de aquellos pueblos iba Absalón cabalgando a lomo de Mulo, como su cabellera era larga, al pasar por debajo de una encina, se quedó enredado, como lo dice explícitamente la Lectura, el mulo siguió de largo y Absalón -un muchacho guapísimo y de una cabellera especialmente abundante, según nos los informa la Biblia- quedó allí, colgado, expuesto y vulnerable. Se lo notificaron a Joab, y Joab, que era uno de los capitanes de David (el primero en entrar a Jebús -Jerusalén- cuando la iban a tomar, y el que se encargó de poner a Urías en el frente de combate para que muriera); pasándose por la faja la recomendación de David - lo traspasó con tres jabalinas- luego le enterraron lapidándolo. ¡Matado y rematado! Esto inaugura, en Israel, una tradición -usual en otros pueblos- del cainismo con el propósito de adueñarse, conservar o perpetuarse en el Trono. Leyendo de corrido la biografía de Joab, chorrea sangre, que entrapa las manos del lector bíblico. Estos “capitanes” son frecuentes en la historia y volotean, como moscas, alrededor del poderoso, son excrecencias del “poder”. Tristemente se adhiere el pecado al poder por estas ramas que atrapan por el cabello a sus víctimas.

 

¡Un cusita y Ahimaas (el hijo del Sacerdote Zadoc), salieron en volandas -como el atleta de Maratón- a llevar el mensaje a David!  Esperaban que David se alegrara, pero todo el tiempo aguarda por buenas noticias y cuando sabe la realidad del final de su hijo, despedazado por la luctuosa reseña se echa a llorar. Decía que preferiría haber muerto él, que no su hijo.

 

En el capítulo 20, (que no está en nuestro programa de estudios), hay otra rebelión importante: se trata de Seba, de la línea benjaminita, su slogan rezaba así: “No tenemos nada que ver con David, ni repartimos herencia con el hijo de Jesé. ¡Cada uno a sus tiendas Israel! Lo que reaparecerá con vigor en el Capítulo 10 del Segundo Libro de las Crónicas. Cuando Roboam llegue al Trono.

 

Sal 86(85), 1b-2. 3-4. 5-6

Este es un Salmo de súplica. Salmo del que se sabe pecador y busca el amparo del Misericordioso.

 

Pero también, como opinan muchos, es también un himno que alaba al Señor y clama por la Fidelidad de Dios.

 

El que alaba es un Fiel, pero es también un desamparado, un marginal, un pobre infeliz. Quien es víctima de otros que se ocupan de oprimirlo. La solicitud que le eleva al Cielo es que lo saque de esa opresión, que lo libere. Si llega esta liberación el corazón del fiel se alegrará. Por eso él ora. ¿Qué se entiende en este caso por “oración”: ¡Elevar el Alma!

 

La fidelidad del orante se manifiesta en reconocer a Dios en su Bondad, en su Clemencia, en su Escucha, en la atención que prodiga al suplicante. Al oferente de la oración: el que ofrece la plegaria orante.

 

En el versículo responsorial hay un antropomorfismo: se compara a Dios con un ser humano, que tiene que dirigir sus orejas hacia el foco originario de la voz que le habla, para alcanzar a oír lo qué le dice.

 

Mc 5, 21-43



Jesús abandona la región “pagana” de la Decápolis y regresa a territorio judío, quedándose en la zona aledaña al lago.

 

Esta perícopa está narrada como un sándwich -que técnicamente llamamos en literatura una “inclusión”- el pan, luego la lonja de carne y queso, para cerrar con la otra taja de pan:

 

1º Llega Jairo, cabeza de la comunidad sinagogal, a rogarle que vaya a imponerle las manos para que alcance la salud. Así que Jesús se fue con Jairo, curiosamente este es un nombre de origen griego (significa “alegría”, “gozo”, “al que Dios ilumina”) este cargo de “jefatura sinagogal” no implicaba poder, era una especie de acolito mayor, con funciones de “maestro de ceremonia” con ninguna responsabilidad administrativa.

 

2º Hace su aparición la “hemorroisa” que llevaba, ya, doce años con ese problema sin que los médicos le “dieran con el chiste” y había gastado en esos tratamientos toda su “fortuna”, consiguiendo, tan solo, empeorar.  

 

Se le acercó por detrás, para que nadie se diera cuenta y lo tocó -recordemos que aquello implicaba quedar “impuro”. Y ella logró instantáneamente el prodigio.

 

Lo curioso es que el poder sanador que emana Jesús no sale sin que Él lo note. Y pregunta quien obtuvo “a la chita callando” un milagro. Jesús deshace todas aquellas patrañas de “impureza” la tranquiliza y le muestra la gratuidad del favor recibido: Ella no le ha robado nada, Él solo quería mostrar que no se apegaba a todas eso mitos de “impureza”, establecidos sólo para mantener apresado el poder y favor de Dios que no rechaza a quienes lo necesitan, sino que se les hace el Encontradizo, y llega allí donde Lo están buscando, donde claman por Él.

 

3º.   Ya es demasiado tarde, la hija de Jairo ha muerto, se demoraron mucho en llegar. Jesús le dice a Jairo que derrote el temor -ese temor que es dolor cuando la muerte grita su campeonato- y lo derrote con un poder dado por Dios al ser humano: le Fe.

 

Para Jesús, la muerte no es sino un sueño, un dormir que puede ser despertado con el despertador adecuado: El poder de Dios.

 

Una de las frecuentes reacciones del incrédulo es la burla. En estos últimos días encontrábamos que muchos querían neutralizarlo, impedir que actuara con su Ilimitado Poder, tratándolo de loco. Al loco y al que nos hace reír -el payaso- se le ignora, se le desautoriza, se le arrincona con el desprecio de la risa.

 

Sólo a sus discípulos más cercanos, los más formados, los más fiables que pueden testimoniar este “milagro”, Una Resurrección, toma por compañía a Pedro, Santiago y Juan a quienes se sumaron los más directos interesados: su papá y su mamá, ellos cinco vieron y oyeron que le dijo en arameo: “Talitha qumi”. Y, de inmediato, despertó y se levantó. Era una jovencita de sólo 12 años.

 

Sólo hay que hacer dos cosas más, a saber:

a)    Guardar el secreto Mesiánico

b)    Darle de comer a la niña, porque no era un fantasma, ni una aparición, era un ser vivo que necesita comer. La inapetencia es signo de que la muerte va ganando, y lo contrario, también es cierto, si comía era porque no sólo estaba un poco viva, sino que, en realidad estaba ¡recontra-viva!

 

Marcos nos muestra que este relato en forma de inclusión tiene por columna vertebral la fe. Nos está enseñando que el poder humano que hace eficaz el poder Divino es la Fe. Lo primero que se roba la muerte es la Fe.

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