sábado, 10 de mayo de 2025

EL PASTOR Y EL PADRE SON UNO

 

Hech 13, 14. 43-52; Sal 100(99), 2. 3. 5; Ap 7, 9. 14b-17; Jn 10, 27-30

 

Hazme caer en la cuenta que te pertenezco a ti precisamente porque soy miembro de tu pueblo en la tierra. No soy un individuo aislado … no me salvo solo.

Haz que me sienta responsable, sociable, amable, hermano de mis hermanos y hermanas y miembro vivo del género humano. No me permitas pensar ni por un momento que puedo vivir por mi cuenta, que no necesito a nadie, que las vidas de los demás no tienen nada que ver con la mía...

Carlos G. Vallés s.j.

 


 
En Comunión
Somos su pueblo y ovejas de su rebaño. No faltará algún quisquilloso que se moleste porque se 
considere aludido como oveja, pero, este ser conlleva una alusión tan profunda de sentido fraternal y 
solidario que quizá sea irremplazable y resulte ser más bien un título (miembro de la grey) muy dignifi-
cante: En el Salmo 100(99) nos encontramos en hebreo la expresión תּוֹדָה cuando dice “Entrad por sus 
puertas con בְּתוֹדָ֗ה Acción de Gracias, por sus Atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su 
Nombre:”; al traducir al griego esa expresión quedó ευχαριστώ [Eucaristo] “acción de Gracias”, “signo 
de gratitud”, “gesto de agradecimiento”. Bueno, para decirlo más brevemente, estamos hablando en 
hebreo de nuestra Eucaristía. Lo que hace el salmo es convidar a la celebración Eucarística, explicada 
como ceremonia con tres elementos: canto de himnos, agradecimiento y bendición de su Santo Nombre,
o sea, a la Totalidad de la Divinidad. Primer interrogante que surge: ¿a quién convida? Releamos el Sal-
mo con atención buscando la respuesta. Allí está: ¡a toda la tierra! A todos los habitantes de la tierra, la
invitación se hace con un sentido holístico, no se plantea ninguna exclusión, podríamos entender que 
nos encontramos con una convocatoria universal. “Al rebaño cósmico”.

 
¿Acaso, esa totalidad es una masa informe? ¡No! somos “el pueblo de Dios”, las “ovejas de su rebaño”.
Él nos “hizo” y a la vez Él se reconoce nuestro Dueño. “Somos suyos”, Él nos pastorea, lo cual ¡es mucho!,
¡implica que Él nos cuida, que Él nos salva de los peligros, que Él nos acompaña, que Él está 
en medio de nosotros! Jesús nos lo recordó, Él está en medio, como el que sirve. (Lc 22,27d).

 
El Pastor es el que ha consagrado su vida a este cuidado. Es un profesional del “acompañamiento”, la 
relación con su rebaño se podría explicar y entender –si la traducimos en términos de relaciones humanas-
como una relación de Ternura Paternal -permítanme añadir aquí lo que dijera Papa Francisco en 
su primera Misa Crismal como Papa: “sed pastores con «olor a oveja», que eso se note. Y, por 
simetría, la respuesta del rebaño, de cada una de las ovejas, es de dulzura filial hacia el pas-
tor. El salmo habla de esta respuesta filial como una respuesta de “servicio alegre”, y nos ex-
plica con tres rasgos globalizantes cómo es el Amor Paternal del Pastor: 1) es Bueno, 2) es de 
Misericordia Eterna y 3) es de Fidelidad Eterna. Las ovejas son conscientes de su Buenaventura, 
de la razón de su alegría, del jolgorio de ser posesión de su Buen Pastor. El vasallaje en esta 
Alianza conduce al regocijo, se celebra con Fiesta, con Banquete, con Vino: ¡Se sirve al Señor 
con Alegría!
 

Este Salmo es una glosa aclaratoria de la Alianza: "vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios." 
(Ex 6, 7-9, Jr 30, 22); pertenece a la familia de los 16 salmos de la Alianza. De lo cual concluimos que la 
Acción Eucarística es un Culto de renovación del Pacto de Dios con toda la humanidad y que podemos 
contar con el respeto Fiel de ese Pacto en el que YHWH nos garantiza su Pastoreo por Siempre, porque 
¡Su Fidelidad dura por todas las edades! «Es verdad que Tú, Señor, me amas con amor personal, cui-
das de mí y diriges mis pasos uno a uno; pero también es verdad que tu Manera de Obrar entre nosotros 
es a través del grupo que has formado, del pueblo que has escogido… Te gusta tratar con nosotros co-
mo un pastor con su rebaño. El pastor conoce a cada oveja y cuida personalmente de ellas, con atención
especial, a la que lo necesita más, en cada momento; pero las lleva juntas, las apacienta juntas, las pro-
tege juntas en la unidad de su rebaño. ¡Así haces tú con nosotros, Señor!
 

Haz que me sienta oveja de tu rebaño, Señor. Haz que me sienta responsable, sociable, amable, herma-
no de mis hermanos y hermanas y miembro vivo del género humano. No me permitas pensar ni por un 
momento que puedo vivir por mi cuenta, que no necesito a nadie, que las vidas de los demás no tienen 
nada que ver con la mía... No permitas que me aísle en orgullo inútil o engañosa autosuficiencia, que 
me vuelva solitario, que sea un extraño en mi propia tierra...
 
Haz que me sienta orgulloso de mis hermanos y hermanas, que aprecie sus cualidades y disfrute con su 
compañía. Haz que me encuentre a gusto en el rebaño, que acepte su ayuda y sienta la fuerza que el vi-
vir juntos trae al grupo, y a mí en él. Haz que yo contribuya a la vida de los demás y permita a los demás 
contribuir a la mía.»[1] En la Eucaristía nos hallamos ante este signo de Unidad al que Dios nos ha convi-
dado en esta renovación de nuestra Alianza.
 
Estallido de alabanza
La Primera Lectura está tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, la Segunda del Apocalipsis, y,
 entonces, ¿no hay ninguna Lectura tomada del Antiguo Testamento? Sabemos que en el Tiempo Ordina-
rio y en los otros tiempos del Año Litúrgico, por lo general, la Primera Lectura proviene de la Primera Alian-
za; lo que está pasando es que la Iglesia, -no lo olvidemos nunca- Esposa de Jesucristo, en su calidad 
de Madre y Maestra, ha elegido esta pedagogía para enfatizar que el Tiempo Pascual es el Tiempo de la 
Nueva Alianza por excelencia.


 
Conviene también aquí retomar lo que es un apocalipsis, porque a veces pensamos que se trata de la 
narración pormenorizada del “fin del mundo”, y no es eso. «La historia de los judíos era historia de fraca-
sos, torturas, muerte, pobreza, tristeza y desesperanza. Durante este tiempo se inventó la forma de ex-
presión llamada “apocaliptica”… Hay muchos apocalipsis dentro de la Biblia y aun afuera… el Apocalip-
sis de Juan es un documento cristiano. Esto quiere decir, que fue escrito por cristianos y para cristianos. 
La persona central de la obra es Cristo, Nuestro Señor. Habla del futuro de una manera muy general y 
por medio de figuras. Nos dice que hoy estamos sufriendo toda clase de fracasos sufrimientos y persecu-
ciones. Pero al fin, en el último día, Cristo vencerá completamente a las fuerzas del mal.»[2]

 
Nos encontramos situados en el capítulo 7, donde se nos muestra lo que pasa en el cielo, en dos facetas
distintas, primero está la faceta litúrgica (que no se menciona en la perícopa de hoy) aquí se nos hablará 
y se nos señalará el aspecto profético, un cuadro “por venir”, al Discípulo se le reveló la escatología celes-
tial que lo primero que señala es al Pueblo Triunfante y frente a su número, reconoce su innume-
rabilidad, y –otra vez- alude a la universalidad indiscriminada de los convidados a las Bodas 
del Cordero. «una muchedumbre universal que sobrepasa todo límite de nación, raza, pueblo y len-
gua. En el cielo se rompen los exclusivismos religiosos, raciales, nacionales, y culturales… las
vestiduras blancas de los mártires no se mancharon con la idolatría del Imperio, y las palmas 
de sus manos son signos de su victoria.»[3]
 

Aquí nuevamente se hace presente el Buen Pastor, y de manera bien explicita se nos anuncia: “… el Cor-
dero que está en el centro, frente al trono, será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua 
viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos.
 
El Evangelio llevado a los no-judíos
El relato de Hechos de los Apóstoles, de la Primera lectura, nos refiere, en primer término, la influencia 
de Pablo y Bernabé, después de salir de la Sinagoga, pero también hilvana, a continuación, la actitud de 
los judíos el sábado siguiente, y como con blasfemias empezaron a refutarlos. Esto nos marca un punto 
de giro. Si los judíos rechazan el mensaje cristiano, entonces el nuevo auditorio será el de los no-judíos. 
De esta manera se inicia una nueva etapa del proyecto evangelizador, que tiene por marco espacial-re-
ferencial a Antioquía de Pisidia. Este nuevo periodo se inicia, está marcado por la acogida que dan los 
no-judíos a la Palabra del Señor, en toda la región, con una generosa conversión de aquellos cuyo cora-
zón estaba en las previsiones de Dios. Los judíos, como se podría adivinar, no se quedaron de brazos 
cruzados, sino que desataron la persecución que tenía como blancos a Pablo y Bernabé, azuzándolos 
hasta erradicarlos de aquel territorio, teniendo que desplazarse a Iconio. Pero la semilla que quedó plan-
tada llevaba en sí el germen de la alegría que mana de la fe. Esto marca una expansión de nuestro cre-
do y una apertura que derrumba barreras y hace realidad que no haya barreras raciales, ni culturales, ni 
de ninguna índole porque la Buena Nueva es para todos. Es la historia de cómo se abrió la puerta de la 
fe a los paganos.
 

Buen Pastor
Apacentar deriva del latín pascere que significa alimentar, dar de comer, proteger. De esta misma etimo-
logía deriva la palabra pastor. Cuando Dios llamó a Moisés para que se encargara de liberar a los he-
breos de Egipto, él estaba apacentando las ovejas de su suegro Jetró, cuando le habló desde la zarza 
que ardía sin consumirse en el Horeb. Cuando el Resucitado dialoga con San Pedro, después de la pes-
ca milagrosa, que reflexionamos el Domingo anterior, la misión que le encomienda como demostración 
de su amor es la de apacentar a sus corderos y a sus ovejas.

 
Las ovejas del redil de Jesús se pueden reconocer porque acatan con docilidad la Palabra de Jesús.
¿Cuál será su presea? La Vida Eterna. Ellos están bajo el patrocinio de Jesús que tiene poder suficiente 
para impedir que se pierdan. El poder del Buen Pastor viene directamente de Dios-Padre; porque Dios-
Padre y Dios–Hijo no son dos, sino Uno. El poder de Jesús es poder para Salvar. Y nadie podrá contra 
Él.


[1] Vallés, Carlos G. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS.

[2] Eichhorts, Franklin. en COMO ENTENDER EL MENSAJE DEL NUEVO TESTAMENTO. De Augusto Seubert y Equipo. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2002 pp. 135-136. 140

[3] Richard. Pablo. APOCALIPSIS. RECONSTRUCCIÓN DE LA ESPERANZA. Colección Biblia 65.Ed. Tierra Nueva Quito-Ecuador. 1999. p. 105

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