lunes, 3 de junio de 2024

Lunes de la Novena Semana del Tiempo Ordinario

 


2Pe 1, 2-7

Quienes han recibido la fe, han recibido un “privilegio”, ese privilegio dignifica, da honra, “honor”, respeto. ¿Cómo ha sido posible tal cosa, que los destinatarios de la “carta” gocen del mismo nivel de “dignificación” que tienen el hagiógrafo y los suyos? Se plantea un punto muy significativo, y urticante para quienes quieren detentar el monopolio de la Revelación. Aquellos que se ponen por encima, los que se vuelven “perseguidores” para asegurarse que nadie pondrá en cuestión sus “embustes”: Se trata de la ralea de los maestro y profetas falsos, los líderes que han conculcado las riendas.

 

Ha sucedido así porque la δικαιοσύνη [dikaiosine] ¡“Justicia” Divina es así! pone ἰσότιμον “en pie de igualdad y dona la misma honra a todos” los miembros de la Comunidad. Todos los que creen, tienen la misma dignidad, así las cosas, el “remitente” de la carta, en este saludo, pide a Dios que los adorne con Gracia y Paz abundantes, para todos los que gozan de esta πίστιν [pistin] “fe”, que ha venido a habitar en la vida de todos los “convocados”, sin discriminar los que estaban en Roma, los de Jerusalén, y los de las Comunidades de Anatolia.

 

Dios -con esa Justica Suya- los ha proveído de todo cuanto había menester, dotándolos por medio de un ἐπίγνωσις “entrenamiento experiencial”, no algo que se obtiene leyendo, o asistiendo a clases o conferencias, sino lo que se adquiere al caminar y vivir “codo a codo”, “sinodalmente” con los “hermanos en la fe”.

 

Esta “dotación” sirve a dos finalidades bien definidas:

1.    Cumplir las promesas más valiosas y más esperadas.

2. Estar vacunados contra la mundanidad que los asecha por todos lados. Esa mundanidad que los arrastra a vivir en “pecaminosidad” que corrompe y empuja hacia la perdición

 

Como se nos han dado esos dones, ¿podemos “acostarnos” a descasar y a gozar de ellos holgadamente? ¡Pues no! Hay que trabajar.

 

Tenemos que esmerarnos en ir recolectando una cosecha:

·         Primero habrá que recoger ἀρετήν [areten] “virtud”, “la rectitud moral” para revestir con ella, la fe recibida.

·         Luego a esa virtud habrá que anexarle el γνῶσις [gnosis] “entrenamiento sinodal”, “el conocimiento que viene de la práctica”, el que uno va adquiriendo con los hermanos que también se esfuerzan en construir comunidad.

·         Nadie puede alcanzar la gnosis si no tiene ἐγκράτειαν [enkratein] “auto-control”, “dominio propio”,

·         Aún hay que tener otros cuatro rasgos más, muy bien desarrollados, por medio de la entrega y la consagración, lo que llamamos la “aplicación”, a saber: la ὑπομονή [hupomone] “persistencia”, la “constancia” para no desistir

·         Y, εὐσέβεια [eusebeia] “la piedad”, que es la respuesta bondadosa a lo que Dios dice, propone, nos sugiere. Como quien dice, abandonar el timón al Espíritu Santo, para que sea Él quien tome el mando y gobierne nuestra dirección; para no sucumbir víctimas de los “interesados”, de los “manipuladores”. En esta piedad hay un elemento de discernimiento, para separar los engaños de lo que verdaderamente es la propuesta Celestial.

·         Φιλαδελφίαν [filadelfian] “sincera fraternidad”, “sentimiento de hermandad”, sentir que verdaderamente podemos llamar a Dio-Padre, y a todos sentirlos verdaderos hermanos en Jesucristo.

·         Y, para llegar al ápice, ἀγάπην [agapén], lo que Jesús nos mandó, el “amor desinteresado”, que no busca beneficios, sino que se alegra desprendidamente de todo lo bueno que le pasa a su “hermano”; es un amor tan puro, que sólo lo podemos definir como “Amor Divino”.

 

Sal 91(90), 1-2. 14-15ab. 15c-16

Abandonarse al abrigo del Altísimo

Se emprende una peregrinación, y Dios mismo nos da Salmos que orienten la espiritualidad de la “peregrinación”, no se trata de ir de aquí para allá, se trata de un desplazamiento espiritual, no de un movimiento espacial. Se peregrina como comunidad, entonces, ¡hay que llevar un corazón sinodal!

 

Cada instante de la peregrinación tiene que tener los ojos fijos en Dios, recordando sin tregua que nos movemos para darle una respuesta a Dios. Y con ese pensamiento constante, entender que los que van en “caravana” (sinodía) con nosotros, de alguna manera nos estarán comunicando ese conocimiento indispensable para acercarnos al Señor, para hacernos miembros de Su Pueblo, de su Cuerpo Místico.

 

Peregrinar al Templo, entraña, de por sí, una enorme confianza en el Señor. Es soltar la manija de las seguridades y “dejarse ir” en una caída azarosa, sin certeza del desenlace. Esa incertidumbre que se supera con la “confianza puesta en el Señor” es la esencia de la espiritualidad del “peregrino”. El turista va sobre seguro, el “peregrino” se arriesga.

 

Miremos que esa “disponibilidad” del peregrino apunta en la dirección del verdadero discipulado. De ella solo es capaz el que dirige su Amor-Agape hacia el Cielo. Es consultarle todo a Dios y dejar que Él sea quien señale. Que la opción la tome Él.

 

Significa, pues, que Dios sea nuestro Alcázar, que nos refugiemos en Él por entero; sabiendo que hay peligros letales en la ruta a seguir, serpientes, leones, alacranes, trampas, lluvia de flechas.

 

El salmo, sin embargo, nos presenta todas las garantías y todas las certezas que Dios nos entrega. Hay un grito de Dios como fuerza de fondo: Ánimo, no temas.

 

Sin falsos triunfalismos. Avanzando reclinados sobre esa Fortaleza, sabremos que la lucha será esforzada, pero que -a pesar de todo- ya tenemos la Victoria en nuestro bolsillo.

 

Mc 12, 1-12



Hay un sentido de fraternidad tan profundo en Jesús, que pese a la mala fama que nos hemos hecho a través de los siglos, Él lo vuelve a apostar todo, a favor nuestro. Todos le han dicho que sólo somos una prosapia de “viñadores asesinos”, estirpe de fratricidas, pero Él sigue creyendo en nosotros.

 

¿Con quién dialoga? ¡Precisamente con los Viñadores asesinos! Los Sumos Sacerdotes, los escribas y los ancianos: Los que tienen todo que perder y no están dispuestos a arriesgar nada. Se trata de su pueblo elegido, y los adversarios son los líderes políticos y religiosos. ¿Todo viñador es asesino? Si lleva en sus manos la dirigencia de los poderes ¡sí! Se trata de ese germen tan contagioso del “faraonismo” (que quiere deshonrar y aplastar la cara contra el excremento de los bueyes, les manda a matar sus hijos, y los someten a trabajos vejaminosos), a una casta sucede otra, siempre hay “aristócratas” que quieren reiniciar la serie de esclavos que hagan ladrillos a bajo costo y permitan levantar un rico imperio.

 

Los faraones tienen una debilidad innata, siempre ven en el “otro” un potencial “heredero” que tendrá todos los papeles en regla para reclamar la sucesión. Si no fuera un posible heredero, lo ignorarían; pero, como es el legítimo (tan es así que ellos mismos escribieron en la Cruz “Rey de los judíos”), lo van a asesinar.

 

¿Podemos pensar, siquiera, que el Dueño de la Viña, dejará el Magnicidio Impune?  La enseñanza de la parábola consiste en profetizar que Dios no se dará por Vencido, sino que buscará arrendatarios, a carta cabal, a quienes poner a cargo de la Viña.

 

Entonces, ¿si Jesús murió así, no era el Mesías? Todo lo contrario, es el Verdadero Libertador, por eso Su Padre lo Resucitó, para que la Historia siguiera su curso, con Él a la Cabeza, y que todos vieran que el Mesías es la Piedra Angular.

 

La gente del “pueblo elegido” son siempre los que contienen a los faraones (ellos sabían que la parábola había sido dicha para ponerlos en evidencia), sin embargo, les urge tenerlos engañados, y no quieren desenmascararse delante de ellos. Quieren seguir manteniendo la ilusión, y por eso, por el momento, no obraron abiertamente en contra del Salvador, pero empezaron a urdir por debajo de la mesa, y a ofertar recompensa, en monedas de plata, para el que quisiera jugar el rol de traidor. ¡Nunca escasean!

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