domingo, 30 de junio de 2024

TOMADOS DE EN MEDIO DE SU PUEBLO PARA IR A ÉL

 


Sab 1, 13-15; 2, 23-24; Sal 30(29), 2.4. 5-6. 11.12a.13b; 2Cor 8,7.9.13-15; Mc 5, 21-43

 

Hay una leyenda en que se cuenta que un hombre cayó en un pozo. Pasó Buda y le dijo: “Si hubieras cumplido lo que yo enseño, no te habría sucedido eso”. Pasó Confucio, y le dijo. “Cuando salgas, vente conmigo y te enseñaré a no caer más en el pozo”. Pasó Jesús, vio a aquel hombre desesperado, y bajó al pozo para ayudarlo a salir.

Hugo Estrada sbd.

 

Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres,  excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión.

Papa Francisco

Misericordiae Vultus


 

Después de haberlo despertado con gritos angustiados, la nota de mayor contraste está en la débil fe de los discípulos y la poderosísima de los dos personajes de la perícopa de San Marcos que nos ocupa en este Domingo XIII Ordinario (B): la fe de Jairo y la de la hemorroisa. La confianza de estos dos es para nosotros un verdadero paradigma.

 

Pero ¡aún hay más! El Domingo anterior vimos que Jesús-el Hijo-de-Dios-viviente, no sólo tiene autoridad sobre los elementos, no sólo nos regenera re-creándonos, sino que su poder domina la muerte y la somete, hoy oiremos al Señor mandar a la niña en arameo: Talita kum “Niña, a ti te digo, ¡levántate! A pesar de que ya estaba muerta como se nos informa en el versículo 35. Por consiguiente, para que sepamos que Jesús tiene autoridad sobre la vida y la muerte, la niña vuelve a la vida. ¡Por fin la muerte ha sido derrotada!

 


Detengámonos un momento en el corazón de Jairo. Seguramente cuando Jairo fue a buscar a Jesús ya llevaba el corazón oprimido por la angustia de ver a su hija gravemente afectada por la enfermedad; pero ahora, le anuncian que su hija ha muerto. ¿En qué consiste el amor de Dios? En la capacidad de sentir como propio el dolor del otro. «Jesús sentía compasión hacia los demás, porque sentía las penas en sí mismo. Conocía el desgarro de la separación, la muerte de un  ser querido, la pobreza, el peso de la vida… Y, al sentir esos dolores en sus entrañas, se acercaba y se identificaba con los que sufrían, Ya que él era “varón de dolores y sabedor de dolencias” (Is 53, 3)»[1] Así es Jesús, su corazón calca el dolor de Jairo y le duele como si se tratara de su propia hija. Lo que siente el corazón del hombre se reproduce y resuena en el Corazón de Dios. «… a Jesús en el Evangelio o se le encuentra sanando o dirigiéndose a algún enfermo… El P. Bernard Häring hace notar, alarmado, que este aspecto se ha descuidado mucho en nuestra teología y sobre todo en la proclamación del mensaje.»[2]


 

Jesús es un Dios que sale al encuentro. No nos cansamos de insistir que Él no está en su sede, ni en su palacio, ni en sus oficinas, ni en su sucursal, ni en sus dependencias Jesús es un Dios en permanente éxodo, junto a su pueblo. El Domingo anterior, el Evangelio empezaba diciendo “Vamos a la otra orilla del lago”, es un programa de desacomodo constante, además de un ponerse al alcance de la gente, ir a buscarlos, «No alejaba, no bloqueaba, no inhibía (Mt 9, 20ss). Daba confianza para acercarse en cualquier momento, hasta el punto que su actividad aparece más hecha de interrupciones y de imprevistos que de sus propios planes»[3] En el Evangelio de este Domingo, regresa, no fue al otro lado huyendo, escondiéndose o abandonando; ¡no!, fue, misionó estuvo donde los Gerasenos, y volvió para seguir misionando: “Cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente” (Mc 5, 21).

 

Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros.

Papa Francisco

Misericordiae Vultus

 


Y todo esto, ¿qué? ¿Una anécdota muy bonita, un cuentito sobre Jesús? O más bien, ¿una tarea? ¿una misión? ... Se trata de tender un puente actualizador, porque nuestra fe no es un ejercicio literario de narración de un pasado, sino la experiencia de Dios-con- nosotros y el testimonio de que Él-es-el-Dios-Viviente.

 

«Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. –Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.

 

Y está como un Padre amoroso –a cada uno nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo… y perdonando.


 

Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! –Quizá aquel mismo día volvamos a caer de nuevo… -Y nuestro Padre, con fingida  dureza en la voz, la cara seria, nos reprende… a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portase bien!

 

Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de qué Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos.»[4]



 

Ese amor-Divino tampoco es algo abstracto, por el contrario, el amor de Dios, por Su Gracia, ha cobrado la mayor materialidad posible, la total concretización, se ha encarnado y se ha hecho hombre, pero también se transfiguró en unos, cientos, miles que lo representan, para que nosotros podamos ejercitarnos y vivir crísticamente: «Dios amó tanto al mundo que le dio a su propio hijo. Siendo rico se volvió pobre por amor a ti y a mí. Se entregó a sí mismo en forma completa y total. Pero eso no fue suficiente. Dios quería dar algo más… darnos la oportunidad de darle algo a Él. Y es así como se transfiguró en los hambrientos y en los desnudos para que pudiésemos ser generosos con Él a través de ellos»[5] Y entonces irrumpe la recomendación del Papa Francisco «Para ser evangelizador de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo… Así redescubrimos que Él nos quiere tomar como su instrumento para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado. Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo     que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia… deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo; codo a codo, con los demás… Jesús quiere que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura.»[6]



[1] González Vallés, Carlos sj. CRECÍA EN SABIDURÍA… 3ra ed. Editorial Sal Terrae. Santander-España, 1995. p. 57.

[2] Estrada, Hugo. sdb. PARAM Í, ¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. Salesiana Guatemala 1998 p. 101

[3] Galilea, Segundo. EL SEGUIMIENTO DE CRISTO   Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999  p. 27

[4] Escrivá de Balaguer, Josemaría. CAMINO.  7ª ed. Ed. Procodes  Bogotá .- Colombia 2001 # 267  p. 76

[5] LAS ENSEÑANZAS DE LA MADRE TERESA 2da ed. Ed. Librolatino BB. AA. – Argentina 1999 p. 192

[6] Papa Francisco EVANGELII GAUDIUM Exhortación Apostólica 24 de nov. 2013. ## 268-270

sábado, 29 de junio de 2024

SANTOS PEDRO Y PABLO

 


Hch 12, 1-11

Dos vicisitudes marcan esta perícopa, Herodes – no es Herodes Antípas, el Tetrarca, que murió en el año 39 de nuestra era, sino Herodes Agripa I, llamado el Grande, que murió en el año 44 d.C. nieto de aquel- mata al Apóstol Santiago -haciéndolo acuchillar- y toma prisionero a San Pedro, Jerusalén seguirá siendo la sede de la Iglesia Madre, pero surgirá un nuevo centro de acciones que será Antioquía de Siria.  Se sella una primera parte de la historia de la Iglesia que muestra la conclusión de la Misión Petrina.

 

Parece ser que Herodes Agripa llegó a posesionarse en la Pascua del año 41, él no era verdaderamente judío, sino que tenía ascendencia idumea, y esta persecución contra los cristianos era un intento de granjearse su simpatía.

 

Pone en celda a San Pedro, vigilado por piquetes de 4 soldados, dos de ellos dentro de la celda, dos en el exterior.  Ya al otro día iban a presentarlo al pueblo judío. Viene el Ángel y le dice, “Date prisa”, “Ponte el cinturón y cálzate”, “abrígate con el Manto”. Se la cayeron las cadenas de las manos y caminó siguiendo al Ángel, quien lo escolto hasta el exterior, las puertas del palacio real se abrieron automáticamente; al llegar a la esquina, el Ángel desapareció.

 

Este relato nos deja ver que la protección de Dios no ha cesado y que el Señor sigue y seguirá actuando.

 

Sal 34(33), 2-3. 4-5. 6-7. 8-9

A lo que acaba de suceder debe acompañarlo una intensa acción de Gracias, y también en nuestro corazón al recordarlo. Acompañemos con nuestra dicha a San Pedro que con esta salida de la prisión inicia su camino hacia su Éxodo, que no consiste en morir (lo que acaecerá en el año 67), sino en la liberación de las cadenas para continuar su accionar apostólico.

 

Él puede decir con total sinceridad que la Alabanza para Dios se ha vuelto constante en sus labios desde aquel momento. Y no es una alabanza que sólo se oye en el Cielo, sino que su eco llega a todos los piadosos, que son el linaje de los sencillos, la parentela de los humildes.

 

Pensemos en aquellos momentos mientras estaba preso: ¿qué diría? ¿qué pensaría? Muy seguramente le relataba a Jesús sus padecimientos, ofreciéndoselos como ratificación de su amistad y como propiciación por sus negaciones. Y el Señor, “lo libro de sus angustias”.

 

Y con tan magnifica experiencia angelical, de la Presencia Liberadora de Dios, da testimonio: “Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha, y lo salva de sus angustias.

 

Y nos hace ver que el Ángel no es que, estaba muy ocupado y no llegaba, sino que el Ángel estuvo todo el tiempo “acampando” a su lado, hasta el momento exacto que Dios marcó para liberarlo. Bienaventurado todo viviente que confía plenamente en el Señor.

 

2Tim 4, 6-8. 17-18



La vida del Misionero es una Maratón Olímpica: Esta es la comparación que propone San Pablo, y él señala que ha puesto todo su empeño en cada paso de la carrera, procurando correr dando siempre lo mejor de sí, a la Gloria del Señor. En esta competencia, se debe entender así, no será premiado un solo competidor, tampoco es el caso que haya sólo un podíum exclusivo para oro, plata y bronce; la muy merecida corona la recibirán todos los que hayan perseverado en la espera de su venida.

 

No se logrará si Dios no interviene proveyendo las fuerzas necesarias a esa constancia, a esa fidelidad. No solo hay que anunciar, sino que hay que anunciar con integralidad, no dejando por fuera elementos vitales para una buena comprensión de El-Dios-Revelado.

 


Sabe que va a ser sacrificado y no ruega para evadirlo, sólo implora la asistencia para no quebrarse, para experimentar ese “paso” con Fortaleza, sin deficiencias de última hora, preservado dentro de la Fidelidad que lleva al Cielo. Esto es, no para su orgullo, ni para colmar sus vanidades; sino para llevar al Reino toda la Honra, Gloria y Majestad propias del Señor.

 

Mt 16, 13-19

PRIMUS INTER PARES



El marco espacial de la perícopa es el extremo norte, muy lejos de Jerusalén, en territorio pagano. Pedro en su proceso formativo alcanza un estatus de solidez probada; su fe llega a ser de piedra. Sobre esa fortaleza Dios ha decidido edificar y poner el encargo de dilucidar lo que es Eclesial y lo que está por fuera. No se ignora que toda autoridad puede eclipsarse, puede desgastarse, puede corromperse, puede contaminarse. En vez de ser algo que edifica, puede ser algo que roe la verdad, que declina en libertad.

 

Se trata de una trasferencia de autoridad, Jesús le entrega a San Pedro, “las llaves del Reino de los Cielos”, lo designa su עַל־בֵּיתֹ֔ו [al-bayith] “Mayordomo”, se dice en hebreo; esta que es una categoría verdaderamente “teológica” y significa que está a cargo de “gerenciar” todos los asuntos de la Casa. La definición que da el texto Evangélico dice “lo que ates en la tierra, será atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo”.

 

Le asigna el cargo porque pasó el examen y contestó correctamente la pregunta “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. ¡Qué pilo San Pedro! No lo entendemos así. Entendemos que Dios-Padre lo escogió y la manera que tuvo esta comunicación del Padre al Hijo fue la de ser portador de la respuesta, no era algo que él sabía por su enorme agudeza teológica, fue algo que brotó de su espontaneo, señal con la que el Padre le indicó a Jesús cuál de sus Apóstoles sería el “titular del llavero”.

 

Es por esta razón que Jesús no le dice: Te pongo a cargo porque eres muy listo y con tu claridad has dilucidado con precisión mi identidad. En cambio, le dice “Dichoso tú, Simón Barjonas, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el Cielo. (Mt 16, 17bcde).

 

La Iglesia no está construida ¡y ya! Es la comunidad donde vive la fe, no es una colección de láminas ya completa que lo único que debe hacerse es guardarla en la caja fuerte (o aplicarle una densa inyección de líquido momificante, como quisieran algunos). Cada creyente, que es Iglesia -de una manera no solo literaria- sino Iglesia-viva, va desarrollando una maduración y una -vivencia-y-comprensión de su ser-Iglesia; el conjunto de esas individualidades constituye un sistema de capilares por donde circula la Sangre de la Iglesia-viva-y-actuante de cada momento histórico. La Iglesia es, como ser vivo, mucho más que la Biblioteca Vaticana y estriba en ese dinamismo, que es -por mucho- tan frágil como todas nuestras limitaciones y donde la sola Perfección y Completitud es el Señor.

 

Esa comunidad mundial es una Orquesta Sinfónica, y el Papa tiene a su cargo la Batuta. Que ninguno, en su atrevido egoísmo se arrogue el título de improvisar disonancias o romper el tempo que esa varita nos va señalando. A la vez, que no cejen nuestras plegarias para que el Director reciba la Inspiración del Magno-Compositor y logre armonizar todos los miembros del Cuerpo Místico, y -digámoslo nuevamente- nada por propio orgullo, ni para colmar vanidades; sino para llevar al Reino toda la Honra, Gloria y Majestad.

viernes, 28 de junio de 2024

Viernes de la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario.


 

2R 25, 1-12

Dijimos que Sedecías fue puesto como rey de Judá, y que era hijo de Josías y tío del rey. Jeremías en el capítulo 27, versos 2 y 3, nos narra que a Sedecías se la abrió la ilusión de “independizar” a Palestina y armó una coalición convocando a Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón.

 

Cómo reaccionó Babilonia ante esta rebelión, pues Nabucodonosor tomó a Jerusalén en el año 586 y la sitió. Ese es el tema de la perícopa que se proclama hoy.

 

Lo primero que hemos de advertir es que el foco no es el de la sucesión real, ni el de la intervención de Babilonia sino el asunto de Jerusalén y el Templo. Los babilonios entendieron que esta clase de alzamientos podrían repetirse y resolvieron ahogar en destrucción cualquier intento posterior, así que destruyeron la plaza fuerte de Judá. Así suprimieron aquel “dolor de cabeza”.

 

La perícopa de hoy puede subdividirse en una serie de episodios entrelazados por la unidad de este objetivo babilónico -a saber- derruir la muralla de Jerusalén, quemar la ciudad y asolar el Templo. Desglosémoslos:

 

-Cómo sobrevino el desenlace del sitio a Jerusalén, por medio del hambre, cuando ya las reservas no alcanzaban a más, y el hambre los doblegó.

 

-De cómo las fuerzas armadas se escurrieron y se “fueron por el camino de Arabá”: Estamos presenciando una deserción en masa.

 

-El escape de Sedecías que primero, fue abandonado por su escolta militar y luego tomado cautivo y llevado ante Nabucodonosor, en Riblá que lo sentenció.

 

Degollamiento de sus hijos y de cómo le sacaron los ojos. Después fue llevado a Babilonia.

 

Y de cómo el Jefe de la Guardia -Nabuzardán- Incendió el Templo, el palacio real y la totalidad de las casas de Jerusalén. Acto seguido demolieron las murallas de Jerusalén.

 

¿Quiénes quedaron en aquellas tierras? Sólo unos cuantos viñadores y labradores, los דַּלָּה

[dal-lah] “pobres”, “flacuchentos”, “enfermizos”.

 

Para administrar y conducir la región delegaron a Godolías, que no tenía ningún parentesco con el linaje davídico y que se instaló para ejercer sus funciones administrativas en Mispá.

 

Con esta “Lección” concluimos nuestra exploración del Segundo Libro de los reyes.  

 

Sal 137(136), 1-2. 3. 4-5. 6

Este es un Salmo de súplica.

 

Es el pueblo de Judá bajo los sauces de las orillas de los canales, donde fueron extraditados.

 

«Haz, Señor, que siente mío el dolor de los demás. No permitas que olvide el sufrimiento de los hombres y mujeres cerca y lejos de mí, la aflicción de la humanidad en nuestro tiempo, la agonía de millones frente al hambre, el abandono y la muerte. Que no me vuelva sordo e insensible. La humanidad sufre, y la vida es destierro. Los que sufren son mis hermanos y hermanas, y yo sufro con ellos.»

Carlos G. Valles. s.j.

 

Papa Francisco nos ha pedido que el mes de junio estuviera dedicado a los migrantes que huyen de las guerras o del hambre, obligados a viajes llenos de peligros y violencia. Y oramos para que ellos encuentran aceptación y nuevas oportunidades de vida en sus países de acogida.

 

El salmo retrata a aquellos desplazados que se sentaban junto a los canales de Babilonia y cuyos canticos se ahogaban en sus gargantas, incapaces de entonarlos, embargados de nostalgia por su patria, deponían sus citaras que ya no trinaban cánticos sino sólo depresión.

 

Los babilonios les exigían que entonaran los canticos de su tierra y de su fe, como os turistas que acuden a los espectáculos típicos de un país para curiosear su idiosincrasia. Lo exigían porque querían descubrir sus modos tradicionales. ¡Ellos, sin embrago, no estaban para eso!

 

Entonar canticos, bajo presión, en tierra extrajera, era como traicionar su cultura nacional, como sacrificar su identidad para servir de “monitos en jaula”.

 

Era mil veces preferible, que sus voces permanecieran ahogadas en sus pechos, como respeto y anhelo de La amadísima Jerusalén.

 

Hasta que alguien vive la experiencia de la expatriación no entiende el dolor del desarraigo. Uno no está de paseo, sufre la deportación forzosa: “Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.”

 

Mt 8, 1-4



Jesús baja de la montaña con un pequeño saco de espigas recogidas en la siega del Sermón del Monte y se encuentra un leproso.

 

En seguida, asume uno de esos actos que retratan y ejemplifican su praxis. Ante el pedido de sanación del enfermo, la respuesta de Jesús es ¡tocarlo!

 

Tocarlo significaba ¡quedar impuro! En Lucas se nos narra una situación análoga frente a los que sacerdotes y Levitas, toman el desvío, con tal de no entrar en contacto con impuros. Lo más maravilloso no es que lo haya curado, aunque, claro está es un portentoso prodigio. Lo fundamental es que su sermón continúa con acciones que una vez más nos muestran cómo llevar la ley a su perfección. No detenerse en perendengues rituales sino actuar con compasión.

 

Lo que sigue al Sermón de la Montaña es el conjunto de Diez milagros que mostraran patentemente que Jesús tiene “autoridad”, porque alguien que puede todo esto es sin lugar a dudas el Mesías esperado. Moisés bajo del Monter con las Tablas de la Ley, Diez pautas de condenación; Jesús ha bajado con un Decálogo de Milagros, diez acciones que “redimen”.


 

¡No se lo digas a nadie! Pero, respeta y acata todo lo que estipuló Moisés, para que los demás, los de la ortodoxia judaica, acreditaran su sanación (algo así como ir a solicitar el carnet de salud para poder ser admitido en sociedad y no ser visto como fuente de contagio) Era vencer su discriminación, superar su status marginal. Basta y sobra con que sus “polluelos de discípulos” lo han visto. Han tenido la oportunidad maravillosa de ver que ¡el Reino ya ha llegado!

 

¡El Reino está aquí siempre que se practica la inclusión!

 

¡Jesús está evitando que lo miren como un “milagrero” lo que sería quedarse en la superficialidad de su Divinidad. Jesús no es un “monito de feria”, ni un “dibujo animado”. Jesús es la Salvación.

jueves, 27 de junio de 2024

Jueves de la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario


 

2 R 24, 8-17

יְהוֹיָקִים [Yehoyoakin] “Joaquín”, “YHWH construirá”. Estuvo en el Trono por once años, fue el penúltimo rey de Judá. Entra también en el relato el Rey de Babilonia Nabucodonosor II, que saqueó Jerusalén tras haberlo asediado y deportó a miles de notables a Babilonia, incluyendo al profeta Ezequiel. Las pérdidas materiales fueron enormes.

 

Hoy se nos dice que su mamá era Nejustá, hija de Elnatán oriundo de Jerusalén. Junto a Joaquín fueron deportados los de la corte, empezando por la propia madre del Rey, los servidores, los ancianos y los eunucos. Los deportados contaban en número diez mil, empezando por los artesanos, los herreros y los cerrajeros. El pueblo judío quedó dividido entre los que fueron deportados (los “pudientes”), y todos los que fueran aptos para la guerra; y los que permanecieron en Judá, “la gente דַּלָּה [dal-lá] ‘pobre’ del país”.

 

Nabucodonosor profanó el templo para robarse todos los tesoros que allí reposaban y fundió los objetos sagrados que Salomón había depositado como ajuar del Templo. En lo sucesivo ya no habría sacrificios en el Templo.

 


A un tal Matanías, tío de Nabucodonosor, lo designó como rey, y le cambió el nombre por Sedecías, que quiere decir “YHWH es justo”.

 

Las realidades de la vida son cambiantes, lo que no ha de implicar el abandono de nuestra fe, por el contrario, la búsqueda y la voluntad de seguimiento tendrán que ser nuestra constante.  Allí donde nos encontremos la oportunidad habrá de ser acogida, y el rostro de Dios buscado. Él, por su parte, no se hará el evasivo, estará siempre asistiéndonos, y dándonos su Fortaleza.

 

Sal 79(78), 1b-2. 3-5. 8. 9

Este salmo parece haber sido escrito en el contexto de Joaquín-Nabucodonosor, hacia el 587 a.C. Es un salmo de súplica, que -y esto es importante resaltarlo- no es simplemente una oración de “petición insistente”, sino recordar quien era el suplicante en el co-texto del salterio. Era alguien que acudía ante un “padrino”, de un “defensor”, de alguien que podía y tenía los recursos para protegerlo y librarlo. El pueblo -aquí es “el suplicante” y viene ante Dios que es su גואל [Go-el] “redentor”; el salmista padece y se pone en las manos de Su Dios, e invoca al Señor para recurrir a su Misericordia.

 

Se hace un resumen de las eventualidades que los azotan:

-La invasión de los gentiles

-La profanación del Templo

-La destrucción y ruina de Jerusalén

-La muerte de tantos, entregados a las aves carroñeras y a las fieras.

-Su sangre derramada y su permanencia insepultos.

-La burla generalizada

 

La súplica es para que cese la ira del Señor. Se le ruega para que olvide las muchas faltas con las que se le ha afrentado. Y, ante una situación de tanto padecimiento se le ruega al Cielo para que empiece a derramar su compasión.


 

¿Por qué ha de socorrernos y reconfortarnos el Señor? ¿tenemos acaso algún mérito que interponer para reclamar Su salvación? No, ninguno, sólo le pedimos que obre por la Grandeza de su Nombre, apelamos a Él, cuyo nombre es sinónimo de Amparo y Protección, al Dios de Corazón Tierno y Misericordioso, para que nos asista, y nos libre de nuestros pecados. Esta es la idea que interponemos ante cada ruego, es la médula de toda nuestra súplica, no por nosotros que no tenemos disculpa que presentar, sino porque su Amor es Grande y es Eterna Su Misericordia.  Y porque Su Majestuoso Nombre resuena Glorioso por doquier.

 

Para que nuestro ser no sea el de un Templo profanado, donde los paganismos vengan a morder y desgarrar; que nuestra consciencia dé albergue a nuestra fe y la sed de santidad sea nuestro móvil. Que la fidelidad sea el norte de nuestras brújulas y que seamos un pueblo enamorado que camina tras tus Enseñanzas

 

Mt 7,21-29



Llegamos a la perícopa final del Sermón del Monte. ¿Qué se nos muestra aquí? La formalización del discípulo. Alcanzamos esta calidad y la sustentamos fielmente si la construimos sobre roca, y no sobre la fragilidad de la arena.

 

Muy fácilmente podemos dar algunos toques superficiales para embadurnarnos de una fe provisional, no de la que ha echado raíces en el centro mismo de nuestro ser y de nuestro corazón.

 

Aquí se nos corrige una falsa imagen que muchas veces conduce a la malformación de nuestro discipulado. Creemos que el asunto radica en predicar y profetizar su Santo Nombre, o que basta afirmar que expulsamos demonios, o que hemos hecho milagros en Su Santo Nombre y no es por esta vía que vamos a entrar en el Reino de los Cielos.

 

¿Entonces, cuál es el santo-y-seña? Cumplir con la Voluntad del Padre que está en los Cielos. Por ahí empieza nuestra perícopa mateana para el día de hoy. Por corregirnos esa falsa imagen que no llega al corazón de Dios, no nos hace sus “amigos”, ni siquiera hará que Él nos reconozca, todo lo contrario, cuando nos presentemos con ese tipo de balance de nuestra vida, Él afirmará que no nos conoce. Y, si no nos conoce ¿qué quiere decir? Qué nos somos otra cosa que operarios de la iniquidad.

 

La cuestión no es la de llevar algún gafete, o portar alguna escarapela. La cuestión será siempre la de tener sentimientos compasivos, porque Su Única Ley es la Ley del Amor. No es cuestión de atuendos o de apariencias. El asunto medular es el de la “manera de vivir”, todo consiste en vivir crísticamente, en los documentos teóricos sobre el tema se diferencia entre ortodoxia y ortopraxis. Y, muy contundentemente se afirma que no se discrimina por la ortodoxia, la cuestión doctrinal, sino que el “carnet” real es el de una práctica caritativa. El que atiende coherente al Mandamiento del amor, ese habrá edificado su Casa sobre Roca.

 

No es de poca monta la imagen que Jesús ha elegido para simbolizar el discipulado, ha elegido “la casa”. La casa es acogida, es convivencia, es fraternidad, es ternura y cuidado, es familiaridad, es protección. Fueron las casas las primeras iglesias de la cristiandad. Y fue verdad que, en los momentos de lluvia, de inundaciones, de vendavales, la fe resistió porque la solidaridad y la sinodalidad eran la casa de la fe. Pudieron y seguimos pudiendo resistir la “furia de los elementos”, todos los acosos y persecuciones, porque la sede del amor solidario está en la Casa.


 

La perícopa concluye llamándonos la atención sobre el modo de enseñar de Jesús, y apunta como rasgo primario la ἐξουσίαν [exousian] “autoridad” con la que enseñaba. ¿En qué radica esta autoridad? nos parece que, en no atenerse a la tradición de los escribas y fariseos, sino en su cuestionamiento de la “ortodoxia”, borrando el “legalismo” rayano en el “leguleyismo”, apegándose a muchísimos ritos vacíos de Amor y de fraternidad y, abriendo ese amplísimo espacio a vivir y practicar el estilo de Jesús, que consiste en que la práctica sea toda ella “Jesús-mente”.

 

La enseñanza de Jesús no reposaba sobre lo que se nos “había dicho”, para repetirlo como una grabación, sin alma, sin fuerza; en cambio, Él “nos dice” y su manera de decir demuestra que habla sin depender de los juicios tradicionalistas. El tradicionalismo no es malo en sí, se vuelve malo cuando se le saca la “sangre” y se vuelve un zombi, una fe “muerta en vida”, una doctrina fantasmal que no infunde la alegría del Evangelio y por eso no soporta ni un viento suave, a la primera dificultad se viene a tierra.

 

Sin embargo, tenemos que ser cuidadosos y no caer en “poses” puesto que esta praxis no consiste en apariencias, sino que se funda sobre dos elementos anti-aparenciales.

·      Que al obrar el corazón tenga como norte el Santísimo Nombre de Dios

·    Que esa praxis esté verdadera y sólidamente apoyada en la Voluntad de Dios, de querer el bien del prójimo.

Pasa muchas veces que le ponemos todo el corazón a “querer ser discípulos”, que “frecuentamos la Palabra”, pero luego, se produce un profundo hiato entre esa “escucha” y la práctica mecánica y des-amor-ada, muchas veces indolente e indiferente, sin calor del corazón. Si queremos construir sobre roca se precisa obrar fervientemente, poniéndole “tesón” y “ternura”, procediendo “carismáticamente.

miércoles, 26 de junio de 2024

Miércoles de la Décima Segunda Semana del Tiempo Ordinario



2 R 22, 8-13; 23, 1-3

Los refugiados que lo escribieron vieron con realismo la necesidad de darle a Jerusalén y su templo un monopolio para que viniera a ser el centro en torno al cual se uniría la nación.

Jorge Pixley

 

Lo que leemos hoy se refiere a un siglo -aproximadamente- después de lo que leímos ayer. Nos hallamos en tiempos de Josías (640 – 609 a.C.) el último gran rey de Judá -inició la recopilación y edición del Deuteronomio bajo el liderazgo religioso del profeta Jeremías. Se debe añadir que hubo varias ediciones (al menos dos con añadidos posteriores), de esta ley, que se apoyaba en “borradores” previos con más de dos siglos de antigüedad; y, que esta primera edición probablemente se escribió en Mispá y Betel. Lo que se cumplió entonces no fue solamente una labor de compilación, sino que fue una puesta en conjunto procurando generar un sentido de unidad tanto teológica como estilística. Es claro que este libro era sustancialmente el actual libro del Deuteronomio.

 

Nos hallamos ante una perícopa de renovación de la Alianza. ¿Qué le da motivo a esta? Un Escrito que Jilquías, el Sumo Sacerdote había encontrado en el Templo. Se lo dio a Safán, el Secretario real que, después de leerlo consideró importante presentarlo al Rey, y se lo leyó.

 

El rey cayó en la cuenta que lo estipulado en la Escritura no se venía cumpliendo -y rasgó sus vestiduras-, y llamo al cuerpo mayor de sus Ministros, los cercanos que lo apoyaban en su función gubernativa. Estaban entre ellos Jilquías, Ajicán -que más tarde sería protector de Jeremías-, Acbor, Safán y a Azaías. Los instruyo en la siguiente misión: Ir a consultar a Dios cuales eran sus disposiciones ante esta situación de ignorancia de lo Revelado. Todo parece indicar que esta consulta se le hizo a la profetiza Julda, que era la esposa de Salum, que fungía como guarda-ropero real. Ella pronunció fielmente la palabra de Dios, incluso cuando las palabras que se le daban eran desafiantes. El rey escuchó a esta mujer piadosa e hizo que su corazón y su pueblo siguieran al Señor.

 

Se convocó entonces a todos los ancianos tanto de Judá como de Jerusalén y junto con ellos al pueblo de Jerusalén, y los sacerdotes y profetas, de todas las edades, les leyó el Rollo encontrado. Se situó el Rey en el lugar protocolario del Templo para la renovación de la Alianza (junto a la Columna).

 

El compromiso de Renovación se fundamentaba en cumplir todos los Mandamientos, los testimonios y los preceptos poniéndolo en vigor con todas sus fuerzas y con todo su ser.

 

Y el pueblo confirmó su voluntad de cumplimiento. (Sin embargo, sabemos que el pueblo no tardo en regresar a sus practicas antiguas). En todo caso, la publicación de este Rollo puso en boga un ansia de unidad y un espíritu nacionalista, que era lo que allí se promovía´, y que le permitió a Israel soportar la dura prueba del destierro, manteniendo a flote su fe y su identidad cultural.

 

Una recomendación muy prudente que podemos extraer de esta perícopa es la urgencia de volver frecuentemente a nuestra Alianza y revisar cómo andamos respecto a su cumplimiento. Conviene que de tanto en tanto retornemos muy conscientemente a las promesas bautismales y nos ratifiquemos en su cumplimiento.

 

En realidad, de verdad, cada vez que declaramos nuestra fe con el Credo, estamos viviendo, litúrgicamente, una renovación de la Alianza, pero debemos ser conscientes de ello.  

 

Sal 119(118), 33. 34. 35. 36. 37. 40

Salmo de súplica. Tiene 22 estrofas (alefático), cada una de ellas formada por 8 versos. Para un total de 176 versículos, lo que hace de este Salmo el más largo de todo el Salterio.

 

En este salmo se entreteje una honda valoración de la Ley; en todos sus versos hay alguna sinonimia que remite a ella como referencia.

 

La perícopa de hoy, toma sus encabezados de la letra hebrea ה Hé.  La quinta del alefato.

 

Por ejemplo, el primer verso, de nuestra perícopa empieza con יָרָה [yaráh] “Enséñame”, “muéstrame”. El camino por el que se da cumplimiento a Su Ley. No es andando por cualquier vía, y, menos, yendo a la topa tolondra que cumpliremos el espíritu de la Ley.

 

Luego, se suplica para no cumplir la ley por cumplirla, o cumplirla a medias, o, lo que es aún peor, cumplirla sin vivir su esencia.

 

La senda de la Ley -valga decir, de los Mandatos del Señor, es una senda de gozo.

 

No se cumple la ley por algún interés personal, para que nos vaya bien, para que Dios nos premie, se cumple para loar el Santo Nombre de Dios.

 

La vanidad es ese vacío de sentido con el cual muchas veces obramos, por rutina, por mediocridad, por automatismo. Roguémosle a Dios que nos aleje de la vanidad, de vivir todo con vacío y nada con intensidad, con verdadero fervor.

 

En la estrofa de cierre se pide a Dios que llene el sentido de la Ley con sed de Justicia. Porque procurar ser justos es procurar complacer a Dios.

 

En la antífona le suplicamos que nos de claridad en la vista para discernir el camino de sus Decretos.

 

Mt 7, 15-20



Hay una continuidad con las enseñanzas de ayer: hoy se nos alerta contra los falsos profetas. Es el caso de los que aman anunciar catástrofes, y diluvios, y castigos, y por todos lados nos acorralan con la ira de Dios; un señor muy bravo que jamás pela el diente, sino que todo el tiempo está con el entrecejo fruncido. Son lobos con piel de oveja. No pueden ocultar tras tanta parafernalia que son en realidad abogados enardecidos de sus propios intereses. Es por esta razón que Jesús los clasifica entre los “lobos rapaces”.

 

Salta luego a una metáfora de naturaleza agrícola: ¿pueden recogerse uvas de una zarza? ¿Acaso darán higos los plantíos de cardos? En cambio, no hay duda alguna que un árbol bueno cargará buenos frutos, así como del árbol malo solo se pueden esperar frutos malos.


 

¿Qué haremos con los árboles malos? Pues, talarlos y echarlos al fuego. Aquí los “justicieros” se frotan con fruición las manos, eso era lo que estaban esperando, “carta blanca” para colaborar en la tala y en la quema. ¡Alto ahí! ¡Quietitos en primera base! ¡¡Hay que esperar hasta la temporada de la siega!! (véase Mt 13, 24-32), Primero se retirará la cizaña (árboles malos), sólo a última hora, ¡¡Él enviará sus Ángeles para esta labor, y tiene su propio fuego, el fuego infernal, para la leña de los árboles que dieron frutos malos!!


 

No tratemos de adelantar la quema de los árboles de mal fruto, que el Señor le da tiempo a la “higuera” a ver si para la próxima estación, al pasar, quizás haya cargado ricos higos.

martes, 25 de junio de 2024

Martes de la Décima Segunda Semana del Tiempo Ordinario

 


2 R 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36

חִזְקִיָּהוּ [Ezequías] “Dios es Fuerte”, ha recibido una Carta, y esta carta es el eje en torno al cual se desarrolla la perícopa, ¿quién es el remitente de esta carta? Es Senaquerib, de quien diremos que era rey de Asiria desde el 705 a. C. hasta su muerte, el 681 a. C., así como de Babilonia entre 705 y 703, y nuevamente desde 689 a. C. hasta su muerte en el 681 a.C. víctima de una conspiración; lo que Senaquerib perseguía en esa carta era demoler enteramente la confianza que los de Judá tenían en su Dios, convencidos totalmente que Dios sería el protector de sus fronteras. Hemos de añadir que los asirios ya habían puesto “patas arriba” a Israel, el reino del Norte.

 

Subió Ezequías al Templo y fue a presentarle a YHWH esta afrenta, poniendo a Dios -como agredido- y solicitándole, con plena confianza, que fuera Él quien tomara en sus Manos semejante insulto a su Divina Majestad.

 

Es muy hermosa la respuesta que Dios le da, prometiéndole que Jerusalén no sería mancillada y que el “famoso” Senaquerib no pondría su pie en aquella tierra que Él declaraba adornada con la promesa que había formulado en favor de David y su linaje. En cambio, los dioses asirios sólo eran piedra y madera. Los versos 21 a 31 contienen la profecía de Isaías, que no se incluye en la perícopa que hoy leemos, pero que garantiza que un “pequeño resto” surgirá y sería la defensa adecuada de la Ciudad Santa. Afirmando que Senaquerib tendría que devolverse sobre sus propios pasos y regresar frustrado en sus intentos contra Jerusalén y el reino del sur.

 

Dicho y hecho que aquella misma noche se abatió sobre el ejército Asirio una derrota en Laquis, que perdió ciento ochenta mil efectivos -barridos, muy probablemente por una peste-, lo que llevó a Senaquerib a levantar sus campamentos y regresar a Nínive.

 

Más adelante se verá que Jerusalén no quedó intacta de otras agresiones y que de Jerusalén solo sobreviviría el “pequeño remanente” anunciado en la profecía Isaiana. De ese “resto” brotaría el descendiente Mesiánico.

 

Sal 48(47), 2-3a. 3b-4. 10-11

Muy proporcionadamente, el Salmo es un Salmo de Sion, que se concentra en la gratitud por las Acciones Celestiales en favor de Su Pueblo y defendiéndolos de sus poderosos agresores.

 

Qué se canta en el Monte Santo -Sion- sino la Grandeza de Dios, que es Digno de todas nuestras alabanzas.

 

Sion, en la geografía Divina, es ya la puerta del Cielo, porque es la Ciudad que Él se ha elegido como Morada.

 

Así como Ezequiel, subimos al Templo para meditar los portentos que obra el Señor y reconocer que Su Acción y su Amorosa relación con nosotros nunca cesará.  Allí hemos descubierto nuestro Tesoro, que la Mano Derecha de Dios está pletórica de Justicia, y Su Justicia es nuestra defensa.

 

¿De dónde brota tal conocimiento? Nos respondemos nosotros mismos con las Palabras proféticas que se nos han dispensado: “Dios ha fundado su ciudad para siempre”.  Así lo ratificamos en el estribillo. (Al descender de nuestra cabalgadura, siempre nos apollamos en el “estribo”, así también, cada vez que elevamos una Alabanza Salmica, hacemos pie en la antífona del salmo).

 

Mt 7, 6. 12-14



Aquí tenemos que recordar que el Sermón del Monte no es la transcripción de algún discurso pronunciado por Jesús, sino un agrupamiento, realizado por el Evangelista, donde reúne los fundamentos de la vida cristiana. Hoy, puestos así por Mateo, uno al lado de otros, tenemos tres puntos -emparentados temáticamente- que Jesús nos presenta como guías, verdaderos rieles de la existencia:

 

El primero de ellos nos enseña que las cosas santas no se nos han entregado para que las abandonemos, por ahí, en alguna cochera (cercado donde se agrupa a los cerdos). ¿Y esto a qué viene? Recordemos que cerdos y perros eran simbólicos del paganismo. O sea, que las verdades que anuncia la “Buena Noticia” deben depositarse en las manos y los oídos atentos, de quienes tienen “hambre y sed de Justicia”. De otra manera, será un sembrado en tierra estéril, o -lo que con frecuencia sucede- cae en manos de los que, como los escribas y los fariseos, buscaban para acorralar e ir a denunciar al Señor, para venderlo y entregarlo.

 


Y esto no niega de ninguna manera que el Evangelio es para todos, lo que pasa es que -ejemplo esencial, no se puede dar la Comunión Sacramental, sin antes haber vivido una verdadera iniciación cristiana. Se nos llama a invitar para ser de la grey, y a los que oigan la llamada, a catequizarlos adecuadamente, para que puedan llegar a ser verdaderos “cristóforos”. Dulce y responsable tarea recibida por los catequistas. Así que no hay que andar desparramando las perlas, sino adecuar los corazones para que dónde la semilla llegue, dé frutos verdaderos de caridad y amor sinceros.

 

Y, la tercera enseñanza nos habla de la apertura para recibir el mensaje. Se puede tener una puerta estrecha (aquí se debe recordar que llamamos al bautismo el Sacramento Puerta), cuando pretendemos reducir nuestra fe a “consignas” y nuestra vida sacramental se queda limitada a los ritos sacramentales con ninguna resonancia vital. La Buena Nueva tiene que llevarnos a una vida vivida en fe, a una experiencia de discipulado, donde las enseñanzas de Jesús se hagan sangre y carne de nuestro propio ser y así seamos cristianos de existencia comprometida y responsable, comprometidos con la Iglesia y verdaderamente centrados en Jesucristo.

 


No podemos desmontar la fe en Jesucristo en la idea de llevar el cabello largo como se nos muestra en sus imágenes y vestir con manto y capa, o en portar medallas o estampas de santos y novenarios, escudos, o alguna otra bisutería; sino, en vivir acordes a las verdades, los principios y los valores que Jesús practicaba y nos dio como paradigma de seguimiento.

 

Precisamente, en el corazón mismo de la perícopa mateana que hoy se proclama está una de las verdades fundamentales de nuestro ser de cristianos: “Todo lo que quieran que los demás hagan con ustedes, háganlo ustedes con ellos” Y Jesús añade, según la cita del evangelio, “esta es la Ley y los Profetas”.

 

Y es que la verdad de nuestra fe no es algún docto y complicadísimo estudio teológico inalcanzable y desalentador en su complejidad. En verdad, no hay que desentrañar desmenuzando por mínimas partículas el Evangelio, sino que basta con atenerse a esta sólida roca que condesa todo el estudio bíblico. Dicho sea de paso, así resolvió el Señor Jesús llevar la Ley a su Plenitud, no con un desglose exhaustivo y haciendo de la Sonrisa Amorosa de Dios, un mar innumerable de detalles que impidan vivir la religión a cabalidad.

 

Así que, Él -hoy- nos compendia todo en este principio contra-talionico, ya no se trata de volver mal por mal, ya no tenemos que publicar extensos códigos de cómo cobrarle al prójimo las afrentas que nos hallan infringido, ni buscando pretextos para vivir inmersos en una cultura de la muerte; sino de vivir sembrando semillas de bondad. Por eso Jesús sintetiza su Enseñanza en el Mandamiento del Amor y desbarata todas las venganzas, en la tarea y el propósito firme de serle fiel a Dios por medio de todas las acciones de nuestra vida, y así, la verdadero protagonista de la Ley es la “Justicia del Reino” que consiste, sencillamente, en buscar para todos los demás, el mismo bien que nosotros anhelamos que nos llegue. Y nunca en trazar un plan para destruir o menoscabar al otro.