miércoles, 6 de diciembre de 2023

Miércoles de la Primera Semana de Adviento



Is 25, 6-10a

Elegimos como palabra clave para adentrarnos en esta perícopa la palabra מִשְׁתֶּה [mishteh] "banquete", en realidad se refiere sólo a “beber vino”, sin embargo, por extensión ha llegado a ser “festín”, “comida”, “cena opípara”, es una sinécdoque, no se nombra la actividad total, sino sólo un momento de la misma.

 

El banquete tiene tres significados esenciales

       i.        Comunión

      ii.        Amistad

     iii.        Plétora y prodigalidad

 

Fundamentalísima es la idea de “acuerdo”, de afinidad”, de “compartir unos mismos pensamientos e ideas”, de “sintonía”, “lo que nos acerca”.

 

El “banquete” adquiere un significado superlativo, toda vez que, en su marco, estableció Jesús el Sacramento que es Centro y Culmen de nuestra fe. Los que concurren al “banquete” no solo son “compañeros” por comer del mismo pan, sino que llegan a plenificar su relación, acreciendo su amistad (aun cuando haya por ahí algún Judas).

 

Quien “da” el Banquete entrega de los suyo, porque deja de reclamar para sí la pertenencia de los alimentos y las bebidas, y al convidar, dice algo así como “todo lo tenemos en común, todo es nuestro”. Y, al dar de lo que ha conseguido, se da a sí mismo. El propio Isaías dice en (55, 1-2): “¡Todos los que estáis sedientos, acudid a las aguas, aunque no tengan dinero! Venid, comprad grano y comed sin dinero y sin pagar vino y leche. Escuchadme bien y comeréis cosa buena, y se deleitará vuestra alma con manjares exquisitos”.

 

El banquete que nos retrata la perícopa es un Banquete escatológico, que se celebra en el Templo, y que congrega a todos los pueblos. Se servirán vinos de cepa, vinos de solera. Un aspecto del Banquete es que el anfitrión está Presente. No se trata sólo de poder comer lo que se sirve, lo que destaca primordialmente es la dicha de “compartir” con el Señor, que está en medio de la Asamblea: El Banquete dice “Presencia”.

 

Por fin la muerte será vencida definitivamente; “Arrancará en este monte la mortaja que envuelve a todos los pueblos”. Esta victoria incluye poner fin a la tristeza, el luto y el llanto, inclusive la vergüenza que provocaba haber recibido la muerte que se entendía como el castigo a una falta tan grave que Dios la sancionaba haciendo bajar a la tumba, esta ignominia quedará borrada.

 

Cuando la Mano del Señor baje sobre este Monte Santo (haciendo alusión al Monte Sion), todo será dicha y jolgorio, todo se volverá regocijo y celebración. Todo esto será ratificado en Ap 21,4.

 

Sal 23(22), 1b-3a. 3bc-4. 5.6

El salmo de hoy es una referencia a que -sabiendo que están llegando las invitaciones al Banquete del Fin de los Tiempos- estemos alertas interesados en que nos llegue una, la nuestra. Nosotros queremos que el Señor nos invite y podernos contar entre los huéspedes de YHWH.

 

1ª estrofa: Ser invitados al Banquete significa que lo tendremos todo, que ninguna carencia nos afligirá. Que podremos tumbarnos sobre suave grama a reposar, y dirigirnos a beber a los manantiales de aguas tan límpidas que no caben en la imaginación.

2da estrofa: Aunque esté oscuro y no se vea nada, podremos caminar tranquilos porque los Ojos de Dios derrotan toda oscuridad, y en la negrura, Él lo distingue todo como si el mismísimo sol estuviera radiante. ¡No habrá tropiezos! ¡Ninguna “piedra de tropiezo” en nuestro sendero!

 

3ª estrofa: Se acostumbraba que los Banquetes contaran con elementos de Spa. Baños con agua tibia, sobijos y masajes, lociones, ungüentos y esencias para frotar y relajar el cuerpo, parte del ritual era perfumar al invitado. Y, la copa no bajaba su nivel, se bebía un sorbo y los “sirvientes” ponían dos sorbos nuevos en la copa y quedaban allí pendientes para seguir atendiéndolo.

 

4ª estrofa: No es una invitación para una noche, ni para un puente, es una invitación a pasarse a vivir allí, y ser atendidos por siempre (años sin termino).

 

La persona dice: “¿Será que estoy soñando?” y se pellizca porque no puede creer que ha sido invitado a residir allí, ante la Presencia, y que eso no va a pasar, que ¡serán unas vacaciones sin término, con atenciones y cuidados infinitos!

 

Mt 15, 29-37



¡Satisfacción de toda necesidad! Pero desde nuestra perspectiva -y así lo ven también aquellos discípulos- es algo irrealizable: “¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?” Con nuestra lógica y lenguaje actual diríamos: “Estamos muy lejos de algún supermercado para ir a comprar lo necesario para que no tengas que despedirlos en ayunas”.

 

Entonces, Él les pide que hagan un arqueo para ver con qué recursos cuentan, y constatan que sólo tiene “siete panes y algunos peces”.

 

¡Aquí hay alguna clase de hiato! Hay una ruptura lógica, para poder pasar adelante se requiere una “metanoia”, lo que definiremos como un cambio de mentalidad.

 

Gente que quiere trabajar a partir de su realismo, dirán, “sencillamente imposible”. Es puro relato, quizás sea un lenguaje metafórico para trasmitir una enseñanza, pero en la práctica es pura fantasía.

 

¿Qué es lo que produce el giro? ¡Porque hay un giro! Un “salto”. Una discontinuidad: Jesús siente “compasión”, llama a sus discípulos y les comparte la emoción que lo embarga. Esto es lo que hemos llamado “projimidad”, es una superación de la “indiferencia” con miras a superar una situación “injusta”, pero lo que es vital es que Jesús no se centra en la lógica de la impotencia, sino que -por el contrario- su lógica es “la de la verdadera compasión”.

 

Toda nuestra cultura se apoya en mirar los “obstáculos” que la realidad nos pone; lo cierto es que Jesús, como un verdadero “Niño” se dirige a Su Padre y pronuncia la Palabra-con-Poder: εὐχαριστήσας [eucharistesas] “acción de Gracias”, la Palabra-que-puede-todo es la Palabra que se dirige al Padre para reconocerle su Poder, abandonándose en su Misericordia.

 

Estas son categorías arduas para una mente que ha crecido y evolucionado en el marco de la incredulidad redomada.

 

Hay -en todo caso- una experiencia previa, que sienta las bases para aquellas personas -la comunidad de los que acudían a Jesús, sus propios discípulos incluidos, que fue el entrenamiento y el aprestamiento necesario para que pudieran pasar a la segunda fase: la de comer pan y peces milagrosos, fue ver el “Poder” sanativo que tenía, darse cuenta que para Jesús era posible y fácil, lo que para todos los demás estaba impedido. Todos eran “inválidos” antes, después, ya están capacitados.

 

Y, nosotros, ¿no lo hemos visto obrar prodigios en nuestra propia vida? ¿no hemos gozado de su protección y cuidado providente a lo largo de nuestras vidas? ¿por qué olvidamos tantos milagros que nos ha hecho, tantos prodigios con los que nos ha acompañado, tanta providencia con la que nos ha sostenido?

 

Es muy importante darnos cuenta que el milagro no llegó a manos de los hambrientos por medio de las Manos directas del Milagroso, sino que Jesús se los hizo llegar por manos de los discípulos quienes se los dieron a la gente.

 

Jesús sigue confiando en nosotros, sus discípulos, para que en pleno siglo XXI sigamos alcanzándole a la gente lo que Jesús multiplica. Luego habrá una tarea adicional, reservar lo que atestiguará la abundancia prodiga de lo que Él parte y re-comparte: Las siete canastas llenas, porque Él no da escasamente, el sobre-abunda en Gracia y Generosidad, como desde el principio, en Caná, con el vino, signo de la alegría: “seis grandes tinajas para agua, de las que usan los judíos en sus ceremonias religiosas. En cada tinaja cabían unos cien litros” (Jn 2, 5cde). 

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