lunes, 9 de octubre de 2023

Lunes de la Vigésimo Séptima Semana del Tiempo Ordinario

 


Jon 1,1 – 2,1. 11

Una noveleta

Un ángulo de enfoque muy atractivo -por lo pintoresco- es el de la ballena. Se puede tomar, y de hecho muchas veces se ha tomado, porque de toda la perícopa sólo conservamos en la memoria este episodio, seguramente por un gusto y una cultura que recibió muy bien la literatura de aventura y los relatos de acción. Nos ha sucedido con frecuencia que, al hablar de este Libro, no se recuerda nada más, y muchos intentos de exegesis se hacen a partir de ese enfoque.

 

Un intento que me parece sorprendente y sorprendentemente desenfocado consiste en ver a Jonás, como un rebelde, inclusive se le ha llegado a mirar como paradigma del “revolucionario” porque se recalca, su desobediencia como una virtud, y se entra en el elogio de esa desobediencia. Esta insubordinación tiene como sustrato un odio hacia los paganos -que en este caso están personificados en los Ninivitas.

 

Para nosotros, este personaje, está directamente relacionado con dos figuras de la “Parábola” del Samaritano: el sacerdote, y el Levita, que están directamente presentados como ejemplo de “insensibilidad”, de “indiferencia”. Pero -a la vez- se conecta con la elección que hizo Jesús de un personaje “héroe”, porque -como vimos recientemente-, Jesús también fue víctima de la actitud discriminativa de los samaritanos, cuando Él quiso pasar por su territorio (Cfr. Lc 9, 51-53), pero el que se compadeció fue precisamente aquél samaritano.

 

El Libro de Jonás fue escrito en el siglo V, o sea que se trata de una obra post-exilica. Es importante -a nuestro parecer-  tomar en cuenta que en 2R 14, 25, aparece un profeta homónimo, que nada tiene que ver con nuestro renegado, respaldando a Jeroboam II y aparece -también- el profeta Amós (760 750 a.C. aproximadamente) que se le opone. Este que estamos leyendo estos tres días, hasta el miércoles, -así llamado “profético”- es, más bien, un Libro de carácter sapiencial. En la semana anterior vimos varios personajes de esta época -por ejemplo, Esdras y Nehemías, y el profeta Baruc-, y hablábamos del regreso a Jerusalén, del Templo y su reconstrucción, además vimos algunas medidas que se tomaron, intentando rescatar la identidad de este pueblo, y la difícil y pesada resistencia que la idolatría significó, especialmente a causa de los matrimonios con gentiles, que fueron declarados nulos, y cuyas mujeres fueron expulsadas de la comunidad, medida prescrita, pero no siempre cumplida.

 

En ese momento hablábamos, identificando una severidad y una razón de ser de esas políticas que, en su conjunto, configuraban un nacionalismo recalcitrante. En esa misma línea ubicamos a este “profeta”. La lectura del conjunto del Libro nos deja ver, que para este “profeta”, todo el resto de la humanidad “desmerece” la Misericordia de Dios, son menos que un ricino, y la exigua sombra que él pueda proyectar.

 

Varías razones nos llevan a la caracterización del Libro de Jonás como sapiencial, que no profético:

a)    La “profecía” de Jonás se limita a una frase: “En cuarenta días, Nínive será arrasada”

b)    Esa profecía no se cumple.

c)    Las obras proféticas son, casi por lo general, en verso, con comentarios en prosa; aquí la proporción es inversa y el Libro es mayoritariamente en prosa.

d)    Los profetas examinaban con profunda comprensión y conocimiento de la situación la realidad socio política de su momento.  En cambio, Jonás no parece saber nada; no se dice que han hecho de malo los Ninivitas, ni que deben hacer para evitar el castigo, no se les dice la causal de esta amenazada destrucción, ni quien será el autor de su castigo.

 

Es así como nuestro protagonista es envidado a Nínive y él, por no cumplir la misión, se va en dirección opuesta, se embarca hacia Tarsis. El Señor, con mano firme lo cuestiona por su deserción y lo envuelve en las redes de un flagrante naufragio. Los marinos del barco en el que viajaba lo echan -a su pesar- fuera de borda, según su propia sugerencia. Los marinos ofrecen sacrificio al Dios de Jonás, que aplacó la tormenta cuando entregaron a su rehén.

 

Fue así como Jonás terminó devorado por un gran pez que -el Señor hizo- que lo regurgitara en tierra firme, al cabo de tres días.

 

(Sal) Jon 2,3. 4. 5. 8

Estando Jonás en el vientre del דָּגָה [dagah] “pez”, pronuncio esta plegaria. Recapacita en su situación, viene la plegaria en esa hora y en ese momento lo asiste, y su fe le da alas a su plegaria para impulsarla en firme vuelo desde lo hondo de la fosa hasta el recuerdo del Templo. Es una oración-memorial.

 

No envía sus ruegos al Cielo, pero, busca una equivalencia, y recuerda que el Templo es Morada de Dios entre los hombres. Así que hacía allí envía su oración. No hacia un lugar sino hacia una imagen memoriosa, re-actualización desde el Abismo.

 

Enviado -en el מְעֵי [mahyo] “estómago” del pez a lo profundo del mar, -seguramente consciente de su culpa-  reconoce que ha sido apartado de la Santa-Divina-Presencia y se pregunta su es esa situación su final o habrá después alguna oportunidad de regresar ante su חָ֫סֶד [chessed] “Misericordiosa-Benévola-Presencia”.

 

En el responsorio proclamamos que Su Misericordia siempre prevalecerá y dirá la última Palabra.

 

Lc 10, 25-37

La projimidad es una relación de reciprocidad



¡Si! Vamos a empezar al revés. Vamos a ir directo al desenlace de la parábola, nos encontramos en la parábola con un “samaritano” que personifica el “concepto” de “prójimo”.

 

Nuestra manera de pensar, nuestro procedimiento mental, para hacernos a un concepto, por lo general es dar lo que denominamos una “definición”. La pregunta que hizo el “abogado”, licenciado en derecho teologal, era sobre el “concepto de “Prójimo”. Jesús, no por dar rodeos inútiles, sino para dar una respuesta verdaderamente comprensible, genera un dialogo, lo que implica partir de lo que uno sabe y piensa, para -a partir de allí- “construir” conjuntamente con el que “no-sabe”. Dar una respuesta consiste en armar con las “fichas” de lo sabido, la estructura de “lo que NO se sabía”. ¿Es exactamente lo mismo? Cuando se da una definición ¿no se arma lo que No se sabía con lo ya sabido? ¡No! Ahí se parte de las fichas del que responde, armando algo útil para el que “responde” (al que llamamos maestro); pero, el que NO sabía, sigue en la misma situación, sigue sin-saber.

 

Las parábolas tienen esa peculiaridad, parten de lo que “el que No sabe” tiene (conocimientos previos), para construir, juntos la “experiencia” interna (del que llamaremos “discípulo”) alcanzando, por fin, lo que quería saber. Podríamos decir, usando la imagen tradicional del aprendizaje, que no le da una respuesta, sino que le crea la situación experiencial idónea a la adquisición de ese “Saber”.

 

Notamos, que la clave está en “tener compasión”, en experimentar, en las propias entrañas, lo que le pasa a un “semejante”. Sólo si sentimos -en carne propia- lo que otro vive, estaremos lo suficientemente “cerca” del otro, para que podamos “entregarnos”. Hagamos un paréntesis y miremos a Jesús, ¿podría habernos salvado sin haberse “humanado”? ¡No! Sin humanarse, habría actuado como el sacerdote y el levita, habría permanecido ajeno, “extranjero”, a lo que nos pasa como seres humanos. Por eso, lo primero que hace Dios para salvarnos es “abajarse” de su “extranjería” y hacerse uno de nosotros, “projimizarse”, (disculpen, sería mejor decir -más correcto en nuestra lengua- “acercarse”, “aproximarse”). Esta aproximación es tal que, “se calza nuestros propios zapatos”. Su compasión es “abajarse” de su propia cabalgadura, limpiar y curar nuestras heridas con aceite y vino, y “hospitalizarnos” -corriendo con todos los gastos- hasta que, por fin, estemos “restaurados. Solo podíamos ser “salvados” por nuestro Semejante, Alguien que pudiera ponerse nuestros zapatos, Alguien que pudiera ponerse en nuestro lugar, “sólo lo que es asumido, puede ser redimido”.

 

¿Se nos dio este texto para que tuviéramos cinco o diez minutos de hermosa Lectura? Todo esto no es un bonito ejercicio de Jesús como cuenta-cuentos; es nuestro CURSO-TALLER DE SALVACIÓN. No es un cuentico curioso de la aventura de un hombre que fue comido por un pez gigante, no es la historia de un viajero que encontró un señor que lo habían atracado. No es literatura. (aun cuando tiene el valor literario de obras dignas del premio Nobel de Literatura). ¡Pero esa no es su finalidad! No fueron escritas para ser premiadas, aplaudidas o estudiadas en los talleres de literatura. Nos han llegado a nosotros como piezas de Salvación. La manera como termina Jesús su “enseñanza” es contundentemente clara: “ANDA Y HAZ TÚ LO MISMO”. Lo que Él hizo en la cruz, fue iniciar la serie de lo único que salva. Lo que salva no son las plegarias en sí mismas, ni las devociones más pías, ni los aplausos que le demos a Jesús; lo que Salva es que hagamos nosotros tal como Él hizo, que obremos como prójimos, ¿nos reconocemos misioneros? ¡Pues esa es la Misión!

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