miércoles, 4 de junio de 2025

Jueves de la Séptima Semana de Pascua


 Passio Pauli

Jesús le respondió:

-Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?

Jn 18, 23

La expresión “Passio Pauli” comúnmente se refiere a los capítulos 21 a 28 de los Hechos de los Apóstoles, lo que abarca la prisión en Jerusalén hasta la prisión en Roma.

Cabría señalar y subrayar un cierto paralelismo entre las etapas de la Pasión de Cristo y la de Pablo. Con tres momentos muy claramente definidos, a saber:

-Los arrestos de Cristo y Pablo

-Su presentación respectiva ante los Tribunales

-los padecimientos tanto físicos como morales de Cristo y Pablo.

 

Pablo se encontraba en el Templo, esperando los días de la purificación, cuando, “los judíos de Asia, habiéndolo visto en el Templo, alborotaron a toda la multitud, y le echaron mano gritando: ‘Israelitas, ayúdenos, este es el hombre que va enseñando por todas partes y a todos contra el pueblo, contra la Ley, contra este lugar; más aún, ha metido a los griegos en el Templo y profanado este lugar santo (Hch 21, 27-28). Toda la ciudad está alborotada. Arrastran a Pablo fuera del Templo, cierran las puertas, tratan de matarlo. Cuando llega el tribuno con la cohorte lo arrestan y lo atan con dos cadenas. “Ananías, que era sumo sacerdote, mandó a los que estaban cerca de Pablo que le pegaran en la boca, (Hch23, 2).

Desde este momento Pablo permanece en prisión por largo tiempo: emboscada para Jesús y emboscada también para Pablo, suscitada por sus enemigos.

 

Pablo no es un imitador servil de Jesús, vive las situaciones con propia responsabilidad y se comporta con dignidad y con firmeza. Imita a Jesús en la dignidad, en el sentido de la justicia, en la nobleza de ánimo; pero obra de otro modo, en la amplitud y en el calor con que se defiende, en la tentativa de confundir a los adversarios; y logra dividir al Sanedrín haciendo pelear entre sí a sus acusadores.

 

Habían llevado a Pablo a la fortaleza Antonia, Pablo, muestra que él es ciudadano romano y, como tal, no podía ser juzgado ni arrestado si no se había sometido antes a juicio y era condenado. Para los romanos, esto de acusar a Pablo y las razones religiosas que los motivaba, no eran comprensibles. Entonces el Tribuno resuelve llevar a Pablo ante las autoridades judías, los Sumos sacerdotes y el Sanedrín. San Pablo sabía que allí se encontraban dos facciones contradictorias: los fariseos y los saduceos. Pablo se declara fariseo y creyente en le resurrección.

 

Con estas palabras, los judíos quedan enfrentados según sus dos bandos, porque los saduceos no creen en la resurrección, ni en ángeles, ni en espíritus. Siendo así, se armó la algazara, los fariseos declararon inocente a Pablo, enardeciendo a sus contradictores. El tribuno, azorado por las acciones de alta violencia a las que quedaba expuesto Pablo, lo hizo llevar al cuartel escoltado por la guardia.

 

Los sufrimientos morales más graves que Cristo soporta son los del abandono total por parte de los hombres. Pablo experimenta a lo largo de su pasión comprendida hasta el final de su vida, un abandono progresivo de los discípulos. Él, tan lleno de carga vital sale con afirmaciones que no logran esconder que está cansado y tiene la impresión de haber sufrido hasta el límite de las fuerzas, dice: ‘Estoy solo. Solamente Lucas está conmigo’”. (2Tm 4, 11)


 

Se le apareció el Señor que le dijo que, así como había testimoniado su fe en Jerusalén, otro tanto haría en Roma. Y lo animó.

“Todos me han abandonado. Pero el Señor si me ayudó y me dio fuerzas, de modo que pude llevar a cabo la predicación del mensaje de salvación y hacer que lo oyeran todos los paganos. Así el Señor me libró de la boca del león, y me librar de todo mal y me salvará llevándome a su Reino Celestial. ¡Gloria a Él para siempre! Amén” (2Tm 4, 17-18)

 

Sal 16(15), 1b-2a y 5. 7-8. 9-10.11

Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad

Este es un Salmo del Huésped de Yahvé. El huésped del Señor, se asombra, no entiende que encanto se puede encontrar en el paganismo. Estamos rodeados de paganismo, hay paganismo religioso, pero a su lado un océano completo de paganismo laico: la publicidad, el centro comercial, los ídolos del fútbol, de los diversos deportes, las sacerdotisas de la moda y el buen vestir, la bebida llevada siempre más allá del límite; las drogas psicotrópicas, los gritos, los aullidos, los parlantes atronadores ,… en fin, el culto a la violencia, pero también a lo feo, a lo malsonante, la veneración de lo que de ningún modo es venerable.

 

Para el fiel discípulo, sólo la fidelidad tiene sentido. Para la tribu sacerdotal, sólo el Servicio al Señor vale. Sólo Él tiene poder “real” para bajar hasta el territorio de la muerte a rescatarnos, y sacarnos del Sheol, y llevarnos a Su Lado, hasta la Dimensión Inmortal.


En la primera estrofa el salmista se entrega a su Amado, se declara su entera propiedad, y lo nombra “Refugio”. Como a él no le ha tocado tierra cultivable, su única tierra, la patria asignada es su Amadísimo Señor.

 

En la segunda estrofa, muestra al Señor como tutor, como maestro y consejero. Sus lecciones no cesan nunca, hasta durante el sueño lo está enseñando y Su Enseñanza es arrojo, valentía, decisión.

 

Todo él está pletórico de dicha. Su alegría recorre sus entrañas, sus terminales nerviosas, sus haces musculares, su digestión, su respiración. Nada en él está destinado al sepulcro; la Vida Eternal se adueña de cada una de sus moléculas.

 

¿Cómo avanzar con certeza por la ruta salvífica? ¡El Señor nos va señalando la ruta, nos muestra donde pisar -que sea terreno firme- nos lleva de la mano, nos socorre con un mapa y nos lo va decodificando! Es nuestro Guía, el Baqueano, el Único que nos lleva al País de la Resurrección.

 

¿Cómo no refugiarnos en Él?

 

Jn 17, 20-26

La comunión es esencial

El enemigo de Dios y del hombre, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde fuerza de la oración y de los sacramentos, pero puede hacer mucho daño a la Iglesia tentando nuestra humanidad. Provoca la presunción, el juicio sobre los demás, las cerrazones y las divisiones. Él mismo es «el que divide» y a menudo comienza haciéndonos creer que somos buenos, quizá mejor que los demás: así tiene el terreno listo para sembrar la cizaña. Es la tentación de todas las comunidades y se puede insinuar también en los carismas más bonitos de la Iglesia.

Papa Francisco

Hoy el Evangelio empieza de una manera conmovedoramente hermosa: No se limita a rogar por los que, en cierta época, los que vivían en su tiempo, por los discípulos que lo rodeaban en aquella época, en torno al año 30. Ruega también por nosotros, por los que en el futuro creerán y lo aceptarán como Hijo de Dios, Redentor y Salvador nuestro. Seis veces dice Padre. ¿Dónde está la séptima vez? ¿La de la plenitud? La dejó para que nuestros labios la pronunciaran.


¡Igual sigue la historia plagada de paganismo! Pero, un leve murmullo de nuestros labios acalla el fragor de miles de generaciones. Con sólo musitarlo, Dios lo oye. No porque seamos muy meritorios, sino porque nuestro Hermano, se lo ha pedido al Padre en la Oración Sacerdotal. Ese significa “sacerdocio”, que cualquier susurro nuestro vale por todo el griterío y cancela el alboroto. Tenemos que cubrirnos la cara -como Moisés, porque nuestro rostro resplandece. ¿No ven que hemos mirado su Santa Faz? ¿No se dan cuenta que nuestra Amistad no sale de nosotros sino de la Suplica del Hijo del hombre, que entró al Sancta Sanctorum, de una vez para siempre? (Cfr. Ex 34, 35) ¡quién ha hecho la mediación? ¡La Palabra!

 

El ruego no es un ruego general e indiscriminado. Jesús ruega por los que acogen la Palabra. La Palabra es Su Nueva Encarnación. Sigue hablando por Siempre, por toda la Eternidad, para todas las generaciones. Pero, se nos ofrece un criterio, se nos propone una pauta de discernimiento, todo se juega y todo se prueba en la Unidad.

 

«… la Iglesia es nuestra Madre. Como los hijos llevan impresa en sus rostros la semejanza con la madre, así todos nosotros nos asemejamos a nuestra Madre, la Iglesia. Después del Bautismo no vivimos más como individuos aislados, sino que nos convertimos en hombres y mujeres de comunión, llamados a ser agentes de comunión en el mundo. Porque Jesús no sólo ha fundado la Iglesia para nosotros, sino que nos ha fundado a nosotros como Iglesia. La Iglesia no es un instrumento para nosotros: nosotros somos la Iglesia. De ella hemos renacido, de ella somos nutridos con el Pan de vida, de ella recibimos palabras de vida, somos perdonados y acompañados a casa. Esta es la fecundidad de la Iglesia, que es Madre: no una organización que busca adeptos, o un grupo que va adelante siguiendo la lógica de sus ideas, sino que es una Madre que transmite la vida recibida de Jesús». (Papa Francisco)

 

Que haya división es victoria del Malo. Cantamos la Glorificación de Dios en nuestra lucha valerosa por la Unidad. Tiene que dolernos profusamente que estemos separados. Llenar las brechas, acercarnos, construir la Unidad, que no es superficial, que tiene que ser sincera, aun cuando el avance sea milimétrico en su lento progreso. Esa es la economía salvífica plasmada en el organismo eclesial.

 

La unidad no está en la uniformidad, está en la diversidad. En la consciencia fraternal que es capaz de sobrevolar las barreras. Malhaya el que hace división, el que se cree más fiel porque es más obcecado; en mala hora los fundamentalistas que quieren pasarlos a todos por un molde. Si a Dios le gustara la uniformidad, nos habría hecho con una impresora 3-d.


Esta meta propuesta se nos dice, es la única fuerza que convence, que mueve a otros a creer: “Como Tú Padre, en mí y yo en Ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado”. (Jn 20,21)

No hay comentarios:

Publicar un comentario