jueves, 7 de noviembre de 2024

Viernes de la Trigésimo Primera Semana del Tiempo Ordinario

 


Flp 3,17 – 4,1

Esta perícopa se ha intitulado “Somos ciudadanos del cielo”, con ella se cierra el 6to segmento del mapa que hicimos para mostrar la arquitectura de esta Carta; pertenece además a la tercera de las cartas con las que se integró esta, que nosotros conocemos como una (. Y, también, con ella cerraremos nuestro estudio de la Epístola que les fue dirigida a los Filipenses.

 

En la Carta se nos presenta al gran Paradigma, Jesucristo, el Señor Encarnado. Pablo, pasó a mostrarse como él mismo encarnaba la continuidad del ministerio apostólico y sus rasgos discipulares. Ahora, entra a destacar, que este proceso, no es cosa de un día o de un año, sino una perseverante y aplicada labor que se continua, a lo largo de la vida, conquistando un paso a la vez. Y subraya San Pablo que persevera, avanzando siempre adelante con el firme propósito de alcanzarlo, y ¿qué pretende alcanzar? las alturas que el propio Jesús le mostró.

 

No se trata de mirar hacia atrás (recordemos el riesgo espantoso de dañar la cuchilla del arado por estar mirando hacia atrás, tampoco olvidemos que la mujer de Lot, por andar en esas, se convirtió en una estatua de sal), tampoco se trata de pasarnos la vida contemplando los trofeos ganados a lo largo del tiempo, y darles cotidianamente una pasada de plumero y bayetilla para evitar que el polvo de los años desgaste las copas y medallas y un cariñoso masaje con cera brilla-metales.

 

En cambio, lo que hay que hacer, es mirar siempre al frente y a lo alto, hacia donde está el Señor, sosteniendo en Su Mano la presea, la Corona de Laurel que nos tiene destinada si perseveramos hasta el final.


 

Entre tanto, Pablo nos previene de los detractores, de los desertores, de los traicioneros, los que se han pasado al bando de la perdición, renunciando a toda la amistad que Jesús les había ofrecido. ¿En qué consiste la renuncia? En haber desertado de la presea espiritual que les estaba deparada para consagrarse en la persecución de bienes materiales. La traición, es pues, su materialismo.

 

Nos corrige el derrotero, llamándonos a fijar la atención ¡al frente y a lo alto! Y nos muestra nuestros legítimos documentos de identidad: nuestra carta de ciudadanía que nos acredita como verdaderos ciudadanos del Cielo. ¿Cuál es, entonces, nuestra credencial verdadera? ¡Jesucristo, el Único que es Redentor y Salvador! Ese documento no va impreso en papel “oficial”, sino sellado en el alma.

 

Y nos dice muy claramente, palabra por palabra y letra por letra, que Él nos va a compartir su Gloria y que levantará nuestro pobre cuerpo mortal transformándolo y recomponiéndolo según esa figura con la que fuimos creados: A Su Imagen y Semejanza.

 

Él tiene el poder y la “maquinaria” indispensable para alzar ese cuerpo fangoso y erigirlo en Cuerpo Glorioso. Sólo Él tiene la Honra, el Poder y la Gloria suficientes para dignificar lo que está corrupto. Y hacer de nuestra escoria una estrella resplandeciente en el Cielo de las Huestes Celestiales. Sacando a flote nuestra Ciudadanía Celestial.

 

Sal 122(121), 1bc-2. 3-4ab. 4cd-5

Jerusalén, ¿Por qué está tu historia llena de sangre, y tu cielo sigue ennegrecido por el odio? ¿Es tu nombre “Ciudad de paz” o “Ciudad de Terror”?... ¿Por qué eres ahora noticia en los periódicos, en vez de ser bendición en la plegaria?

Carlos González Vallés s.j.

Pienso que nuestros anhelantes pasos en procura de la Paz -esa Paz como nos la propone Dios- están próximos a enrumbarse hacía los umbrales de Tierra Santa y en vez de regocijo, nos tiemblan todas las entrañas ante tu lenguaje que no entiendo pero que descubro intercalado de amenazas.

 

Sigo leyendo la reflexión de Carlos Vallés y encuentro allí este deseo que quisiera apropiarme y rogar al Cielo para que sea verdad: “Deseo que tus mercados prosperen y tus jardines florezcan, que tus pueblos se unan y tus torres permanezcan. Y, sobre todo, te deseo que hagas honor a tu nombre y tengas paz y se la des a todos aquellos que vengan a buscarla en ti desde todos los rincones del mundo”

 

La fe judía pide como precepto que se visite la Ciudad santa y que se ascienda a ella como componente celebrativo de las grandes Fiestas Judías: Pésaj, Shabuot y Sukkot, conmemoran la peregrinación al Templo de Jerusalén prescrita en el A. T.: «Tres veces al año, todo varón de entre vosotros se presentará delante del Eterno tu Dios, en el lugar que Él haya elegido, en la festividad de los ázimos, en la de las semanas y en la de los tabernáculos» (Dt 16,16). De esa tradición cultual se desprenden los salmos de peregrinación, Los salmos 120 al 134 de la Biblia son conocidos como Cántico de los peregrinos o graduales, porque ellos marcan los grados de la peregrinación, valga decir sus diversas etapas y señalan la liturgia que corresponde a cada “grada”.

 

Lc 16, 1-8

Hay aquí una de esas palabritas que se necesita saber co-textualizar, y enfocarla en el ángulo correcto, porque puede llegarse a entender que Jesús alaba la deshonestidad, y eso no puede ser.


 

La palabra en cuestión es φρονιμώτεροι [fronimoteroi] “astuto”, “sagaz”. En sí, la palabra es un adjetivo masculino-plural en caso nominativo, para nosotros lo más importante es que aquí está como comparativo de superioridad: “más sagaz” o “más astuto”. Esta palabra se deriva de la palabra φρεν [phren] “inteligencia”, “diafragma” que es como el sesgo personal interpretativo que alguien le da a lo que le pasa, desde ese ángulo personal, reacciona en su actuar externo. Existe una palabra asociada, y es diafragma, para la cultura griega, el diafragma era una zona del cuerpo donde residía el alma y así esta palabra comenzó a ser relacionada con algunos desajustes mentales. En 1911, el psiquiatra suizo Eugen Bleuler propone el término esquizofrenia (del griego σχζειν (schyzos): dividido, y φρεν (phren): diafragma). Desde el diafragma, precisamente a la altura del plexo solar, se irradia esa “agudeza”, la “astucia”, del avivato. El “administrador” y despilfarrador de la hacienda ajena era eso, un avivato.

 

La comparación se hace entre los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad, y afirma que los hijos de la oscuridad, a veces, son más avispados que los hijos de la luz. En muchos casos, lo que nos falta es “creatividad”, iniciativa, emprendimiento, diligencia para dar pasos certeros y alcanzar los bienes espirituales. Muchas veces la perspectiva escogida es la de dejárselo todo al Espíritu Santo, pero entonces, ¿dónde está aquello de “buscad y hallareis”? ¿es acaso una palabra hueca? ¿es, como, en cierta publicidad, una palabra que se pone allí para darle mayor sonoridad y hacerla más pegajosa? Nosotros creemos que nos dice sobre nuestro desvelo y el empeño dinámico que debemos añadir a toda la Gracia Divina que se nos regala.

 

No pensamos que Jesús esté alabando que gano privilegios y recogió una abundante tajada como para sustentarse ahora que le llegaba el retiro forzoso, menoscabando los interesas de su Patrón, el legítimo Dueño de los bienes que se le habían confiado. ¡No es por ahí!

 

En cambio, lo que entresacamos de su actitud no es lo pícaro que fue, sino que no se echó a morir, no se quedó pasivamente resignado, ni se dedicó al rascado del ombligo, sino que buscó una alternativa. Se quedaba sin empleo, a su edad ya no tenía el vigor para ser contratado como peón que paleara tierra o la removiera a fuerza de azadón; se ingenió para no tener que dedicarse a la mendicidad y que alguno de sus beneficiados lo tomara bajo su cuidado y protección y -por poco que fuera- recibiera alimento y seguramente también techo.


 

No era de poca monta la falta que cometía, malgastaba lo que era la hacienda de su amo. Pero, el Amo no se estanca en rencores y culpas. Tiene la imparcialidad de descubrir el ingenio y la resiliencia. Tal vez. Podríamos -en este caso particular- traducir φρονιμώτεροι precisamente por “resiliencia”. Lo que Jesús le valora es no quedarse caído y además gimoteando, sino buscar otra vía para “salvarse”.

 

¡No es ser deshonesto, no! No significa tolerar una situación difícil ni afrontarla tú solo; sino poder seguir adelante, hacer un acopio de recuperación y ánimo tanto física como psicológica y espiritualmente, en todas las dimensiones de la persona. La enseñanza de hoy es, pues, no quedarse derrotado y revolcándose en los miasmas del abatimiento; sino dejarse recomponer por el Espíritu del Señor que viene -precisamente- a levantarnos, a llevarnos en sus hombros. ¡En eso estriba su Misericordia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario