miércoles, 26 de julio de 2023

Miércoles de la Décimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario



Ex 16, 1-5. 9-15

Seguimos avanzando en la lectura del Libro del Éxodo -que, en nuestra travesía por el Pentateuco- continuaremos leyendo hasta el 3 de agosto, cuando pasaremos al Levítico. Hoy nos toca el tema del Maná, recordemos que esta expresión en hebreo significa “¿Qué es esto?”.

 

De nuevo nos encontramos la actitud gruñona del pueblo: mucho nos cuesta valorar los bienes espirituales, en este caso el valor de la libertad; para el pueblo, su único motivo de nostalgia, lo único que los llevaba a tomar en cuenta, era la olla de carne y el pan con el que se hartaban en Egipto; para ellos, lo demás valía menos que un rábano. Preferían haber muerto con “la barriga llena” en el servilismo, que soportar los rigores del desierto. Y, para muchos, ¡tenían toda la razón!

 

Sin embargo, aquel “ayuno forzoso” era un proceso de depuración. Hemos oído -quizás- aquello que reza “todo lo que vale cuesta”: Pues, este ayuno los llevaba a aquilatar que, a pesar del rigor del hambre, recobrar la dignidad de hombres libres los alzaba y los enderezaba hacia la altura de “hijos de Dios”. A veces nos quedamos en la maravilla literaria del “maná” y no nos detenemos a contestar a la pregunta que entraña: ¿Qué es esto?

 

Era una capa de roció que al disiparse dejaba unas escamas, la escarcha nutricia con la que Dios los alimentaba, porque Él no los quería matar de hambre, los quería alimentar en el cuerpo, pero, además, enseñarles el sabor de ser “su pueblo amado”, un pueblo libre de tributar culto a Dios y no esclavizado por las idolatrías.

 

Los nutrió con “pan del cielo” y שְׂלָו [selav] “codornices”, si bien, este pan del cielo sólo es un pálido presagio del Verdadero Pan del Cielo que nos dará Jesús.

 

Sal 78(77), 18-19. 23-24. 25-26. 27-28

Es un Salmo de la Alianza. Aprovecha contar la historia del pueblo elegido, para mostrarnos la fidelidad de Dios respecto de su Alianza, muy a pesar de nuestra infidelidad. Esta historia habría que repasarla una y mil veces, para que todos nosotros, miembros del pueblo de Su Elección, que hemos redundado en flaquezas y desobediencias, tengamos en el escenario de nuestra conciencia que Él, Eternamente Misericordioso, ha tenido a bien, pactar Alianza con nosotros, atento a nuestra fidelidad y nuestro cumplimiento.

 

Este Salmo tiene 72 versos, se han entresacado ocho para la proclamación de hoy, y con ellos se han estructurado cuatro estrofas. Entra en la esfera de “la memoria”, lo que se ha de tener muy en cuenta, porque conforma nuestra identidad de fieles.

 

Cuando renegaban en el desierto, era porque veían que todo estaba perdido. ¿Cómo iba a alimentarlos Dios en el desierto, si como sabemos el desierto es sinónimo de esterilidad y penuria?  Lo que ellos veían con toda seguridad, era que allí, en medio de esa aridez, se cavarían sus fosas.

 

Hoy, en día, parece que tenemos mayor claridad y -aun cuando no siempre actuamos con coherencia respecto a esa claridad- por lo menos somos más dados a contestar: “Para Dios nada es imposible”: Así que Él abrió las “compuertas del Cielo”.

 

Y no les dio una cucharadita pequeña, ¡no!, les sirvió un banquete hasta satisfacerlos a plenitud.

 

Y no solamente les dio pan, también sirvió en el banquete -en pleno desierto- carne. Tantas codornices había, que eran tan incontables, como las arenas del mar.

 

Esta desmandada prodigalidad Divina tendría que servir de enseñanza y experiencia para fortalecer nuestra fe y sabernos abandonar en las Manos del Todopoderoso.  

 

Mt 13, 1-9.



Acoger la Palabra de Dios quiere decir acoger la Persona de Cristo, el mismo Cristo.

Papa Francisco

 

Estamos llegando al final de la primera parte del Evangelio según san Mateo. Esta Primera Parte concluirá cuando Pedro confiese en Jesús al Mesías. (Mt 16, 16). Esta sesión del capítulo 13 solemos llamarla el “discurso en parábolas”.  Unas parábolas se dirigen a la multitud: esta del sembrador, la de la cizaña, la de la red y la pesca; en cambio otras, son más específicamente dadas a los cercanos, a los que van en la barca eclesial, a los discípulos, como es el caso con la del tesoro y la perla. En los versos 3-9 tenemos la parábola del Sembrador. En los versos del 10-17, por qué motivo les hablaba en parábolas, en los versos 19-23 tenemos la explicación de la parábola del sembrador; los versos 24-30 comunican la parábola de la cizaña, en los versos del 31-33 las parábolas del grano de mostaza y la levadura; en el centro, en los versos 36-43 tenemos la explicación de la cizaña -una explicación escatológica-; los versos 44-46 las parábolas del tesoro y de la perla, los versos 47-50 nos traen la parábola de la red. En los versos 51-52, los discípulos son llamados a constituirse en una nueva clase de escribas, no los que se fundamentaban sobre la interpretación rabínica. Y llegamos así al “final de los tiempos” pretéritos (Mt 13, 49), cuando vendrán los ángeles a discernir la pesca, para arrojar los malos peces y recoger los buenos, se trata de la llegada de la nueva edad Evangélica.

 

Jesús está en la barca (que prefigura la Iglesia), y les habla desde ella (se trata del Nuevo Noé -el Único hombre honrado que ha encontrado en esta generación-, que va llenando el Arca para que se conserve la especie (Cfr. Gn 7, 1-3), de los que reciben el Amor de Dios y dan su reciprocidad; es un mensaje dirigido a los que están afuera, para convidarlos (a abordar el Arca). La labor eclesial es la “convocatoria”. No se hace ninguna discriminación sobre los tipos de suelo, siembra esparciendo, aventando la semilla por todos lados. Habrá unos que oigan, habrá otros que prestaran sus oídos sordos como tapias, para negarse a escuchar y recluirse en su rechazo y su desprecio de los tesoros, estos botaran las perlas y pasaran de largo ignorando esos tesoros.

 

La Palabra es semilla, la semilla deviene trigo, con el trigo se hace el Pan, el Pan es la sustancia material que se divinizará cuando se consagre la Hostia, la Hostia es el alimento en que Jesús se nos entrega: el pan-Eucaristico.

 

Recordemos que la Iglesia no reparte frutos, la Iglesia ofrece generosa la Semilla que su Señor le ha entregado. Habrá -sin duda- los que la acepten y vayan a su casa a consagrarse a esta agricultura. Otros dejarán la semilla en algún cajón, hasta que se pudra; estos están despreciando la Infinita Misericordia, quieren quedarse fuera del Arca porque no le creen a Dios que habrá Diluvio -aun cuando ya no de Lluvia- porque Él prometió no volver a este tipo de sanción, y colgó su Arco y sus líquidas Flechas.

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