jueves, 21 de diciembre de 2023

Viernes de la Tercera Semana de Adviento

 


1S 1, 24-28

שְׁמוּאֵ֔ל [Shmuel] “Samuel”, “Dios ha escuchado”, es el último de los Jueces y llamado al profetismo, fundador de una escuela profética. Era hijo de Elcaná y Ana. Elcaná -de la tribu de Efraín- vivía en Ramatayin de Zofim era polígamo, tenía dos esposas:  Peninná y Ana, Peninná tenía hijos, pero Ana no. Al inicio del Libro se narra cómo Ana, llegada al Templo oró rogándole a Dios para que fructificara su maternidad. Su ruego incluyó consagrar “nazir” al bebé que le concediera (Cfr. 1S 1,11). Como movía los labios en sus oraciones, el sacerdote Elí, la acusó de “borracha”, cuando ella le explicó y lo corrigió, Elí bendijo sus ruegos, y ella se llenó de confianza y alegría.

 

En cumplimiento de la promesa de nazireato que hizo Ana, encontramos hoy, en la perícopa, que tan pronto Ana destetó a Samuel, lo llevó al Templo de Siló -tomemos en cuenta que el Templo en la era de los Jueces estaba en Siló-  y lo cedió al Señor de por vida.

 

Al entregarlo, presentó una ofrenda al templo consistente en

a)    Un novillo de tres años,

b)    Cerca de 45 kilos de harina

c)    Un odre de vino.

Al novillo lo inmolaron.


 

Todos estos detalles tendrán un paralelismo cuando veamos la presentación de Jesús en el Templo.

 

1S 2, 1- 4-5. 6-7. 8abcd

El salmo de hoy, se toma del Canto de Ana, que ensaya con su Gratitud la que mostró María Santísima en el Magnificat.

 

Estos canticos, sobretodo, resaltan cómo el Poder-Misericordia de Dios puede y es lo que muchas veces hace, convertir una determinada situación en todo lo contrario.

 

Ejemplos:

a)    Los valientes portaban arcos, ahora, los que actuaban “cómo” cobardes, resultan ser los que portan las armas con valentía.

b)    Los hartos tienen que trabajar y sólo obtiene por paga un mendrugo de pan; en cambio, los que antes eran los hambrientos, ahora, son los que engordan.

c)    La mujer que era mal mirada por estéril, acuna bebés en sus brazos; por otra parte, la que se pavoneaba con su múltiple descendencia, tiene vacíos y lánguidos sus brazos.

d)    Lleva hasta el abismo o levanta hasta la Gloria.

e)    Mientras a unos los hace pobres; a los que otrora eran pobres, ahora los levanta en la abundancia.

f)     A los que ayer los mecía en la humillación, ahora se complace en enaltecerlos.

g)    Los que eran los pobres, son ahora los que los príncipes buscan cosechar su amistad con afán y son conducidos en andas de triunfo hasta la mismísima Gloria.

 

Lc 1, 46-56



Su estructura corresponde a un Salmo de Acción de Gracias. Es, entonces, un gesto Eucarístico. Desde siempre se ha resaltado su similitud con el Cántico de Ana.

Es muy interesante estudiar en paralelo el Cantico de Ana (recordemos que Ana, de origen hebreo y arameo, es un nombre que significa “favorecida”, “agraciada”) junto con el Magnificat. El cantico de Ana ocupa todo el capítulo 2 del 1S. Ambas madres están llenas de dicha y bendicen a Dios, pero una cosa es ser madre de profeta y otra es ser la Madre del Salvador. ¡La Teotokos!

 

 En ambos casos, son canticos de contrastes profundos, y cada situación que valoran nos deja ver un salto abismal, cómo la Misericordia va de la Tierra al Cielo.

 

Nos parece pertinente insertar un par de notas de Gerhard Lohfink: «…  el autor no se contentó con tomar del Antiguo Testamento unas fórmulas estereotipadas (ejemplo: “Nada hay imposible para Dios”); ajustó además su narración a un esquema ya existente en el Antiguo Testamento, o mejor dicho, se atuvo a dos esquemas veterotestamentarios combinándolos…» ; y, la otra cita: «el análisis estructural del texto muestra, pues, con meridiana claridad que el momento cumbre y el sentido central de nuestra narración se cifran en la frase: ”Será grande y llamado Hijo del Altísimo; el Señor le dará el Trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin (Lc 1, 32-33)».

 

María (cuyo nombre significa “Eminente”) en el Magnificat ha destrancado la puerta de la Eternidad para que podemos mirar hacia adentro y descubrir -con mirada profética-, cómo es el Reino. Muchas veces, intentando que los Pequeños del Señor no puedan ver, hay quienes descuelgan un pesado y oscuro velo, decretando la imposibilidad de vislumbrar lo que es “tan secreto”: olvidando lo que dijo Jesús a este respecto: “Te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los sencillos” (Mt 11,25)

 

Sabemos muy bien que cuando la gente nos dice lo inaccesible que es la “verdad Divina”, lo hacen de muy buena fe, para significar la Enorme-Descomunal-Grandeza de Dios; es su manera de realzar el Esplendor de YHWH.  Sin embargo, a quién alude Jesús con la expresión νηπίοις [nepiois] “sencillos”, a las “personas de mente simple”, “los que piensan con el candor del bebé”: a los débiles, los marginales, los desechados, los pecadores. Su visión puede traspasar la cortina más densa y oscura.

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