Passio Pauli
Jesús le respondió:
-Si he dicho algo malo,
dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?
Jn 18, 23
La
expresión “Passio
Pauli” comúnmente se refiere a los capítulos 21 a 28 de los Hechos de los
Apóstoles, lo que abarca la prisión en Jerusalén hasta la prisión en Roma.
Cabría
señalar y subrayar un cierto paralelismo entre las etapas de la Pasión de
Cristo y la de Pablo. Con tres momentos muy claramente definidos, a saber:
-Los
arrestos de Cristo y Pablo
-Su
presentación respectiva ante los Tribunales
-los
padecimientos tanto físicos como morales de Cristo y Pablo.
Pablo
se encontraba en el Templo, esperando los días de la purificación, cuando, “los
judíos de Asia, habiéndolo visto en el Templo, alborotaron a toda la multitud,
y le echaron mano gritando: ‘Israelitas, ayúdenos, este es el hombre que va
enseñando por todas partes y a todos contra el pueblo, contra la Ley, contra
este lugar; más aún, ha metido a los griegos en el Templo y profanado este
lugar santo (Hch 21, 27-28). Toda la ciudad está alborotada. Arrastran a Pablo
fuera del Templo, cierran las puertas, tratan de matarlo. Cuando llega el
tribuno con la cohorte lo arrestan y lo atan con dos cadenas. “Ananías, que era
sumo sacerdote, mandó a los que estaban cerca de Pablo que le pegaran en la
boca, (Hch23, 2).
Desde
este momento Pablo permanece en prisión por largo tiempo: emboscada para Jesús
y emboscada también para Pablo, suscitada por sus enemigos.
Pablo
no es un imitador servil de Jesús, vive las situaciones con propia
responsabilidad y se comporta con dignidad y con firmeza. Imita a Jesús en la
dignidad, en el sentido de la justicia, en la nobleza de ánimo; pero obra de
otro modo, en la amplitud y en el calor con que se defiende, en la tentativa de
confundir a los adversarios; y logra dividir al Sanedrín haciendo pelear entre
sí a sus acusadores.
Habían
llevado a Pablo a la fortaleza Antonia, Pablo, muestra que él es ciudadano
romano y, como tal, no podía ser juzgado ni arrestado si no se había sometido
antes a juicio y era condenado. Para los romanos, esto de acusar a Pablo y las
razones religiosas que los motivaba, no eran comprensibles. Entonces el Tribuno
resuelve llevar a Pablo ante las autoridades judías, los Sumos sacerdotes y el
Sanedrín. San Pablo sabía que allí se encontraban dos facciones
contradictorias: los fariseos y los saduceos. Pablo se declara fariseo y creyente
en le resurrección.
Con
estas palabras, los judíos quedan enfrentados según sus dos bandos, porque los
saduceos no creen en la resurrección, ni en ángeles, ni en espíritus. Siendo
así, se armó la algazara, los fariseos declararon inocente a Pablo, enardeciendo
a sus contradictores. El tribuno, azorado por las acciones de alta violencia a
las que quedaba expuesto Pablo, lo hizo llevar al cuartel escoltado por la
guardia.
Los
sufrimientos morales más graves que Cristo soporta son los del abandono total
por parte de los hombres. Pablo experimenta a lo largo de su pasión comprendida
hasta el final de su vida, un abandono progresivo de los discípulos. Él, tan
lleno de carga vital sale con afirmaciones que no logran esconder que está
cansado y tiene la impresión de haber sufrido hasta el límite de las fuerzas,
dice: ‘Estoy solo. Solamente Lucas está conmigo’”. (2Tm 4, 11)
Se
le apareció el Señor que le dijo que, así como había testimoniado su fe en
Jerusalén, otro tanto haría en Roma. Y lo animó.
“Todos
me han abandonado. Pero el Señor si me ayudó y me dio fuerzas, de modo que pude
llevar a cabo la predicación del mensaje de salvación y hacer que lo oyeran
todos los paganos. Así el Señor me libró de la boca del león, y me librar de
todo mal y me salvará llevándome a su Reino Celestial. ¡Gloria a Él para
siempre! Amén” (2Tm 4, 17-18)
Sal
16(15), 1b-2a y 5. 7-8. 9-10.11
Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad
Este
es un Salmo del Huésped de Yahvé. El huésped del Señor, se asombra, no entiende
que encanto se puede encontrar en el paganismo. Estamos rodeados de paganismo,
hay paganismo religioso, pero a su lado un océano completo de paganismo laico:
la publicidad, el centro comercial, los ídolos del fútbol, de los diversos
deportes, las sacerdotisas de la moda y el buen vestir, la bebida llevada
siempre más allá del límite; las drogas psicotrópicas, los gritos, los
aullidos, los parlantes atronadores ,… en fin, el culto a la violencia, pero
también a lo feo, a lo malsonante, la veneración de lo que de ningún modo es
venerable.
Para
el fiel discípulo, sólo la fidelidad tiene sentido. Para la tribu sacerdotal,
sólo el Servicio al Señor vale. Sólo Él tiene poder “real” para bajar hasta el
territorio de la muerte a rescatarnos, y sacarnos del Sheol, y llevarnos a Su
Lado, hasta la Dimensión Inmortal.
En la primera estrofa el salmista se entrega a su Amado, se declara su entera propiedad, y lo nombra “Refugio”. Como a él no le ha tocado tierra cultivable, su única tierra, la patria asignada es su Amadísimo Señor.
En
la segunda estrofa, muestra al Señor como tutor, como maestro y consejero. Sus
lecciones no cesan nunca, hasta durante el sueño lo está enseñando y Su
Enseñanza es arrojo, valentía, decisión.
Todo
él está pletórico de dicha. Su alegría recorre sus entrañas, sus terminales
nerviosas, sus haces musculares, su digestión, su respiración. Nada en él está
destinado al sepulcro; la Vida Eternal se adueña de cada una de sus moléculas.
¿Cómo
avanzar con certeza por la ruta salvífica? ¡El Señor nos va señalando la ruta,
nos muestra donde pisar -que sea terreno firme- nos lleva de la mano, nos
socorre con un mapa y nos lo va decodificando! Es nuestro Guía, el Baqueano, el
Único que nos lleva al País de la Resurrección.
¿Cómo
no refugiarnos en Él?
Jn
17, 20-26
La comunión es esencial
El enemigo de Dios y
del hombre, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde fuerza de la
oración y de los sacramentos, pero puede hacer mucho daño a la Iglesia tentando
nuestra humanidad. Provoca la presunción, el juicio sobre los demás, las
cerrazones y las divisiones. Él mismo es «el que divide» y a menudo comienza
haciéndonos creer que somos buenos, quizá mejor que los demás: así tiene el
terreno listo para sembrar la cizaña. Es la tentación de todas las comunidades
y se puede insinuar también en los carismas más bonitos de la Iglesia.
Papa Francisco
Hoy
el Evangelio empieza de una manera conmovedoramente hermosa: No se limita a
rogar por los que, en cierta época, los que vivían en su tiempo, por los
discípulos que lo rodeaban en aquella época, en torno al año 30. Ruega también
por nosotros, por los que en el futuro creerán y lo aceptarán como Hijo de
Dios, Redentor y Salvador nuestro. Seis veces dice Padre. ¿Dónde está la
séptima vez? ¿La de la plenitud? La dejó para que nuestros labios la
pronunciaran.
¡Igual sigue la historia plagada de paganismo! Pero, un leve murmullo de nuestros labios acalla el fragor de miles de generaciones. Con sólo musitarlo, Dios lo oye. No porque seamos muy meritorios, sino porque nuestro Hermano, se lo ha pedido al Padre en la Oración Sacerdotal. Ese significa “sacerdocio”, que cualquier susurro nuestro vale por todo el griterío y cancela el alboroto. Tenemos que cubrirnos la cara -como Moisés, porque nuestro rostro resplandece. ¿No ven que hemos mirado su Santa Faz? ¿No se dan cuenta que nuestra Amistad no sale de nosotros sino de la Suplica del Hijo del hombre, que entró al Sancta Sanctorum, de una vez para siempre? (Cfr. Ex 34, 35) ¡quién ha hecho la mediación? ¡La Palabra!
El
ruego no es un ruego general e indiscriminado. Jesús ruega por los que acogen
la Palabra. La Palabra es Su Nueva Encarnación. Sigue hablando por Siempre, por
toda la Eternidad, para todas las generaciones. Pero, se nos ofrece un
criterio, se nos propone una pauta de discernimiento, todo se juega y todo se
prueba en la Unidad.
«…
la Iglesia es nuestra Madre. Como los hijos llevan impresa en sus rostros la
semejanza con la madre, así todos nosotros nos asemejamos a nuestra Madre, la
Iglesia. Después del Bautismo no vivimos más como individuos aislados, sino que
nos convertimos en hombres y mujeres de comunión, llamados a ser agentes de
comunión en el mundo. Porque Jesús no sólo ha fundado la Iglesia para nosotros,
sino que nos ha fundado a nosotros como Iglesia. La Iglesia no es un
instrumento para nosotros: nosotros somos la Iglesia. De ella hemos renacido,
de ella somos nutridos con el Pan de vida, de ella recibimos palabras de vida,
somos perdonados y acompañados a casa. Esta es la fecundidad de la Iglesia, que
es Madre: no una organización que busca adeptos, o un grupo que va adelante
siguiendo la lógica de sus ideas, sino que es una Madre que transmite la vida
recibida de Jesús». (Papa Francisco)
Que
haya división es victoria del Malo. Cantamos la Glorificación de Dios en
nuestra lucha valerosa por la Unidad. Tiene que dolernos profusamente que
estemos separados. Llenar las brechas, acercarnos, construir la Unidad, que no
es superficial, que tiene que ser sincera, aun cuando el avance sea milimétrico
en su lento progreso. Esa es la economía salvífica plasmada en el organismo
eclesial.
La
unidad no está en la uniformidad, está en la diversidad. En la consciencia
fraternal que es capaz de sobrevolar las barreras. Malhaya el que hace
división, el que se cree más fiel porque es más obcecado; en mala hora los
fundamentalistas que quieren pasarlos a todos por un molde. Si a Dios le gustara
la uniformidad, nos habría hecho con una impresora 3-d.
Esta meta propuesta se nos dice, es la única fuerza que convence, que mueve a otros a creer: “Como Tú Padre, en mí y yo en Ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado”. (Jn 20,21)
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