miércoles, 24 de enero de 2024

Miércoles de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


2S 7, 4-17

Alguna vez comentamos que para los judíos estos Libros, después de la Torah (La Ley), son Libros Proféticos: En el Primer Libro de Samuel los profetas son el propio Samuel y un profeta sin nombre, que es nombrado así, sencillamente “profeta”, y también el profeta Gad que aparece en 1S 22, 5 y que volveremos a encontrar en 2S 24, 11-25, este es el profeta que asesora a David mientras permanece errante. En este Segundo Libro aparece Natán - es hoy el encargado de encaminar a David y mostrarle lo que Dios le ordena- y tiene tres apariciones de profunda resonancia en la vida de David, que podríamos señalar como tres puntos de inflexión en su biografía, a saber:

1.    La de hoy, David será el eje fundamental del linaje mesiánico

2.    La denuncia del asesinato de Urías 2S 12, 1-25

3.    La sucesión de David, dando respaldo a Salomón y rechazando a su contendiente Adonías. Esto se relatará en el Primer Libro de Reyes.

En el Segundo Libro de las Crónicas veremos a este profeta estipulando pautas litúrgicas.

 

En el primer momento, cuando David expresa su intención de construirle un Templo al Señor, Natán no le ve ningún inconveniente a la propuesta, sin embargo, luego YHWH le dice a Natán que eso no es lo que le interesa, ni lo que le ilusiona, ni tampoco, lo que Él tiene pensado para David.

 

Dios acepta su “estado peregrinante” y se encuentra bien morando en una “tienda de campaña”, junto con su Pueblo, como Él lo había dispuesto y se lo había ordenado a Moisés; era Él el que les daba la señal para acampar, y también marcaba la hora de recoger y continuar la marcha. Él era el Adalid que lideraba la marcha.

 

El Señor -continuado la línea histórica de su pueblo elegido, pasa a rememorar la fase después de la conquista y pregunta si Él le pidió a alguno de sus Jueces que le construyera un Templo, casi como si le dijera a David: ¿De dónde has sacado esta idea?

 

Luego -como para complementar su gusto por la itinerancia- le señala que lo eligió a él como Rey porque él también andaba errante por los pastizales tras su rebaño; también aquí podemos intentar una paráfrasis y decir que Dios lo eligió porque había adelantado sus estudios para la “realeza” en la universidad del “pastoreo”, de pastizal en pastizal.

 

También le indica que la condición sedentaria no garantiza mayor seguridad, y le recuerda que en su trashumancia Él lo ha protegido, lo ha defendido y lo ha librado de sus enemigos aprestigiándolo por doquier.

 

La perícopa tiene un núcleo, mirémoslo atentamente: “Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados” (2S 7, 10). Aquí descubrimos un Dios con corazón mesiánico, donde ya anida el propósito de disponer del Caudillo que vela, que cuida, que no tiene flojera de desacomodarse, que no busca un sillón con muy muelles cojines, que ejerce su “pastoreo”, que se incomoda permanentemente para brindar su protección. Ve a su pueblo fatigado de tanto trasegar y les busca un sitio de reposo. Lo que quiere es que estemos cómodos, Él no se cansa ni se fatiga, como lo dice en el Salmo 121(120): «No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel». Dios se visualiza y se epifaniza como שָׁמַר [Shamar] “Guardián”; y no es un guardián que anda buscando días de asueto y acampar por largas temporadas, en un palacete. ¡Es un Dios que pastorea perseverante y siempre nos defiende!


 

Pero YHWH no es un desagradecido. Aunque el propósito de David no viene de una petición que Él le haya formulado, le agradece la intención y le ofrece recompensársela con demasía, porque Dios, como solemos decir “no se deja ganar en generosidad”: “Yo suscitaré descendencia tuya después de ti, Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. …yo consolidaré el trono de su realeza para siempre”.

 

Dios nunca soslaya que en nuestra debilidad fallamos, y le promete que los errores que pudieran cometer los de su linaje, serán sancionados, pero que el Señor aminorará la rudeza del castigo y lo abreviará, sin retirarle la Benevolencia a la que su Promesa lo ataba.

 

Sal 89(88), 4-5. 27-28. 29-30

Este es un Salmo Real. Tiene 52 versículos. Para la perícopa de hoy, de esos 52 tomaremos 6 versos con los que organizar tres estrofas.

 

En la primera estrofa se declara que lo que ha suscrito con Su Elegido es una Alianza, la Alianza de fundar con él un linaje a perpetuidad.

 

Las invocaciones que hará serán llamándolo Padre, Roca de Salvación, él será su primogénito.

 

En la tercera estrofa menciona cuatro puntales de la Promesa-Alianza:

      i.        Mantenerle eternamente su favorabilidad

     ii.        La estabilidad de esa Alianza

    iii.        La continuidad de su linaje

   iv.        Su trono dura eternamente porque es un Reinado Celestial.

 

El versículo responsorial (verso 28) señala enfatizando esta última idea de la Primera Lectura: “Le mantendré eternamente mi favor”.

 

Mc 4, 1-20

Jesús se puso a enseñar. ¿Qué hace cuando se pone a enseñar? ¿Prepara su escritorio, conecta su video-bean verifica que el equipo amplifique su voz y el micrófono funcione de manera adecuada? ¡No!


 

Ya hemos visto en la Primera lectura que Dios no es el dios de lo fácil, el que evita fatigas, el perezoso, el que ama la vida regalona y confortable, el dios del club y los cocktails; por el contrario, es un Dios que se desvive en su Ternura y su Providencia, un Dios que se esmera y que escucha atento las quejas que le dirigimos. Entonces, volvamos a la pregunta (que para nosotros es del mayor interés): ¿Qué hace Jesús cuando se pone a enseñar?

 

¡Sale! Y ¿cuál es la actitud que tiene en esa salida? La respuesta nos viene vestida de “parábola” “Salió el Sembrador a sembrar”. Se trata de un operario agrario en una dura tarea, dura y fundamental, ¡la siembra!

 

En la parábola (sub-género de la narrativa que tiene, nos parece, tres características: son relatos esquemáticos y breves; se refiere a la cotidianidad, a situaciones de la vida común, hechos ordinarios; la fórmula de inicio es alguna muy característica del subgénero, hoy la que usa, en nominativo, reza así: “Jesús se puso a enseñar…”; y. ultima característica que hemos observado es que con mucha frecuencia concluyen con una fórmula “implicativa”, como si preguntara ¿hasta qué punto, nosotros hoy en día, lo estamos haciendo, lo cumplimos? Nos llama a tomar cartas en el asunto, a posicionarnos).

 

Hay un detalle tan peculiar que vale la pena detenerse en él: Jesús ¿tiene una estrategia de sembrado? ¿Discrimina los terrenos para le siembra y prioriza los que prometen una mayor fertilidad? Todo lo contrario, parece que dispone de exceso de semilla, porque siembra aventando, hasta en los recovecos donde la promesa de fructificar es escaza, mínima, improbable.


 

Hasta aquí, (verso 9) va la parábola. Para algunos, al ser expresada como parábola, se hace más fácil de entender, mientras para otros, se vuelve materialmente imposible, una muralla inaccesible. Las parábolas -a unos les hace más fácil captar-, y a otros les cierra la puerta en le nariz. Para un campesino que se le diga que ha llegado la hora de sembrar, sabe perfectamente los pasos a dar, y el procedimiento específico de cada paso. Si se le dice a un joven universitario -por ejemplo- de raigambre citadina (excepto si estudia algo afín al agro), la idea que tendrá será la del cine y la televisión y no sabrá distinguir a qué profundidad se siembra, cuantos granos en cada hoyo, si se siembran granos o pepas, o si se siembran plántulas, o un vaso de jugo de esa planta…

 

Los primeros versos se refieren al Maestro-Sembrador y su tarea en la fase de sembrado. Pero, a partir del verso 10, ya no estaremos sumidos en una parábola sino en una alegoría, donde cada aspecto tiene un significado propio y cada clase de terreno explica cómo respondemos nosotros en tanto que discípulos/clase-de-suelo, dependiendo de nuestra fertilidad que se refiere a la apertura de nuestro corazón para aceptar el Mensaje-Semilla. Se pasó del foco del Sembrador, al foco de la clase de suelo, cada clase de suelo retrata una clase distinta de escucha, de acogida del Anuncio.

 

Lo cual nos lleva a una compresión nodal pero que pocas veces se detalla: cristiano no es el discípulo que recibe la semilla, sino el que frutece generosamente “el treinta por uno, el sesenta o el ciento”.

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