jueves, 21 de marzo de 2024

Jueves de la Quinta Semana de Cuaresma

 


Gn 17, 3-9

Podríamos, para su estudio y comprensión, dividir el Génesis en dos partes:

a)    Hasta el capítulo 11, inclusive, es la Creación del mundo y la introducción de la humanidad, y cómo el pecado se coló en la realidad de esa Creación.

b)    El linaje del pueblo hebreo, y -en general- de la humanidad que reconoce a YHWH como su Dios. (caps. 12-50).

Esta segunda parte, aun podríamos descomponerla en dos ciclos

-       Las parentelas y clanes que dieron origen al Pueblo Elegido. (Caps. 12-36)

-       Los diversos hechos que muestran que Dios acompaña a su Pueblo y actúa favorable y misericordiosamente con él. (Caps. 37-50)

 

Si queremos rastrear el desarrollo del Génesis hasta llegar a la perícopa que se lee hoy, podríamos marcar las siguientes etapas:

a)    La vocación de Abram (Gn 12, 1-19.)

b)    La lucha por mantenerse libre y conseguir una tierra propia donde habitar. (Gn 14, 10-24).

c)    Establecimiento de una relación con YHWH, donde Dios le promete y él le cree. (Gn 15, 1-20)

d)    La alianza se arraiga (Gn 17, 1-27).

 

La perícopa de hoy tiene dos elementos, definitivos para que la Alianza eche raíces:

-       YHWH le cambia el nombre (o sea que le cambia la vida), de Abram, que significa “Padre excelso” por Abraham que significa לְאַ֖ב הֲמֹ֥ון גֹּויִֽם׃ [le ab hamoun gouyim] “Padre de una multitud de Pueblos”.

-       La Promesa de YHWH

 

Veamos cuales son los elementos (clausulas) de esta Promesa:

a)    Hacer a Abraham especialmente fecundo y padre de reyes.

b)    Dios mantendrá con su descendencia una Alianza Perpetua: Será su Dios y el de toda su descendencia.

c)    Les entregará la tierra en la que -en ese momento- eran sólo transeúntes (Canaán).

 

El texto de la Alianza concluye con una sola condición de reciprocidad: Que tanto él como su descendencia mantengan el cumplimiento de la Alianza: Es decir, ser siempre conscientes de que YHWH es nuestro Dios. El compromiso es mantenernos apegados a nuestro monoteísmo, a ese Dios-Único, en Tres-Personas-Distintas.

 

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Sal 105(104), 4-5. 6-7. 8-9.

Este es un Salma de la Alianza, insistiremos hasta el cansancio que este es una clase de salmos con una destinación litúrgica muy precisa: renovar la Alianza. Lo más similar que tenemos a la mano son la renovación de Votos, por parte de los cónyuges. Uno se podría preguntar, ¿para qué se hacen renovaciones de votos? Y la respuesta es tajante: ¡Para revitalizar la relación! ¡Para poner al orden del día la clara consciencia del vínculo que los une! ¡Para significar que la fuerza del amor sigue tan viva como el primer día! ¡Para significar que, si hoy me lo volvieran a preguntar, gozosamente volvería a dar el “Si”!

Hay otra alianza que renovamos con mucha frecuencia los católicos: ¡La Eucaristía!

Con la Eucaristía actualizamos la Entrega hasta el Sacrificio del Hijo de Dios, que nuevamente se nos da en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, valga decir, que de nuevo se entrega integralmente para nuestra Salvación, y nosotros le respondemos que, el Amor Agradecido que le profesamos sigue vivo en todo su esplendor.

En la primera estrofa la parénesis es de apoyarnos en Él, fiarnos de Él, amararnos a su Poder. Y, hacer memoria agradecida de sus favores, y de su Palabra.

 

En la Segunda estrofa dice a Quién le habla el Salmo, estas palabras ¿a Quién están dirigidas? Al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, al Dios de nuestros padres. Y, al mismo tiempo, tiene una tiernísima connotación: Él nos inserta en su Pueblo, nos reconoce miembros de este linaje, el que empezó en Abraham. Sea para Él, ¡el Dominio, la Potestad y la Soberanía sobre toda la tierra!

 

Por fin, en la tercera estrofa se garantiza que Dios tiene una Memoria portentosa, una Memoria que nunca olvidará y que sostiene en el lugar privilegiado de sus Recuerdos, el haberse Aliado con nosotros.

 

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Jn 8, 51-59

Antigüedad de Jesús en la historia de Israel



La perícopa del Evangelio está articulada con Abraham como Padre de nuestra fe, como patriarca de nuestro linaje, como ascendiente de nuestra estirpe de creyentes. En ella se manejan, cuatro aspectos íntimamente articulados

 

1)    No morirá para siempre, quien guarde la Palabra de Dios.

2)    Si Abraham murió y los profetas murieron, ¿cómo es que Jesús pretende poder dar la Vida Eterna? Le preguntan los judíos.

3)    Jesús tiene que reconocer que Él conoce a Dios-Padre, porque no puede volverse mentiroso negándolo: es Dios-Padre quien glorifica a Dios-Hijo; así lo declara aquí el mismo Jesús.

4)    Abraham se alegrará de ver cuando Jesús se Encarnó: a eso Jesús lo llama “su Día”.

 

En el verso (Jn 8,58) se engarza -nuevamente- la identidad de Jesús con el Santo Nombre de Dios, cuando él se auto-denomina “Yo-Soy”. De esta manera, la perícopa no resulta como un elemento más del discurso, sino que hilvana perfectamente con la totalidad del capítulo que pone de manifiesto que es Dios, en cuanto es el Hijo-de-Dios. ¿Quién, sino Dios, podría otorgar la Vida Eterna?

 

Se recordará que el Evangelio de Juan se consignó precisamente en el contexto de la expulsión de los cristianos de las sinagogas, y del rechazo por parte de los fariseos de esta que, para ellos era una secta. Pero, también ha de tenerse presente que Jesús era judío, era el rey de los judíos, que los Apóstoles eran judíos, y que muchos de los primeros seguidores del cristianismo lo eran. Después de la Resurrección ellos siguen frecuentando el Templo. Cabe destacar que San Pedro y San Pablo, también eran judíos. Cuando, en este Evangelio se habla de judíos, se debe recordar que el contexto ha cambiado. Y la actitud de los judíos hacia el cristianismo se volvió recalcitrante. Sin embargo, también cabe recordar que ellos siguen siendo la raíz del Pueblo escogido, que la promesa de la Alianza es una promesa Eterna, que somos hermanos en el linaje abrahamico, y que esta expresión -como se usa aquí- no debe dar pie al fomento del antisemitismo. En Jn 4, 22 podemos leer que “la Salvación viene de los judíos”.

 

Aquellas expresiones despectivas, y muchas veces peyorativas, hacía el judaísmo, eran -a falta de otra palabra y para evitar complicaciones explicativas- una manera de denotar a cierto núcleo jerosolimitano de dirigentes y de autoridades del Templo. En los versos precedentes a la perícopa de hoy, encontramos que -por labios de Jesús- son declarados “de su padre el Diablo y quieren realizar los deseos de su padre” (Jn 8, 44).

 

Pretenden lapidarlo, -de tal manera, el sujeto de la lapidación ha cambiado radicalmente: al inicio del capítulo, es la adultera, al final, será Jesús; ya habíamos dicho que, de todos modos, el propósito era acorralar a Jesús y encontrar pretexto para asesinarlo- hay aquí, entonces, una denuncia en retrospectiva, cuando señala que ellos lo quieren matar, y muestra la decidida voluntad que tenían de hacerlo; a todo ello se refiere el Evangelio según  San Juan, como previo, siendo que la redacción del documento se efectuó después del año 60, y muy probablemente, llegando el 100.

 

Mientras la propuesta de Jesús es una propuesta de Vida, los dirigentes del Templo optaron por una religión de muerte -contra lo que muchos pensarían-, que la cultura de la muerte es de esta época, ¡no es así! (lo que pasa es que esta cultura en nuestros días se incrementa en su tecnificación, en su eficacia para generar muerte), sus corifeos se han mantenido activos a todo lo largo de la historia. 

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