sábado, 9 de marzo de 2024

Sábado de la Tercera Semana de Cuaresma

 


Os 6, 1-6

Antes de Ezequías, gobernó en Judá, Ajaz (o Acaz) que gobernó entre el 734 a. C. - 715 a.C. Resulta que, Pecaj -rey de samaria- y Rasón el de Damasco, invadieron el territorio de Judá para forzarlo a ir contra Asiria. Pero Ajaz apeló a Tiglat-Pileser III rey de los Asirios, que han pasado a la historia como símbolo de violencia y crueldad. esto lo encontramos narrado en 2R 16, 5-9. Esto desató una guerra fratricida, la que conocemos como conflicto Siro-Efraimita.

 

Si bien la ayuda le dio la victoria a Acaz, eso muy poco lo favoreció, la alianza de posguerra únicamente dio problemas al reino de Judá: Acaz tuvo que pagar tributo a Tiglat-Pileser III, y en eso empeñó los tesoros del Templo de Jerusalén y las arcas reales. También tuvo que establecer ídolos de dioses asirios en Judá para convencer a su aliado. ¡Caro y muy deshonroso precio tuvo que pagar!

 

Pan de hoy y hambre de mañana: Israel regresó brevemente a su lealtad con YHWH. Lo que el pueblo tiene en su fuero interno es la idea de jugar con Dios, darle un contentillo y mantenerlo a raya. Los judaítas ofrecieron sacrificios, y Dios que nos conoce en el fondo de nuestro corazón les dice: Vuestro corazón se parece a una nube mañanera, que prontamente si disipa”.

 

Ese es el tema de nuestra perícopa: Dios les dice taxativamente: “Amor quiero y no sacrificios; conocimiento de Dios y no holocaustos”.

 

La חֶ֥סֶד [Hessed] Amor-Divino es una palabra que refleja bien la lealtad de Dios a su Alianza. Nos habla de la Misericordia que Él nos ofrece y con la que nos cobija. Pero no es tonto, ni se deja hacer el tonto. Él nos dio su amable legislación y nos tendió Su Mano para protegernos, pero es un nexo que obliga, es un pacto que compromete de parte y parte, la Alianza es bilateral.

 

Dice también que quiere דָּ֫עַת [daad] “conocimiento”, pero esta no es una pieza arrumada en el cerebro, sino un motor activo que mueve hacia la sinodalidad, hacia una praxis fraternal, la capacidad de donarse, de servir, es la entrega y la idea de mutua pertenencia; no es un conocimiento gnoseológico sino más bien “existencial”.

 

El conocimiento ser reflejó en las Tablas de la Ley, donde el talló sus mandatos en firme roca. Y, para descifrarla y decodificarla auxiliándonos con la opción de comprenderla y pagar con fidelidad, nos dio a sus profetas.

 

Sal 51(50), 3-4. 18-19. 20-21ab

Se confiesa la culpa y se pode perdón y ese es el núcleo del mensaje en este Salmo. La perícopa empieza suplicando ser purificados.  ¿Purificados de qué? De los pecados, de las culpas, de la rebelión. Hay un especial y tierno equilibro entre Dios y su pueblo, pero la balanza se ha desequilibrado. La armonía entre las partes en Alianza se ha interrumpido, la violación del pacto conlleva el cese de la protección.

 

¿Cómo se rompe esta armonía con los Alto? Hay maneras y maneras: abusando de los pobres, violando la Doctrina Social que Dios enseña, con la profanación del templo, que difama la honra de Dios, con todos los gestos idolátricos.

 

¿Cómo se recobra el equilibrio? Definitivamente no con marullas y embustes, no tratando de desfalcar a Dios, no matando a l.as pobres reses en el Altar sino recobrando la fidelidad de corazón.

 

La última estrofa de nuestra perícopa no pertenece al salmo original, es una adición post-exilica. La muy triste experiencia de la deportación obligo a una adición que repusiera a la orden del día, la vigencia de la súplica del salmista.  Esta adición ruega para que Jerusalén sea rehecha.

 

Es rotundamente, un salmo de súplica, con alma penitencial. Lleno de arrepentimiento a la vez que de convicción en la bondad Misericordiosa de YHWH, siempre abierto al Perdón. El primer paso para avanzar en el arrepentimiento es el reconocimiento de la culpa, como nos lo enseñaba San Agustín: “… los hombres sin esperanza, cuanto menos atentos están a reconocer sus pecados, tanto más curiosos son respecto de los ajenos. No buscan tanto qué pueden corregir sino de qué murmurar, y como no pueden excusarse a sí mismos, se muestran dispuestos a acusar a los demás. No fue ese el ejemplo de oración y de satisfacción a Dios que nos dejó el salmista, al decir: Porque yo reconozco mi delito, y mi pecado está siempre ante mí”

 

Lc 18, 9-14

Sin humildad, la oración es del yo y no de Dios; la confianza es en sí mismo y no en Él.

Silvano Fausti


 

En la misma línea penitencial, esta vez apuntando hacia la manera de orar, la perícopa lucana contrapone dos modalidades de oración:

·         Lo oración arrogante y pedante

·         La oración sencilla propia del humilde, que no se piensa ya “justificado”, sino que verdaderamente reconoce la urgencia de que Dios nos socorra su Piedad.

Ellas están figuradas, tipificadas en dos personajes: el fariseo y el publicano, respectivamente.

 

El fariseo se jacta de no-ser como los personajes que él considera los más pecadores: ladrones, injustos, impuros, adúlteros y cobradores de impuestos. Hay que recordar que la base del fariseísmo consistía precisamente en eso, en considerar que se habían separado de todo lo que podía contaminarlos. Como hemos dicho otras veces, fariseo significa “puesto aparte”, algo así como “segregado por consagración”.

 

¿Con qué conductas certificaban su “purismo”? ¡Ahí está el detalle! Aquí es donde nosotros -poniéndonos la mano sobre el corazón- tenemos que ver sí también “certificamos nuestra “religiosidad” con conductas piadosas de este talante…

a)    ¿Ayunamos dos veces por semana?

b)    ¿Pagamos el diezmo sobre la ruda y la menta?

 

Pero quizás hay otro tipo de pistas que nos desenmascaren y nos indiquen qué clase de piedad es la nuestra, la que nosotros practicamos…

1)    Nuestro examen de conciencia no nos deja ni siquiera levantar los ojos al Cielo

2)    Con sincera contrición nos golpeamos el pecho. Nuestra jaculatoria es del orden de esta: “Oh Dios, ten compasión de este pobre pecador”.

 

En seguida llegamos a puerto firme y podremos concluir:

·         El que practica estas dos últimas, queda “justificado”.

·         El que se injerta en el primer paradigma, no regresará a su casa con la consciencia tranquila.

 

Al que aún no logra saber de qué lado está, Jesús le entrega una plantilla de comprobación:

§  El que se enaltece, ese no alcanza la escala de la ascesis, queda atrapado.

§  El que se humilla, ese tiene un ´poderoso motor de ascensión”, porque su espiritualidad es de la buena, de la que conquista el Amor de YHWH.

 

Aquí el punto se puede volver confuso:

*      Están los que se humillan ante los hombres, para construir su propio pedestal.

*      El tema de la humildad está -en realidad- reservado a la intimidad entre Dios y el hombre: se es humilde a los ojos de Dios; no para que luzca en la vitrina.

 

Jesús nos dio la piedra de toque en el Evangelio de San Mateo: «Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,6).

 

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