2Cor 4, 7-15
… los falsos agentes
reproducían el poder establecido, pues el dios de este mundo era su cabeza, de
modo que no veían brillar la luz del Evangelio ni la Gloria de Cristo (Cf. 4,4).
José Bortolini
Esta
perícopa sería un extracto de la tercera carta donde San Pablo se defiende
infructuosamente de los ataques y acusaciones. Seguramente esta parte se puso
junto con otros textos, aquí, dentro de la carta, porque plantea el asunto del
servicio apostólico, definiéndonos como impulsadores de una Nueva Alianza. Los
renglones anteriores a la perícopa de hoy, denuncian el proceder de los que
“proceden a escondidas como si sintieran vergüenza ((4, 2): «El Evangelio ya no
es fuerza que libera para la vida, sino un simple pretexto para que los agentes
de pastoral mantengan sus privilegios y continúen dominando al pueblo. Acaban
predicándose a sí mismos, y no a Cristo el Señor. Se convierten en dueños de la
comunidad. En segundo lugar, impedían a la comunidad misma mantener una actitud
crítica: todo lo que hacían era lo correcto, lo justo y lo definitivo. Dios
mostraría su Voluntad a través de la voluntad de ellos». (José Bortolini)
Podríamos
decir que la fe no es algún tejido no identificado de algún órgano, que no encontramos,
ni nos importa dónde está, y lo mismo nos da que esté o no, que lo tengamos o
carezcamos de él. Al contrario, la fe es algo que no puede pasársenos
desapercibido, quien la tiene asume las responsabilidades que ella implica. El
que cree confiesa su fe y no se silencia. Sin duda alguna, cuando San Pablo
habla del “dios de este mundo”, está aludiendo a Satanás; no al Soberano de
Cielo y tierra.
Con
enorme frecuencia la fe causa prurito en otros, y la línea marcada por lo
“políticamente correcto” es la de acallar
y silenciar aquello que algunos quieren ocultar. Un lenguaje políticamente
correcto es un verdadero logro cuando evita humillar, marginar, excluir,
insultar u ofender; allí, es verdaderamente un deber y una responsabilidad
aprender a vivir y respetar las diferencias; pero no lo es, cuando lo que se
pretende es el contrabando de ideologías que dañan a las personas. Muchos
pretenden hacer pasar a lo recóndito de las alacenas los mensajes de la fe,
sólo porque hay quienes quieren meter soterradamente sus doctrinas, en
particular, las que contaminan la sana convivencia y quieren eliminar a sangre
y fuego la diferencia. «Pablo muestra, en pocas palabras, el camino del agente
de pastoral. Si Jesús es el Señor de la Comunidad, el único modo autentico de
ser y actuar es el servicio: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo
Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (4,5)». (José
Bortolini)
Lo que estamos estudiando nos señala hacia la
confianza que debe sostenernos en medio de todas tribulaciones y sufrimientos:
«Pablo vive en continua situación de muerte. Con todo… Afirma que no se
desanima, que ningún obstáculo es insuperable, que no se siente abandonado en
la persecución, ni aniquilado cundo lo derrumban y le ponen un cuchillo en la
garganta. ¿Por qué? En primer lugar, se da cuenta de que las situaciones de
muerte lo desgastan por fuera, pero no por dentro. A partir del sufrimiento,
sus convicciones se fortalecen y consolidan cada vez más». (José Bortolini)
Así como hay quienes guardan sus dineros en
cajas fuertes, muchas amas de casa ponían sus ahorros en recipientes -de
hojalata- para galletas. En aquella época -cuando esta carta fue escrita- se
usaba guardar los ahorros y los “tesoros” en ollas de barro cocido, aunque
frágiles y quebradizas; por eso Pablo dice que nuestra riqueza tiene por continente
una vasija de barro, que es nuestro cuerpo. Evidentemente se trata de un
símil, que alude a que nosotros somos seres débiles y con gran imperfección y
vulnerabilidad; y eso lo que prueba es que la fe cristiana no viene de nuestro
barro cocido sino de las Manos y Labios Celestiales, de Boca de Dios que las ha
guardado en nosotros, débiles estuches en los que Dios ha querido confiar y
constituirnos en sus depositarios.
Declarar la fe y vivir coherentemente con ella,
evitando -por todos los medios- que hagamos de nuestra misión evangelizadora
una vitrina para nuestras “pretendidas glorias”, y nuestras pobres vanidades. La
única gloria que poseemos es que Dios haya aceptado nuestra flaqueza para
hacernos portavoces de su Palabra.
Sal 116
(115), 10-11. 15-16. 17-18
Me he entregado a Ti,
en cuerpo y alma, para la gloria de Tu Nombre y el servicio de los demás.
Carlos G. Vallés s.j.
Este
Salmo es el cuarto Salmo del הלל [Hallel] “Alabanza
-conformado por los salmos 112-117; los dos primeros se cantan antes de la Cena
y los cuatro restantes al final-, que se recitan en la Cena Pascual. Jesús
quiso instituir la Eucaristía en el marco de una Cena pascual. Eso, entre otras
cosas, es esencial, porque en la Eucaristía se encuentran insertos los
elementos de la Cena Pascual, entre otros:
a) La Mesa
b) Los Masoth (pan de
los pobres), sin levadura
c) Las copas de vino
d) El Haggada (relato
de la Liberación) que para nosotros sería el Misal + el Leccionario
La
conexión con la Primera Lectura es muy evidente, al denunciar a los falsos
agentes que en el Salmo son calificado de “mentirosos”.
En la segunda estrofa lamenta las tristezas y sufrimientos de los devotos y piadosos, fieles al Señor, que padecen el martirio.
En
la tercera estrofa el tema es el “Sacrificio de Alabanza”, el Cordero de la
cena pascual y para nosotros el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Dice el salmista que él no es de los que ocultan su fe, sino de los que la
practican abiertamente, ante los ojos de todo el mundo, a pesar de las
persecuciones de las que pueda ser víctima.
El
verso responsorial insiste en ofrecer una Acción de Gracias, una Eucaristía,
diríamos en griego.: El salmista la denomina זֶ֣בַח
תֹּודָ֑ה
[zebah Todah] “Sacrificio de Alabanza”, “Gratitud por las Bendiciones
recibidas”, “Feliz culpa que nos mereció tal Redentor”, decimos nosotros en el
Pregón Pascual.
«…
que mi consagración inicial vaya adquiriendo nuevo sentido sin olvidar nunca el
antiguo». (Carlos G. Vallés s.j.)
Mt 5, 27-32
Estas palabras fueron «dichas en una cultura en la cual la mujer era de
“segunda clase” —por decirlo con un eufemismo— ni siquiera de segunda, era
esclava, no gozaba ni siquiera de la plena libertad». Las de Jesús «son
palabras fuertes, palabras que cambian la historia».
Papa Francisco
Otra vez está Jesús descubriéndonos en el
Sermón del Monte, cómo la Ley debe ser llevada a su perfección y no
arrinconarla en minimalismos, cómodos.
Nos habla del adulterio: Para lo cual no
hay que llegar a lo facticidad, ya en el corazón y con la mente se puede
adulterar, si los ojos se permiten el libertinaje de llenarse de lujuria y se
permiten mirar con ojos libidinosos.
Pues bien, antes que dejarse llevar por
la inercia de la tentación es preferible detonar los mecanismos defensivos de
la pureza. Cuando sinceramente se quiere evadir el pecado, hay que empezar por
no juguetear alrededor suyo. Quien se entretiene y le da pábulo al dialogo con
el Maligno, más temprano que tarde, caerá, ya sabemos que el Malo es “puerco”,
lo que quiere decir que está lleno de trucos y engañifas, de los que se vale
para sembrar nuestros rumbos con piedras de tropiezo.
No se trata de proceder con cirugías
amputatorias, se trata de aplicar claras y consistentes políticas preventivas,
porque las medidas sanativas son de muy prolongada aplicación -a veces de por
vida, como sucede con el alcoholismo- y, muchas veces nos dejan marcados con
cicatrices indelebles.
El tema del adultero, al que se regresa,
hacia el final de la perícopa, nos avisa que, uno puede inducir a la mujer al
adulterio, creándole las condiciones de su infortunio, lo que nos hace tan
culpables o más que ella; y el que se junta con una adultera correrá con el
mismo hundimiento y ese tal, se franqueará una senda -sin retorno- hacia la
gehena.
Papa Francisco, celebrando en Casa Santa Marta nos dijo sobre este
Evangelio: hay «una
palabra» que «me ha tocado el corazón: cualquiera que mire a una mujer para
“desearla”» ya ha cometido adulterio con ella en el propio corazón. «Esta
palabra es muy actual», reconoció el Pontífice. Porque «en los programas
televisivos, en las revistas, en los diarios, se dejan ver las mujeres como un
objeto de deseo, de uso, como una parte del supermercado: esto se puede
comprar, esto se puede usar».
De
tal modo, las mujeres son objeto y para vender, tal vez, un tipo especial de
tomates, se usa a una mujer, allí, como objeto del deseo: humillada, sin ropa,
porque la mujer se ha convertido, también hoy, en un objeto de uso. Esa
enseñanza de Jesús, que “dignificó” a la mujer y nos hizo recordar que con el
hombre eran imagen y semejanza de Dios, con el tiempo, vuelve otra vez».
Francisco no dejó de hacer presente que hay ciudades, culturas, países donde las mujeres todavía son esclavas, no pueden hacer esto, no pueden hacer lo otro. Pero recordó que no hay que ir muy lejos: permanezcamos aquí, donde nosotros vivimos, miremos la televisión y las mujeres todavía son objeto de uso; peor, son objeto de esa filosofía de usar y tirar. Parecería que no son personas.
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