Hch 14, 19-28
Muchas
cosas empezaron en Antioquía: como -por ejemplo- el Primer viaje misionero de
Pablo: como lo hemos visto, fueron luego a Chipre, Pisidia, Licaonia, Panfilia, Iconio, Listra;
hoy se narra que después de ser apedreado “a muerte” en Listra, fueron a Derbe,
luego -como recogiendo sus pasos, fueron a Listra, Iconio y de vuelta a
Antioquía. A nadie le ocultaban que hacerse cristiano era decorado con “muchas
tribulaciones”, que era la antesala a la entrada en el Reino de Dios.
Los animaban, y los exhortaban para que perseveraran en la fe, a pesar de todo,
e inclusive, gracias a ello. Valga destacar que siempre ha existido la
tendencia deformante a equiparar el reino a los reinados político-militares de
los distintos lugares, y a imaginarse que su pertenencia generaba una
acumulación de “poder” y de “riqueza”, y generó toda una cultura del
acaparamiento en detrimento del carácter fraternal de este Reino, Reino
que no es del otro mundo, pero sí de naturaleza espiritual, en el sentido de
exigir una metanoia que cambia de óptica, pasando de la acumulación de poder, a
la acumulación de autoridad, que es un liderazgo de servicio. Para entender el
cristianismo es definitivo discernir entre “poder” y “autoridad”, entre
“enriquecimiento personal”, y “servicio fraternal”.
Hay un dato organizativo de suma importancia: dado que la
misión que cumplieron en este Primer Viaje corrió a cargo de Pablo y Bernabé, y
era una misión con carácter itinerante, era preciso dejar constituidos unos
“liderazgos” capaces de dar continuidad. Entonces, antes de partir de cada
lugar, instituían πρεσβυτέρους [presbyterous] “ancianos”,
“personas mayores”, “personas de buen juicio”, “personas con la experiencia
necesaria”, (también se daba este título a los “magistrados”). Esta fue una
estrategia con un propósito “consolidante”, y dio origen al sacerdocio,
que con su necesaria evolución llegó a ser, el que hoy conocemos.
La perícopa concluye mostrando una rendición de cuentas ante la Iglesia congregada, planteándoles como se había dado la dinámica de apertura de la puerta de la fe a los “gentiles”. Poco a poco, la Iglesia descubrió que el cristianismo no era excluyente -cosa que aun a muchos nos cuesta- todo esto entrañaba que la Iglesia se abriera a una tolerancia a la “diferencia”, pero que -de ninguna manera- podía leerse como una invitación a “cada loco con su tema”; es decir, la unidad de la fe, no podía desintegrarse en aras a la superación del sectarismo. Fue así como germino la “catolicidad”. Aun hoy, seguimos aprendiendo el significado de la sinodalidad que es uno de los rasgos sine qua non, que configuran esa catolicidad.
Sal
145(144), 10-11. 12-13ab. 21
Otro
Salmo de Alianza. La tradición del “género” alianza hunde raíces en la cultura
hitita, que nos ha legado documentos de este género que, al estudiar su
estructura en paralelo con esta clase de salmos, nos llega a revelar la
estructura del salmo tanto como su significado de compromiso y los augurios de
Bendición o Maldición que siempre venían de la divinidad o divinidades (porque
aquellos eran politeístas), ya que eran estos los que actuaban como garantes de
la alianza, y vigilaban su cumplimiento o incumplimiento.
Este
salmo nos propone el tema de la gratitud y de la alabanza constante y
profundamente mística del Nombre-Tres-Veces-Santo. Y, si leyéramos el salmo
entero, encontraríamos presentado el tema de la continuidad de esta adoración a
través de los tiempos, generación tras generación, que se extiende al
reconocimiento de su Reinado. La divinidad es Rey, pero un Rey del Servicio,
-como lo dijimos en otro lugar- un Rey-Pastor. Este Rey se desvive por sus
ovejas y las envuelve con su Amor.
Jesús
se hace Sacramento del Padre para transparentarnos Su Ternura y nos envía el
Espíritu, para no cesar en sus cuidados para con nosotros.
En
la primera estrofa pide que no solo los seres humanos, sino que las criaturas,
todas, canten loas al Señor, con gratitud y descubran que Él ejerce un Reinado
Glorioso. La estrofa segunda Nos revela que el Reinado de Dios es un Reinado
Perpetuo, de edad en edad (es la manera hebrea de pensar la eternidad). La
tercera estrofa llama, de nuevo, a que toda criatura gloríe al Señor, y, el
propio salmista se exhorta a sí mismo, para que también su boca, se una en
alabanzas.
¿Quiénes
acataran el llamado de este salmo? Los que sean capaces de identificarse como לְכָל־קֹרְאָ֑יו “amigos del Señor”, “todos los que claman con sinceridad a Él”.
Jn
14, 27-31a.
Ni temor, ni consternación
Ayer
quedamos en Jn 14, 26 y hoy retomamos justamente donde lo habíamos dejado. Quedamos
en la idea del Paráclito, como un actualizador, que nos refresca lo que Jesús
nos dio y con el Santo Espíritu nos sigue dando. ¿Cuál es la “utilidad” de la
paz, en este momento de la Iglesia? Vamos a decir -con un lenguaje parabólico-
que se trata de una “vacuna” efectiva para tener controlado el miedo y la desazón.
Estamos en el Jubileo de la Esperanza, es decir, el Paráclito nos actualiza lo
más necesario, no podemos caer en la depresión religiosa y ver nuestra vida
espiritual forrada en espesas nubes negras que camuflan el accionar del Malo. Aun
cuando muchos se trasnochen organizando exhibiciones de pesimismo, nuestra
mirada “trascendente” tiene que ser capaz de descubrir y remontarse y ganar
consciencia que “hay mucho más azul que nubes negras” -si me permiten la
alusión a esa balada- hay dos cosas de las que no podemos permitirnos el lujo: ser
víctimas de la ταρασσέσθω [tarassestho] “agitación producida por un torrentoso vaivén”;
tampoco δειλιάτω [deiliato] “ser timoratos”. Esas cosas inmovilizan nuestro accionar evangelizador.
Juan no va en círculos para dar la vuelta y regresar al mismo tema; Juan va en espiral, regresa al mismo asunto, pero en un nivel superior, inclusive diríamos, a un nivel muy superior.
Algunas
personas tienen la sensación de estar ante una divagación con reiteraciones
innecesarias, que no aportan y no avanzan. Algunas personas, se sienten
fatigadas ante el estilo joánico, del que debemos anotar que no regresa sobre
las categorías en el mismo punto, sino que -al enlazar esta categoría reiterada
con otra- pasa a un nivel más alto, definitivamente superior, y nos hace caer
en la cuenta de connotaciones que anteriormente no se descubrían. En este caso
fue lo que hizo cuando pasó de hablar del Espíritu Paráclito al altísimo nivel
de la Paz que no es la paz de la que normalmente se nos habla, esta es una paz
que nos hace asertivos. El asertividad supone presentar nuestra perspectiva de manera clara y firme, con la seguridad
que dimana de la convicción, respetando las ideas de los demás y sin
imposiciones, ni hostilidad, ni agresividad y sin creerse dueño de la “verdad”.
La comunicación asertiva es un ingrediente esencial de la sinodalidad.
Por
ejemplo, hoy nos hace notar que toda esta información, (que algunos llaman
repetitiva), se ha entregado a los apóstoles con anterioridad a su
acaecimiento, de tal manera que,
a) Puedan mostrarles a
otros que eso estaba anunciado, previsto, vaticinado, como elementos del Plan
Divino; son notas calculadas desde el Principio, y no pulsadas por accidente, y
b) Ellos, pudiéndolas
comprender -porque al habérselas dado desde antes, han tenido tiempo de
digerirlas- para no desanimarse, ni desmotivarse y no entregarse a la decepción
y al desaliento.
Les
da, también, algunos elementos paradojales como este de “Me voy y vuelvo al
lado de ustedes”. En este caso nos prepara a captar que, al volver, no volverá
a lo mismo y de la misma manera, sino, que vendrá de una forma nueva: con La
Presencia de Su Santo Espíritu. (En esto se descubre que la lógica Divina excede
en muchísimo a la lógica humana, lo que no impide que con su Tierna e Infinita
Paciencia nos revele las pautas indispensables para nuestra vida de Fe en el
Espíritu).
El
Príncipe de este mundo se acerca, sabemos -hoy por hoy- que lo que se acercaba
era la muerte. O sea que el Malo es el Príncipe de este mundo y es el portador
del “virus mortal”. Les está anunciando que va a morir; pero a la vez, les dice
que ese “Príncipe” no tiene poder sobre Él. Les declara, para que no les quepa
duda alguna, que no se trata de una victoria del Malo sobre Él; sino de un
“acto de obediencia” al Padre. Así que lo que a los ojos adormilados les parece
un fracaso, en realidad es una Victoria, la más Grande, la Definitiva; el “bobo
Aquel”, por muy “Perverso” que sea, no ha ganado nada: sólo ha descubierto que
Jesús lo ha Vencido por siempre, con la Victoria de la Obediencia, la que
ningún Adán alcanzó.
Hay
un elemento muy, muy judío en (Jn 14, 27), les da “la paz”, (no una paz
abstracta, de mariposas que volotean en alguna página del almanaque o de una
postal), nos llama y nos infunde un intenso anhelo de Paz, con la palabra
griega Εἰρήνην [eirenen] que significa
“unificación”, “re-ligazón”, “recomposición de la unidad”. Mejor dicho, lo
contrario de lo que hace el Malo, el Malo nos divide, nos destroza, nos hace
añicos; la Paz es -por el contrario- la Presencia de Dios en nuestro ser más
íntimo que nos regenera, nos recompone, nos reunifica, no como individuos, sino
como comunidad.
La palabra “religión” alude a esto, a la recomposición de esa fractura; ya no estamos “deshechos en pedazos”, lo que nos da Jesús, al darnos su Espíritu, es la Unidad; ¡ojo! no la uniformidad, sino el “ser Uno en la diversidad”, que es precisamente lo que significa la “catolicidad”.
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