Flp 3, 3-8a
Volvemos
a encontrar el tema de los judaizantes. Hemos mencionado -porque para ellos era
importantísimo- que procuraban a toda costa mostrarles como obligatoria la
circuncisión, junto con la práctica de toda la normatividad de la que se
hablaba en la Torah, específicamente, la del Levítico. Para San Pablo, la
verdadera circuncisión no era la que se practicaba en la carne, sino la honra y
culto al Espíritu Santo y la glorificación de Jesucristo.
Dice
San Pablo que, si se tratara, de la circuncisión en la carne, él mismo estaría
en la vanguardia, puesto que él había sido circuncidado, dentro del plazo de
los ocho días contados a partir de su nacimiento, según las tradiciones
judaicas; perteneciente -como él mismo lo aclara- al linaje de Benjamín, y celoso
observante de la Ley, como lo presumían todos los que como él se alineaban
entre los fariseos.
Acorde
con ese purismo, él mismo había perseguido a los cristianos para ser tenido por
“irreprochable”, categoría otorgada a los judíos observantes de su ortodoxia a
pie juntillas.
Pero
señala una ruptura, una discontinuidad y la resalta como un “punto aparte”,
mostrando que él ha llegado a un nuevo γνώσεως [gnoseos]
“conocimiento”, que no es
cualquier tipo de conocimiento, sino que San Pablo lo clasifica en el estrato
del conocimiento ὑπερέχον [hiperechon] “excelente”, “superiorísimo”, “eminente”, “excelso”, uno
diría “un conocimiento insuperable”.
Este
γνώσεως [gnoseos] no
es como el conocimiento en general que abarca esa palabra en nuestro idioma, este
“conocimiento” es un conocimiento directo, es una experiencia que uno ha tenido
y la ha vivido. Es un conocimiento por relación directa, personal, nada
teórico, es un saber que al haberlo vivido en carne propia es claro, rotundo, es
diáfano, es trasparente, es existencial.
Parangona
estos dos acercamientos que ha tenido Pablo en cuanto a su fe y encuentra que
la experiencia de fe que ha tenido a través del cristianismo hace que el
anterior sea insignificante, fue una experiencia que lo llevó a valorarla como tiempo
perdido de su vida, como el que cambio -por fin y afortunadamente- el oropel,
la baratija, por un tesoro espiritual de incalculable valía. Por eso dice que
este nuevo conocimiento es un “conocimiento excelente”
No
era que, el primero fuera algo malo, lo que pasa es que, comparativamente,
ahora se vio que era innecesario circuncidarse y los otros formalismos. En el devenir, todo eso se hizo superfluo.
Sal
105(104), 2-3.4-5.6-7
Una
falla, seguramente tallada por el Malo en nuestro ser, esculpida o tatuada en
el pericardio, es la ingratitud. Ese es como un virus que se introduce en la
fragilidad de la memoria, se aprovecha y se vale del olvido. Tristemente el
olvido mella hasta el amor. Y la ingratitud corroe toda nuestra herencia histórica
de la Creación, la Liberación de Egipto, de las Gracias personales que
cotidianamente recibimos, de toda la Economía salvífica con que Dios nos ha
beneficiado.
Este
salmo viene a traernos algunos antídotos para el olvido y la ingratitud. Es un salmo
de la Alianza. Todo salmo de la Alianza tiene, esencialmente, la misión de
curar la memoria, de revivir y ratificar en el ser, que hemos sido agraciados
con los Favores Divinos.
Un
antídoto es cantar. Cantar sincronizando el canto con la línea instrumental,
cantar haciendo consciencia de su Maravillosa Grandeza de su Misericordiosa
Bondad. Que Toda su Divina Persona es Providencia, es Salvación. Y esa
consciencia ha de saltar en nosotros como una fuente viva de Júbilo.
Otros
elementos-antídoto a) Acudir siempre a Él. Cuando uno recurre siempre a Él lo
tenemos siempre en la mente y el corazón y sabemos que en sus Manos está toda
nuestra vida. b) Buscarlo, siempre atentos a dónde ir y cómo obrar, qué hacer
para que nuestra vida sea una resonancia de su Poder. Descubrir en toda
Maravilla, hasta en el reflejo de la luz en una gota de agua, que Él todo la ha
hecho perfecto y que en esa chispa de luz que resplandece allí, se expresa la
fotografía de su Hermoso Rostro. Admirar no sólo la Creación sino, además, la
Magnanimidad de sus Enseñanzas, de toda Palabra que Él ha proferido y de las
que profiere y proferirá.
En
la tercera estrofa nos llama a nosotros, a que despertemos y nos demos cuenta que
nos está hablando a nosotros. Antiguamente se dirigía a la prosapia de Abraham,
al linaje de Jacob por línea genética, hoy a nosotros, que hemos devenido su
Familia y que nos Ama como su pueblo elegido, ya no por línea
hereditario-racial, sino por pura Gracia de su Infinita Gratuidad.
¿Cuál
es nuestra exclamación antifonal? Ahora que tenemos conciencia de nuestra duple
categoría:
1. Que lo busquemos le
complace y demuestra la honestidad de nuestro seguimiento.
2. Al caminar en su
búsqueda, no hay que aguardar a alguna manifestación espectacular que nos diga
“lo encontraste”, sino, sin encontrarlo física ni factualmente ser conscientes
que mientras andamos tratando de contemplar su Rostro, Él está ahí, más allá de
nuestro pobre equipo sensorial para registrarlo. Sabiendo que, no lo detectamos
pero que está siempre allí (Dios-con-nosotros), con su alegría Divina (la
perfecta Felicidad), Padre Celestial feliz de jugar con nosotros a las
“escondidillas”, Padre-Hijo-y-Espíritu Santo que reboza porque lo buscamos con
amor.
Así,
pues, “Que se alegren los que buscan al Señor”
Lc 15, 1-10
En el mundo hay dos
categorías de personas: los pecadores y los que se creen justos.
Pascal
Entramos
en el terreno de las parábolas de la Misericordia. Hay una sed de oírte Señor,
pero el barullo nos confunde, nos distrae, hurta nuestra sed, como pasa con
aquellos que mueren de ansia, pero el mensaje del organismo no les toca el
cerebro. Es una manera de desconexión, digamos, una suerte de enajenamiento,
una esquizofrenia que nos fracciona, nos hace divergir, como si nuestra unidad
y nuestra identidad se volvieran una desbandada.
Acariciamos
tus palabras, pero no logramos recomponerlas en una unidad que se consolide en
nuestro yo. Así el tesoro de tu Mensaje y la unión que nos propone se disuelve
en desintegración, en disgregación, en fisura. Victimas de ambas: la ingratitud
y el olvido.
El
enemigo se las ingenia para seducirnos al distanciamiento: en vez de experimentar
el anhelo de la convergencia, tenemos arrebatos de quiebre, fiebre de estrellar
los pocillos contra la pared. En vez de fraternidad tenemos las manos repletas
de quijadas de burro. En vez de sinodalidad prodigamos desbandada. En vez de
koinonía, ansia de poder y control. A la caridad le ponemos un disfraz de
egoísmo e inhumanidad.
Tú
en cambio, eres el enamorado fiel, no eres un simple “pastor hermoso” eres un
Amador Infatigable que tan pronto nos extrañas, te levantas -sea cual sea la
hora- y sales en nuestra busca. Y al reintegrarnos a nuestro redil, armas
fiesta para enseñar a todas las hermanas y a todos los hermanos la felicidad de
estar juntos, de permanecer en convivencia en las mismas moradas que nos hacen
a todas y a todos “prójimos”. Tu nos rescatas de nuestros extravíos y nos
restituyes al seno de nuestros rebaños para que comprendamos que al alejarnos
tendremos todos los sinsabores y riesgos de la soledad.
Solo
Tú, dejas tus fatigas a un lado para cargarnos, para conducirnos sobre tus
propios hombros, para soslayar nuestras fatigas y acelerar nuestra llegada a
“casa segura”.
Si
observamos -a todo lo largo de los Evangelio- Jesús siempre está fastidiado y
recrimina a los que proponen una religión formalista, una religión
exclusivista, discriminatoria. Siempre deplora la actitud de los que sacan, de
los que anuncia un Evangelio con cupos limitados.
¿Piensan
que Jesús detestaba a los escribas y a los fariseos? ¡Claro que no! Él siempre
enfoca bien su “lucha”, no es contra el ser humano, sino contra el pecado que
es la “piedra de tropiezo” que aleja de Dios. ¡Pensamos que los escribas y los
fariseos eran los que andaban con camiseta café, o con sombrero de fieltro, o
con chaleco y flor en el ojal?, tampoco era porque sus reuniones fueran en la
Sinagoga o en el Templo, (inclusive, lo que había motivado su elección como
pueblo elegido iba por ahí, porque eso le agradaba al Señor). Su problema – y
eso fue lo que cambió su gusto preferencial por ellos- radica en que ponían
“taquillas” y “peajes” que ellos arbitrariamente diseñaban, para entorpecer la
entrada de los que él amaba (notemos que sus amados eran los recaudadores de
impuestos y los pecadores en general; precisamente los que el fariseísmo quería
descartar).
En
la otra parábola, Jesús compara a los despreciados con una moneda valiosa, muy
querida por su propietaria, que la busca afanosamente; pues con mayor tesón, Jesús
ha venido a buscarnos a los que caemos y fallamos, no a descartarnos y
marginalizarnos.
Muchas
veces nos afanamos a ver, ¿cómo podemos actualizar en nuestras vidas el
Evangelio? Su hermenéutica no lleva hacia algo misterioso, sencillamente,
trabajemos para no ser de los que excluyen, aprendamos a ser “inclusivos” aun
cuando a veces los prejuicios nos propongan satanizar por aquí y por allá.
Estemos
alerta y observemos para aprender de Jesús que no satanizaba nada, su apertura siempre
estaba dispuesta a la acogida, para todos, los niños, los adultos mayores, los
samaritanos, los leprosos, las adúlteras (y los adúlteros que contaban con la
complicidad social), no excluía a nadie. Y siempre anda como un Rescatista muy
responsable, tras las ovejas descarriadas.
Recordemos
en el Evangelio según San Mateo, que la separación entre cabras y ovejas será
el “final de los tiempos” (será una instancia escatológica) y no nos toca a
nosotros; Él, personalmente, tomará a su cargo seleccionarlas y apartarlas. No
nos arroguemos el rol que sólo a Él se lo ha entregado Dios Padre.
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