jueves, 7 de diciembre de 2023

INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

 


Gn 3, 9-15. 20

Hágase en mí, de corazón,

La Voluntad de mi Señor.

 

La perícopa inicia con el “pecado”, en el sentido de que Dios dio una “norma”, la única de que tengamos noticia: De cierto árbol, al que Dios nombro “árbol del conocimiento del bien y del mal”, de ese árbol no podría comer porque -de hacerlo- compraría su propia muerte” (Cfr. Gn 2, 17)

 

Esa “norma” daba sentido a la existencia, definiendo algo que “nos está limitado”. Quebrantar la norma-única, como quien destapa una ampolleta de virus mortal, acarrea daño para toda la Creación, introduce un principio de “desbalance”, de “desequilibrio, una ruptura de la armonía primigenia. El pecado no está en otro aspecto que en el “daño” que estaba haciéndose -no sólo a él mismo-, sino a todos los demás de su linaje. El pecado consiste precisamente en “importar” perjuicio para el prójimo, dicho de otra manera, no tener reparo en dañar a los demás. Dios no le impuso la pena de muerte, él mismo se la acarreo por haber matado a los otros.

 

Tan es así que de inmediato empieza a tener “desarmonía” con su único prójimo: su propia esposa, de la que era consciente que era “su-prójima”, que era su hermana, por ser “hueso de sus huesos y carne de su carne”.

 

Por ser su “prójima” no tenía por qué ofrecerle a Adán, porque al ceder a la seducción del fruto que se mostraba atractivo y apetitoso, igual estaba faltando al principio de projimidad. Hay una especie de sexismo al entender que la mujer era la culpable, pero el relato no dice que Eva cogió a Adán y a la fuerza o cogiéndolo desprevenido le acuñó los bocados del fruto; ¡no es ese el caso! Hubo un acuerdo tácito para ceder, porque en la caída no se ve ni rastro de haber sido coaccionado ninguno de los dos. Siglos de machismo han hecho la lectura sesgada y -así no lo digan- le han arrojado a Eva -en la cara-  el baldado de la culpabilidad. (Así como en el relato de la pecadora hallada en adulterio, se le achaca la falta soslayando que ella no era “adultera” sólita, sino que había por ahí algún Adán -siempre pagando escondederos-, para no dar la cara y asumir su responsabilidad). Esta interpretación es muy farisaica porque es una hermenéutica cómplice, que oculta la responsabilidad del secuaz. Leamos con atención, sin sesgar la comprensión y descubriremos el revés de la moneda.

 

Por eso tampoco descubrimos el Valor de María Santísima, porque su grandeza se vuelve un añadido y no un mérito intrínseco: Lo que enamoró a Dios fue descubrir en ella la decisión de ser “disponible para actuar su parte en el Plan Salvífico”. María no tenía que decir que “Si”; ¡María quiso dar su asentimiento! Porque quería ser parte de la historia a la que habría de entrar el Mesías, soñaba desde muy Niña, ser paradigma del Pueblo de Dios, haciendo que su Voluntad se armonizara con la historia que Dios-Salvador iba a escribir, saltando de la Eternidad a la Historia. No pensamos que soñó ser su Madre, sino que estaba dispuesta a ser y hacer lo que conviniera a la causa Salvadora. A tal punto que Dios decoró su “disponibilidad” con la Maternidad.

 

La fe de María en YHWH la llevaba a querer responder a aquella afirmación Divina: Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo. ¡Sentir esa disponibilidad enamoró a Dios!

 

En María encontramos todo lo contrario de lo que encontramos en la pareja Adán-Eva, a ellos no les importó causarles a otros mal; a María la desvivía el sueño de hacer todo el bien para sus prójimos.

 

Uno puede decir que María es tipo de la Iglesia porque ella soñaba -desde su Concepción- llevar la salvación a todos los rincones de la tierra. Decimos bien cuando cantamos, atribuyendo a María la frase ¡Que se cumplan en mi cada día los sueños de Dios!

 

Sal 98(97), 1.2-3ab. 3cd-4

De otra manera, podemos afirmar que, si alguien ha querido que Venga a nosotros su Reino, ha sido en la Fe-Amor de María, en su religiosidad judía, Ella la que, sin conocer el Padre nuestro como oración, ya llevaba en su ser -y como Germen en Su Vientre-, aquello de “Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo.

 

Mucho antes del recibir al Arcángel Gabriel, ya había sitio en Su Ser para que fuera el Sancta Sanctorum donde entronizar el Arca de la Nueva Alianza.

 

Puesto este pentagrama, estamos listos para trazar en él las notas del Salmo. Vamos ahora a desgranar las tres estrofas:

 

1ª estrofa: La Victoria no viene de la estrategia, ni de la fuerza descomunal de los guerreros, ni de la valentía de los soldados, ni de la velocidad de los corceles. ¡Ha sido la fuerza del Brazo Derecho de Dios lo que les ha conquistado y merecido un Cantico Nuevo, un Himno al Rey Liberador, y Salvador! Que pase su Cortejo Real mientras nosotros entonamos nuestros vítores.

 

2ª estrofa. Toda la vida de Jacob fue una larga y oscura noche sumido en sus “torcidos”, en su “embaucar” al propio papá para robar la primogenitura, con la complicidad de su madre. Pero lo que lo llevó a ser la “yema del linaje del pueblo escogido” fue la persistencia con la que, a pesar de sus defectos e inclinaciones, se agarró, se aferró a YHWH, pertinaz en arrancarle su teofanía. Dios no se olvida que se le manifestó, ya en la Escala de Jacob estaba en ello la Promesa de Dios reconociendo su perseverancia: “¡No te dejaré si no me bendices!” Fue a su manera la fidelidad del que con su empeño se hizo rebautizar Israel (Cfr. Gn 32, 26)

 

3ª estrofa: Poner en claro en nuestra mente y en nuestro corazón qué es lo que le cantamos, le vitoreamos y le alabamos a Dios. ¿Qué es lo que ha hecho el Señor tan digno de Alabanza? Ha hecho maravillas, ¡todo lo ha hecho perfecto! La perfección de su Creación es una Victoria incomparable, no ha hecho una guerra que él ganó, la Victoria Suya consiste en que si el hombre, el ser humano ha desviado en algo la armonía de la Creación, Dios la Re-Crea para restablecer el equilibrio originario. Porque Su Amor es eterno, porque es eterna Su Misericordia.

 

El estribillo de hoy marca el realce sobre un detalle que Magnifica la Grandeza de esa Victoria: llamándola פָּלָא [pala] “maravillas”, “cosas maravillosas”, “cuando lo maravilloso es difícil de distinguir de las otras cosas, porque el resplandor portentoso se derrama a lo que está próximo y produce una generalización del portento, cosa por cosa, persona por persona, a tal grado que uno podría traducir “todo lo ha hecho maravilloso”.

 

Ef 1, 3-4.11-12

Su misericordia con sus fieles se extiende

de generación en generación.

Lc 1, 50

 

Vemos en la Llamada que Dios hace a María, como si eso se refiriera a Ella, y ya nosotros no tuviéramos nada que ver. Como si la Elección de la Virgen a su Papel de virgen Madre nos permitiera decir que nuestro papel en la historia es ninguno. Entonces viene a decirnos la carta a los Efesios que Dios nos eligió, también a nosotros a la Santidad en la perfección del Amor.

 

Bien cierto que Ella es tipo de la Iglesia, porque también todos nosotros, los “Convocados” hemos sido hechos coparticipes de la llamada, hemos sido “elegidos” en la Persona de Jesucristo, y para ello nos ha “pre-adornado” -por así decirlo- con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

 

No es un llamado a ser “carteros” (cada vez menos se entiende que es un cartero, esta categoría designaba un oficio humano que, está pasando a la historia, que era el cuasi-ángel encargado del trasporte de los mensajes, de los anuncios, en forma epistolar), “pescadores”, “publicanos”; el llamado para nosotros ha sido a la “Filiación”. El llamado que nos hace nuestra fe es un llamado a ser hijos, y esto habrá que repetirlo una y mil veces, porque es “pieza maestra” del kerigma. Para ser hijos requerimos estar vivos, porque Dios es Dios de vivos.

 

Claro, entender que todos hemos sido llamados a la Filiación nos hace bendecir al Señor que desde antes de la Creación nos había designado -ya- a ser sus hijos. Bendito y Alabado y Glorificado porque nos llamó a la Vida, nos creó para ser sus hijos en la Persona del Hijo.

 

Esta parte de la Carta a los efesios se puede desestructurar como un himno engranado con seis bendiciones de esas seis se entresacan dos para armar esta Segunda Lectura.

1)    De la Primer Bendición -lo esencial- la elección.

2)    Y de la quinta bendición: ser herederos en Jesucristo.

 

Bíblicamente las bendiciones significan una “dación” de vida: es la donación por excelencia, sin haber recibido la vida, no se puede recibir nada más, entonces se trata de la dación fundamental: ¡Vida para ser hijos!

 

Lc 1, 26-38



Intentamos acercarnos a Santa María y a la Anunciación, y nos encontramos que es como acercarse a la Zarza Ardiente, hay que guardar una distancia prudencial, hay que descalzarse las sandalias, hay que hacer conciencia que la Tierra que pisamos es territorio Sagrado.

 

Lo único que se nos ocurre es presentar algunos apuntes, unos comentarios muy sobrios con los que queremos desafiar al lector(a) para que a través de ellos practiquemos un ejercicio de contemplación admirada, y así podamos abrevar en el Manantial que es la perícopa de hoy. La misión, si usted, muy respetado lector(a) deciden aceptarla, será acariciar la Ternura de esta Mujer (como alguna vez la llamó Jesús).

 

Serán 7 notas, para que ensayemos una contemplación heptaedrica a partir de estos siete enfoques:

 

1)    A veces, cuando encontramos una persona agradable, simpática, atrayente, encantadora, podemos usar la expresión “agraciada” para referirnos a ella; sin embargo, en este caso, estamos ante algo más alto y especial que sobrepasa los límites de lo humano: en el verso 28 el Arcángel la identifica con el título κεχαριτωμένη [qejaritomene] no tenemos un equivalente que la traduzca, vamos a intentar explicar -aun sea sólo por encima- tiene una doble denotación a) Es agraciada pero no con algunas gracias, sino con todas las Gracias, y no gracias para agradar al ser humano, sino todas las que son agradables a Dios; y, b) no es un atributo pasajero o momentáneo, es un atributo perenne, lo era, lo es y lo será sin detrimento temporal, ese estado es el suyo propio por antonomasia.

2)    Concebir esta palabra tiene una denotación muy específica, significa “contener por completo”. En María -que lleva en sus Entrañas Purísimas al Señor se da la doble Presencia: en María está el hombre, y también está Dios totalmente.

3)     Jesús es el Cristo, en tan completo grado que solemos llamarlo Jesucristo. Está el Verdadero Rey, del linaje Davídico y como Ungido, hace realidad su reinado no de imposición sino de Ternura. En Él Dios se reviste de Misericordia para cumplir su anhelo de Salvarnos: Reinado Soteriológico.

4)    Cuando interroga ¿cómo, sin haber conocido varón? podrá llegar a la Maternidad, no pregunta tanto por Ella, pregunta por nosotros que no logramos superar el estupor ante esta rareza. Si el Ángel así lo anuncia será porque así es, Ella no requiere nada más.

5)    La cubrirá una sombra, y nos extraña porque “sombra”, por lo general denota “negatividad”, pero no, no se trata de una oscuridad, lo que proyecta es la frescura de la Nube. Traigamos a la memoria cómo la Presencia del Señor los acompañaba a cruzar el desierto en el Éxodo, y la “sombra” era un verdadero quitasol. Sin esa protección no habría sobrevivido la larga estadía en aquellas muy penosas situaciones durante 40 años.

6)    Es hermosísimo el nivel de entrega y disponibilidad que muestra Santa María cuando dice “He aquí la esclava del Señor. Salta a la vista que Dios no la esclaviza, le envía al Arcángel, le pide su asentimiento, parece decirle “No procederé a nada que Tú no admitas. Es por su puro propio impulso, porque es lo que Ella quiere, es una “Voluntaria” disponible, tan coordinada con el “proceso histórico” que Dios está orquestando que, no pone ninguna traba, ella tocará la nota que se le pida.

7)    Si traemos al recuerdo el “regreso del hijo prodigo”, lo más sorprendente es que el “Padre” sale a recibirlo, le sale al encuentro, en esto se muestra la generosidad del Padre, el criterio de la “verdadera paternidad” requiere serle Fiel a este título. Paternidad, entonces, es, antes que todo, acogida y protección responsable de la vida del “hijo”. A pesar de todas las contravenciones del hijo, y aunque se porte malgastando toda la herencia.

 

La perícopa concluye con la ausencia del Arcángel, que se va del lado de María, para pasar ahora uno a uno, a todos, porque todos somos elegidos, como ya lo proponía la Segunda Lectura. Cada quien con su propia Misión. Todos “convocados” para el proyecto que siempre propone salvación: “… a los que me diste, los guardé, y ninguno de ellos se perdió, …” (Jn 17, 12cd)

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