R 17,10-16; Sal 146(145), 7.
8-9a. 9bc- 10; Hb 9,24-28; Mc 12,38-44.
… dondequiera que haya
cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia.
Misericordiae
Vultus
Papa Francisco
Sabemos, sin embargo,
que el Espíritu ha puesto en el corazón de cada ser humano un deseo profundo y
silencioso de relaciones auténticas y de vínculos verdaderos.
Documento final del Sínodo
2024
¡Qué riesgo tan
terrible! Querer llevar el Evangelio, y no poder renunciar a los odres viejos.
Papa Francisco hablaba -en la Evangelii
Gaudium- de la importancia de poder
renunciar a la consigna de “siempre se ha hecho así”, y llegar a ser audaces y
creativos y nos retaba a la búsqueda comunitaria de los medios, y nos desafiaba
hacia la aplicación de la generosidad y la valentía, sin prohibiciones y sin
miedos (Cfr. EG, #33). Estas valentía y generosidad se originan en una
manera especial de ver, en la ternura de la mirada que es capaz de
conmoverse y compadecerse, y luego, descender y hacer nido en nuestras propias
entrañas, allí donde se alberga el corazón blando que el mismo Jesús nos ha
trasplantado para reemplazar el “viejo odre”, nuestro corazón endurecido.
Tratemos de
contextualizar el Evangelio que leemos en este XXXII Domingo Ordinario del
ciclo B. A partir del capítulo 11, y hasta el capítulo 13, estamos con Jesús que ejerce su ministerio en
Jerusalén y –por cinco veces consecutivas- contiende con escribas y fariseos.
Podríamos decir que en la primera parte de esta perícopa, Mc 12, 38-40
desahucia el fariseísmo. Resumimos el contexto así: «Jesús maldice la higuera
estéril, es decir, al Templo de Jerusalén (Mc 11, 12-14), expulsa a los
mercaderes que han hecho del Templo una cueva de ladrones (Mc 11, 15-19),
discute con los que manejan el poder religioso (Mc 11, 27-33), critica la
falsedad de los maestros de la ley (Mc 12, 35-40), dice que la ofrenda de la
viuda es más generosa que la de los falsos bienhechores (Mc 12, 41-44).»[1]
El Domingo anterior
propusimos como palabra clave de decodificación la palabra ¡Escucha! Hoy, en
cambio, vamos a proponer la palabra “Ver”. En el verso 41 leemos ἐθεώρει [eteorei] se trata
del verbo Θεωρέω [teoreo]. Nos dice exactamente
que, “Jesús estaba sentado frente al cofre del templo, -aquí viene el verbo- observaba como la gente echaba monedas
en el arca. Muchos ricos echaban mucho”. Lo hemos traducido como “observaba”,
es el verbo “ver” en la tercera persona del Imperfecto Indicativo activo. Es el
verbo ver, pero se refiere a una
forma especial de “ver”, es un ver
“comprometido”, una mirada donde todo el ser está entregado a la acción de ver;
lo que ve, lo ve con mirada analítica; se trata de un ver profundo, que ve más
allá y que lo que ve, no sólo lo percibe, sino que lo experimenta, alcanzando
“discernimiento” (viaje de los ojos hasta las entrañas). Si conjuntamos con el
Domingo previo, donde lideraba la interpretación el verbo “escuchar”,
advertimos que estamos en el territorio de la profundización sensorial de la
realidad, un agudizamiento de las potencias sensibles para desentrañar lo que
-a primera vista- podríamos desdeñar como menos importante, es una invitación a
no quedarnos en la superficialidad de la sensación, dándole la última palabra
al dato como tal, sino tratar de verlo desde la óptica de Dios mismo (con
entrañas compasivas) que supera las apariencias, esas apariencias son -por
ejemplo- las largas túnicas, los puestos privilegiados en las asambleas, la
extensión de las oraciones(cfr. Mc 12, 38-40) Vayamos a la enseñanza para
aprender a dirigir la vista.
Hay una palabra “matemática”
derivada del verbo Θεωρέω, es la palabra “teorema”
que significa el resultado de lo que se ve cuando se mira con esta
manera de “ver”; tal es el espesor de esta manera de ver que el teorema
conlleva “veracidad”, “certeza”. Hay otra palabra “científica” que es pariente
inmediata de este mismo verbo griego, se trata de “teoría” que es el
instrumento lógico que fundamenta una lectura interpretativa de la realidad; no
es un conocimiento acabado y terminal, sino un puente provisorio, que nos
permite acercarnos a un conocimiento más profundo, más intenso.
Avancemos otro punto
con el examen de este verbo: Jesús está sentado en un “lugar privilegiado”, para
ver: “sentado frente al cofre del templo”. Casi vemos en esta situación, la
imagen de Dios Padre “recibiendo” el tributo que se le ofrece. El lugar
desde donde se observa recibe, en griego el nombre de θέατρον [theatrón], de donde viene nuestra palabra “teatro”.
Queremos destacar esta
palabra muchísimo, porque en ella late el significado total de la perícopa:
¡Jesús, el Hijo de Dios, está mirando, con una mirada Divina! Y esa es la
enseñanza, ¡lo que Jesús nos está enseñando es a mirar y cómo mirar!;
aún más, nos enseña “desde dónde mirar” y “lo que debemos mirar”, además “a
quienes debemos mirar”.
Jesús no nos está
dando un precepto. Jesús no nos está dando un lineamiento moral. Nos está
enseñando a relacionarnos con la realidad (esa capacidad de conmovernos es la
que nos humaniza-diviniza, es una mirada con Ojos de Pastor que se desvela por
su rebaño, en verdad, al pasar de los ojos al corazón, la mirada ya no es
“visión”, pasa a ser amor). Esta es una gran enseñanza. Muchas veces
experimentamos una especie de orfandad al pensar que Jesús ya ascendió y sollozamos
reclamando haber podido vivir su presencia encarnada aquí en la tierra. Pero
aquí está hoy, a nuestro lado, enseñándonos cómo extraer de la vida los datos
necesarios para vivir Jesusmente (a la manera suya): Porque -y esto no podemos
cansarnos de repetirlo- ¡Dios es Amor!
En la primera parte de
la perícopa Jesús, como lo hemos dicho arriba, descarta definitivamente la vía
farisaica, eso no es lo que el Padre espera de nosotros, definitivamente no es
el robo de los roles protagónicos, ni las ropas alambicadas y rimbombantes lo
que gusta al Corazón de Dios, por el contrario, es la sencillez y la humildad
lo que lo cautiva. Aquellos que quieren lucirse, acaparar miradas sólo obtendrán
un castigo muy riguroso.
Jesús nos deja unos
sucedáneos suyos donde podemos beber la sapiencia, el Rabí ha escogido a los
pobres como los maestros que se podrán sentar en su Cátedra. ¡Es en esa
dirección que tenemos que mirar si honestamente queremos aprender! Con
frecuencia se nos recuerda que en aquella sociedad machista la mujer que
enviudaba quedaba sumida en la condición más deplorable. Viuda era pues
sinónimo de pobre entre los más pobres, “viuda” χήρα πτωχὴ [chera ptoche] como se
nota, en esta perícopa de Marcos se redunda adjetivando “viuda pobre” es en
este lenguaje sinónimo de anawin mujer-viuda-pobre,
enumerados uno sobre otros los agravantes de su situación, y Jesús mira en esa
dirección. Por eso, dos moneditas expresan el nivel de menesterosidad de
aquella pobre mujer; pero hay aún otro aspecto en el hecho de ser dos monedas,
la lógica del avaro acaparador habría dicho: Una para mí y otra para Dios; en
cambio, desde la generosidad y el desprendimiento de esta Rabina (lo decimos porque es ella la que a través de la historia
nos sigue enseñando y modelando la verdadera Bondad -uno experimenta la
tentación de reemplazar la expresión por la de santidad-, (la que se debe
escribir con mayúscula), no escatima nada para sí.
Entender el mundo y
discernir nuestras rutas de acción no depende de largos rezos, ni de sesudas
oraciones prolongadas para que “cuesten” más. Porque no será la predicación más
larga la que más enseñe, ni la que mejor nos acercará al Señor. Nuestro ojos deben
tender a mirar a las viudas (como también vio Elías a una viuda que ejercitó su
ministerio de proveedora para el profeta) porque no es asunto solamente de los
tiempos recientes que Dios nos da -a través de las viudas- ejemplo de entrega,
de capacidad de donación, a los niños, a los enfermos, a los ancianos, a los
extranjeros, a todos los marginados por cualquier clase de marginación como la
“lepra”, la “posesión de demonios”, o, cualquier clase de enfermedad, con mayor
veras, a los enfermos terminales; en fin, a todos los anawin”. Ellos son
nuestros nuevos rabinos, en ellos se trasparenta Jesús hoy por hoy. Ellos nos
darán ejemplo, nos traerán las enseñanzas de Jesús, nos darán ocasión de ser
misericordiosos.
Papa Francisco ha
dicho: «¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo
hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su
grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos
ricos. (Nosotros estamos llamados) a curar aún más estas heridas, a aliviarlas
con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con
la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que
humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad,
en el cinismo que destruye… Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos
romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la
hipocresía y el egoísmo.
… Redescubramos las obras de misericordia
corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al
desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos,
enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar
consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra,
consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas
molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.»[2]
No nos empeñemos en mirar las estrellas y
entender sus avatares, no nos empecinemos en las predicciones meteorológicas ni
en el profetismo esotérico, no releguemos nuestra inteligencia a las cárceles
del cientificismo, por el contrario –como dice una oración- “viéndolos con los
mismos ojos con que Tú los ves”, miremos el rostro de los que arrastran sus
precariedades y, sin embargo, no escatiman ni una de sus monedas para sí, y
todo lo tienen para darlo.
Roguemos a María[3],
que con esa “mirada” nos mire, que dirija a nosotros sus Ojos Misericordiosos,
para que aprendamos a mirar como quiere su Hijo que miremos, y así alcanzar las
promesas y gracias, sentido de nuestra vida y meta de nuestro existir:
Salve Regina mater misericordiae,
vita, dulcedo et spes nostra salve
Ad te clamamus, exsules filii Hevae
Ad te suspiramis gementes et flentes
in hac lacrimarum valle
Eia ergo advocata nostra, illos tuos
miseri cordes oculos ad nos converte
Et Jesum benedictum fructum ventris tui
nobis post hoc exsilium Ostende
O clemens, o pia, o dulcis virgo Maria
[1]
PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO. LOS EVANGELIO DE MARCOS Y MATEO. Fundación
Editores Verbo Divino Bogotá D.C. –
Colombia. p. 18
[2] Papa Francisco MISERICORDIAE VULTUS
BULA DE CONVOCACIÓN DEL JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA
MISERICORDIA. 11 de abril de 2015 Roma #15
[3] El
documento final del Sínodo 2024 nos invita a encomendarnos a la Virgen en la
advocación de la Ὁδηγήτρια [Odighitria],” Aquella que indica y guía el camino”.
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