sábado, 8 de julio de 2023

Sábado de la Décimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


Gn 27, 1-5. 15-29

Los años pasaron, paulatinamente Isaac se hizo mayor, ahora, va en declive, perdiendo la vista, hasta el punto de poder ser engañado por no poder distinguir de cuál de sus hijos se trata, y eso que no eran sino Esaú y Jacob. Recordemos que la Primogenitura correspondía a Esaú. La Señora Rebeca, por el contrario, era partidaria y simpatizante de su hijo menor y -poniendo en acción su preferencia- diseña una estrategia para robarle la “Bendición” del hijo mayor, y hacerla recaer en el segundón, el “benjamín”, como suele llamarse al menor de la casa.

 

¿Cómo resolver el asunto del sentido del tacto, tan socorrido por las personas que sufren de la vista? Porque -como ya se ha visto Esaú significa velludo, y, en cambio, parece ser que Jacob era mayormente lampiño. Así que Isaac podía identificar por este rasgo al primogénito. La creatividad de los embaucadores es ilimitada: tenemos aquí el truco de la piel de los cabritos, convenientemente cobertora de los brazos y la nuca. Y quedó preparado para llevarle al papá el “sabroso guisado”. ¡Ah! Nos faltó comentar que Rebeca tuvo buen cuidado de ponerle ropa de Esaú al farsante, para también engañar el sentido del olfato de su envejecido marido. Pensamos que el aroma del guiso fue el elemento más propicio para dar telón de fondo al artificio ya que como distractor colateral, era exacto.

 

Este Jacob, de las añagazas, es el personaje que luego mencionaremos como antepasado de la línea patriarcal, mientras que, por otro lado, Esaú desaparecerá de la historia y no tendrá nada que ver con el linaje del pueblo escogido. Jacob vino a constituirse en el padre de las doce tribus de Israel. Entonces, es adecuado repetir aquí que Jacob significa “Usurpador”. ¿Por qué? Pues por la vía por la que vino a apropiarse de la bendición paternal que rogaba para él la prosperidad, la abundancia de trigo y vino, y la autoridad para captar respeto y obediencia de los pueblos y naciones y, así, enseñorearse de toda su descendencia.

 

Moraleja: No ha sido por méritos y buen comportamiento que Dios ha escogido este pueblo como pueblo Suyo; más bien ha sido a pesar de nuestras flaquezas que Él nos ha mirado con tanta Misericordia. (No ha venido por los “justos” sino por los más “infectados”).

 

Sal 135(134), 1b-2. 3-4. 5-6

En este Salmo vamos a alabar el “Querer” de Dios, porque gracias a esa manera de Querer tan “Divina” es que nos escoge a pesar de todos los pesares.

 

Que los servidores del Señor -aquellos que velan en Su Templo- Lo alaben ya, desde antes de entrar, cuando estén en los atrios del Santuario.

 

Alábenlo y reúnanse a ensalzar la Dulzura de Su Nombre, ha escogido al Embaucador, ha obrado el bien en Jacob, pese a ser quebrantador de la Virtud.

 

¡Nuestro Amo está por encima de todo! Nos ha sido regalada la comprensión de su Incalculable Misericordia. Él lo obra todo según su Voluntad, que no alcanzamos a entender, y su Poderío se ejecuta Arriba, en el centro, en el mar e -inclusive, en el abismo.

 

Sea la Alabanza para la Misericordia que se manifiesta como trasformación de un pecador en un Santo. Y que inicia el linaje-de-Salvación, partiendo de un bribón que cojeaba -por el nervio ciático-, porque se aferró a Él hasta la aurora (Cfr. Gn 32, 25-33).

 

Mt 9, 14-17



Hay un quiebre en la continuidad histórica; hay que enfatizarlo, no una “ruptura”, no una “anulación”, esto no se trata de alguna clase de “revocatoria”. Ayer veíamos que la Buena Nueva es una Noticia que enfoca las cosas desde otro ángulo, que nos enseña a mirar el tema de la Salvación desde otra perspectiva. No se trata de predicar la “condenación”, se trata de ver el Descomunal Poder Divino que puede más que la muerte, la muerte en realidad ha quedado vencida, la Resurrección es ahora el eje del Anuncio.

 

Estamos atravesando una etapa tan complicada, el Novio ha sido llevado, a nosotros nos corresponde vivir una edad de sombra y pecado, de tiniebla más que oscura, porque su Belleza Resplandeciente fue adulterada por sus verdugos y se han repartido su envidiada hermosura, haciendo de Ella girones e hilachas. La dicha quedó reservada para los que lo alcanzaron a conocer en su Beldad, y lo han oído cuando su Dulcísima Voz esparcía la fragancia de todas sus Enseñanzas.

 

Ay de nosotros, que tanto lo anhelamos, que nos llenamos de la nostalgia de verlo y escucharlo, se ha llegado la hora en que queremos verlo y no lo vemos. Hoy día, sólo tenemos lágrimas para beber y mitigar con ellas la sed y nutrirnos el alma ante aquellos que nos echan en cara que no esté.

 

Pese a sus ciegos ojos -por la ceguera-nuestras almas si lo ven -sentado a la Diestra del Todopoderoso, qué pesar que no podemos mostrárselo a los que reniegan de Él y a los descreídos que nos lo preguntan.

 

Consolaos, incrédulos con esta promesa, que durante un breve tiempo será Invisible; pero, luego, volverá de su Invisibilidad, y volverá a estar al alcance de nuestros ojos. Permita Dios que no sea demasiado tarde para vosotros, ¡oh, increyentes!

 

Con esta paráfrasis de San Agustín (Sermón 210), hemos querido mostrar que los ojos positivistas no alcanzan a discernir una religión que tiene como columnas estructurales la Libertad y el Amor; no se salvan los justos, ya que nadie es verdaderamente “justo”, sino que Dios saca -aun cuando parezca imposible- de la noche más oscura, una mañana radiante y del pecador más perdido, un discípulo y apóstol Suyo.

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