lunes, 2 de octubre de 2023

ÁNGELES DE LA GUARDA

 Lunes de la Vigésimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario



Ex 23, 20-23a

Sería interesante mirar la globalidad del Éxodo como una vivienda de 4 plantas, subdivididas en alcobas. Las estancias serían: a la entrada, una panorámica del marco situacional que enfrentaban los Israelitas en Egipto; la segunda instancia, la marcha por el desierto; la tercera, tiene como núcleo la Alianza, y la Cuarta, mira hacia como apareció la “Tienda del Encuentro” y su diseño. La perícopa que hoy nos va a ocupar, se refiere a la tercera estancia, por lo que convendría darle un vistazo más detallado a ese piso.

 

En él se toca el asunto del viaje para llegar al Sinaí, empezando con a) la propuesta que les hace Dios de sellar entre Él y su pueblo -en éxodo-, una Alianza, luego viene b) la entrega de las Tablas, y luego, como se recordará el asunto de d) el Becerro de oro que se fabricaron porque Moisés tardaba en regresar. La parte b, puede considerarse integrada por los capítulos 20-24, dónde no sólo se les hace entrega de La Tablas de la Ley sino que además se les dan otras leyes relacionadas con el Altar, la esclavitud, los crímenes, ciertos de ellos regulados con más detalle, seguramente por su frecuente acaecer, leyes sobre la propiedad, sobre las calumnias, los juicios promovidos con acusaciones falsas, el trato que se daría a los emigrantes y sobre algunos aspectos cultuales y la institución de las Festividades: la de los panes ázimos, la de la siega y la de la cosecha-las primicias. Para llegar a la promesa de protección y escolta angelical, que es la esencia y el motivo de que esta perícopa se haya escogido para la celebración -hoy- de los Santos Ángeles Custodios.

 

El Señor ofrece a Moisés y a través de él, a su pueblo, que tendrán un מַלְאָך [malak] “ángel” que irá por delante לִשְׁמָרְךָ֖ [shamar] “que hace guardia para proteger”, “que custodia”, de ahí que se les llame custodios, que es el significado de esta palabra; aportándoles protección, y les servirá de guía para llegar a la tierra prevista para ellos, para llevarlos a feliz destino.

 

Allí se nos señala cómo ha de ser nuestra relación con él: de respeto, de acatamiento, sin rebeldías, porque el ángel es Su Embajador ante nosotros, actúa en su Nombre Santo y es portador de sus designios amorosos para cada uno de nosotros.

 

Hará de nuestros enemigos, los enemigos suyos, si -los ciudadanos del pueblo de Dios- tenemos un adversario, Dios lo mirará como adversario suyo. Y, concluye la perícopa reiterando que, el ángel custodio פָּנִים [panim] irá por delante”.

 

Sal 91(90), 1-2. 3-4. 5-6. 10-11

Las festividades que se instauraron como obligatorias, a las que se refiere en el Éxodo, antes de llegar a prometer la escolta de un ángel; demarcaba unas peregrinaciones a Jerusalén, para llegar al Templo: se trata de peregrinaciones estrictamente cultuales.

 

Este salomo de hoy, es un salmo de peregrinación. Se toman los versos que se refieren al asombro al llegar y contemplar la maravilla y la hermosura del templo, y la estrofa final, de una oración que ofrecen los peregrinos por los habitantes de la ciudad que los acoge: ellos oran por sus anfitriones.

 

Teniendo el Templo ante sus ojos, habiendo llegado por fin a Jerusalén, se sienten por fin, libres de los azares y riesgos del camino, superan la preocupación, han dejado los asaltantes de caminos atrás, y ahora, se regodean, en alabanza al Dios Poderoso que los trajo con bien.

 

Sus ojos se abren para entender que Dios ha sido Refugio y Alcázar. Él los ha guardado y tenido a salvo de las trampas del camino, de las incertidumbres que les mencionaron otros viajeros como precauciones a tomar.

 

Los ángeles custodios tiene alas, así los creó Dios, y sus alas los han cubierto, haciéndolos invisibles para sus enemigos.

 

Los brazos de los ángeles son fuertes como músculos de toro, como brazos de gladiador, su sola presencia ya es “escudo y armadura”.

 

Los viajes, y para un pueblo en Éxodo, todo el tiempo es viaje, tiene peligros diurnos y peligros nocturnos: había maleantes que atacaban en la noche, pero también había asaltantes diurnos que -como francotiradores- se apostaban y los atacaban con sus mortales flechas. Además, había accidentes geográficos y fenómenos naturales que también eran amenaza. Pero el ángel los cuida de todo eso.

 

Una misión muy claramente definida había entregado Dios a los ángeles, ellos no tenían otra ocupación u otro objetivo, simple y sencillamente, estaban para guardarlos en su caminar.

 

El ángel no es una figura de evasión: ¡no hagamos nada que para eso está el ángel! No es esta la lectura que se ha de hacer de este Don Celestial. Los ángeles no están para cubrir nuestra pereza y encargarse de lo que nuestra diligencia abandona. Pero allí donde pongamos nuestro empeño, el ángel centuplicará nuestras fuerzas y nuestra astucia.

 

Mt 18, 1-5. 10

…más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al fondo del mar.

Mt 18, 6defg


 

Hay una premisa comprensiva para adentrarnos en la hermenéutica de esta Lectura del Evangelio mateano que tenemos para hoy. Una pregunta muy lógica es ¿quién de nosotros, tan virtuosos, tan bien puestos, tan modosos, merece integrar el gabinete de gobierno del Reino? Si hemos caminado con Jesús, si un sinfín de veces lo invocamos ¡Señor, Señor! Si nuestro trato con Él se ha vuelto una relación de cercanía, de profunda confianza, casi que de intimidad. ¿No es muy justa la pregunta?

 

El detalle crucial es que el Reino ya se realizó en Jesús Crucificado-y-Resucitado. ¿Estará medianamente realizado en nosotros? ¡El Reino ya está aquí! ¡Jesús lo puso en el centro! ¡Se trataba de un jovenzuelo, muy niño, ya no mamaba del pecho de mamá, pero, ni siquiera había llegado a la edad de ser circuncidado! eso lo sabemos por la palabra que se usa: «Él llamó a un παιδίον [paidion] “niño muy pequeño”, lo puso μέσῳ [meso] “en medio” “en el centro del corrillo”, “en el núcleo de la ronda” y dijo…».

 

Hay, como mínimo, dos valores esenciales de un niño de esta edad -claro que a veces los malcriamos hasta que logramos destruir en ellos sus rasgos más generosos y deseables- son rasgos tan nobles que -de verdad- los requeriríamos de querer sinceramente ingresar en el Reino.

 

El primero es su capacidad de sobreponerse a un disgusto, es imposible que su enojo dure más allá de -digamos- cinco minutos. Si tuviéramos este Don maravilloso del “perdón”, tendríamos el carnet de entrada al Reino.

 

La otra característica, que nos parece que podía ser lo que Jesús señalaba, era su dependencia: a esa edad, el niño es enteramente dependiente de sus “padres”, su vida pende y depende de sus progenitores y los cuidados que ellos les brinden. Si nosotros fuéramos capaces de vernos así, dependiendo enteramente de Dios, habríamos alcanzado el Reino.

 

No se trata de la “docilidad” para que las supuestas “autoridades” humanas nos manipulen. El punto no radica en que algún hombre haga de nosotros marionetas fácilmente manipulables, se trata de aceptar que “dependemos” de Dios, se trata de ver que la línea de nuestra vida la traza el Señor, y por eso, ¡Él es el Señor!

 

Que no nos vengan con el discurso de que la autoridad divina la detenta A, B o C. que el “príncipe x” o el “tiranuelo y” han sido directamente designados por Dios como sus apoderados; eso es ¡ideología barata! La historia está repleta de esas figuras que se mimetizan de divinidad y tejen afanosamente su entramado de control y dictadura. ¡Hay que desenmascararlos! Pero, por el contrario, hay que aprender a discernir y reconocer lo que viene de Dios, con los que él nos ha manifestado, especialmente sus hagiógrafos, y ¡a ellos sí! acatarlos. Por ejemplo, acatamos al Papa, a él como autoridad Petrina, también a los “padres de la Iglesia”, a sus “Doctores”, ¡si, y si!, de verdad que ellos nos trasmiten la Revelación. Pero, no abundemos mucho más allá; cuando empecemos a enumerarlos, vayamos con tiento. Atención y cuidado con los que pretenden “completar la revelación”, evitemos el afán esnob en materia religiosa y pretender estar al día con el más reciente “iluminado”.

 

Hay otra manera de despreciarlos: decirles cualquier cosa, imprecisiones, a veces hasta errores, revolver elementos que la Iglesia no promueve, guiarlos con nuestra escasez y nuestra penuria, difundir tergiversaciones, repetir simplezas y/o desinformaciones, inclusive, andar proclamando “verdades a medias”. Por favor, que no se recorte el Evangelio a la medida de la insuficiencia.

 

¿Queréis derribar a esos encaretados? Mirad quien se aprovecha de cualquier débil, cualquiera que los maltrate, que los minimice, que los ignore, que los engañe, que les mienta, que los desampare, bajo cualquier pretexto -especialmente si se trata de su pretendida “autoridad”, o muy exigida sabiduría- esos no ven, ni saben, que los Ángeles Custodios de esos “pequeños” están constantemente viendo el Rostro del Señor.

 

Perdonar y saber depender ¡de Dios!, es la ruta para llegar a ser de los más grandes en el Reino.

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