lunes, 10 de junio de 2024

Lunes de la Décima Semana del Tiempo Ordinario


 

1R 17, 1-6

Vamos a iniciar un cursillo sobre el Primer Libro de los reyes, en siete “clases”. Como vía de acceso vamos a remitirnos al “ciclo de Elías”, luego añadiremos dos clases más, tomadas del Segundo Libro de los reyes, para mostrar la continuidad que recibirá el profeta Eliseo, que recoge la heredad en lo tocante a la misión profética del norte.

 

La propuesta de estudio que nos trae la liturgia, no es lineal, ni continuada; parte -como vemos hoy- del capítulo 17, luego avanza al cap. 18, luego va al 19, el próximo lunes va al capítulo 21, y, el miércoles 19, saltará el Segundo Libro de reyes, (recordemos que son un mismo libro dividido en dos por su extensión). Con ese plan de estudio tendremos una perspectiva general de estos dos profetas.

 

Para ubicar cronológicamente los episodios que vamos a ver, conviene tener en cuenta que han pasado unos 50 años de la división del norte y el sur, Judá; el norte será el reino de Israel. En procura de un cierto “progreso” se da un desgaste, descuido y olvido de los valores que el pueblo, guardaba y cultivaba. El rey Ajab se casó con Jezabel, una sidonita (todo apunta en la dirección de un matrimonio por “pacto” con el rey de Tiro), y Jezabel indujo al culto de Ba´al. Esta divinidad venía de los cananeos y de los fenicios y era un dios agrícola que controlaba la fertilidad y -claro- las lluvias. De ahí se puede entender, porque el elemento base del relato de Elías, es una sequía. Es un desafío, si su deidad era poderosa, pues, ¿por qué no hacía llover?

 

Otro punto a tener en cuenta es que, estos son profetas “no-escritores”, por lo que son relatos que tuvieron un tiempo considerable de existencia en el marco de una cultura oral, antes de llegar a ser registrados por escrito. Muy distinto de lo que hacían los periodistas que escribían “artículos” para informar a la gente lo que estaba pasando, aquí lo que querían era enseñar a la gente a ver, con ojos de profeta, lo que hacían los “reyes”. Se quería trasmitir un pensamiento crítico, que tenía como punto de perspectiva la mirada de Dios.

 

Un profeta no es un adivino de lo que va a pasar, es un Custodio de la Alianza, es la voz de la conciencia en cada momento de la vida: Cuando nosotros hablamos de nuestra función profética, no es un uniforme, como la camiseta de un equipo, que se nos entrega el día de nuestro bautismo, sino una opción “intelectiva” para que nos acostumbremos a entender nuestra vida desde el foco de la “Justicia” de Dios. Así tendremos una identidad de fe y una conciencia de “misión”. Hay dos maneras de lograr identidad: una identidad superficial y externa, que se logra poniéndose cierta prenda, un brazalete, un escudo, una medallita; y otra identidad más clara y definitoria, la identidad existencial, para vivir, en nuestro caso, “con los mismos sentimientos de Jesucristo”, nuestra identidad no es exterior, es interior, consiste en un corazón manso y bueno, un corazón compasivo. Nuestra identidad consiste en una cristificación de nuestra vida, no a escala individual sino a nivel sinodal, comunitario.

 

Estamos aproximadamente en el año 860 antes de Cristo. Elías fue, como se lo indicó el Señor, al arroyo Querib y bebía de sus aguas y los cuervos le llevaban la comida. La sequía afectaba a los idolatras, pero para los suyos siempre había agua y pan. Que el profeta de Dios estuviera viviendo tan lejos, significaba que la Palabra de YHWH no era oída, que su adopción de Baal, anulaba la Alianza que habían jurado respetar. Estar lejos de Dios es pasar hambre y sed y carecer de lo más vital: el agua y el pan de vida.


 

Ajab le construyó un templo a Baal en Samaria. Y de esa manera arrastró a todos los “convidados” al foso profundo de la aridez.

 

Sal 121(120), 1bc-2. 3-4. 5-6. 7-8

Es un salmo gradual: un acercamiento paso a paso, procesual, a Dios. Imaginemos una caravana (grupo de vecinos y amigos que van al templo), que se cuidan los unos a los otros, sin otra defensa que la protección que Dios Misericordioso les daba desde el Cielo. Y todos los riesgos que la imaginación nos puede indicar que sorteaban para cumplir su deber oracional de presentarse al Templo, y allí, ofrecer sus inmolaciones. Muchos males se cernían, y en la jornada la insolación era una amenaza constante.

 

Pero los peregrinos reconocían que todos los riesgos eran apartados por el Señor, que les daba su tutelaje por todo el camino de ida y vuelta.

 

La peregrinación siempre ha sido figura de la vida entera y de nuestro paso por la tierra. ¿Qué podemos decir sobre nuestro seguro de vida? Podemos afirmar, que “Nuestro auxilio es el Nombre del Señor”.  ¿Qué respaldo de solidez tiene esta Aseguradora? ¡Imagínense!

Fue esta misma empresa de Seguros la que “hizo el Cielo y la Tierra”.

 

Mejor dicho, ¡no puede haber una certeza superior!

 

Mt 5, 1-12

Afortunados los que han descubierto esta perspectiva de vida



Hoy iniciamos nuestro estudio del Evangelio según San Mateo, y dejamos aparte la infancia de Jesús (tema estudiado por Navidad), la huida a Egipto y su venida a Nazaret, la perícopa acerca de Juan el Bautista, el Bautismo de Jesús y el llamado de los primeros discípulos (estudiados por cuaresma); y pasamos directamente al “Sermón del Monte”, en el capítulo 5.

 

El Sermón del Monte se inicia con las Bienaventuranzas, que en Mateo se destinan a:

1)    Los pobres de espíritu

2)    Los afligidos.

3)    Los que lloran

4)    Los que tienen hambre y sed de Justicia.

5)    Los Misericordiosos

6)    Los limpios de corazón

7)    Los que trabajan por la paz

8)    Los perseguidos por causa del bien

9)    Ustedes, los persigan por su causa

 

Son los atributos que deben anhelar los discípulos-misioneros. Son sus rasgos distintivos, que les conseguirán la verdadera satisfacción del “deber cumplido”

1)    El Reino de Dios les pertenece

2)    Serán consolados

3)    Heredaran la tierra

4)    Disfrutaran de una realidad justa.

5)    Serán tratados misericordiosamente

6)    Verán a Dios

7)    Serán llamados hijos de Dios.

8)    El Reino de Dios les pertenece.

9)    La paga que les tiene reservada Dios es una medida generosa, sacudida, rebosante.

 

Entendamos que:

a)    Dice Cielo, porque ellos tienen vetado pronunciar el “Santo Nombre de Dios”.

b)    Bienaventurados significa “felices en grado superlativo”.

c)    La Legislación que rige en el “Reino de Dios” es la constitución llamada “Bienaventuranzas” y nuestro corazón el territorio donde flamea Su Bandera.

d)    La Bienaventuranzas son como un salmo gradual, nos van llevando en el paso a paso hacia niveles cada vez más altos de la madurez cristiana en ese proceso que nos gasta la vida de la manera más fructífera que quepa concebir.

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