jueves, 18 de enero de 2024

Jueves de la Segunda Semana del Tiempo Ordinario

 


1S 18, 6-9; 19, 1-7

Hasta qué punto los aplausos que otros reciben, y la poca aprobación que experimentamos para nosotros mismos pueden llegar a alterarnos y empujarnos a conductas que nosotros mismos no imaginábamos. La gente puede llegar a entusiasmarse con nuestros logros, y eso es muy bueno, inclusive es una muestra de gratitud, ese reconocimiento es un “merecido premio” y un estímulo para persistir en la misma dirección. Pero, otros pueden caer en la envidia, y deprimirse hasta el límite de llegar a conductas -inclusive- criminales. Saúl decidió asesinar a David para castigarlo por “su valentía”. ¿Cuál fue el detonante? ¡Los canticos de las mujeres y sus bailes!

 

Pero la gota que derramó la copa fue “una copla”. El eslogan que cantaban las chicas comparando las valentías de Saúl y David, ponían a este diez veces por encima del rey. Al sopesar la situación, David había quedado en una posición muy privilegiada: Sólo le faltaba ser declarado rey.

 

¿Por qué nos cuesta tanto refrenar la envidia y los celos? Podemos apuntalar una respuesta con dos sólidas columnas

1)  Nosotros que bien nos conocemos a nosotros mismos, sabemos que estamos hechos de “mediocridades” y no nos aceptamos a nosotros mismo, más bien nos repudiamos: si hay algo que nos cueste es la auto-aceptación.

2)   Somos seres inseguros. Probablemente en el trasfondo de nuestra inseguridad está el pecado. Saber que -aun cuando hemos sido prevenidos del mal que nos causa-, no somos capaces de evitarlo y sucumbimos ante la tentación. Desde Adán (desde el ser-de-humanos) fallamos, caemos, y nos defraudamos. La inseguridad tiene un slogan: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago el bien que desearía, sino más bien el mal que detesto” (Rm 7, 15)

 

De los celos y la envidia tenemos que ser conscientes. Un paso adelante es evitar medirnos por lo que piensan los demás. El segundo paso está en reconocer nuestras debilidades y fragilidades, nadie es invencible y la vida no es una carrera de velocidad. Si alguien logra hacer las cosas mejor que nosotros mismos, si alguien tiene más, o llega más lejos, eso no es el todo de nuestra propia existencia. Y, el tercer paso consiste en valorar y reconocer nuestras fortalezas, sabiendo que siempre habrá quien nos supere, pero que absolutamente nadie podrá hacer lo que Dios nos creó para que lo cumpliéramos.


 

El quid de la existencia no está en ser mejores que alguien sino en saber glorificar al Señor, según Él lo merece.

 

Hay un postulado que no podemos olvidad: están los “roba-méritos”. Frente a ellos tenemos que preguntarnos con total seriedad: ¿importa quién se lleva los méritos? ¡Parece que no! ¡Lo que cuenta es que todo lo que hagamos sea hecho con la calidad de perfección que Dios nos propone como ideal! ¡La Gloria sea dada a Dios!

 

Jonatán estaba llamado a sufrir de celos y a desarrollar una envidia ilimitada, pero a pesar de eso, nunca se interesó por rivalizar con aquel a quien lo ataban los delicados lazos de la más tierna amistad. La profunda amistad que había entre David y Jonatán, el hijo de Saúl, logró obtener del rey la promesa de no llevar a cabo su propósito original. Así juró Saúl: “Por vida del señor, no morirá”. Sin embargo, Saúl había acopiado fama de faltar a su palabra: Luego, Saúl le ofreció a David darle por esposa a su hija menor -Mikal- (ya antes le había ofrecido a la mayor, Merab, pero esta le fue dada a Adriel), con la condición de matar 100 filisteos. En verdad, él esperaba que David muriera en cumplimiento de esta tarea, pero él la cumplió y regresó triunfante.

 

Una amistad bien llevada es una forma de glorificar el Señor. En el Nuevo testamento Jesús nos enseña el valor de la amistad y para señalar hasta qué punto alcanza Su Amistad, nos llama “Amigos” y no nos llama “Sirvientes”.

 


 

Sal 56(55), 2-3. 9-10ab.

Sí uno se apoya en Dios, no hay nada que temer, Él siempre tiene una vía y Su Manera de protegernos, de guiarnos, de guardarnos. El salmo quiere guiarnos en la confianza, que aprendamos a poner nuestras vidas en las Manos del Señor. Este es un salmo Oracular. Parecen salmos de súplica, pero al salmo no se centra en lo que se pide sino en la gratitud por la bondad de Dios que nos elige y nos propone una misión. Hay una honda consciencia misional en esta clase de salmo y un sentido de gratitud, por parte del salmista, que eleva ante el Señor su acción de gracias.

 

El salmista entiende que Dios no quiere esconderse, que se expresa en su Creación y Crea todos los días y a cada instante. No permite que las trampas que tiende el enemigo me atrapen. Él deshace todos los embelecos que siembra el enemigo en mi andar.  Él guarda cada paso, aun cuando ellos, los enemigos,  se empecinan en hostigar y atacar a toda hora.

 

Una enseñanza que el salmista da es que podemos agradecer con antelación -si confiamos- porque el Señor no desoirá nuestros ruegos. Agradecer por anticipado es signo de sincera confianza, lo que no desmiente las acciones de gratitud a las que nos comprometamos para seguir siendo agradecido una vez conocidos Sus favores.

10c-11. 12-13

 

 

Mc 3, 7-12

No nos libera solos, sino con la ayuda de los otros y todos juntos.

Beck, Brambillesca, Benedetti etal.

 


Después de concluir la sección de las “Controversias”, y para iniciar la nueva sección, San Marcos abre con un sumario. Como se nota, el sumario ocupa 6 versículos. Con esta nueva sección, Jesús culmina su Ministerio en Galilea.

 

Jesús se retiró. Su retiro es un Éxodo, va a vivir en “el desierto”, y la muchedumbre lo sigue”, esta gente llega de todas partes, de todas las regiones de Judá y también de territorios paganos. Todos los que oían de sus obras, iban en su búsqueda. todos lo quieren “tocar”. A los discípulos los llama para que preparen “una barca”, la Iglesia.

 

Los poseídos por “espíritus inmundos” lo reconocen “Hijo de Dios”. Reaparece la cuestión del secreto Mesiánico. Les prohíbe que lo “den a conocer”, “que revelen su identidad de Mesías”. El verbo para esta prohibición de revelarlo es φανερός [faneros] el verbo que da origen a la palabra en español “epifanía”. No les permite que revelen su Mesianismo, porque eso sólo incrementaba la persecución por parte de los que ayer vimos, que habían complotado para matarlo: fariseos y herodianos.

 

La palabra mesías es una palabra de muy espesa densidad. Muchas veces se nos llenan los labios al pronunciarla como si fuera una dulce cucharada de miel de maple, o de dulce de leche; a veces la decimos -como muchos en la Escritura-, designando a un guerrero-libertador-del-imperio-romano. En otros casos la decimos como nombre para aquel que avanza triunfal camino al Trono, (y vamos ante el Trono a pedir, y no a ofrecernos), descuidando que este Trono es una Cruz.

 

Estamos listos para hablar del Mesías con tal que el Único Crucificado sea Él. Y nosotros estuviéramos llamados a rodear la cruz de aplausos.

 

Nosotros estamos invitados a entrar en la barca, a aportar en su “desarrollo” , de empeñarnos en su “construcción”.

 

Dijimos que Jesús se “retira”, para concentrarse en su trabajo con nosotros, para “manifestarse” a nosotros. Se retira para sembrar las semillas de la que será su Comunidad. Hay una analogía con Moisés, trabaja arduamente y sin descanso, para que seamos capaces de atravesar el desierto en fraternidad, para abonarnos con el fertilizante de la sinodalidad.

 

No ignora que cuando nos alcance su mandamiento, estaremos danzando idolatras en torno al becerro de oro. No se le ha olvidado de cómo actuamos en Masá y en Meribá. Está haciéndose un pueblo para Su Padre, a partir -no de magnates y aristócratas, tampoco de serafines y querubines- hace su pueblo de Adanes, que son de barro, pero portadores del hálito de Dios. Hace un pueblo de “pequeños”, con los que “tienen la mínima importancia”. Llamados a retirarnos con Él, a las periferias existenciales.

 

El pasaje de hoy nos muestra que no hay que buscarlo entre los vencedores. Lo encontraremos en la periferia porque Él ha decidido “retirarse” para venir a hacerse un pueblo en el Desierto: que no nos maten los celos y la envidia; en el Desierto aprenderemos a caminar juntos. 

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