martes, 5 de marzo de 2024

Martes de la Tercera Semana de Cuaresma

 


Dn 25, 34-43

Nabuconodosor I, Nabucodonosor I, Nabukudirriusur I o Nabushadrezzar I era, aparentemente, el papá de Nabucodonosor II - (606-562 a. C.), fue este el que arrasó Judea y conquistó Jerusalén (597 a. C.). El templo fue saqueado, el rey Joaquim y parte de la población deportados a Babilonia. Estos reyes tenían otra manera de enfocar su imperialismo, llevaban los líderes deportados a su tierra y allá eran sometidos a un acartillamiento, en materias como “sabiduría”, “lengua” y “literatura” caldeas. Su eficiencia en el aprendizaje los calificaba para ser los burócratas y asesores de gobierno. Entre ellos estaban cuatro jovencitos judíos: Daniel, Ananías, Misael y Azarías.

 

Puestos a cargo de un eunuco de confianza -Aspenaz- quien les cambio los nombres a nombres caldeos, los llamó: Belsazar, Sidrac, Misac y Abed-Nego respectivamente.

 

Daniel demostró una inusitada habilidad para descifrar sueños y le interpretó un sueño a a Nabucodonosor, lo que le valió ser colmado de honores y riquezas.

 

Más adelante este rey puso una gigantesca estatua de oro y ordenó que todos debían adorarla. Sin embargo, los jóvenes judíos -que guardaban muy estrictamente las leyes de Dios, se negaron a adorarla y fueron condenados al horno. Por tratarse de un desacato abiertamente sostenido por los jóvenes, el horno fue encendido siete veces más caliente de lo normal. Sin embargo, los jóvenes en el horno, no eran tocados por las llamas, y todos los que se acercaban el fuego los consumía.

 

Entre las llamaradas, Azarías pronunció una plegaria tan hermosamente penitencial, que:

a)    En primer lugar, reconoce que todo castigo venido de las manos de Dios es merecido, por haber pecado como el pueblo judío en Jerusalén lo había hecho. Por desacato a lo que Dios les había enseñado, se habían hecho reos dignos de sanción.

b)    Un punto de sanción fue haber caído en manos de un pueblo idolatra.

c)    Pero Dios no los abandonó, y la oración de Azaría ruega que pesa a sus faltas Dios les mantenga Su Parte de la Alianza. En esta se prometía convertirlos en un pueblo numerosísimo, pero -en cambio- son solo un pueblo muy pequeño en número.

d)    Llevaos a una situación de desintegración, carentes de liderazgo, sin príncipes, sin profetas, sin poder ofrecer sacrificios, ni ofrendas, ni incienso, ni pudiendo ofrecer las primicias, desvalidos de recursos para implorar misericordia.

e)    Entonces Azarías, a cambio de las ofrendas tradicionales (consistentes en carneros, toros y corderos cebados en gran cantidad) ofrece sus “corazones contritos y el espíritu humilde”.

f)     Suplica al Cielo que acoja esta “ofrenda” tan personal y la reciba con agrado, con el argumento de que quien en el Señor confía, no queda nunca defraudado.

 

La oración de Azarías concluye apelando a la piedad divina y a su gran misericordia y a su poder maravilloso. Y le pide que con esa Misericordia le dé gloria a Su Santo Nombre.  

 

Se puede ver el carácter paradigmático de esta plegaria que sintetiza en sí el espíritu penitencial que YHWH espera de nosotros. Nos proporciona un marco de “arrepentimiento” para vivir a profundidad la preparación cuaresmal.

 

Sal 25(24), 4-5a. 6 y 7bc. 8-9

Es un salmo de súplica que está puesto en tónica con el clamor de Azarías, que acabamos de escuchar.

a)    Se suplica a Dios que Él nos enseñe los derroteros del cumplimiento de la ley, y que los sigamos con lealtad. Sólo Él nos puede conducir para superar todos los obstáculos y engaños.

b)    El salmista ´pone ante los ojos de Dios para reforzar su ruego la durabilidad de la ternura de Dios equiparable en durabilidad sólo a Su Misericordia.

c)    Junto a la Ternura de Dios y a su Misericordia, están puestos otros dos atributos: Su Bondad y Su Rectitud. Estos dos atributos, puede compartírselos a los חַטָּאִ֣ים [jataim] “pecadores”, a sus עֲנָוִ֣ים [anawin] “humildes”, “pobres”, “afligidos”.

 

Esta súplica triple (en sus estrofas) es reforzada en cada responsorio, donde apela a laזְכֹר־ [zekor] “memoria” de YHWH, que no olvida jamás su Palabra y es eternamente Fiel. Así como la Palabra de Dios crea, su “memoria” renueva, vitaliza, actualiza y reitera su vigencia, lo que el “pensó” ayer, hoy se vuelve a hacer realidad por su recordación. ¡esa es la Mente de Dios! y así obra.

 

Mt 18, 21-35




Antes de la perícopa de hoy, Mateo nos trae un Manual de Sinodalidad que nos ha regalado Jesús, donde se nos dice “Cómo conviven los hermanos en la fe”:

a)    Si alguien ha “pecado contra mí”, lo invito a un rinconcito para “hablar a solas”, sí logro llegar a buenos términos con él, ¡Gol en el Cielo!

b)    En caso de no lograrlo, apelo a alguien que me ayude a presentar “La Luz de la Justicia” mejor, quizás no sea muy docto al hacerlo y requiero de consultivos.

c)    Pero, si no se alcanza tampoco con estos consejeros, habrá que llevar el asunto a la Asamblea entera, para que “en pleno” con el apoyo de todos, se le muestre el desvió al “hermano”.

A esta metodología la hemos bautizado “de la corrección fraterna”.

 

No se limita a “corregir desvíos”; también es útil cuando para solicitar el favor de Cielo, y entonces, a esta otra metodología nos hemos habituado a llamarla “cadena de oración”. A Dios le fascina que hagamos plantones frente al Antejardín de su Mansión Celestial, para rogarle algo.

 

Este es el peldaño previo para ir sobre la parábola del que no perdonó a su compañero.

 

Nuestra sensibilidad espiritual es muy reducida, ofrecemos una “gota de perdón” y ya creemos haber hecho las mil maravillas. Ahí tenemos nuestra imagen en el espejo, bastaría mirar a San Pedro, orgulloso con su meta limitada a siete perdones consecutivos, contrapuesta a la oferta Divina de “perdonar siempre”.

 

El Perdón para Dios, no tiene pasado, ni lleva cuentas de cuantas veces ha sido otorgado, Él sólo recuerda que si una vez perdonó, contrajo una Alianza de Perdón con quien se vio favorecido otrora, y con gusto, le renueva el “contrato” para volverlo a perdonar.

 

Él nos enseña algo completamente diferente, cambia nuestra manera de pensar. Él no es de los que dicen una cosa y hacen otra, su Prodigiosa Memoria tiene una sola falla -diríamos nosotros- que es Infinitamente Olvidadizo” respecto de nuestros pecados y desvíos. ¿Qué sería de nosotros sí Él no olvidara siempre, “setenta veces siete”?

 

Para ilustrarnos, nos regala la Parábola de hoy:  Vayamos directo al corazón de la parábola. -A veces para entender la circunferencia hay que establecer, primero que todo, el centro-. σπλαγχνισθεὶς δὲ ὁ κύριος [splagchnisdeis de o kyrios] “al Amo se le conmovieron las entrañas”. Esta conmoción visceral es lo que denominamos “compasión”; esta palabra quiere decir “ponerse en el lugar del otro”, experimentar su padecimiento en la propia carne”, no se trata de pasarle por alto la deuda, esa es apenas la consecuencia, pero lo esencial es hacerlo porque entendemos que el otro también es un ser humano y que le duele, o lo atormenta, o está sufriendo, o aguante las duras y las maduras. En fin, se trata de asumir ese sufrimiento como algo muy propio que muerde en las propias carnes. Esta compasión es el pivote de todo.

 

Ahora, el contraste entre la deuda del empleado al Rey (moneda más moneda menos le debía 10 millones de monedas de oro), y la deuda del compañero, que era una deuda minúscula en comparación (redondeémoslo en cien monedas, para tener un punto de referencia), esta puesta aquí para entender que el Amo es Dios -Señor nuestro- y que Él nos perdona deudas siempre muy grandes, descomunales, inmensas. Frente a nuestras ofensas contra Él, las ofensas que pueden hacernos nuestro “compañeros” son diminutas, insignificantes.

 

Ahora bien, nuestra tarea discipular es la Construcción del Reino, la sinodalidad con nuestros “hermanos”, nuestros “prójimos”, y eso requiere, ante todo, la aplicación del “principio de perdonabilidad constante”. No podemos pensar que podremos abrir la puerta para acceder al rostro Luminoso de Dios en el Cielo, a menos que nosotros aprovechemos nuestro paso por este planeta “entrenándonos” concienzudamente para que, al llegar Allí, tengamos el brazo muy musculoso y al empujar se abra.

 


Hemos cultivado el mito de que San Pedro estará allí en la puerta y que él se encargará de darnos el acceso y los ángeles descorrerán la puerta a nuestro paso. Ellos serán -quizás- el Comité de Acogida, pero abrir requiere que nos preparemos cabalmente desarrollando el musculo que puede abrir. Ese músculo se llama “compasión”.

 

No nos vayamos a engañar, no se trata de darse la mano, y luego ir arrastrando un rencor sordo y corrosivo. Se trata de impulsar un proceso de sanación verdadera. Lo cual no es nada fácil. Hay situaciones de bullying que se eternizan y personas que se ensañan en seguir haciendo daño. Y esto no es exclusivo de niños y jovencitos en edad escolar; hay personas adultas que siguen recreándose en herir y gotear zumo de limón en la herida y restregarle sal. Y tampoco se trata de acomodarse en la situación de víctima.

 

Lo que resulta vital y esencial es que el proceso de “sanación” esté restringido, por todos los costados, a ser desarrollado en clave de no-violencia.  Y no caer en la trampa de responder a la agresión con más agresión. 

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