Hch 16, 22-34
Nos habíamos quedado en Hch 16, 15; hoy damos un salto a
Hch 16, 22, es decir, nos saltamos 6 versículos. Hoy se inicia la perícopa
narrando como la gente se alborotó contra Pablo y Silas, y también cómo por
órdenes de los magistrados los “molieron a palos”, y, acatando esas mismas
ordenes, el carcelero los condujo a prisión y los sujetó con grilletes.
En el episodio que no se narra -los seis versículos que nos
hemos saltado- se cuenta que había una chica con poderes de adivinación, la
chica no tiene nombre en el relato: no tener nombre significa -en la cultura judía-
no tener existencia social, ser
insignificante, vil y despreciable- ella los reconoce – a Pablo y Silas- y los
identifica como enviados del Dios Altísimo y como enviados para traerles la Salvación;
esto día tras día hasta que Pablo le puso “quédate-quieto” al espíritu inmundo
que le daba tales facultades, lo que fastidio enormemente a los dueños de la
esclava, que ya no se podrían lucrar, en los sucesivo, de ese “poder”, este
espíritu de adivinación que ella tenía era el espíritu de Pitón, serpiente
constrictora -figura metafórica que se utiliza en algunos círculos religiosos
para describir un espíritu demoníaco que intenta exprimir la vida de una
persona, de manera similar a como las serpientes pitones matan a sus presas-,
que era adorado en Delfos, lugar que los griegos consideraban el ombligo de la
tierra, un pueblito donde se adoraba también una diosa antigua llamada Gaia -la
madre tierra- ; fue eso lo que detonó la revuelta de la plebe contra ellos
porque siempre que alguien ve afectado su negocito, hurga aquí, levanta ampolla
allá y consigue falsos testigos que hagan eco de calumnias muy “convenientes” para
levantar el descredito que neutraliza al
inoportuno que entraba las ganancias “pulpitas”, esta expresión parece que
surgió del hecho de que el pulpo no tiene espinas, en tal caso, las espinas
serían las dificultades que se tienen que superar para multiplicar las ganancias
sin límite.
Podemos traer a la imaginación este cuadro: Pablo y Silas, encadenados, en una mazmorra, y orando a media noche, y ¡de repente! anunciando una Epifanía, un violento terremoto, las puertas se destraban, los cepos se caen... Un momento después, el carcelero se despierta, ve la situación y, en seguida, se figura lo que pasará cuando sus “patrones” se den cuenta que se le han fugado los presos, ¡así que resuelve suicidarse!
Pablo le grita que no, que ellos siguen allí, que no se han
escapado. El carcelero clama, entonces por φῶτα [fota] “luz”; uno piensa, pues claro, pide una linterna para
ver si es cierto que no se han escapado; sin embargo, Pablo no necesitó
linterna para ver que su carcelero pretendía hacerse mal. Esta petición de
“luz”, es más una jaculatoria, se tendría que traducir “Ilumíname”, o, todavía
mejor “¡Espíritu santo, ilumíname! y forma -por así decirlo- la primera parte
de una plegaria elevada al Cielo y que el carcelero pronuncia a continuación: τί με δεῖ ποιεῖν ἵνα σωθῶ [ti me dei poiein ina sotho] ¿qué tengo
que hacer para salvarme? Ilumínenme, Señores, y díganme, ¿qué tengo que
hacer para alcanzar la Salvación? Pensemos en esto: en el punto crítico, en
el momento más álgido, cuando hay que dilucidar entre vida y muerte, este
hombre formula la pregunta clave sobre la Salvación, es esa pregunta que en
nuestro mundo se nos propone descartar, porque según se machaca día tras día,
eso no se puede saber y no hay tal “salvación”, según el mundo: “el muerto al
hoyo y el vivo al baile”.
Les lava las heridas, lavándoles los pies, ¡ojo a lo que hace este carcelero! Una liturgia cristiana, ¡un lavatorio de pies! Mismo que según nos enseñó el propio Jesús, es el signo de la consagración al servicio; los lleva a su casa, pide el bautismo y luego lo celebran con una Cena -un Agape-, es una “fiesta familiar” porque ¡Dios ha entrado de lleno en sus vidas!
Sal 138(137), 1bcd-2a. 2bc-3. 7c-8
אוֹדְךָ֥ [oudka] “Alabaré”
Este salmo es un himno. Nos da un elenco de los motivos que
tiene el Salmista para alabar el Señor.
En la primera estrofa (de la perícopa de hoy) se trasluce
que el salmista es una persona de corazón agradecido. Reconoce que sus
oraciones llegan a Dios, que Él las atiende; y, su manera de mostrar gratitud
es acompañar su oración agradecida, con una posición muy reverencial y tocando
su instrumento, en este caso, un instrumento de cuerdas.
En la segunda estrofa, insiste en dar gracias, y dice a
Quien se las da, al Santo Nombre, reconoce que Él es un Dios Misericordioso,
Leal, Cumplidor de sus Promesas, es mayor su Bondad que la Fama que Lo precede.
Y ratifica, Dios lo Escuchó. Esa escucha y atención que Dios concede fortalece
al orante, llenándole el alma de valentía, de Parresia, para proclamar su fe
fundamentada. Se implica que su gratitud no se queda en actos intimistas de
Dios-y-yo; sino que el salmista infiere que estos regalos de Bondad, reclaman
acciones de gratitud que expresen y hagan tangible el agradecimiento. Irá el
Templo, y confundiéndose entre los ángeles, el salmista ofrece “exhibir”
delante de la gente, el actuar Misericordioso de Dios, postrándose en la
dirección del Sancta Sanctorum (Santo de los santos).
Como muchas personas usan la mano derecha para hacer las
cosas, manejar las herramientas, blandir la lanza o la espada, entonces la
tercera estrofa usa este antropomorfismo para referirse a Dios, dice que Dios
lo salvó usando su poder, obrando con su brazo poderoso, haciendo uso de su “Diestra”.
Las obras de Dios, entiende el salmista, no quedan a medio camino, si el Señor
obró favorablemente trayendo al suplicante hasta aquí, con total certeza puede
decir, que Dios seguirá siendo su Protección de ahora en adelante, porque la חַסְדְּךָ֣ [jasdeka] -derivado de חָ֫סֶד [chessed] recordemos
que este vocablo hebreo conlleva un sentido de “emanado de las entrañas”-
“Misericordia de su Alianza”, durará por siempre. (En un renglón anterior, que
no se incluye en la perícopa, dice que también lo favoreció con la Izquierda:
“Extiendes tu Izquierda contra la ira del enemigo”, (con la mano Izquierda el combatiente
manejaba el “escudo”).
Jn 16, 5-11
Sucede que -con bastante frecuencia- cuando se mira hacia
el “mañana” lo pintamos con tintes oscuros, como presagios de dolores y tristezas.
Toda una mentalidad empeñada en mantenernos arrinconados en la inmovilidad del ahora:
es una ideología de solo existe el minuto actual, todo lo demás no-es,
son los filósofos desesperados del “ya mismo” y del “solo ahora”, es la
filosofía del pesimismo. Es muy cierto que no podemos contar con el trigo que
se cosechará mañana, pero también es cierto que nuestra fe nos orienta con una
visión capaz del “esjatón”. No podemos construir toda una filosofía del
inmediatismo, porque ese pensamiento es el que nos conduce a un desesperado hedonismo
del “gocemos ahora, porque del mañana no sabemos” u “hoy comamos y bebamos que
mañana moriremos”. Es este pensamiento el que nos desalienta respecto al
cumplimiento de los lineamientos que nos propone Dios. No podemos contar con
los frutos del futuro -ni siquiera el más cercano; pero si debemos saber que no
somos de este “mundo” y que vamos a morir, pero no para el final-final, sino
para hacernos del trigo venidero. El esjatón no es una tristeza oscura y final,
un entierro, y para los que se quedan, el luto subsecuente. ¡No! Es la plenitud
por la que vale la pena una coherencia de vida, similar a la conciencia del
agricultor que no se limita al sudor de roturar la tierra, sino que ve, con los
ojos de la “promesa”, los campos ubérrimos. ¿Creen ustedes que el agricultor,
cuando siembra, no ve en su corazón, los campos ya fecundos?
Muchos se creen felizmente profundos con su inmediatismo, y no alcanzan a darse cuenta que nosotros somos y habitamos la seguridad de la justicia, y no la ceguera de las anteojeras, que, al caballo le son muy útiles para no distraerse ni asustarse, pero que a nosotros no solo, no nos son inútiles, sino que además nos resultan perjudiciales porque nos dejan ver lo evitable y acariciar lo promisorio. Si de verdad crees que hay Cielo, tienes que contestarte ¿Adónde vas?
En la perícopa se suprime el prólogo que Jesús le da a
estos enunciados de los que nos habla hoy, nos referimos al verso 16,4b: “No
les dije esto desde el principio porque yo estaba con ustedes”. Pero, claro,
ahora que se va a ir, es urgente que se los diga. Jesús nos guía. Mientras al
carcelero que vio la Acción de Dios en el Temblor Fuerte de Tierra, la liberación
de Pablo y Silas y los otros presos, pero, la no-escapatoria; a él, se le
ocurrió de su propio espontaneo preguntar: “¿Qué tengo que hacer para
salvarme?”. Pero a estos Discípulos, a los que Jesús anuncia su Ascensión, no
se les ocurre preguntar, entendiendo que Él solamente va por delante para
liderar y, por así decirlo, “abrirnos paso”. Evidentemente, la pregunta debería
ser ¿para dónde te vas?, dínoslo y ¡hasta allí te seguiremos! (Aun cuando donde
va a ir no lo podemos seguir de inmediato).
El salmista sabe que Dios no hace cosas a medias, que las
hace perfectas, completas hasta su último detalle. Podríamos decir que después
de la Ascensión, viene el tiempo de la Iglesia; pero, con toda seguridad, con
la habilidad que tenemos para evadir el compromiso y las responsabilidades,
nuestro “subconsciente” acomodaría la interpretación ¿quiénes serán esos a los
que se refiere la palabra Iglesia? ¿serán los curas? ¿El Papa? ¿las monjitas?
Bueno, pero ¡no, seguro que eso no es con nosotros!, ¡nosotros estamos muy
ocupados, y, además, no entendemos nada de eso! eso le toca a la Iglesia, sean
quienes sean “la Iglesia”. Algunos dirán, pero si les hemos dicho una y mil
veces que la Iglesia somos todos los bautizados; ¡no vengan a decirnos que no
saben que les está hablando a ustedes! ¡Si, nos habla a nosotros!
Sabemos que Jesús estaba completamente lleno del Espíritu
del Padre, así que durante su “Vida terrena” gran parte de su Responsabilidad
consistía en dar el impulso eclesial y
que ese ardor fuera vehemente: y ahí entramos nosotros; ahora que Él sube al
Padre, se produce una trasferencia de “Poder”; por eso, Él tiene que irse para
que el Consolador, en su Plenitud, venga a nosotros y nos de los tres grados
del saber: en cuanto al “Juicio”, en cuanto al “pecado” y en lo que respecta a
la “Justicia”.
«Las diversas intervenciones del Espíritu Santo forman
parte de una acción armónica, de un único proyecto divino de amor. La
misión del Espíritu Santo consiste en generar armonía –Él mismo es armonía– y obrar la paz en situaciones diversas y entre individuos diferentes.
La diversidad de personas y de ideas no debe provocar rechazo o crear
obstáculos, porque la variedad es siempre una riqueza. Por tanto, hoy invocamos
con corazón ardiente al Espíritu Santo pidiéndole que prepare el camino de la paz y de la unidad… Queridos amigos,
queridos hermanos, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en el Jordán y dio
inicio a su obra de redención para librar al mundo del pecado y de la muerte. A
Él le pedimos que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más
allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión; que unja todo
nuestro ser con el aceite de la misericordia que cura las heridas de los
errores, de las incomprensiones, de las controversias; la gracia de enviarnos,
con humildad y mansedumbre, a los caminos, arriesgados pero fecundos, de la
búsqueda de la paz. Amén». (Papa Francisco)
No es que Jesús haya hecho la tarea incompleta, es que Él no nos arrebata nuestra libertad, queda la Ley escrita en nuestro corazón, ya no son Tablas en un Arca, ahora el Arca es nuestro propio Corazón. Nosotros entramos a ser el Cuerpo de esa Cabeza que es Jesucristo, y su Espíritu se expande a todos nosotros. Por eso ya no resuena afuera, como Shofar, ahora retumba en nuestro pecho, y lo sentimos como Fuego del Espíritu ¡ardiéndonos por dentro!
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