Hch 7, 51-8, 1a.
La
sangre de los mártires es semilla de
nuevos cristianos
Tertuliano
En esta
perícopa la contraseña de entrada es “resistir al Espíritu Santo”. Hay que
entender que el señor en cumplimiento de la promesa, nos da Su Santo Espíritu,
sin embargo, uno mismo puede bloquear la entrada, e impedirle que Él obre en
nosotros Su Auxilio Luminoso, es como el día que sale un sol esplendoroso, y
sin embargo uno se pone unas gafas pesadamente oscuras y, como si fuera poco,
se pasa toda la jornada en una habitación tapiada, sin ventanas.
Nos
invita a pasar revista a nuestros antecedentes: ¿hubo algún profeta que pudiera
salvarse de nuestros acosos y nuestras persecuciones? Nos cuesta trabajo
inclinarnos porque tenemos la nuca duramente rígida, allí en vez de vertebras
tenemos la barra de acero de nuestra propia altivez: y nuestro corazón no
acepta ser circuncidado, allí tenemos que ver que significa la circuncisión
para entender este reproche que les dirige Esteban a los líderes (ancianos y
escribas) y a todo el pueblo en general, que se dejaba arrastrar por ellos: la
circuncisión es el sello, en la carne, de la Alianza, la Alianza se ratifica con
un sacrificio, y por tanto -según la concepción judía, implica el derramamiento
de sangre. Pero, este es un símbolo externo, físico, corporal, y lo importante
es cómo debe reverberar en el corazón, como renuncia a todo egoísmo y como entrega
definitiva en las Manos Divinas, dicho en otras palabras, Apertura al que es
completamente diferente, porque Él-Es-El-Tres-Veces -Santo.
Entre
paréntesis, nótese que -la Ley Mosaica- prescribe que el varoncito ha de ser
circuncidado a los ocho días de su nacimiento, y no dice que esperemos que sea
adulto para que pueda decidir su fe.
En esta
perícopa el Mesías es caracterizado como El Justo, observemos que la
declaratoria de Esteban equipara a los Evangelizadores con ángeles, y lo son,
porque esta palabra lo que indica es “mensajero” ya que la palabra griega ἄγγελος que
subyace a nuestra palabra ángel, significa precisamente eso.
Se ha de
advertir, y no se nos puede pasar desapercibido, cómo reacciona el corazón y la
personalidad total de quien rechaza la voz de Dios: “se recomían en sus
corazones y rechinaban los dientes de rabia”. ¿Qué es esto de recomerse en el
corazón”? en el texto griego encontramos la expresión διεπρίοντο [dieprionto] del verbo διαπρίω [diaprio] que significa “ser
despedazado aserrando a la persona”, o sea que lo asumían como si se les
estuviera haciendo un dolorosísimo daño en sus carnes. Se podría traducir como
“se hacían los profundamente ofendidos”, es decir, hacen alardes de estarles
tocando la esencia de su fe para revestir de mayor dramatismo su asunto y
justificar la violencia de la que abusan para sostener su asesino delito.
Actitud que suelen asumir todos los fanáticos de la historia. Quizás, muy
sencillo y entendible, podríamos traducir “Se enfurecieron”, “se encresparon de
indignación”.
En situaciones tan
difíciles, no puede el “testigo” refugiarse en componendas y dejar su
testimonio en un color rosa que no sea ni blanco ni rojo. Las cosas tal como
son, porque hay que ponerse del lado de Dios y no dejarse acorralar por el arma
usual de los perseguidores: el miedo. Así que, Esteban afirmó su pie en la
Gloria de Dios y declaró lo que sus ojos -en esa hora de prueba descubría- dijo
que le era perceptible la Escala de Jacob, y al Mismísimo Jesús subiendo y
bajando por ella.
¿Cómo actúa el que no
quiere oír? Se tapa los oídos y grita tratando de, con su estentóreo escándalo,
ocultar la verdad, dando desenfreno a todo su terrorismo. Todo su armamento es
poco para acallar la voz de Dios.
También es medio de
estos “fanáticos”, no se nos haga raro que, muchos despistados sean tocados, y
tocados hasta el punto de cambiar de bando rotundamente. Es el caso de Saulo,
que fue movido interiormente hasta tal punto, que este episodio muy seguramente
cabo la ranura para que -más tarde, camino de Damasco- tuviera su Encuentro con
Jesús, quien le habría de preguntar por qué se obstinaba en rechazarlo con la
ignominia de ser su perseguidor, en vez de darse cuenta que la fe, no era lo
que tan convencido venía declarando, sino que la Verdad, había sido Crucificada
para mostrar que la muerte no tiene verdadero poder sobre Ella, y que se había
levantado y empezaba a llenar todos los rincones del planeta. Dando inicio a
una Lluvia de lenguas de Fuego que sería la oferta generalizada de Una Zarza
Ardiente para todos los que quisieran aceptarla.
Saulo digirió este
martirio y vivió una rotunda trasformación, dejo de ser Saulo “Dios escuchó” y
llegó a convertirse en Pablo, el “pequeño”, “humilde”.
Tenemos
que vivir muy alertas para que no seamos de los que “resisten al Espíritu Santo”.
Sal
31(30), 3cd-4. 6 y 7b y 8a. 17y 21 ab
Este
Salmo al conectarlo con la muerte de Jesús y su Última Palabra en la Cruz, nos
da una idea de cómo Jesús revive todo el tiempo su experiencia de crucifixión
en todos los perseguidos por su Causa a través de los siglos.
Nuevamente,
con los labios de Esteban, “coronado”, “victorioso”, profiere sus palabras de
agonía, y otra vez clamará al Cielo para que el Padre Celestial no les tome en
cuenta este pecado.
No es
fácil sostenerse firme en el testimonio. Somos seres frágiles que padecemos con
el dolor, el dolor es el nido de nuestra debilidad. Para remontarlo,
necesitamos una valentía especial, que viene de Dios, que el Señor nos infunde,
sólo Él puede hacernos fuertes como roca, cambiando nuestra naturaleza enclenque
en la dureza de la roca. Es Dios que hace de nuestra débil carne un baluarte,
con el Don de la Fortaleza.
Cuando,
llegada la “hora” nos confiamos a las Divinas Manos, lo que estamos haciendo es
rescatando la joya que llevamos en “vasijas de barro” para reconocer que
es lo Verdaderamente valioso que poseemos y que debemos resguardar. En cuanto a
la “vasija”, Dios la sustituirá con un recipiente -no ya de barro- sino de
Carne Eternal: Será la Carne Verdadera, la que Él nos dio desde el Principio de
su Proyecto.
Una vez
hemos reconocido que nos asiste la fuerza de la Verdad para dejarnos como Niños
confiados en las Manos del Padre, y después de dar un vistazo panorámico a la
situación de “lapidación” que se nos viene encima; pasamos a mostrar nuestra
gratitud porque Dios -sin duda alguna- nos asiste y nos libra de todas las
conjuras humanas en contra nuestra. Tiene para nuestro resguardo un asilo
blindado que es su Personal Protección.
Siendo
así, todo, absolutamente todo, lo dejamos a su Cuidado.
Jn 6,
30-35
Hay una
confusión siempre agazapada intentando engañarnos. A veces se nos dice que son
detalles insignificantes, que es lo mismo. Por ejemplo, hoy, la tentación
consiste en creer que fue Moisés quien nos dio el pan del Cielo, ese que
nosotros ni sabíamos qué era, y que nos preguntábamos desconcertados. ¿Qué es
esto? “Man ja” en hebreo.
Y, sin
embargo, en el sentido estricto, ese “Maná” lo hizo llover el Padre Celestial,
fue Él Quien nos lo dio. Y esta confusión es importante disiparla porque el Pan
que baja del Cielo para darlo al mundo es un regalo Divino, es el Nutriente
Celestial, capaz de nutrir el espíritu. Si no esclarecemos esta confusión,
difícilmente podremos abandonar nuestra rotunda y constante preocupación por el
pan terrenal, y seguiremos atados a la esclavitud estomacal. No quedará ni un
segundo para elevarnos. Cuanta gente buena, muy buena, deja de lado todos los
bienes espirituales porque lo que nos debe afanar es la “yuquita”.
La vida
que le urge al mundo entero, es la de los nutrientes Celestiales, pero
ellos-que-somos-también-nosotros, seguimos ahí, encadenados, alienados, (pero
claro que la alienación es intensiva porque la publicidad ha construido esa
férrea alucinación), lo cierto es que la consigna que se oye repetir es aquella
de ¡sude solamente por el pan de la mesa que del Cielo no nos cae nada!
Son esos
bienes que se devalúan a cero y se invisibilizan como riqueza y aporte a la
sociedad: La crianza de los niños, por ejemplo, o el cuidado del hogar, por
sólo citar un par de ítems y no prolongar la enumeración.
La vida
cristiana se convierte en una apuesta arriesgada que se atreve a ir contra
todas estas ideologías y es capaz de “atenerse” a la Providencia. Y ¿por qué?
Porque el que se la juega toda y se entrega a la misión que Jesús le encomienda
recibirá por causes insospechados los Dones Verdaderos que Jesús nos hará
llegar.
El Pan
de Vida es el Propio Jesús, que en la Liturgia se nos entrega de una doble
manera -que hace de Su Entrega una Entrega Total- Él se entrega en la
Eucaristía como Alimento y como Palabra, y en la Eucaristía tenemos una especie
de “telescopio” no visual sino transhistórico, estamos, por ejemplo, hoy, en
pleno siglo XXI y podemos entrar en el espacio del Calvario, en el siglo I. Y
podemos incorporarnos al Cuerpo Místico como Miembros al comer del
Cuerpo-Sangre-Alma-Divinidad de Jesucristo.
Podríamos al Comulgar pronunciar como jaculatoria: “Señor, danos siempre de este Pan”.
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