martes, 6 de junio de 2023

Martes de la Novena Semana Ordinaria


 

Tob 2, 9b-14

El relato de hoy resulta ser uno de los puntos neurálgicos de la narración del Libro de Tobías. Aquí nos damos con un parentesco fuerte respecto del relato de Job. También él tiene que enfrentar trances muy duros en su vida, los que permiten que sus amigos le echen en cara su religión y se la propongan como una fe inútil.

 

No acaba Tobit de sepultar a su connacional, cuando víctima del calor bochornoso, con no poco de la fatiga producida al cavar una fosa y enterrar y volver a tapar con tierra el cadáver, se recostó un rato en un muro, y, he aquí que, el excremento de unos gorriones llegó a caerle en los ojos dejándolo ciego. Cuatro años -se nos dice- le duro esta condición a Tobit, y fue Ajicar -sobrino de Tobit, por parte de su hermano Anael, que había sido puesto como administrador y contador del reino de Babilonia por Asaradón rey de Asiria entre los años 681 -669 a. C., sucesor de Senaquerib -a quien habían asesinado dos hermanos de Asaradón- este veló por Tobit hasta que tuvo que irse a guerrear a Elimaida.

 

En este caso es la mujer de Tobit, Ana -y no los amigos, como en Job-, que había tenido que arrendarse como sirvienta doméstica, se había colocado en el empleo de tejedora de lanas. Sus caritativos amos le obsequiaron, como bonificación, además de su salario entero, un cabrito. Siempre atento a mantener su pureza cultual, al oír el balido del cabrito, temió que fuera robado y le exigió a su esposa devolverlo; la que le reprochó tanta beatitud, y lo inquirió para ver que frutos reales había sacado de tanta bondad y tantos escrúpulos respecto de las Leyes del judaísmo.

 

Sal 112(111), 1b-2. 7-8. 9

 

“Bondadoso mío”. Ayer, al comentar este mismo Salmo hablábamos de la importancia de la rectitud en la vida, de ser un verdadero “hombre de bien”, un “justo”.

 

Salmo de la Alianza. Aquí hay que entender esta ética del judío que no solamente se declara tal, sino que además vive para cumplir lo que le toca según lo pactado en la Alianza. En la primera estrofa declara que la dicha es el sitio de vivienda de aquel que ama los Mandamientos y se esmera en cumplirlos; lo que, tendrá dos consecuencias: su descendencia será poderosa y -además- bendita.

 

El corazón del honesto por su rectitud no tiene un corazón acobardado, sino que es alguien que está seguro que sus afanes, bien pronto serán remediados por Dios con creces. Así que las malas noticias, para él, sólo son buenas nuevas disfrazadas, las que muy pronto serán desenmascaradas.

 

Hay tres rasgos que se nos presenten en la tercera estrofa, el justo cumple las obras de misericordia, el justo socorre a los pobres y necesitados, el justo podrá andar con la frente levantada por su legítimo orgullo de ser Amigo personal del Señor.

 

Mc 12, 13-17

El poder para el lobo, el servicio para el Pastor.



Entre paréntesis, esta semana concluiremos nuestra referencia al Evangelio según San Marcos, estaremos leyendo el capítulo 12; a partir de la próxima semana empezaremos a releer a San Mateo, y así hasta el sábado 2 de septiembre; para que el lunes 4 de septiembre, demos inicio a la relectura de San Lucas. Cerramos paréntesis.

 

Otra trampa, lo van presionando y acorralando para que Él tenga que ir de la una a la otra, y sus adversarios, están convencidos, en alguna caerá: ¡Lo tenemos! Todas las trampas están debidamente cebadas. Va tras el poder, la única manera de llegar al poder es que, en su empeño por alcanzarlo, Él mismo se trabe las piernas y termine yendo directo a la celada. ¡Aquí está la maravilla! ¡Mucha atención, los sedientos de poder! A Jesús no le interesa el poder, le interesa la sinodalidad, la solidaridad, la fraternidad, la caridad, el apoyo mutuo, y, muy especialmente, el servicio. La “diaconía”.

 

Es muy evidente, y quedó claro y escueto el sábado pasado, cuando leímos que Jesús estaba en el Templo: para inquirir el origen de Su Autoridad, en tal oportunidad se evidenció que a los poderosos en absoluto les interesaba la “verdad”. Es más, nos dimos cuenta que ellos escamoteaban afrontar la pregunta, y -sin tener que ir muy al fondo de su propio sí- sabían que era una pregunta sin salida, sencillamente una “acechanza”, un “callejón sin salida”. Prefirieron decir ¡no sabemos! Que dar la cara.

 

Del mismo sector de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas se consiguieron unos “camaleones” herodianos y fariseos; seguramente pensarían, “a nosotros ya nos reconoce y por eso está sobre alerta. Mandemos a unos nuevos agentes, quizás entonces se descuidará y obtendremos la respuesta “necesaria” que demuestre al pueblo que Él es como nosotros, alguien en quien no se puede confiar”.

 

Antes de llegar a la maravilla de pedir una moneda donde estaba gravada la efigie de Tiberio, nosotros ya tenemos que haber deducido la “enseñanza” que se anida aquí; no podemos jugar al “sol que más caliente”, en este tema no se trata de saber voltear la arepa antes de que el exceso de calor la queme por ese lado. ¡Todo lo contrario! Tenemos que ser tan firmes que, sí es el caso, dejemos que el fuego nos calcine. Si defraudamos nuestra coherencia, obtendremos el aplauso provisional, el fanatismo de los desorientados, la sonrisa cómplice y socarrona de los “herodianos”, y la aclamación rimbombante de los “fariseos”, pero los fieles serán acusados bajo nuestra culpable complicidad y la mentira y el engaño dilatarán aún más la llegada del Reino.

 

No se trata, pues, de aplaudir a Jesús, -sabemos que su Gloria no depende para nada de nuestras ovaciones, y que Él no se deja engañar por los ramos que hoy se baten y que mañana se trastocan en gritos rabiosos de “Crucifícale”. Se trata de ser fieles discípulos misioneros, y cada uno desde nuestra sencilla posición mantener nuestra fe responsable. Jesús no espera que contemos ¡Jesús, si! ¡Si! Hurra! Hurra! Pero no es el estadio, ni el auditorio, ni el coliseo. 

 

¿Notaron que, en su respuesta, Jesús tampoco da cabida al fundamentalismo? ¡Que tampoco operó con ninguna recurrencia a la Escritura! Pero se mantiene coherente en su lugar: ¡Lo que es de Dios es de Dios!

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