domingo, 21 de abril de 2024

MISERICORDIA Y ESPERANZA



Hch 4, 8-12; Sal 118(117), 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29; 1Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18

 

…en el momento presente vemos las cosas como en un mal espejo y hay que adivinarlas, pero entonces las veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido.

1Cor 13, 12

 

Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable… Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible.

Papa Francisco

Jesús tiene un Proyecto Salvífico para que logremos llegar a ser co-herederos de lo que Él ganó en su resurrección. Y nos conduce desvelándonos las pautas y los hitos en la Liturgia.

 

En el #33 de la Sacrosantum Concilium leemos: “… en la Liturgia Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando su Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración… cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los asistentes se alimenta y sus almas se elevan hacia Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia.”

 


Para este IV Domingo de Pascua, la Oración Colecta pide –remontándose al desenlace- la “Alegría Eterna del Reino: ese Reino que está previsto para los Elegidos, para poder participar en la Victoria del Resucitado, para compartir la Eternidad con el Buen Pastor, ¿se figuran ustedes la enormidad de esta petición? Poder disfrutar por toda La Eternidad la delicia del Pastor Hermoso, y ser conducidos por Su Majestad a los Pastos Sin-Término, donde todos los deleites son incomparables.  La figura del Buen Pastor retrata -como profecía la Benevolencia del Misericordioso, que tiene previstos goces sin límite en la Opulencia y en La Feracidad del Reino.

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El Cielo, lleno de Santidad no requiere ni depende de la Misericordia. Nosotros –por otra parte- ¡ay de nosotros! Si no fuera por la Misericordia. Pero, ¡Somos bienaventurados, porque –así como los peces tienen el agua- nosotros tenemos la Misericordia para zambullirnos en ella! ¡Todo Don! ¡Absoluta gratuidad! ¿Y el Santo y seña? ¡Es la fe!


 

Venimos en este “proceso” –Domingo tras Domingo- de progresiva compenetración con la resonancia poderosa de la Resurrección en nuestra vida y descubrimos que ella viene implicando una Donación muy particular, el Agua y la Sangre que brotaron del costado traspasado se componen en prodigiosa alquimia prodigando un elixir Sanador-Redentor-Salvador llamado Misericordia.

 

Jesucristo, el Vencedor de la Muerte, Él, La Palabra, Él, El Viviente, en cambio, está Sentado a la Derecha de Dios-Padre. ¿Quién ha obrado tan poderoso prodigio? ¡Ha sido el Señor!

 

Conforme en la música escrita, la clave inaugura el pentagrama definiendo la nota que se leerá en cada línea, así la Oración Colecta nos asigna un código de decodificación para cada Lectura y para la Celebración integra. Bajo estas dos pautas lo entenderemos todo:

a)    La Misericordia del Señor, y

b)    La Palabra del Señor.

 

Hasta aquí vemos establecida la elevación y la potencia nutricia de la Eucaristía, pero…y que Gracia anhelamos recibir. La misma Liturgia, en la Oración Colecta nos trae la Enseñanza del Espíritu Santo que nos guía para saber pedir y saber qué pedir, orientando nuestros labios para que sepamos decir: Abbá o sea (Papaito-Celestial): Y dos cosas vamos a pedir en este Domingo IV de Pascua:

a)    La comunión de las alegrías celestiales y

b)    La humildad del rebaño que va con docilidad tras su Pastor, siguiendo con plena confianza la Voz de su Dueño y Señor.

 

(Nosotros aprendemos a orar, calcando de las pautas litúrgicas, los modelas de la oración personal).

 


Como sabemos, la Pascua nos trae en las Primeras Lecturas el estudio de los Hechos de los Apóstoles. Hoy, tenemos la perícopa del 4to capítulo, en los versos del 8 al 12. Se trata de la sanación del paralítico que se hacía en la Puerta Hermosa, episodio que viene narrado en el propio Libro de los Hechos, en el capítulo 3, versos 1-11. De esta perícopa sólo queremos tomar dos elementos. (Esta manera de reflexionar tomando partes y abandonando otras, quiere ayudarnos para asimilar cada Lectura, a su vez que, ayudarnos a poder articular los textos de esta celebración, dado que ellas no son “miradas a diversas revistas”, esas Lecturas no se yuxtaponen como el que visita aleatoriamente las páginas delas redes sociales, sino un minucioso tejido Eclesialmente trenzado para facilitarnos la experiencia de Vida-en-Plenitud que nos ofrece Jesús, y para lo cual Él instituyó este Sacramento Culmen que es la Sagrada Eucaristía. No esta pues destinada a la ocultación de ningún elemento, que ya ustedes podrán escuchar atentamente las perícopas completas proclamadas durante el Culto-Eucarístico y, si es de vuestro parecer, podréis ir directamente a la Escritura y examinar las partes que este intento exegético que hacemos no alcanzó a cubrir). Regresemos a nuestro tema, las dos piezas maestra de la Primera lectura:

a)    “…ha quedado sano en el Nombre de Jesús de Nazaret,…”

b)    Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido como Salvador nuestro.


 

Aquí lo que tenemos es una noticia de exclusividad. La Salvación sólo puede venir de Jesucristo; a Él Dios lo ha constituido Salvador, ese es el núcleo de su Mesianismo. Él ha recibido todo poder y es por su Nombre (o sea por su Persona Total que se obran prodigios Divinos. Él es la expresión transparente de Dios que se ha Humanado. Él ha encarnado la Misericordia del Padre, porque –hemos de saberlo, sin lugar a dudas- Dios es Infinitamente Misericordioso, y ha hecho venir al alcance de la humanidad a su Hijo, Su muy-Amado, en quien encuentra total complacencia. (cf. Mt 3,17)

 

Él es la Piedra Angular. Él -muy a pesar de que en nuestra torpeza lo hemos desechado- se nos vuelve a otorgar la oportunidad de reconocerlo como basamento de toda la Edificación: Pilar esencial de la estructura integra.


 

El Salmo nos trae una ratificación de estos aspectos que venimos considerando:

a)    Te damos gracias Señor, porque eres Bueno, porque es Eterna tu Misericordia.

b)    “Bendito el que viene en el Nombre del Señor. Que Dios desde su Templo nos bendiga”. Es una glosa al Milagro del tullido que estaba pidiendo limosnas en la Puerta Hermosa, precisamente en el Templo de Jerusalén. Lo que hacen los discípulos no lo hacen por propia cuenta, lo hacen en el Santísimo Nombre de Jesús de Nazaret. De Él viene todo Poder y toda Gloria.

 

Todo esto nos reafirma que Jesús es “la Piedra Angular”, lo que repetimos en el verso responsorial, para que nuestra lengua lo haga consciente en sus alabanzas. Él es el eje y nodo de todo el Plan de Salvación.

 

San Juan, en la Segunda Lectura nos llevará a un pináculo de comprensión.


 

El Padre, nos ha amado asombrosamente. No solamente decimos ser sus hijos, sino que en realidad de verdad Él ha querido adoptarnos y por eso se llama Padre. Pero, y allí esta lo arduo: a veces nos miramos unos a otros, juzgamos nuestras acciones (afortunadamente, ninguno de nosotros es Juez, que sólo a Jesús se le ha entregado la Soberana Autoridad), miramos nuestra manera de ser, o, nos miramos al espejo o, quizás hacemos consciencia de lo que somos, y ¿qué encontramos? Realmente no vemos en nosotros reflejada esa condición de hijos de Dios, tendemos a desinflarnos, a desilusionarnos, porque “…aún no se ha manifestado como seremos al fin”, este es el “problema” que en teología se llama el “Esjatón”, el extremo final, el remoto desenlace. Lo hermoso, más hermoso que la Puerta Hermosa (que no en vano se llamaba así), es que nuestro proceso, nuestro pobre-proceso sólo porque está iluminado por su Misericordia (ojo atento, oído muy alerta) si no fuera por su Misericordia, sabe Dios en que pararía nuestra historia, sucumbiríamos seguramente en el Abismo; pero -como Dios es Misericordia y se Encarnó para ser Misericordia palpable- el desenlace será que, llegaremos a ser semejantes a Él, ¿por qué o cómo alcanzaremos semejante superación? ¡Bastará verlo! Se acuerdan que Él nos puso una cita, por allá en Jn 1,39, nos dejó puesta y emplazada la cita, dijo “Vengan y verán”, en eso consiste el discipulado, en cumplirle esa cita y llegar a ver su Rostro, porque será esa visión la que nos plenificará, entonces se manifestará “cómo seremos al fin”. Allí San Juan, en su Primera Carta, nos hace una profecía que contesta a nuestras inquietudes escatológicas.


 

Pero, el final–final lo vemos tan lejos, ¿cómo vamos a sobrellevar todo este extensísimo interludio? Y aquí viene el Evangelio a traernos la Feliz-Noticia. Tenemos un Buen Pastor, que es nuestro Dueño y Señor. No es un asalariado, no es un mercenario que sólo le inquieta la paga, que hace mínimos esfuerzos con tal que le den su salario. El Buen Pastor, que es Dueño y Señor, está dispuesto a dar la vida por su rebaño, por una cualquiera de sus ovejitas, porque son “sus Hermanos-Hermanas”, hijos de su mismo Padre. Ahora, llegado el caso de que le quitaran la vida en nuestra defensa –y el caso llegó- no fue que le quitaron la vida, fue que Él mismo la dio, por su libérrima decisión, porque desde el Principio de los Tiempos ya lo había decidido así, porque Dios-Misericordioso es Dios-Amor y el sentido de su vida es –lo contrario de lo que pensaba Caín que no se creía guarda de su hermano- en cambio, Jesús, sí se siente llamado a enfrentar lo que fuera, nos defenderá para que no se pierda ni uno solo de los que el Padre le ha dado sino que los resucitará en el ἐσχάτῃ ἡμέρᾳ [esjate emera] “último día” [se refiere al “esjatón”]. La Voluntad de mi Padre es que todo hombre que ve al Hijo y cree en Él tenga la vida Eterna y yo lo resucitaré en el “último día”. (Jn 6, 39-40).

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