lunes, 4 de noviembre de 2024

Lunes de la Trigésimo Primera Semana del Tiempo Ordinario

 


Flp 2, 1-4

Vamos a empezar hoy otro breve cursillo, esta vez sobre la Carta a los Filipenses, está conformado por cinco lecciones, (desde hoy y hasta el viernes).

 

Esta es otra carta desde el cautiverio. Los estudiosos piensan que no se refiere al cautiverio en prisión, del 61-63. Sino que es otro aprisionamiento que tuvo antes en Éfeso, se calcula que data del 57 (todavía no existía un Evangelio puesto por escrito), por la misma época que escribió a los Gálatas y a los Corintios. Muy minuciosos estudios llevan a pensar que la carta, en realidad, está integrada por tres muy breves epístolas, que se editaron juntas: La primera sería lo que ahora forma 4, 10-20; la Segunda, 1,1-3,1. 4,2-7. 21-23; y, la Tercera 3, 2-4, 1. 4,8-9. Esto nos lleva a decir que la perícopa de hoy proviene de la Segunda carta.

 

Temáticamente podríamos trazar un mapa de la Carta total, segmentándola en 8 partes:

1.    Introducción

2.    El avance o extensión paulatina del Evangelio

3.    Los deberes del cristiano.

4.    Los colaboradores que tuvo allí Pablo.

5.    Las recomendaciones y advertencias que les hace Pablo a los Filipenses

6.    Las exhortaciones

7.    Los agradecimientos

8.    Despedida.

 

El tema de “Los deberes del cristiano, abarca 1,27-2,18, y es de este segmento que procede la perícopa de hoy. Al hablar de la fundación de la iglesia de Filipos (hacia el año 50), estamos trabajando en la época del Segundo Viaje Paulino.

 


Lo primero que se ha de anotar para contextualizar esta carta es que en Filipo no había una Sinagoga que agrupara a los judíos allí radicados (o sea que la colonia judía debía ser mínima, y se reunían para sus ritos a la orilla del río); por el contrario, el grueso de la población era de militares del Imperio Romano que estaban acampados allí. Este sector poblacional rendía culto a su Emperador. Otros, los nativos, eran practicantes de diversas religiones mistéricas.

 

Filipos no era ningún caserío, sino una ciudad principal de Macedonia. Esta es la primera iglesia cristiana establecida en territorio europeo, de igual manera representa un salto práxico-pastoral, de evangelización rural dirigida a núcleos campesinos y pastoriles, a una misión en centros urbanos y en metrópolis; además significa el paso a occidente de este credo.


 

San Pablo ensayó allí a estructurar la iglesia siguiendo el patrón que los romanos aplicaban en su colonización y vasallaje, con epíscopos y diáconos.

 

Y, muy importante, una comunidad mayoritariamente liderada por mujeres (Lidia, Evodia, Síntique).

 

Si pasamos el fonendoscopio por todo el organismo de la Comunidad Filipense, encontramos que su corazón está en el tema de la Unidad. En un riguroso escaneo, el electro arrojó el siguiente resultado: “Manténganse unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir”. Este cardiograma señala una directriz muy clara que se polariza en su preocupación por la Unidad, una unidad que estaría edificada sobre tres pilares: i) la unanimidad, ii) un amor idéntico y iii) con un solo sentir, en realidad la palabra que está aquí es φρονέω [froneo] que quiere decir “unidad de pensamiento”, no de sentimientos, se podría traducir “con un solo corazón” si se toma en cuenta que en aquella cultura la sede del pensamiento no era el cerebro sino el corazón, se debe entender partiendo de un enfoque firmemente arraigado en nuestro interior (donde reside el Espíritu Santo que se nos ha dado).

 

Unidad, fraternidad, solidaridad, koinonía y sinodalidad es lo que nos está encomendando Pablo.

 

Esto reposa sobre dos condicionantes:

a)    Un mismo Espíritu

b)    Unas entrañas compasivas.

 

Muchas veces se cree -ingenuamente- que se está apuntando hacia la uniformidad, nada más ajeno al hacer y a la experiencia paulina, si repasamos toda la estela dejada por sus viajes, sus estadías y la fundación de comunidades. Algo así como una nave sustentada por cuatro columnatas:

 

Vivir la vida en Cristo, en una relación verdaderamente íntima y cálida con Nuestro Señor. No deben dejarse espacios intersticiales que den cabida a las disensiones y disputas.

La práctica del Ágape: el amor cristiano

a)    El amor del Crucificado que

b)    Compendia todas las demás leyes.

El Espíritu de Dios injertando en nosotros el Evangelio de Jesucristo: Llenos todos del mismo Espíritu, podremos hablar y actuar con esa unidad y armonía sinodal que se nos propone y no darle cabida al separatismo.

La sinodalidad como ternura, comprensión y cariño solidario en el seno de la Comunidad, donde la compasión mutua y el amor de unos por otros disuelve toda dispersión y todo desacuerdo.

 

La recomendación, que cierra la perícopa de hoy, nos invita a desechar nuestros intereses egocéntricos y mirar hacia el bien común.

 

Sal 131(130), 1bcd. 2.3

El salmista se presenta ante el Señor, poniéndole al descubierto la esencia de su ser, diseñado con tres plumazos:

i)              Despojarse de ambiciones

ii)             No tener ojos altaneros

iii)           No pretender grandezas allende las propias capacidades (lo que requiere autoconocimiento)

 

i)              Esto lo consigue, poniéndose riendas:

ii)             Moderando sus deseos

iii)           Aquietándose como un bebé en brazos de su madre

iv)           Como el niño cuando está “llenito”

 

Generaliza esta propuesta para todos aquellos que son Pueblo de Dios (y que en el salmo están identificados como “Israel”). Hoy día estamos incluidos en esta perspectiva.

 

Pero eso no es producto de un autodominio verdaderamente estoico, sino producto de una serenidad espiritual que infunde el Señor, gratuitamente, o sea, es Gracia.

 

Este es un salmo gradual: lo que expresa que esa paz interior no es un rayo fulminante, sino una tesonera búsqueda de toda la vida. Una decisión de acoger la Voluntad Divina y dejar que ella se vaya difundiendo en nuestro ser, hasta llegar a ser el espíritu que dirige toda nuestra existencia.

 

Lc 14,12-14



Es muy fácil cultivar relaciones de amistad con los “afortunados”, y la mentalidad mercantil siempre nos recomienda darle atenciones y prodigarles generosidad es a los que el día de mañana -nos dicen ellos- cuando tú caigas en la “mala”, ellos estén obligados a “pagarte” las atenciones recibidas. Es el cultivo de la mentalidad “retribucionista”.

 

Los que así proceden, reciben de otros, comentarios hipócritamente elogiosos, ¡cómo está de bien relacionado!, ¡se codea con los “mejores”! ¡anda con la flor-y-nata! Pero según se cuenta, una vez venido a menos, ya no contará con elegantes y distinguidos comensales y solo le quedaran como corifeos la soledad y el olvido.

 

La propuesta de Jesús es rotundamente diversa: Él nos propone invitar a los pobres, a los ciegos, a los lisiados, a los tullidos y a los cojos. Y nos da el móvil: ellos nunca podrán retribuirte, no puedes mirarlos como si fueran alcancías donde tú has depositado tus ahorros. ¿Ellos si pagan bien? ¿A largo plazo volverán a nuestras arcas lo que antaño gastamos con ellos? ¡No ellos! No, ellos no pueden ni podrán pagarte; pero Dios -que no se queda con nada ajeno-, te compensará y oiremos aquellas dulces palabras que San Mateo nos advirtió: “cuando lo hicieron con uno de estos más pequeños que son mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25, 41cde).

 


Hay de aquellos que educaron a sus hijos para gastarse hasta lo que no tienen por halagar a quienes los pueden hacer subir en la escala social. ¡Son los que siempre ven a la gente como huchas que tienen que llenarse!

 

Ahora, es cierto y muy bueno que, si se tienen las condiciones para “enseñar a pescar”, en vez de regalar un almuerzo magnifico con pescado al horno, así se haga; claro que es preferible ayudarle a alguien a conseguir un empleo, o a lograr una mejor ocupación laboral impulsando su promoción; pero que eso no sea pretexto para dejar morir a un hambriento cuando hay recursos para solucionar su hambre, así solo sea momentáneamente.

 

Al practicar la caridad (que es el nombre del amor en latín), se tiene que ser todo lo inteligente que se pueda para que -con los recursos, pocos o muchos a mano- se haga el mayor bien posible.

 

Otro peligroso escorzo es el del “político” que funge de benefactor del verdaderamente necesitado, pero que sólo lo hace por el interés de su voto y para lucir mejor imagen en las redes sociales, en esa eventualidad se trata para nada de un acto benevolente, sino de una estrategia propagandística y publicitaria para manipular las elecciones y conquistar un solio en las urnas. Esa actitud no proviene de un acatamiento a lo que Dios pide, sino del mercantilismo aplicado a las fachadas “democráticas”. Manipulación que se logra con camisetas, tamales, canastas de cerveza, y otras menudencias, cuando no con “mordidas” en metálico a los capataces que mueven sus hilos para conducir las adulteraciones de la consciencia de los votantes. ¡Nada que ver!

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