sábado, 23 de marzo de 2024

Sábado de la Quinta Semana de Cuaresma


 

Ez 37, 21-28

En el capítulo 33 de Ezequiel, llega un fugitivo, viene de Jerusalén trayendo las peores noticias, la ciudad ha caído y el Templo ha sido profanado y destruido. Entonces empieza una trasformación del mensaje de este profeta. Va a entrar en una etapa de siembra de la esperanza.

 

Esta misión de sembrar esperanza parte de la presentación de augurios para Israel. Parte de la presentación del Mesías, como nuevo David, en el capítulo 34 hay una denuncia contra los pastores (gobernantes de Israel) quienes en vez de pastorear a su rebaño se engordan a sí mismos, Dios les promete trasplantarles un corazón de ternura para sustituir el corazón de pedernal que han traído y con el cual han hecho sufrir a su pueblo y lo han conducido a la ruina.

 

La profecía de Ezequiel -en este capítulo 37-  lo que les ofrece es constituirlos nuevamente, en una sola nación, como ocurría en el esplendor Davídico. Ofrece Dios, actuar como Juez y defensor de las ovejas “flacas” que han sido víctimas del aprovechamiento de estos pastores, que las empujan disimuladamente a condiciones paupérrimas y eliminará e estos lobos -que no tienen ningún corazón de pastores.  Este oráculo de la perícopa de hoy promete darles un corazón humanizado, ablandado, capaz de Misericordia.

 

Con la imagen de los huesos secos a los que el corazón Tiernísimo de Señor, les hará crecer carne y recobrar vida -en una como imagen paralela de la Creación del género humano en el Génesis (segundo relato) aquí el punto de partida ya no es barro originario, sino huesos revitalizados-, se ilustra, con imágenes, el oráculo del capítulo 36. Esta profecía les ofrece la reunificación de los dos reinos que ya no volverán a dividirse. También profetiza que se superará la idolatría con las acciones deplorables que ella traía aparejada. Se volverán fieles cumplidores de los estatutos que Dios les dé. Les propone -para ese futuro- una Alianza de Paz que durará eternamente. Y, en medio de este Paraíso Terrenal, pondrá su Santuario para siempre.

 

Algunos elementos de este oráculo deben tenerse muy presentes: Ezequiel aparece como un agente activo de esta recreación. YHWH hará una contra-diáspora, llamándolos de la dispersión a la unidad. Los llevará de nuevo a la tierra que le otorgó a Jacob, pero en estado de deportación, ellos no son vivos, ni un pueblo viviente, porque carecen del culto, y un pueblo sin su culto no es más que un montón de huesos sin alma, sin ánima, inanimados. Repatriarlos y reconstituirlos es propiciar que vuelvan a tener su Templo, que vuelvan a adorar, que resurjan a la vida de nuevo. Esta profecía luminosa no pretendo eclipsar el hecho de que muchos de los deportados se asimilaron en Babilonia, y allí se quedaron.

 

El propio Yahvé, se encargará de su purificación. Otra vez, ellos serán su pueblo y Dios será su Dios. El Mesías será el “príncipe” como se le llama en el verso 25. El Gran Pastor será el propio Yahvé. Ha surgido una teocracia donde Dios está Presente actuando. Esta acción será una actuación Misericordiosa, de Santidad. Este prodigio será verdaderamente como sacarlos del sepulcro y reconstituirlos en su patria, la tierra que había sido dada a sus padres.

 

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Sal Jr 31, 10. 11-12ab. 13

No son propiamente un Salmo, son tres estrofas entresacadas del Libro de la restauración (caps. 30 y 31 de Jeremías). Se requiere una Nueva Alianza para poder reconstituir a este pueblo que ha sido descuartizado y desmantelado en el exilio y que ha perdido su unidad y su identidad. No tiene Gobernante, no tiene Templo, no tienen culto y andan como “ovejas que no tienen pastor”.

 

En la primera se plantea la necesidad de un liderazgo de regeneración, de un pastor para este rebaño: YHWH los llevó a la dispersión y los hizo probar los sinsabores del ostracismo. Así como los llevó en deportación así, ahora, nuevamente lo reunirá y lo cuidará. Como corren los ríos por su cauce, así estos desbandados convergerán hacia las tierras que son propiedad del Señor, así los hará retornar a su patria en torno a Jerusalén.

 

Por eso, ahora, a la diáspora sobreviene la risa, la fiesta, el danzar, el gozarse y solazarse de todos en el pueblo elegido, los niños, los jóvenes y las jovencitas, los adultos y hasta los viejos, mudaran su tristeza en alegría. El Señor se los dice:  hay esperanza de un porvenir, el sol no se ha apagado; habrá regreso a la patria, como hubo que desechar la Antigua Alianza, la esperanza se dibuja con las letras de la palabra NUEVA; será la Nueva Alianza la amistad duradera y estable del pueblo con su Dios YHWH.

 

El rasgo preminente de la Nueva Alianza es que -ya no estará escrita en Tablas de Piedra- sino que, ahora estará impresa en nuestro propio corazón. La Palabra germinará en el corazón humano, y de él brotará la Bondad misma que será fruto de todo corazón honesto.

 

 

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 Jn 11, 45-56



El nombre Lázaro significa “ayudado por Dios”. Vaya ayuda suprema que Dios le brindo: ¡regresarlo a la vida! Algo nos parece muy curioso, en el sexto “signo”, Jesús da la vista al ciego de nacimiento, y él da testimonio, incluso con una actitud algo desafiante, con un tono abiertamente crítico, y con clara parresia; tal vez los padres se muestran un poco timoratos al declarar y evaden tener mayor responsabilidad, pretextando que aquel “ya es mayor de edad y puede dar testimonio por sí mismo.  En cambio, en el caso de Lázaro, no pronuncia palabra alguna. ¡Lázaro quizás temía que esta vida de resucitado iba a necesitar muy urgentemente hacer uso de su Resurrección! Lázaro, tanto como Jesús, quedan condenados con este “Séptimo signo”, la muerte empezará inmediatamente a pendular sobre sus cabezas.

 

Muy, muy interesante resulta esta decisión del Sanedrín de condenarlos a muerte. Pensemos un poco: La familia de Lázaro quiere hacerle un homenaje, lo convidan para una Cena, como es muy lógico están felices con lo que ha pasado. Pero, ¿por qué el resto está más bien alarmado? ¿cómo puede ser que la vida genere preocupación? ¿por qué a estos les detona sus instintos asesinos?

 

Dentro del dialogo que sigue nos encontramos dos tendencias muy claras:

a)    La mayoría, ἐπίστευσαν* [episteusan] “creyeron” en Jesús. Con esa información se abre la perícopa (v. 45). *Deriva del verbo πιστεύω [pisteuo] “creer”.

b)    τινὲς [tines] “Algunos”, (dice en el verso 46); lo entendemos como “unos pocos”, puede significar, también, “un cierto uno”, “de todos los demás sólo uno”. (Como dice cierto proverbio popular, “un garbanzo basta para echar a perder la olla”).

 

Estos últimos ¡croac, croac!, (me disculpo con los sapos que fuera de dar saltos, no tienen nada que ver con este tema), saltan a contárselo a los fariseos, y estos -junto con los Sumos sacerdotes- son los correveidiles del συνέδριον Sanedrín. Es este “organismo” -que podemos entenderlo como la “Corte Suprema”, con competencias, civiles, religiosas y penales-, el autor intelectual de la muerte de Jesús. Sin embargo, esto no resuelve el problema de “sobre quien cae la sangre” y “qué fue lo que los llevó a decidir así”. En San Juan, la lectura -de superficie- pretende justificar y desplazar el motivo al miedo “imperialista”: Si los romanos se percataban de que “Este - Tipo” está haciendo todos estos “signos”, las consecuencias afectarían a la nación entera.

 

No se necesita gran astucia para darnos cuenta que, si ellos no lo hubieran mirado con ojos de “enemigo”, habrían procedido al contrario: lo habrían cuidado, lo habrían protegido, hasta lo habrían “ocultado”: si lo hubieran visto con ojos de “compatriota” lo habrían prohijado, lo habrían patrocinado como a uno de los suyos, se habrían adherido a su causa. ¡Pero no! Ellos lo ven como un “rival”, como una “competencia”, como un “opositor”. Ahí está el quid de este crimen. Son intereses y posiciones tendenciosas los que mueven a los asesinos.

 

Hay una parte -sumamente importante a nuestro parecer- Caifás (este nombre es de origen arameo y significa algo así como “hombre de corto entender”, “persona pusilánime”), “profetiza” que Jesús va a morir, no sólo por el pueblo, sino para unir a los que están más allá, los de otras etnias, fuera de los hebreos, pero también “hijos de Dios” como quedó señalado en la profecía caifásica.

 

La perícopa cierra señalando que Jesús se vio obligado a reforzar su “clandestinidad” en Efraín, cercano al desierto, en territorio de Samaria; y que la “orden de captura”, fue expedida y publicada.

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