viernes, 20 de octubre de 2023

Viernes de la Vigésimo Octava Semana del Tiempo Ordinario


 

Rm 4, 1-8

Ciertas obras se cuentan como trabajo y merecen una paga. Esa paga se debe entregar, es una responsabilidad de quien se ve favorecido con el resultado de ese trabajo. Pero, algunas labores, no ameritan paga y más bien, son lo que llamaríamos “voluntariados”, pueden merecer otra cosa que no la paga. Por ejemplo, podríamos hablar de ceder el puesto, quien cede el puesto puede acarrearse simpatía, ser valorado por su cortesía, o, recibir, en cambio, un gesto de desprecio, que a veces sucede, porque -por ejemplo- la persona se siente ofendida por haberla tratado como “alguien de mayor edad”.

 

San Pablo parte en su argumentación de Abraham, quien obtuvo la “justificación” por la fe; y la fe, no es de la clase de obras que generan una paga. Nos parece que uno de los elementos más hermosos de este enfoque consiste en no interpretar la fe como mercancía. Esta teología des-mercantiliza la fe. Y, nos gustaría actualizar un pensamiento de J. Ratzinger que emitió hace ya más de 70 años: “La Iglesia no descansa en el esfuerzo de los hombres sino en la gracia, descansa en el a-pesar-de-todo dicho por Dios y, en él, es para siempre Iglesia santa”.

 

Dios, lo que hace es tomar al pecador, y -en virtud de su Infinito Poder Misericordioso, lo crea de nuevo, y al re-crearlo, lo hace enteramente “justo”. Con su materialidad ha creado otro “nuevo”, en todo idéntico al anterior, pero que “no-ha-pecado”. Es por eso que sólo Dios puede “perdonar” los pecados, porque entraña un acto de בָּרָ֣א [bará] creación y este verbo es exclusivo de Dios, sólo Dios puede Crear sensu stricto, (a veces hacemos extensivo el verbo, en nuestro idioma, para referirnos por ejemplo al acto del artista, que no es -en propiedad- una creación).

 

Se apoya en Abrahán, pero también en David, porque ellos son paradigmáticos para toda la humanidad, y no solo para el pueblo judío. Por ejemplo, Abrahán precede las Tablas de la Ley, y llegará a ser Padre en la Ley, precisamente porque le creyó a Dios, antes de que pudiera ser reo de la Ley. Le creyó y se confió enteramente -contra todos los hechos- que llegaría a tener una descendencia propia con Sara, y sorteo exitosamente la prueba cuando amenazó la vida de Isaac, y no se lo ocultó de la muerte.

 

Como ya habíamos comentado, en esta comunidad -la de los Romanos- había fieles tanto del judaísmo como fieles de la gentilidad, por eso subdivide su argumentación, presentando primero una muestra de aceptación de los gentiles en esta fe; y luego un argumento a propósito de su pueblo y en la medula de su tradición. De esta manera, lo que Jesús-humanado adquirió para la humanidad -y no exclusivamente para los judíos-  fue la Gracia de poderles trasferir en herencia -como si se tratara de hermanos legítimos- los Frutos de la Resurrección, en este caso la Resurrección heredada es ser-creados-de-nuevo, para ser regenerados en calidad de “justos”, dejando -en la primera versión- el pecado que hizo precisa esta versión 2.0 de cada uno de nosotros: se nos perdonaron las maldades y se sepultaron nuestros delitos, no se nos ha tomado en cuenta nuestro pecado.

 

Sal 32(31), 1b-2. 5- 11.

Este es un salmo de Acción de Gracias. La Acción de Gracias es gratitud porque ha habido Reconciliación entre dos seres que fueron dispuestos para amarse: Jesús y su cuerpo místico, su Esposa, el pueblo de Dios. Se han restituido las relaciones, el Novio ha dado su brazo a torcer -no porque la novia haya reconocido su error, ni siquiera porque ella haya tenido un gesto de Ternura para con su Amado.

 

Ella no ha hecho nada que avale ser perdonada, pero el Amado, fiel a su amor, le ofrece su amparo, la invita de nuevo a morar -con Él- en su Casa. Si ella sabe acogerse al perdón, Él no le guardará rencor, olvidará totalmente sus deslices y sus traiciones. Y el Amor florecerá en su jardín.

 

Si ella reconoce su traición, el Novio le dará alas no sólo de águila, sino aún más: alas-de-ángel. Ser perdonado por Dios mismo es la mayor de las bienaventuranzas. Bastó reconocer la culpa, así todos los justificados se regocijan y llenan sus labios de aclamaciones.

 

En verdad que se puede palpar y patentar que el Perdón-Divino es una Nueva-Creación, porque el corazón al sanar, no le quedan cicatrices, no queda ni rastro en la Memoria de las antiguas ofensas.

 

Lc 12, 1-7

«Conozco tus obras. Mira, te he puesto delante una puerta abierta que nadie puede cerrar. Aunque tienes poca fuerza, has guardado mi Palabra y no has renegado de mí»

Ap 3, 8


 

Vamos al caso contrario: Cómo desperdiciar la oportunidad del perdón. Como malbaratar la Generosidad que ha tenido el Señor, hemos descubierto que Él está deseoso, anhelante de reconciliarse. Algunos de nosotros -en cambio- vivimos ranchados en nuestra “separación”, fundadores de sociedades de “gente definitivamente buena”, gente que no tenga ni un punto de imperfección, sin tacha y sin mácula, y, con ellos, huimos al “rincón” elegido, allí donde sólo pueden entrar los que tiene su “carnet de afiliación” en orden y al día: el club, la secta, la “oficina”, la “pastoral”, el “secretariado”, la “fraternidad”.

 

Si se da una rápida mirada, podemos pensar que es engreimiento, que es orgullo, que es pura presunción, pero -si nos tomamos un tiempo para escucharlos, nos mostraran su código ético y su clarísimo reglamento con exigencia sobre exigencia, norma con múltiples clausulas, y toda su arborescencia reglamentaria muy finamente devanada con toda su casuística. Es el “fetichismo” de la Ley. Se ha constituido la religión del “hasta el más fino detalle” se ha tomado en cuenta. Lo que más los hace sufrir es llegar a encontrar un cabo suelto. ὑπόκρισις [hipocrisis] “fingimiento”, “actuación”, “simulación”.

 

La “levadura” es una acción corruptiva, es un moho, un hongo que levanta, que infla, que hace ver más grande, pero el relleno -una estafa- es puro aire. Además, el pan al que se añade la levadura, se descompone más rápido, si se le deja puede descomponerse y se “nace”, la acción de la levadura es corruptiva. Por tal, los panes que se consagran han de ser panes Ázimos. La levadura es la tergiversación, la distorsión de la Palabra, el mensaje de Dios debe salvaguardarse sin fermento de corrupción. Este celo debe ser doble:

1.    Evitar mezclarla con falsedades, datos imprecisos que se ha establecido que no son, o, por lo menos han llegado a la condición de profunda duda. Apuntes anecdóticos se solían entreverar -antiguamente- para hacer el relato más pintoresco: ¡evitémoslo! Porque estaríamos esparciendo falsedades -y aquellos que confían en nosotros- los repetirán.

2.    Procuremos la coherencia con la Escritura, que lo que digamos aquí, no se contradiga con lo que se lee en otro punto. Cuando la Escritura tenga aparentes contradicciones, digámoslo; ya en su tiempo debido, se aclarará por qué parecía contradictorio. No hay que suprimirlo, Dios sabe de qué está hablando -aun cuando nosotros no logremos penetrarlo.

 

El texto recalca sobre la parresia, y nos previene de callar por miedo; la perdición nos llegará si silenciamos la verdad, pero si la proclamamos, Dios velará, porque como lo ha dicho Jesús, somos valiosos aun cuando nos “vendan por dos centavos” Dios nos tiene inscritos en el Libro de la Vida, y no hay riesgo que seamos borrados de Él.

 

Están, también, los que se desvelan por el chismorreo; no se preocupen por eso, no le gasten energía, no le dediquen atención. Muchos no pegan parpados porque hay yerba-mala en el huerto, eso es inevitable. Limitémonos a trabajar para ser como Dios nos lo está pidiendo, las habladurías ni nos hacen más altos, ni nos achican en lo más mínimo (Cfr. Mt 6,27). ¡Con tal que el “chismoso” o el “criticón” no sea usted mismo!

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