Flp
2, 1-4
Vamos
a empezar hoy otro breve cursillo, esta vez sobre la Carta a los Filipenses,
está conformado por cinco lecciones, (desde hoy y hasta el viernes).
Esta
es otra carta desde el cautiverio. Los estudiosos piensan que no se refiere al
cautiverio en prisión, del 61-63. Sino que es otro aprisionamiento que tuvo
antes en Éfeso, se calcula que data del 57 (todavía no existía un Evangelio
puesto por escrito), por la misma época que escribió a los Gálatas y a los
Corintios. Muy minuciosos estudios llevan a pensar que la carta, en realidad,
está integrada por tres muy breves epístolas, que se editaron juntas: La
primera sería lo que ahora forma 4, 10-20; la Segunda, 1,1-3,1. 4,2-7. 21-23;
y, la Tercera 3, 2-4, 1. 4,8-9. Esto nos lleva a decir que la perícopa de hoy proviene
de la Segunda carta.
Temáticamente
podríamos trazar un mapa de la Carta total, segmentándola en 8 partes:
1. Introducción
2. El avance o
extensión paulatina del Evangelio
3. Los deberes del
cristiano.
4. Los colaboradores
que tuvo allí Pablo.
5. Las recomendaciones
y advertencias que les hace Pablo a los Filipenses
6. Las exhortaciones
7. Los agradecimientos
8. Despedida.
El
tema de “Los deberes del cristiano, abarca 1,27-2,18, y es de este segmento que
procede la perícopa de hoy. Al hablar de la fundación de la iglesia de Filipos
(hacia el año 50), estamos trabajando en la época del Segundo Viaje Paulino.
Lo
primero que se ha de anotar para contextualizar esta carta es que en Filipo no
había una Sinagoga que agrupara a los judíos allí radicados (o sea que la
colonia judía debía ser mínima, y se reunían para sus ritos a la orilla del río);
por el contrario, el grueso de la población era de militares del Imperio Romano
que estaban acampados allí. Este sector poblacional rendía culto a su Emperador.
Otros, los nativos, eran practicantes de diversas religiones mistéricas.
Filipos
no era ningún caserío, sino una ciudad principal de Macedonia. Esta es la
primera iglesia cristiana establecida en territorio europeo, de igual manera
representa un salto práxico-pastoral, de evangelización rural dirigida a
núcleos campesinos y pastoriles, a una misión en centros urbanos y en metrópolis;
además significa el paso a occidente de este credo.
San
Pablo ensayó allí a estructurar la iglesia siguiendo el patrón que los romanos
aplicaban en su colonización y vasallaje, con epíscopos y diáconos.
Y,
muy importante, una comunidad mayoritariamente liderada por mujeres (Lidia,
Evodia, Síntique).
Si
pasamos el fonendoscopio por todo el organismo de la Comunidad Filipense,
encontramos que su corazón está en el tema de la Unidad. En un riguroso
escaneo, el electro arrojó el siguiente resultado: “Manténganse unánimes y
concordes con un mismo amor y un mismo sentir”. Este cardiograma señala una
directriz muy clara que se polariza en su preocupación por la Unidad,
una unidad que estaría edificada sobre tres pilares: i) la unanimidad, ii) un
amor idéntico y iii) con un solo sentir, en realidad la palabra que está
aquí es φρονέω [froneo] que quiere
decir “unidad de pensamiento”, no de sentimientos, se podría traducir “con un
solo corazón” si se toma en cuenta que en aquella cultura la sede del pensamiento
no era el cerebro sino el corazón, se debe entender partiendo de un enfoque
firmemente arraigado en nuestro interior (donde reside el Espíritu Santo que se
nos ha dado).
Unidad,
fraternidad, solidaridad, koinonía y sinodalidad es lo que nos está encomendando
Pablo.
Esto
reposa sobre dos condicionantes:
a) Un mismo Espíritu
b) Unas entrañas
compasivas.
Muchas
veces se cree -ingenuamente- que se está apuntando hacia la uniformidad, nada
más ajeno al hacer y a la experiencia paulina, si repasamos toda la estela
dejada por sus viajes, sus estadías y la fundación de comunidades. Algo así
como una nave sustentada por cuatro columnatas:
→Vivir la vida en Cristo, en una relación
verdaderamente íntima y cálida con Nuestro Señor. No deben dejarse espacios
intersticiales que den cabida a las disensiones y disputas.
→ La práctica del Ágape: el amor
cristiano
a) El amor del
Crucificado que
b) Compendia todas las
demás leyes.
→ El Espíritu de Dios injertando en
nosotros el Evangelio de Jesucristo: Llenos todos del mismo Espíritu, podremos
hablar y actuar con esa unidad y armonía sinodal que se nos propone y no darle
cabida al separatismo.
→ La sinodalidad como ternura, comprensión
y cariño solidario en el seno de la Comunidad, donde la compasión mutua y el
amor de unos por otros disuelve toda dispersión y todo desacuerdo.
La
recomendación, que cierra la perícopa de hoy, nos invita a desechar nuestros
intereses egocéntricos y mirar hacia el bien común.
Sal
131(130), 1bcd. 2.3
El
salmista se presenta ante el Señor, poniéndole al descubierto la esencia de su
ser, diseñado con tres plumazos:
i)
Despojarse de ambiciones
ii)
No tener ojos altaneros
iii)
No pretender grandezas allende las propias capacidades (lo
que requiere autoconocimiento)
i)
Esto lo consigue, poniéndose riendas:
ii)
Moderando sus deseos
iii)
Aquietándose como un bebé en brazos de su madre
iv)
Como el niño cuando está “llenito”
Generaliza
esta propuesta para todos aquellos que son Pueblo de Dios (y que en el salmo
están identificados como “Israel”). Hoy día estamos incluidos en esta
perspectiva.
Pero
eso no es producto de un autodominio verdaderamente estoico, sino producto de
una serenidad espiritual que infunde el Señor, gratuitamente, o sea, es Gracia.
Este
es un salmo gradual: lo que expresa que esa paz interior no es un rayo
fulminante, sino una tesonera búsqueda de toda la vida. Una decisión de acoger
la Voluntad Divina y dejar que ella se vaya difundiendo en nuestro ser, hasta
llegar a ser el espíritu que dirige toda nuestra existencia.
Lc
14,12-14
Es
muy fácil cultivar relaciones de amistad con los “afortunados”, y la mentalidad
mercantil siempre nos recomienda darle atenciones y prodigarles generosidad es
a los que el día de mañana -nos dicen ellos- cuando tú caigas en la “mala”, ellos
estén obligados a “pagarte” las atenciones recibidas. Es el cultivo de la
mentalidad “retribucionista”.
Los
que así proceden, reciben de otros, comentarios hipócritamente elogiosos, ¡cómo
está de bien relacionado!, ¡se codea con los “mejores”! ¡anda con la flor-y-nata!
Pero según se cuenta, una vez venido a menos, ya no contará con elegantes y
distinguidos comensales y solo le quedaran como corifeos la soledad y el olvido.
La
propuesta de Jesús es rotundamente diversa: Él nos propone invitar a los pobres,
a los ciegos, a los lisiados, a los tullidos y a los cojos. Y nos da el móvil:
ellos nunca podrán retribuirte, no puedes mirarlos como si fueran alcancías
donde tú has depositado tus ahorros. ¿Ellos si pagan bien? ¿A largo plazo volverán
a nuestras arcas lo que antaño gastamos con ellos? ¡No ellos! No, ellos no pueden
ni podrán pagarte; pero Dios -que no se queda con nada ajeno-, te compensará y
oiremos aquellas dulces palabras que San Mateo nos advirtió: “cuando lo
hicieron con uno de estos más pequeños que son mis hermanos, lo hicieron
conmigo” (Mt 25, 41cde).
Hay
de aquellos que educaron a sus hijos para gastarse hasta lo que no tienen por
halagar a quienes los pueden hacer subir en la escala social. ¡Son los que
siempre ven a la gente como huchas que tienen que llenarse!
Ahora,
es cierto y muy bueno que, si se tienen las condiciones para “enseñar a pescar”,
en vez de regalar un almuerzo magnifico con pescado al horno, así se haga;
claro que es preferible ayudarle a alguien a conseguir un empleo, o a lograr
una mejor ocupación laboral impulsando su promoción; pero que eso no sea pretexto
para dejar morir a un hambriento cuando hay recursos para solucionar su hambre,
así solo sea momentáneamente.
Al
practicar la caridad (que es el nombre del amor en latín), se tiene que ser todo
lo inteligente que se pueda para que -con los recursos, pocos o muchos a mano- se
haga el mayor bien posible.
Otro
peligroso escorzo es el del “político” que funge de benefactor del
verdaderamente necesitado, pero que sólo lo hace por el interés de su voto y
para lucir mejor imagen en las redes sociales, en esa eventualidad se trata
para nada de un acto benevolente, sino de una estrategia propagandística y
publicitaria para manipular las elecciones y conquistar un solio en las urnas.
Esa actitud no proviene de un acatamiento a lo que Dios pide, sino del mercantilismo
aplicado a las fachadas “democráticas”. Manipulación que se logra con
camisetas, tamales, canastas de cerveza, y otras menudencias, cuando no con “mordidas”
en metálico a los capataces que mueven sus hilos para conducir las
adulteraciones de la consciencia de los votantes. ¡Nada que ver!
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