jueves, 28 de diciembre de 2023

LOS SANTOS INOCENTES – Mártires

 


1Jn 1,5 -2,2

 

 

“…la lucha contra el pecado puede ser conducida sólo dentro de una real comunidad de hermanos y hermanas que se descubren solidarios en el pecado, y lo que los une es la certeza de la remisión de los pecados a través de la sangre del Hijo derramada por todos”.

Enzo Bianchi

 

Muchas veces, hasta el reflector más potente deja áreas de penumbra y áreas de oscuridad. La luminosidad de Jesús no es así, en Él no hay el más mínimo asomo de oscuridad, todo en Él es Esplendor. En un mundo de mezclas, de adulteraciones, de misturas, nos cuesta captar y reconocer que algo sea neto. Él es diáfano. La diafanidad significa “revelación”, retirar cualquier penumbra, suprimir hasta el más leve residuo de tiniebla.

 

Inmediatamente nos vemos llevados a una introspección: ¿estamos siguiéndolo? o ¿tenemos noticia de Él y sin embargo vivimos al revés? Mejor dicho, ¿qué clase de cristianos somos?

 

Viene un elemento definitivo sobre el “conocimiento” de Jesús. El conocimiento connota e implica entrar y permanecer en comunión con los hermanos en la fe. La comunión es un profundo cariño, un amor ágape, que no tiene ninguna “tiniebla” de rechazo por las diferencias, que reconoce plenamente al otro como “hermano”, sin exigirle “uniformidad”. La comunión se da en la procura de tener los mismos sentimientos de “Jesucristo”, pero eso no es algo que se logra de golpe y porrazo. La comunión se da precisamente en el acompañamiento reciproco y en el apoyo mutuo para avanzar en ese propósito.

 

Lo que se plantea es la cuestión de la unidad entre “teoría” y “práctica”. Ayer veíamos esa especie de esquizofrenia, de la herejía cerintiana, lo que contaba era la teoría, y la práctica moral, nada tenía que ver, se difuminaba la ortopraxis para resumirlo todo en una ortodoxia. ¿En qué consiste la orto-práctica? en saber que solos no podemos, pero que, abandonados en sus Manos, pronto vemos que para Dios no hay imposibles.

 

Hay que resaltar que no se trata de una Luz que tengo, la meto en una cajita y a esta cajita en la caja fuerte y ¡ya! De lo que se trata es, de una constante de vida, de un estilo de vivir crísticamente, de un esfuerzo perseverante y de una perseverancia de toda la vida. No de todo el bien que hago, sino del testimonio que compartimos haciéndonos comunidad, trabajando sin desfallecer en la sinodalidad. ¡Respetando las cada-unadas! Vivir en la Luz es construir unidad.

 

Sin embargo, cualquiera que haya intentado practicar la sinodalidad, en el más breve plazo se habrá dado de narices con las aristas y sinuosidades que conlleva la fraternidad. Fraternidad dice del trato entre hermanos, y si uno lo piensa descubre que entre hermanos es donde -muchas veces- se dan las divergencias más contradictorias. ¿Esas discordancias, esas contraposiciones hacen que mi hermano deje de serlo? ¡No!

 

Los parientes tienen que saber sobreponerse a los reveces y desacuerdos que se presenten y sacar adelante la fraternidad por encima de los filos y los picos, de los bordes afilados y las puntas cortantes e hirientes. Y eso incluye admitir que nosotros mismos también somos irritantes, urticantes.

 

La terapia sacramental contra nuestras facetas que producen urticaria e impiden que armonicemos es el sacramento de la Conversión. Este sacramento es el que nos ayuda a ir limando nuestras propias asperezas, ir atacando nuestro carácter de “piedra de tropiezo”, porque nosotros somos muchas veces los que aportamos la piedra de escándalo, en el proceso de hacernos comunidad.

 

Παράκλητον ἔχομεν πρὸς τὸν Πατέρα Ἰησοῦν Χριστὸν δίκαιον·

 

Ante el Padre tenemos una “víctima de propiciación”: Jesucristo es el δίκαιον [dikaion] esto es, “el Justo”, “el Aprobado por el Padre”, “El Justo a los ojos de Dios” Él es el Παράκλητον [Parakletón] “el que aboga”. “El defensor”.

 

Sal 124(123), 2-3. 4-5. 7b-8

Este poema está constituido por tres imágenes

a)    La bestia salvaje

b)    Las aguas torrentosas

c)    Una trampa puesta por un cazador

Son tres amenazas, a cuál más peligrosa, para la presunta víctima -en este caso es el salmista. ¿Quién es el Protector? El salmo lo dice: “Nuestro Auxilio es el Nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.

 

Cada estrofa se ocupa de una de las amenazas. Es maravillosa la claridad de consciencia que tiene el Salmista para comprender que ante las acechanzas del peligro si Dios no hubiera estado ahí, siempre Cuidador, Protector, Proveedor, Redentor listo a pagar la “fianza”. Nos habríamos estrellado contra el suelo como un pajarillo sin alas o, al que le han cortado las plumitas.

 

Es un salmo gradual, el orante ha salvado la vida cuando ya estaba entre las fauces de la fiera, ha sido un verdadero Milagro, y sube el Templo a dar gracias. La alabanza que trae entre los labios es de reconocimiento. Si el Señor no hubiera actuado con su Poderoso Brazo, no habríamos sobrevivido para contarlo.

 

¡Es más, quizás si nos mataron, pero Dios-Omnipotente nos resucitó! ¡Como el enfermo desahuciado, pero cuando la medicina había agotado todos los recursos, el mal se esfumó! Ya habíamos puesto las paticas en la trampa, cuando vino nuestro Redentor y trabó el mecanismo. Nos salvamos por la Intervención Divina

 

Mt 2, 13-18



Herodes se pone en la tradición del Faraón que mandó matar a los hijos de Israel cuando le pareció que el crecimiento demográfico de los Israelitas en Egipto amenazaba su cultura y su sociedad (Cfr. Ex 1, 15-20). Ante la amenaza de Herodes el Grande, a la “Sagrada Familia” les queda el único recurso de la huida, y, acatando al Ángel emprenden la expatriación hacia Egipto. Puede sonar muy maniqueo, y hasta pueril, pero lo que vemos ahora es un retrato que condensa la historia del pueblo elegido. El malo persigue a los buenos. El malo ve como se amenaza a los buenos. El malo siempre sabe aun cuando lo niegue, que la Victoria -al final del día-será para los buenos, así que, aunque solo sea por alargar el partido otros cinco minutos- opta por la más desgraciada alternativa.

 

Con mucha frecuencia pensamos en los rigores de nacer en el pesebre de Belén y con bastante frecuencia observamos la sanguinaria crueldad de la crucifixión; en cambio, poco reflexionamos en el desplazamiento.

 

Dios le ha pedido a su pueblo que sea misericordioso con los forasteros, es muy interesante la legislación que les dio el Señor pidiéndoles que “Cuando un extranjero resida contigo en tu tierra, no lo molestarás. Él será para ustedes como uno de sus compatriotas y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor, su Dios.  (Lv 19, 33-34). Como se ve, esta Ley va contra la xenofobia.

 

Los “Reyes Magos” eran extranjeros que vinieron a Adorar el que será el Salvador, y, sin mediar ningún episodio, acto seguido, el Ángel del Señor se aparece -en sueños- a José y le ordena huir, porque la hoz de Herodes si cierne sobre su vida: era un asunto de Vida o Muerte: El Salvador, recién nacido, tiene urgente necesidad de que su padre-adoptivo lo ponga a salvo en el destierro.

 

Jesús de raza judía- tiene para su generación la profecía de una catástrofe que los diezmará: la Shoah. Sólo quien haya probado el triste sabor de la expatriación entiende qué significa abandonarlo todo y emprender la huida a tierra foránea, donde se pierde a los parientes, los amigos, las propiedades -así sean ellas muy reducidas, el terruño, los alimentos y verse abocados a “mendigar”. El pueblo judío, desde siempre castigado con el signo de la “persecución”, desarrolló el esquema de enseñar a sus hijos un oficio, con el que pudieran ganarse la vida allí donde llegaran.

 

Raquel (verdadera esposa de Jacob, aquella que él desea y ama más, y la madre de José y Benjamín) sufre y se revuelca en su tumba, al ver esta nueva deportación que repite la que testimonió -cuando fueron llevados a Babilonia, el llanto de Raquel se oyó en Ramá -cuando Israel fue destruida por los babilonios, los cautivos fueron reunidos en Ramá antes de llevarlos a Babilonia. (Cfr. Jeremías 40,1).

 

Ναζωραῖος [nadzoraios] “Nazareno”, según San Mateo los profetas habían declarado previamente que así sería llamado. Isaías nos entregó la asonancia que le es propia: vástago, renuevo, retoño, preservador del peligro.

 

Una hermenéutica sólida y equilibrada evitará a toda costa la ambigüedad de creerse Luz, somos más bien como la luna, no somos la Luz, pero la Bondad de Dios puede aprovechar nuestra existencia para reflejarse en nosotros y darnos la oportunidad de ser su testimonio. Allí donde lleguemos, en tierra propia o extraña, se verá que Él está con nosotros porque es Dios-Fiel, el Emmanuel.

 

Nazaret como gentilicio significa persona discreta, de bajo perfil, pero de bondad desmedida, llena de compasión. Ajena a cualquier ostentación.

 

Los múltiples Herodes que registra la historia no se conmueven lo más mínimo ante la muerte de las muchedumbres, a muchos de ellos les parece un simple cortar por lo sano de la excesiva fertilidad de los pueblos: “Herodes se enfureció terriblemente y mando matar a todos los niños de Belén y de todo su territorio, de dos años para abajo …” (Cfr. Mt 2, 16bcde)

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