lunes, 16 de octubre de 2023

Lunes de la Vigésimo Octava Semana del Tiempo Ordinario



Rom 1, 1-7

 

Vamos a tener 18 sesiones -desde hoy hasta el 11 de noviembre- estudiando este escrito Paulino ten esencial: A los Romanos. Pablo no había estado en Roma, conocía algunos de los miembros de la Comunidad por haber tenido contactos personales con ellos, y precisamente, por medio de ellos tuvo muchas noticias de aquella comunidad y de los problemas que empezaban a darse entre ellos. El planeaba pasar por allí en su itinerario, rumbo a España. Se cree que fue escrita en Corintio después de un año bastante truculento y agitado. (algunos investigadores prefieren conjeturar su escritura en cercanías de Cencreas), residía en casa de un tal Gayo y se la dictó a Tercias, que actuó como escribano. La fecha que se señala, muy seguramente, fue el año 57 y principios del 58.

 

Se conjetura que la comunidad nació partiendo de judíos que se reunían en las Sinagogas romanas, y compartieron las noticias que les llegaban, de Jesucristo, y así se cristianizaron. A este grupo se sumaron -con relativa rapidez- muchos gentiles. Hasta que, Claudio los expulsó de Roma, año 50 d.C. Una vez expulsados los judíos (los cristianos a ojos de los romanos, eran judíos), la comunidad -de los que quedaron- empezó a crecer en número, con la adhesión de paganos, que no ponían ninguna atención a la dieta prescrita por los judíos, ni a sus fiestas, ni a la Ley mosaica y mucho menos a la circuncisión. Entonces, al cabo de -algo así como cinco años de exilio-, se les permitió volver, y ellos pretendieron retomar donde habían dejado antes de su expulsión, lo que los gentiles conversos no consintieron. Así que la Iglesia estaba en ruptura, unos por aquí, los otros por allá. En el fondo, la carta busca establecer la unidad mostrándoles la doctrina verdadera para que ellos pudieran zanjar las desviaciones y consolidarse en la propuesta de un cristianismo claro y coherente, además de preparar el clima para su viaje programado.

 

El saludo comprende los versos 1-15 del capítulo primero. Hoy vamos a dar un vistazo a la primera mitad de este saludo:

 

El escrito comienza con una fórmula de remitencia: Παῦλος δοῦλος Χριστοῦ Ἰησοῦ, κλητὸς ἀπόστολος ἀφωρισμένος εἰς εὐαγγέλιον Θεοῦ, “Pablo, el esclavo de Jesús-el-Mesías, llamado a ser apóstol, escogido para el Evangelio de Dios”. Inmediatamente después, establece que el Evangelio habla del Hijo de Dios, al que -en lo que respecta a su humanidad- es de la estirpe davídica (en griego dice “de la semilla de David”); Él ha sido constituido en tal Filiación por el Espíritu de santidad (persona Trinitaria que escoge, separa y destina), en este caso, esa acción de ἀφωρισμένος [aforismenos] “separar”, de “poner aparte”, la realiza por medio de la Resurrección. Que Él Resucitara es la declaración del Espíritu Santo para que nosotros lo aceptemos sin dudar. De esta manera el Paráclito nos declara: Es Él y se los confirmo YO.

 

Habiendo ya enunciado la Filiación-Divina de Jesucristo, podemos asumir la Autoridad y Poderío del que está revestido, para designar enviados-plenipotenciarios, denominados “Apóstoles”, que efectuarán la “convocatoria” para acatar las consecuencias de la Fe. También a los Romanos que lo hayan aceptado, cabe la delegación y son constituidos -también ellos- misioneros en el anuncio.

 

Viene dada otra designación para los que aceptan la Fe, y son adornados con la Misión de sembrar esa semilla; a ellos Pablo los llama “Santos”. Esta santidad difiere de la que nosotros solemos mencionar, que consiste en reconocer una vida de coherencia que “garantiza” para nosotros su presencia ante el Rostro del Altísimo, desde donde pueden continuar abogando a nuestro favor; aquí se alude a otra Santidad, y es, la aceptación de Jesús-Hijo de Dios, y el responsabilizarse de la labor misionera. En ese sentido podemos decir que todos los fieles estamos llamados a disfrutar de esta designación y actuar como aspersores de la Semilla de la Buena Nueva. Bien visto y a fondo estudiado es una y la misma cosa: la tarea misionera en la tierra-y un “premio en el Cielo; un ahora, mientras estamos aquí y un después, cuando seamos repatriados en la Gloria.

 

Mucho hemos insistido que la Semilla del Evangelio no se da para acapararla, todo lo contrario, se nos da para regarla sin discriminaciones. No podemos abdicar de esta tarea tan definitiva para nuestra fe a favor de nadie, es más, tenemos que asumirla con hondo sentido de responsabilidad, dado que esa labor es parte esencial de la Salvación. “A los Romanos” es un Libro Soteriológico, por eso, porque nos marca las rutas de la Salvación y las responsabilidades que nos encomienda, así como la perspectiva correcta para que sea Buena Noticia de Jesucristo, y no tergiversación.

 

Cada vez es más patente la urgencia de toma de posiciones por parte del laicado en la tarea evangelizadora. El peligro de las tergiversaciones ha causado el celo que llevó a muchos a encerrarse en el exclusivismo de esta tarea, porque muchos son propensos a mezclar, lenta pero perseverantemente los “sabores” del sincretismo, dejándose llevar por el alud de los aromas y fragancias que el Malo entrevera como mentira entretejida con verdad. Así que, “guardianes” celosos para evitar las falsificaciones, prefirieron -ellos solos- darse a una tarea que -a la hora de la verdad- es competencia de todos los convocados.

 

Sal 98(97), 1bcde. 2-3ab. 3c-4

Empezamos, -indiferentemente de qué etapa estemos atravesando en nuestra existencia-, siempre “empezando”. Y todo inicio exige un cambio, un replanteamiento, no podemos ir adelante y comenzar siempre igual, por muy cómoda que sea la rutina, por muy convencidos que nos tengan nuestros métodos, hay que saber empezar, y esa sabiduría consiste en saber empezar siempre de manera renovada, encarar lo que viene de una manera inusual, como si nunca lo hubiéramos hecho antes. En este nuevo despertar, seamos compositores de un himno tan inusitado que diríamos ¡estamos ante un descubrimiento! Este es un nuevo modo, nunca se había hecho así, ¡no importa! ¡vamos a intentarlo por esta nueva vía!

 

Dios hace de cada mañana y de cada despertar, un estrene de la Justicia. Ayer, anoche mismo, al irnos a la cama, tal vez -con desengaño- cerramos los ojos y emitimos un veredicto: no fue mucho lo que se avanzó. Y, hoy, al despertar, nos hallamos enfrentados a un proyecto del Señor completamente Nuevo. Por eso Dios-es-Creador. Porque Él es inconteniblemente Innovador y nos entrega para este nuevo día una Justicia remodelada, con unos acordes nunca antes oídos.

 

Nosotros, seguramente veremos el telenoticiario y nos parecerá que ¡todo es lo mismo! ¿sabían ustedes que los fabricantes de opacidades se sentaron ayer y antier a planear la repetición? En cambio, Dios Creo este “hoy” y toda su Materia Prima era Salvación.

 

Dado que sepamos “escuchar” oiremos su diversa, muy diferente, Nueva Melodía, recién creada: Pero ¡hay que escuchar hacia adentro! Si sólo oyes hacia afuera, te engañarán los fraguadores de “productos estándar”, en cambio YHWH nunca pierde Su identidad, si Él tuviera que peinarse frente al espejo, cada día volvería a encontrar Su Rosto de Misericordia.

 

Eso es lo que nos ha revelado, al Crearnos selló con nosotros un pacto de Responsabilidad: Sernos Fieles, somos sus Criaturas y Él es Fiel a su Paternidad, no se des-responsabiliza, nos asume, no como una carga, sino como sus Amados.

 

Estas verdades ya tocan las fronteras del fin del mundo, decimos, “hay rincones donde todavía no hemos llegado”, pero cuando Dios ha hecho sonar su Shofar, sus ecos han llegado, donde nosotros, los humanos, ni soñamos llegar. ¿Creemos que algún país no ha contemplado las pinceladas de un amanecer? ¿es que acaso habrá alguna isla que no haya tenido un atardecer arrebolado, con lluvia de estrellas, y con eclipse propio? No, ¿nosotros no hemos llegado! Pero a esos confines delegó Dios sus angelicales evangelizadores, sus “santos heraldos”.

 

¿Qué falta? ¡Que hagamos coro con nuestras voces reconociendo que Dios Triunfó desde la Cruz, y que, además hizo eco a su Victoria, Levantándolo de la Tumba!

 

Lc 11, 29-32

Quien es verdaderamente sabio, se convierte.

 

Cualquier persona que sepa leer y escribir puede leer la Biblia; pero encontrar en sus páginas Palabras de Vida Eterna es algo que la carne y la sangre no pueden revelar.

Michael Casey O. Cist.


 

Saber asomarnos a la Escritura para poder adentrarnos en el Mensaje Evangélico, es un arte verdadero. Muchas veces nos quedamos en cierta perifericidad del “show”, como cuando en Sansón sólo descubrimos un forzudo legendario, o en David, al niño-súper-héroe que encara al gigantón, o en el episodio de Noé, nos detenemos intrigados a racionalizar cómo hizo entrar las parejas de todos los animales y cómo las acomodó. Inclusive -diremos más- para resaltar cómo nos quedamos en la exterioridad: si miramos la Natividad como un cuadro bucólico de tele-dramón cuando maravillados resaltamos al Bebé puesto entre el forraje del ganado.

 

Porque nos negamos a verlo en cada maravilla, no merecemos ninguna otra ratificación. Ha realizado la más asombrosa e inexplicable Proeza, y nosotros -niños caprichosos-, coreamos ¡otra, otra, otra! ¡Descarada osadía, quererlo reducir a mico circense! Vamos por el mundo, visitando santuarios en procura de un Milagro, no buscando su Mensaje Salvífico.

 

Todos los personajes del Primer Testamento están ahí, testimoniando su Grandeza, su Santidad, su Misericordia. Y nosotros, cambiando de tema, continuamos ¡otra, otra, otra!

 

Hay dos tareas que son nuestra competencia, y Jesús nos las señala hoy: ¡Son las claves de nuestra salvación! Buscar la Sabiduría y trabajar en la Conversión. σοφία [sofia] “Sabiduría” como la reina del Sur, μετανοέω [metanoeo] “conversión” como los Ninivitas, que ni lo conocían, pero acertaron a reconocer que no iban bien, y que podían desechar lo que no era digno-del-ser-humano; (es interesante constatar que fueron siempre los paganos los que aceptaron, tanto la Reina del Mediodía, como los Ninivitas lo eran). Si obramos lo contrario, nos enjaularemos nosotros -caminando voluntariamente hacia la cárcel cuyo rotulo en la entrada reza: “Prisión de las generaciones perversas”.

 

Sabiduría y conversión no son dos cosas, ¡el que se convierte, ese es el verdadero sabio!

 

No hay que tener hambre de espectacularidad, sino como la reina del Sur, cruzar el mundo entero buscando la Verdadera Sabiduría. Ya desde el principio, desde la más tierna infancia de Jesús, los Magos atravesaron todas las distancias, buscándolo, porque su Sabiduría eclipsaba la salomónica. Y, la conversión, claro, es el complemento perfecto, lo único que nos falta, Él ya nos regaló -incondicionalmente- la Redención, y nos aclaró que no teníamos que merecerla con algún tipo de esfuerzo, es una Donación, como corresponde a su Misericordia, no tenemos que arrancarnos los pecados como quien se arranca la piel- quiso el Señor en su Bondad otorgarla: ¿qué podemos hacer nosotros? ¿tratar de pagarla? ¿es que habría alguna moneda que la comprara?

 

¡No! Lo que cabe a nosotros es la admiración deslumbrada de su Infinita Misericordia. Darnos cuenta de la enormidad de Su regalo y cantarle Canticos Nuevos. Sin quedarnos en la superficialidad del canto, sino entendiendo de conjunto el drama Divino-humano de nuestra Salvación.

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