Ez 34, 11-16
Yahveh será el
inmediato pastor de Israel: vv 11-16. La monarquía desaparecerá y será reemplazada
por una teocracia donde Yahvé gobernará directamente a su pueblo.
Salvador Carrillo Alday
MSpS
Como
vemos la historia del pueblo de Israel hunde sus raíces y cimienta sus
fundamentos en culturas pastoriles. Cuándo uno rastrea en la historia de los
carismáticos de este pueblo siempre va a dar a un pastor, pero no sólo por su
oficio, sino porque su corazón lleva en sí esa impronta. Pastor era Abrahán y
lo era Lot, que luego se unió a la cultura sedentaria de Sodoma; Pastor era
Moisés, y también era pastor David, de quien insistentemente se menciona su
dedicación a los rebaños y que no teme enfrentar al oso y el león que los
amenace.
Es
notable que Dios los llamó a su servicio porque ese oficio y sus rasgos
distintivos era lo que modelaba sus corazones. ¿Cómo es el corazón de un
pastor? Es un corazón que no vacila en jugarse el todo por el todo en favor de
su majada.
Tomando
este antecedente, la perícopa de hoy nos comunica que Dios nos asume como sus
ovejas y se compromete bajo Palabra de Alianza y a jugárselas todas a favor
nuestro.
Ve con pesar y experimenta la más viva compasión al descubrir que andamos dispersos. Como haciéndonos caer en la cuenta el riesgo descomunal que significa andar cada uno por su lado. Nosotros creemos que hacemos gala de autonomía e independencia cuando nos desgajamos de nuestro rebaño propio y “cogemos camino”. A tontas y a locas nos extraviamos, no por accidente, sino aprovechando los “oscuros nubarrones”, cogemos las de Villadiego.
Sólo
cuando hemos expuesto el pellejo a la destrucción y nos hemos ofrecido como
fácil bocado de lobos, es cuando por fin nos damos cuenta que “hemos faltado contra
el Cielo y contra nuestro Padre y ya no merecemos llamarnos hijos suyos (Cfr.
Lc 15, 21).
Actuamos
de manera díscola, pese a lo que Dios no opta por el abandono como castigo a
nuestros descarríos. Por el contrario, como un Padre verdaderamente responsable,
se afana en correr en nuestro socorro:
a) Va corriendo a
rescatarnos de los diversos pueblos por donde nos hemos extraviado
b) Nos reagrupa
c) Nos lleva de
regreso a nuestro terruño, allí donde está nuestro redil
d) Nos saca a pastar
por los montes de Israel
e) Nos organiza
majadas y resguardo en los más altos montes de Israel
f) Y nos lleva a
pingues terrenos donde la abundancia esté a nuestro alcance
g) Asume personalmente
nuestro pastoreo, sin encomendarnos a terceros que puedan tergiversar el
cuidado y traducirlo en explotación.
h) En caso de tener
heridas Él se hace enfermero nuestro.
i) Y nos sana y bien
nos cuidada también -a la enferma, a la descarriada- la nutrirá con la misma
equidad.
A
todo el que tenga autoridad y se le haya encargado un pequeño
rebaño -su familia, sus vecinos, su pequeña comunidad eclesial- tanto como a
los que tienen un amplio rebaño, el alcalde, el gobernador, el superior de una
comunidad, el gerente de una empresa, por dar algunos ejemplos- todos hemos
recibido ese “pastoreo” como tarea de vida.
Sal 23(22),
1b-3ª. 3b-4. 5. 6
Dios es
el Pastor Supremo
Estamos
ante otro salmo del huésped de Yahweh. En el versículo seis leemos la
afirmación de habitar en la Casa de YHWH: “Habitaré en la casa del Señor por
siempre, por toda la vida, y nuestra vida -porque así Dios lo ha querido, es
vida perdurable. El Señor en Persona ha construido este aprisco, Él mismo está
a la puerta verificando que no se cuele ningún “enemigo” infiltrado. Él se sabe
de memoria nuestros nombres, individualmente, el de cada uno. Él, por su propia
iniciativa se ha constituido enfermero de las enfermas y de las heridas. Nos ha
“asumido” a cada uno como hijo-propio, no como el pastor por contrato, sino
porque Él ama a sus ovejitas.
Para
organizar la perícopa de hoy, se tomaron cuatro y medio versos. Con ellos se
dio forma a cuatro estrofas.
En la primera tenemos cinco afirmaciones:
i.
YHWH es el Pastor nuestro
ii.
En consecuencia, ¡nada le falta!
iii.
Lo lleva a pacer en “verdes prados”
iv.
Lo lleva a beber en fuentes tranquilas
v.
Le permite descansar y no lo obliga a jornadas extenuantes.
En
la segunda estrofa hay tres datos esenciales
i.
Si el Pastor es Dios, Dios que es Justo va y lleva a sus
seguidores por rutas “justicieras”, para ser coherente con el significado de su
Nombre Santísimo
ii.
Aunque se vea obligado a transitar por rutas de oscuridad,
va tranquilo a “ojo cerrado”, porque sabe que camina con el Señor a su lado.
iii.
El Pastor lleva un garrote y un bastón, con el bastón
contiene a las ovejas, por eso el diseño del mango es así, como un gancho
adecuado para engarzar el cuello de la oveja y no permitirle que se desvíe; y
el garrote es para enfrentar las fieras que las puedan hostigar.
El
Pastor sirve una Mesa, o sea que le organiza una comida, un verdadero banquete;
y, hasta ahí, no hay nada de raro. Pero ahí viene el detalle sorprendente, le
organiza un banquete, donde los comensales son precisamente los enemigos suyos.
Y, ya estando sentados a manteles, entonces, delante de todos ellos lo Reconoce,
con un rito esencial de nuestra liturgia: ¡Lo unge! O sea, delante de todos los
enemigos, lo instituye Sacerdote, Profeta y Rey. Es como una “Presentación en
Sociedad de su Primogénito.
Finalmente,
cuando el Señor Lo ha dado a conocer ante toda la Asamblea, la Ovejita le
corresponde enunciando los dos rasgos fundamentales de su Papá: La llama Papá
Bondadoso y Papá Misericordioso. Y declara, ante todos, que como Herencia ha
recibido de esa Bondad y Misericordia, el Galardón que durará sin fin.
¿Qué
podría faltarle? ¡Nada!
Rm 5, 5b-11
La justificación queda
en el pasado, la salvación se abre al futuro… La justificación está unida a la
muerte de Cristo. La salvación está unida a su vida-resurrección y al Espíritu
Santo que es como el “arquitecto” de esa nueva construcción.
Carlos Mesters
La
mujer de Lot volteó a mirar hacia atrás. Esto no quiere decir tanto como darse
vuelta o torcer el cuello para echar una última mirada. Quiere decir mucho más,
quiere decir -especialmente- añorar lo de antes, querer volver a lo mismo,
estar aferrado a la formula “todo pasado fue mejor”, ser un indietrista rancio
e inveterado: Lo que nos trae a la memoria las nostalgias cuando salieron de
Egipto, extrañando las cebollas y los puerros que comían allá (Nm 11, 4-6). La
nostalgia alimentaria es simbólica de la fascinación por toda una cultura, y lo
que ella encierra: en ese caso idolatría y politeísmo, practicas mágicas y un
antecedente histórico de sacrificios humanos y la práctica del esclavismo.
Añorar el esclavismo, ¡qué ironía!
La mayor parte de las veces, esta nostalgia se desprende de las condiciones en que se vivió en alguna época y que ahora se han visto -con el correr del tiempo- francamente desmejoradas, como leíamos en la Celestina, “cada uno habla de la feria según le va en ella”. Y, entonces, quisiéramos regresar a esos antiguos esplendores.
También
hay que decir que ese enfoque se produce -casi siempre – por una idealización
de cierto momento histórico- que ajustamos con una imagen idílica, aplicándole
el mejor maquillaje a mano y pintándolo con nuestras más finas acuarelas.
Podríamos
tomar como referencia la era pre-cristiana y tendríamos que reconocer que, hasta
su llegada, no se podía, seriamente vislumbrar el inicio de esta Nueva
Construcción. Todo está desbrozado a partir de la Justificación que nos ha
brindado Jesús. Observemos cómo el Espíritu Santo resulta ser el que se ingenió
toda la estructura Salvífica. Por Él empieza San Pablo la idea en le perícopa. Parecería que San Pablo está glosando la idea
señalada por Jn 16, 7: “Pero les digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque
si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes; pero si me voy, yo se lo
enviaré". Esta es la cumbre de la perícopa, el Señor no nos ha dejado
solos y abandonados, ahora está en nuestro pecho, en nuestras vidas.
Podríamos
sub-entender que había un impedimento, la falta de “justificación”. Jesús,
derramando su Sangre de Cordero-Redentor, nos la entregó, de tal manera que la
Luz que habíamos perdido se hace visible y el Señor procede a la siguiente fase,
puede Salvarnos, porque ya hemos sido justificados.
Éramos
impíos, pero eso no fue obstáculo para que Jesús se comprometiera con todo su
Ser en nuestro proyecto Redentor. En esta Carta a los Romanos se destaca -para
nuestra sorpresa-, que nadie arriesgaría su propio “pellejo” por un pecador. Y
nos señala que si fuéramos “justos” tal vez en ese caso- alguien se diera a esa
empresa, caso en el que, por lo menos se diría, era tan “bueno” que se merecía
tan gran Redención. Pero Jesús no condicionó nuestra Redención a que
alcanzáramos antes la justificación. Sabiendo que estábamos hasta el “cogote”
hundidos en nuestras propias miasmas, fue por nosotros, acudió en nuestro
auxilio. No se contuvo, sino que pagó el Rescate, ¡y a qué precio! ¡No hubo
merecimiento! ¡Fue pura gratuidad!
Luego, con su resurrección procede a la siguiente etapa: Pasamos a ser salvados ¡por su vida!, coparticipes en su Resurrección.
Si
Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos
nosotros ¿cómo no habrá de darnos también junto con su Hijo, todas las cosas? (Rm
8, 32)
Lc 15, 3-7
Σπλαγχνίζομαι [splagchnizomai]
“tener entrañas compasivas”
Lo
primero a tomar en cuenta, nos parece, es que nuestra Santa Madre Iglesia, que
no sólo es Madre, sino que es además Maestra, ha optado estas Lecturas para
hablarnos del Sagrado Corazón. El Sagrado corazón no es una vela con un corazón
ocupando el lugar del candelero. El Sagrado Corazón es el Pastor que da su Vida
por todas y cada una de sus Ovejas. La Luz para todos los que estamos a
oscuras.
La lógica del Reino es una lógica muy Lógica. Si una oveja está en el Redil, ¿qué afán hay que dedicarle? Allí, al lado del Señor, está a salvo y sobre seguro. Toda la energía hay que dedicarla a las ovejas descarriadas. A las que están por fuera del aprisco.
Es
muy importante notar a quien les da esta explicación. Se las da, precisamente,
a los que presumen de estar dentro de la majada: ¡A escribas y fariseos! Esto nos
recuerda en la parábola del Padre Misericordioso y los dos hijos, al hijo que se
había quedado y lo que le dice el Papá en Lc 15, 31: «Hijo mío, tú siempre estás
conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete
y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había
perdido y lo hemos encontrado».
Es
muy evidente que los escribas y los fariseos están envidiosos de su “hermano
perdido”; como ellos siempre habían sido juiciosos, creen tener el monopolio
absoluto de la atención Paterna. Ellos se creen con derecho de pedirle al Papá
que ni voltee a mirar a “ese hijo tuyo”, observemos la expresión, que reniega
llamarlo “hermano, hermano mío”.
Hay varios detalles a tomar en cuenta:
a) No importa que sea
una sola, y que las otras noventa y nueve ovejas estén a salvo. Es la que está
en riesgo la que amerita toda la protección salvífica.
b) Al encontrarla no
la lleva de la oreja, o a fuete, o a punta de garrotazos -como lo recomienda
cierta pedagogía de “la letra con sangre entra”-, ni lo humilla por todo el camino
con palabras de grueso calibre. Con inusitada ternura, lo alza y lo carga en
sus hombros.
c) Comparte la dicha
del rescate, invita a todos los conocidos para mostrarles a este “resucitado”
que ha regresado y que Él -con su Misericordia excepcional- toma de nuevo bajo
su Paternidad.
Es
el que se ha quedado huérfano, -sin Padre y sin Dios- el más necesitado. Es el
que se queda desvalido, el que canaliza esta ternura infinita que define lo que
es la verdadera paternidad y lo que explicita el paradigma del Buen Pastor.
Dios
que es Infinitamente Tierno no se deja distraer del que está requiriendo su
ayuda. Aún hay más, reconoce a sus hijos verdaderos porque llevan, también en
su corazón, el gen de la “compasión”. Muchos con corazón de piedra quieren
hacerse pasar por hijos legítimos: ¡El Señor no se deja engañar!
«… es como si Jesús dijese: Vosotros os escandalizáis, pero mi Padre se alegra. Es precisamente éste «el mensaje más profundo: la alegría de Dios». Un Dios «a quien no le gusta perder. Y por ello, para no perder, sale de sí y va, busca». Es «un Dios que busca a todos aquellos que están lejos de Él». Precisamente «como el pastor» de la parábola relatada por San Lucas, «que va a buscar a la oveja perdida» y, aunque esté oscuro, deja a las demás ovejas «en un lugar seguro y va a buscar» la que falta, «va a buscarla». (Papa Francisco)
Si
algo tenemos que implorar al Cielo, es que nos regale la capacidad de
enternecernos como el Buen Pastor que se deja llevar a Compasión.
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